La segunda economía del planeta ha vuelto a hundirse en la recesión. Japón, que durante los años 60, 70 y 80 vivió 3 décadas de oro, se empantanó en los 90 y por más que lucha, no logra salir de la crisis. ¿Será este el destino que aguarda a los Estados Unidos? Quizá por eso los chinos están tan preocupados por la situación financiera del país que regenta el dólar, del cual ellos tienen la friolera de dos billones de dólares (trillones de EEUU) en reservas.
El Banco de Japón volvió a revisar a la baja sus proyecciones de crecimiento para el próximo año a -3,1%, cifras aún optimistas frente a las que entrega la OCDE y el FMI: -6,6% y -6,1%, respectivamente. La tasa de desempleo alcanzó el 4,8% y seguirá empeorando. Esto es porque en Japón todo el mundo trabaja.
La economía del Japón no sale del síncope. En seis meses sus exportaciones (los pilares de su desarrollo) se han reducido a la mitad creando un enorme déficit comercial. Esto ha provocado una caída en el consumo que hunde los precios en -1,5%.
Todo esto no hace más que revivir los síntomas de la década perdida (1991-2000), con el duro fantasma de una crisis que, al igual que la actual se inició con el reventón de la burbuja inmobiliaria. Recordemos que en 1990 los jardines de Palacio Imperial de Tokio se valoraban más que todo el estado de Washington, en Estados Unidos.
Esta vez, el crédito interbancario está prácticamente seco dada la fuerte contracción de la industria tecnológica: si no se vende, no hay flujos. Esto ha requerido una fuerte movilidad de capitales procedentes de China, Hong Kong y Singapur para inyectar recursos y comprar empresas en crisis. El plan de estímulo del gobierno nipón no ha dado la respuesta esperada, pese a que
1.040 millones de euros fueron inyectados para la recuperación económica, de los cuales 215 millones se asignaron directamente al gasto publico.
Tal como la General Motors o la Chrysler en EEUU, en Japón empresas como Pioneer, Isuzu o Japan Airlines, mendigan recursos al Estado. Frente a este punto, el economista de la Universidad de Tokio, Yoghi Murasawa, señala que este es el momento en que el gobierno debe invertir en la economía verde, única manera de superar los grandes déficit estructurales. Murasawa señala que el Estado sigue repitiendo los errores del pasado al volcarse sólo a la construcción de carreteras y puentes que terminan siendo inútiles, en vez de mirar el futuro. Su mensaje es muy claro: “Debemos invertir con vigor en las energías renovables, ahora”.
Tiene razón Murazawa. No todo puede ser mirar cómo resolvemos las urgentes necesidades de este corto plazo. Hay que saber establecer un horizonte de largo plazo que de sustentabilidad a la economía, para salvar también al planeta. Más aún en el caso japonés, cuya deuda pública llega al 180% del PIB, cada vez más cerca de la bancarrota.
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