La enseñanza de la economía en el banquillo de los acusados

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Quizá ningún clip resulta tan elocuente como este que os cuelgo y que dice buenas verdades sobre ciertos “economistas españoles”, algunos, quizá, de los mismos que negaban la crisis y que no titubeaban en escribir sobre la supuesta crisis de la economía mundial. Seguramente porque resultaba muy contraproducente transmitir noticias amargas en plena efervescencia del optimismo y del derroche.

En momentos en que el consumismo va en alza el temor a hacer el ridículo o a que los “comentaristas” practiquen el bullying intimida a cualquiera, más aún a los espíritus débiles y a quienes desconocen las leyes de la naturaleza económica. Por eso hay que reconocer que gran parte de la prensa se rindió a la espiral del existismo sin saber que con ello embaucaba a toda España en una trampa mortal de la cual a cinco años de su estallido no hay ninguna señal de salida.

Este breve clip es memorable y da cuenta de lo mal que está la enseñanza de la economía, donde no hubo alertas de ningún tipo para advertir del tsunami que vendría y barrería con todo. ¿Es culpa de la economía en general, o de la clase de economía que se enseña en ciertas escuelas y universidades? En primer lugar, creer que repetir a pie juntillas los postulados de Paul Samuelson de su clásico Manual de Economía sirve para aprender economía, es totalmente falso. Ese libro lleva casi 20 ediciones desde 1948 y el mismo Paul Samuelson reconoció que es un texto de “introducción a la economía” ´para alumnos de primer año, y no una biblia económica, para repetir como un rosario. Quien crea que sabe economía por aprenderse de memoria ese libro debe tener serios problemas a la hora de elegir entre la producción de cañones o mantequilla, el clásico ejemplo de Samuelson del cual terminó arrepentido por lo blasfemo y ramplón.

¿Se pueda aplicar estática comparativa y asignación de recursos para determinar si se produce cañones o mantequilla? Es algo de lo cual hasta hoy se jactan ciertas universidades, pese a que ese modelo ha hecho agua y seguirlo es un acto de fe de los fundamentalistas del mercado. Pero esa fue la dinámica que imperó, que cundió y que se hizo ley hasta el paroxismo en cada tratado de libre comercio, vulnerando los principios básicos que un economista como Friedrich Lizt defendió en 1885 como señalamos en el post Algunos mitos claves del libre comercio.

Por eso hay que reconocer que la primera voz crítica sobre el Nobel de Economía a Paul Samuelson fue a pocos días del premio, en diciembre de 1970, en palabras de quien hasta hoy ha sido uno de los grandes visionarios de esta crisis: Michael Hudson. En su texto de 1970 publicado en Commonwealth y traducido aquí, Hudson critica el Nobel a Samuelson advirtiendo del peligro de conferir un premio a una ciencia que no puede atribuirse el rol de “ciencia dura” como la física o la química, por ser más bien una rama de las ciencias sociales dependiente de factores mucho más complejos que requieren de soluciones particulares y no generales. Dice Hudson:

¿Puede ser “científico” promulgar teorías que no describen la realidad económica tal como se desenvuelve en su contexto económico, y que, cuando se aplican, conducen al desequilibrio económico? ¿Es la economía verdaderamente una ciencia? Por supuesto, se lleva a la práctica, pero con una notable falta de éxito en años recientes por parte de todas las principales escuelas económicas, de los postkeynesianos a los monetaristas.

Esto ha quedado perfectamente en claro al comprobar que una receta que funciona en Biafra no cumple los mismos objetivos en Grecia, y que, al revés, acelera más la enfermedad. No existe una receta que se pueda aplicar por igual a todos los países de la UE y de ahí el fracaso que está viviendo la zonaeuro con la implantación de la moneda única en una unión de países plagada de desequilibrios.

Esto es porque la economía es una ciencia que no tiene sus leyes talladas en una tabla sagrada. Es más: tal vez la única ley real de la economía es aquella establecida por Auguste Cournot en 1848 que denominó la Ley de la demanda, dado que detectó la fuerza de un hecho concreto: a menor precio, aumenta la cantidad demandada de un bien. Pero resulta dificil encontrar otra Ley económica que esté a esa misma altura.

El engañoso equilibrio de la oferta y la demanda

Si por el lado de la demanda resulta claro aceptar la idea que un menor precio aumentará la cantidad demandada, no está claro cuáles son los tópicos de la oferta, y qué hace que la oferta pueda producir liquidaciones por sobreestock. Esto demuestra que los principios de la producción no se rigen por los mismos parámetros y que el concepto de equilibrio económico no sea más que algo antojadizo y manipulado. En el juego del mercado siempre el oferente lleva las de ganar dado que tiene muy en claro su “función de oferta”. Esto hace que el demandante actúe como un “precio aceptante” limitado crucialmente por su salario o su “ingreso disponible”.

De ahí que el equilibro de la oferta y la demanda resulte un juego engañoso donde no existe el principio de suma cero. El oferente, por la inclusión de los costos financieros en su función de oferta, logra desviar recursos económicos que salen del sistema y no retornan a él en el corto plazo del equilibrio matemático que mide la teoría. Esos recursos que se sustraen al sistema generan un retorno en un plazo posterior que hace aumentar su capacidad especulativa (y sus rentas) mientras que el sujeto que vive a ras de salario debe practicar la verdadera gimnasia financiera para llegar a fin de mes.

Pero la economia es mucho más que la oferta y la demanda en mercados que son claramente no competitivos y manipulados por la mano visible de quienes son dueños de los factores productivos. Durante décadas se culpó de las crisis económicas a los Estados por ser dueños de gran parte de los factores productivos y por ser ineficientes e inexpertos. Se sostuvo que las crisis eran producto de estos desequilibrios patrocinados por un agente económico que distorsionaba los precios: el gobierno. Por eso desde fines de los años 70 comenzó la esquilmación del aparato público y su transferencia al sector privado.

Sin embargo desde entonces las cosas han ido a peor y se han intensificado las crisis financieras no porque los privados sean inexpertos, sino porque su alta cuota de expertos de cuello blanco distorsiona los precios con su abultado nivel de salarios y por las altas comisiones que debe transferir al sistema financiero. Las privatizaciones no han hecho más que transferir poder a la banca y hoy el mundo vive bajo el yugo de un sistema financiero que ha apelado a todo tipo de fraudes y distorsiones de lo que defiende como “libre mercado”. Además, el nivel de abusos desplegado en torno a la banca con su esquema ponzi y la creación de dinero desde la nada ha establecido tal nivel de distorsión que hoy tiene a la economía paralizada por la contracción de crédito del desapalancamiento financiero. Y respecto a la crisis, no sólo hay que culpar a los economistas ciegos incapaces de ver los problemas reales, sino también a los abogados que firmaron y propiciaron los fraudes. En esto, este video se anota otro punto brillante.

Más información | El problema de Paul Samuelson: Teorías elegantes que jamás funcionaron
En El Blog Salmón | Algunos mitos claves sobre el libre comercio

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