Las ideas son gratuitas, el problema es cómo gestionarlas

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Se suele pensar que las ideas tienen precio, cuando lo cierto es que las ideas son gratuitas. Obviamos que en ocasiones los que nos entregan las ideas son clientes que lo único que buscan es ser tenidos en cuenta, o que nos proponen recibir un servicio de una manera diferente de algo que ya se les ofrecía. La otra fuente inagotable de ideas gratuitas para la empresa son los trabajadores. Ahora bien, ¿éstas les escuchan o fomentan de la manera correcta su colaboración y entrega?

El vídeo muestra en plan paródico como son a veces las exigencias de la empresa para llegar a conseguir cierta colaboración de sus empleados. Las ideas que los trabajadores proponen la mayoría de las veces caen en saco rato en el buzón de sugerencias, cuando el mismo no debería exitir. No estamos en un club social o en un restaurante, aquí suelen darse colaboraciones entre jefes y ayudantes que deben hablar y ser escuchados, o en su caso, buscar la forma de incentivar un proceso dentro de la empresa en la que sus ideas sí les sean tomados en cuenta. Sería tumbar el principio de Henry Ford de que lo malo de los trabajadores es que vienen con un cerebro cuando yo sólo necesito un par de brazos. Sin embargo, el trabajo quien mejor lo entiende son ellos, y quienes pueden mejorarlo, son precisamente ellos.

Skunksworks es un término inglés que define el lugar o las personas que trabajan en ese sitio diseñado para incentivar a los trabajadores de las grandes compañías para que creen o vengan con nuevas ideas creativas. En algunas casos, se ha comentado que el mejor modelo a utilizar sería el de Silicon Valley en la época del boom emprendedor, y quizás fuese válido, aunque conviene analizar otros ejemplos. El planteamiento en ese lugar consiste en usar un pequeño equipo al que se le saca de su lugar de trabajo habitual y se le da libertad para hacer lo que crea más conveniente dentro de la organización y bajo unos parámetros de gestión.

El primer caso conocido es el que tuvo lugar en la compañía Lockheed Martin durante la segunda guerra mundial. Estaban desarrollando un proyecto secreto de avión de guerra de gran velocidad que pudiera combatir a los cazas alemanes. Para lograrlo, sacaron a personal de los departamentos burocráticos y les pidieron que ignorando los procedimientos habituales de la compañía diesen con la idea del avión que estaban buscando. Claramente fue un éxito, así que otras empresas les copiaron, como realizó la propia IBM cuando en los 80 valoroba adentrarse en el universo de los ordenadores personales.

Este planteamiento cayó en desuso cuando los empresarios empezaron a mirar a estos departamentos y proyectos como unos centros de coste que poco aportaban a las finanzas de la empresa, lo veían más como laboratorios. Recientemente esta idea ha empezado a cambiar, y se está volviendo a valorar su empleo, como es el caso de Motorola con el desarrollo de su móvil Razr. Y no sólo eso, se están sacando esos centros de creación de ideas fuera de lo que es la propia empresa, no sólo a nivel organizativo sino también a nivel físico. Todo para que el personal implicado trabaje tranquilo y de las mejores ideas posibles.

Obviar o renunciar a esos departamentos es perder una oportunidad importante en el basto universo de la innovación, y más cuando es nuestra propia mano de obra, la que mejor conoce lo que lleva entre manos. Quizás, el problema real es saber cómo gestionarlo, y con eso me refiero al premio (que da muchos más quebraderos de cabeza de lo que uno piensa). Ahí pueda servir de ayuda un libro al que no se le ha prestado la suficiente atención. Ideas are Free es su título, y debería ser tenido en cuenta por muchos directivos.

Vía | The Economist Vídeo | Antonio Fumero Más información | Tachnovation

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