Los cajeros automáticos, o cuando el éxito es un problema.

Los cajeros automáticos, o cuando el éxito es un problema.
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Hace ya unos días Alejandro nos recordaba el 40 cumpleaños del Cajero Automático. Una innovación tecnológica que, en nuestro país, normalmente reacio a ellas, fue acogida a las mil maravillas. Tanto que, como bien dice el artículo, somos el segundo país del mundo en cajeros por habitante. Recuerdo que hace 15 años, algunos Bancos extranjeros pregonaban como virtud que sus sucursales tenían ATM, vulgo cajeros. Quizás en México DF podían presumir de ello. Aquí no se concebía una sucursal sin un cajero, y eso que su coste fácilmente supera los 60.000 euros.

Pero si miramos un poco más allá vemos que no todo son luces. El uso medio que se hace de los cajeros en España está muy por debajo de sus funcionalidades. Se utilizan básicamente como dispensadores de dinero, de entradas de eventos y como actualizadores de libretas. Pero en mucha menor medida para ingresos, transferencias nacionales o internacionales, pago de impuestos o recibos...Las entidades financieras constantemente están añadiendo nuevas aplicaciones a los cajeros que, sólo un grupo muy reducido de clientes aprovechan.

Y sin embargo ése no es el principal de los problemas. El boom de los cajeros, junto con la deficiente cultura financiera española, ha supuesto un fuerte retraso en el uso de la tarjeta en los pagos en comercios. Estamos a la cola de Europa. Es frecuente observar como hay gente que saca dinero en efectivo del cajero para pagar su compra en los establecimientos. Carece de sentido, teniendo en cuenta que no tiene coste para el cliente. Es más, si usa un tarjeta de crédito con su modalidad de pago fin de mes, tiene 15 días de media financiados por la cara. Y sin embargo, dada la gran disponibilidad de los cajeros, la gente opta por lo malo conocido. Sacar sus 30 euros del cajero.

Hay dos perdedores y un ganador en esta historia. Además de los clientes pierden las entidades financieras. Mientras que los cajeros les suponen un coste las tarjetas les suponen ingresos. La entidad financiera deja de percibir las comisiones que cobran a los comercios. Ellos son los grandes ganadores de esta situación. Comercios que lógicamente prefieren el efectivo, sin ningún coste (al menos aparente) para ellos, y de difícil fiscalización por Hacienda. Y si todavía tienen que cobrar algo por tarjeta, desarrollan una fuerte acción de lobby para que les bajen las comisiones prometiendo trasladar esta acción a sus precios. ¿Alguien ha visto la prometida bajada de precios?

Foto por Rafa de Castro.

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