Los mayores de 60 años son el grupo de edad más numeroso que vive de prestaciones por desempleo. Además, recibe las más reducidas

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Sergio Delgado

¿Es verídica la imagen que contrapone a jóvenes con salarios bajos frente a generaciones anteriores supuestamente ya más acomodadas? La realidad, en ocasiones, es otra bien distinta.

En 2025, una parte creciente de trabajadores veteranos ha quedado atrapado en un mercado laboral que no les ofrece estabilidad ni acceso a empleos de calidad.

La evolución de los datos demuestra que son precisamente ellos quienes acumulan más dificultades para mantenerse ocupados en su última etapa profesional.

En medio de un contexto marcado por la pérdida de poder adquisitivo, la dificultad para acceder a la vivienda y la presión sobre el sistema de pensiones, existe la percepción de que muchos ciudadanos de más edad gozan de completa ventaja. Pero los números revelan lo contrario.

Un volumen cada vez mayor de personas supera los 60 años sin un empleo y subsiste gracias a ayudas de carácter asistencial que apenas permiten cubrir los gastos básicos del día a día.

Un colectivo creciente que depende de ayudas mínimas

De acuerdo con los datos adelantados por el Ministerio de Trabajo, más de 769.000 personas recibían subsidios asistenciales en octubre.

De ellas, un 34,5% pertenece al tramo de edad que supera los 60 años. Se trata de una cifra sin precedentes que refleja cómo quienes nacieron en pleno auge demográfico de los años sesenta han pasado a ocupar una posición de vulnerabilidad laboral muy distinta a la que se puede creer.

La paradoja es, cuanto menos, llamativa. Hace dos décadas, quienes entonces superaban los 40 años y perdieron su empleo durante la Gran Recesión quedaron inmersos en una espiral de precariedad de la que muchos no han logrado salir.

Hoy forman parte del grupo que registra mayores dificultades para acceder a un contrato y que depende en gran medida de un subsidio que rara vez supera los 480 euros mensuales.

La persistencia del desempleo entre los más veteranos

Las encuestas de población activa confirman la tendencia. Mientras otros grupos de edad han recuperado o incluso mejorado sus niveles laborales respecto a 2008, quienes superan los 50 años siguen arrastrando tasas de paro superiores a las registradas en los momentos más críticos de la crisis financiera.

En el caso de quienes ya han cumplido los 60, la cifra se ha disparado más de un 270% respecto a aquel periodo.

No se trata de personas inactivas a la espera de poder jubilarse. De hecho, las cifras de quienes podrían considerarse prejubilados se encuentran en mínimos históricos.

La inmensa mayoría continúa buscando empleo porque su situación económica no les permite vivir sin ingresos propios. Esa decisión habla de las dificultades que afrontan para sostenerse con la ayuda que reciben y del riesgo de precarización en su futura pensión si no logran cotizar más años.

La trampa del paro de larga duración

Solo unas 90.000 personas mayores de 60 años perciben una prestación contributiva. Representan un porcentaje muy inferior al peso que tienen en el total de parados registrados.

El grueso depende de subsidios, especialmente del destinado a mayores de 52 años. Este esquema refleja que las prestaciones ligadas a la cotización se agotan antes de que puedan reincorporarse al mercado laboral, lo que los empuja al nivel asistencial.

A partir de los 50, las oportunidades de encontrar empleo disminuyen progresivamente. Cuando se consume el tiempo máximo de la prestación contributiva, la única vía de protección es el subsidio.

La mayoría de quienes lo perciben recibe el importe mínimo, que puede mantenerse hasta alcanzar la edad legal de jubilación, pero no garantiza estabilidad económica ni la posibilidad de mejorar la base reguladora futura.

Un fenómeno que no responde solo al ciclo económico

La evolución de los datos desde 2009 deja claro que este aumento no es únicamente consecuencia de crisis puntuales. Mientras otros grupos de edad han reducido de forma notable su dependencia de subsidios, los mayores de 60 no han dejado de crecer.

El cambio demográfico, la ampliación progresiva de la edad legal de jubilación y las condiciones más estrictas para acceder a la jubilación anticipada explican parte del fenómeno.

La menor presencia de prejubilaciones forzosas confirma que muchos optan por mantenerse como demandantes de empleo mientras esperan una oportunidad laboral que les permita mejorar su futura pensión.

Y es que, la precariedad no distingue edades y golpea con intensidad creciente a quienes se aproximan al final de su vida profesional.

Imágenes | Pixabay, RTVE

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