Hace tan sólo 50 años invertir en Singapur era una excentricidad reservada para algunas multinacionales con presencia en Asia y empresas del sudeste asiático. Hoy el mundo ha cambiado y los ultra‑ricos están llevando su oro físico a Singapur. Esta no es por un capricho de ricos que han visto “Crazy Rich Asians”, sino una respuesta calculada a la creciente incertidumbre económica, geopolítica y financiera global.
A medida que los mercados se sacuden con tensiones internacionales, inflación persistente y dudas sobre la estabilidad de las grandes economías occidentales, la seguridad de tener activos tangibles ha hecho que el metal dorado vuelva a ser la moneda de confianza para las élites. En este contexto, Singapur ha emergido no solo como un centro financiero global, sino como un santuario físico para proteger lo que históricamente ha representado la riqueza portable.
El movimiento de oro es real. Cerca del aeropuerto de Changi en un anodino parque empresarial se levanta The Reseve, un edificio de varias plantas diseñado específicamente para albergar enormes cantidades de oro y metales preciosos bajo llave. Su capacidad de almacenamiento es de toneladas y esperan llenarla. Más cerca del aeropuerto se encuentra Le Free Port, que aunque más centrado en arte, también admite oro de inversores privados y tiene acceso directo a las pistas del aeropuerto.
¿Por qué los ricos eligen Singapur para guardar oro? Porque la jurisdicción de Singapur reduce el riesgo de que el estado quiera apropiarse. Desde The Reserve destacan su fondo soberano, sus pensiones financiadas (y añado la falta de problemas de vivienda), sus buenas relaciones internacionales y su dependencia del exterior. Es decir, afirman que sería contraproducente para el gobierno de Singapur confiscar el oro de The Reserve en una crisis.
Por otro lado el trato premium y la cercanía al aeropuerto, hacen que un multimillonario pueda ir en avión privado, guardar su reserva de oro y volverse a casa en poco tiempo en una de las jurisdicciones más seguras del mundo.
Cómo Singapur ha logrado convertirse en el imán definitivo para los ricos (y por qué el mundo está observando con asombro)
Singapur no siempre fue sinónimo de riqueza global. Hasta hace dos décadas, pocos lo consideraban una alternativa real a centros tradicionales como Suiza, Nueva York o Londres. Hoy, esta ciudad‑estado no solo atrae capital y activos, sino también a las élites más acaudaladas del planeta, incluidas decenas de milmillonarios que han decidido radicar allí su residencia, sus inversiones y sus estructuras de gestión de patrimonio. Y los centimillonarios también, ya hay más en Singapur que en París, Chicago o Ginebra.
Según datos recientes de UBS, Singapur fue el destino escogido en 2024 por 47 milmillonarios que trasladaron su base económica al país, acumulando más de 155.000 millones de dólares en riqueza combinada. Este número representa un salto enorme respecto a años anteriores y confirma que el flujo de capital y personas ultra‑ricas no solo está empezando, sino acelerándose con fuerza.
¿Por qué Singapur? La respuesta, se resume en varios factores interrelacionados:
Primero, estabilidad política y legal. En un mundo donde la polarización, el proteccionismo fiscal y la incertidumbre regulatoria son moneda corriente, Singapur ofrece claridad y previsibilidad. Esto es especialmente atractivo para quienes buscan planificar su legado y proteger su patrimonio ante cambios bruscos de política en otras jurisdicciones. No hay más que oír una entrevista dada por algún líder político de Singapur para darse cuenta de que están varios niveles por encima de la clase política de muchos otros países.
Segundo, un ecosistema financiero sofisticado. La ciudad‑estado ha invertido décadas en construir un mercado de servicios financieros robusto: banca privada de élite, gestión de grandes fortunas, family offices, plataformas de inversión y una infraestructura de activos tangibles como metales preciosos y bienes raíces de lujo. El número de family offices, estructuras de gestión y planificación patrimonial de ultra‑ricos, ha crecido exponencialmente, reflejando la consolidación de Singapur como centro de gestión global de riqueza. Además se puede conseguir visado por inversión al abrir un Family Office.
Tercero, ventajas fiscales claras. Aunque Singapur no es un paraíso fiscal en el sentido tradicional, su sistema impositivo, que carece de impuestos sobre ganancias de capital y sucesiones, y sus normas claras sobre residencia fiscal, permiten a los individuos conservar más de su riqueza sin enfrentarse a regímenes fiscales opacos o arbitrarios.
Cuarto, calidad de vida y atractivo familiar. El país combina seguridad ciudadana, educación de nivel mundial y una calidad de vida que muchas capitales europeas o norteamericanas ya no pueden igualar, especialmente en contextos de riesgo y polarización. Es un lugar en el que se puede criar a una familia sin muchas complicaciones y pasar desapercibido si se quiere.
Incluso ante presiones, como mayores requerimientos de diligencia sobre el origen de fondos tras escándalos financieros recientes, la estrategia de Singapur ha sido equilibrar rigor regulatorio con facilidad para hacer negocios, ajustando tiempos de establecimiento de family offices y agilizando procesos para mantener su competitividad global.
El resultado es innegable: mientras otros centros tradicionales pierden atractivo frente a crisis políticas o cambios fiscales, Singapur se posiciona como el nuevo polo de atracción del capital global ultra‑rico, donde no solo se protege la riqueza, sino se maximiza en un entorno percibido como seguro, estable y orientado al futuro. Y por supuesto, seguro para guardar el oro.
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