Los desequilibrios en la financiación de las empresas entre los países del sur y el resto en Europa llevan acuciando desde hace muchos meses. Palabras y más palabras han sido lo único que ha motivado, sin que se haya puesto sobre la mesa medidas que palíen una situación que empieza a ser sangrante. Hoy el BCE sale a escena de nuevo para confirmar que ‘sopesa’ la compra de créditos dudosos para reactivar los préstamos a las pymes. Pero siguen sin tomar medidas.
La pasada semana, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, decepcionó a propios y extraños ante una desesperante inconcreción sobre las medidas a tomar para corregir esos alarmantes desequilibrios. Apenas habló de un grupo de trabajo, con el que debatir unas medidas que deberían ya estar aprobadas y puestas en marcha y evitar así un estrangulamiento financiero a muchas de esas pymes.
Hoy, el representante alemán en el directorio del BCE, Jörg Asmussen, ha reiterado que se sigue examinando con “mente abierta” todas las medidas y la compra de créditos dudosos en los países del Sur es una de ellas. Sin embargo, ni plazos ni hechos. Al igual que el vicepresidente de la Comisión y responsable de Asuntos Económicos, Olis Rehn, quien lamentó la “trampa de la liquidez” pero no fue más allá.
Por si fuera poco, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante un debate en el Congreso en el que no ha habido ningún anuncio significativo más allá de la reiteración del discurso sobre el cumplimiento del déficit, volvió a señalar con el dedo el problema, pero sin plantear un compromiso firme de luchar en el seno de las instituciones europeas para que se corrijan de una vez estos desequilibrios.
No hablamos de una cuestión baladí, pues hoy las pymes representan el 95% del tejido productivo de nuestro país. Unas empresas que soportan costes de financiación bancaria superiores en un 35% a la media europea, algo que echa por tierra cualquier avance en la competitividad en un momento de dificultad como el que se vive.
Mientras los discursos siguen pasando, las palabras siguen sin convertirse en hechos y las instituciones europeas no dan un paso adelante, el tejido empresarial español sigue en esa ‘trampa de la financiación’ que tanto daño está haciendo. Menos intenciones y más acciones.
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