
Para quienes viven en España, hablar de la situación actual de la vivienda forma parte ya de uno de nuestros grandes problemas actuales.
Pero ojo, hay un aspecto que suele pasar más desapercibido entre quienes han nacido aquí y que, en cambio, llama poderosamente la atención a los extranjeros: ya no es tanto el precio de la vivienda, sino su calidad. ¿Es tan mala como ellos creen?
Cuando alguien de fuera se interesa por comprar una casa en España y descubre que un piso de tamaño medio en Madrid puede costar hasta 400.000 euros, su primera reacción no es necesariamente de escándalo.
No hasta que se entera de que estamos hablando de apenas 90 metros cuadrados, sin aire acondicionado, con poca luz natural y, en muchos casos, con acabados más propios de los años ochenta que de una vivienda actual.
El desconcierto de los compradores extranjeros
Los visitantes o inversores internacionales, acostumbrados a otras referencias inmobiliarias, se topan con una paradoja difícil de entender: el alto precio de la vivienda en España no garantiza calidad, confort ni prestaciones modernas.
Esto sorprende especialmente a quienes vienen de países como Alemania, Reino Unido, Países Bajos o los países nórdicos, donde el precio elevado suele ir acompañado de eficiencia energética, buena distribución, aislamiento térmico y un nivel de acabados elevado.
En Madrid, por ejemplo, no es raro encontrar apartamentos en barrios centrales que superan los 6.000 euros por metro cuadrado y aún así carecen de ascensor, tienen orientación desfavorable o presentan una ventilación deficiente.
Este tipo de detalles, que en otros mercados se consideran inaceptables en esa franja de precios, aquí están asumidos con cierta resignación.
Viviendas pequeñas, oscuras y sin equipamiento
En muchas ocasiones, la queja más frecuente no es el precio en sí, sino la falta de proporcionalidad entre lo que se paga y lo que se recibe. La realidad es que en muchas capitales españolas, el tamaño medio de la vivienda se queda corto, especialmente en los centros urbanos.
Si a eso le añadimos escasa entrada de luz natural, problemas de aislamiento acústico, ausencia de aire acondicionado o cocinas sin renovar en décadas, el resultado es un nivel de frustración creciente entre quienes buscan comprar o alquilar.
Las redes sociales han amplificado este sentimiento. Cuentas especializadas en comparar viviendas de lujo en distintas ciudades muestran ejemplos que rozan lo cómico. Mientras que por el mismo precio en Londres se puede acceder a un apartamento amplio y moderno a las afueras, en Madrid te encuentras con una vivienda que parece no haber sido reformada desde los años 70, pero en una calle céntrica.
El contraste es tan grande que muchos no pueden evitar preguntarse si realmente están pagando por la vivienda o por algo más.
El valor está en el suelo, no en la vivienda
Y aquí es donde entra una de las claves más repetidas por los expertos inmobiliarios: en España, el verdadero valor de una vivienda no está en la casa, sino en el suelo.
La ubicación, el acceso a servicios, la cercanía al centro o a determinadas zonas comerciales o educativas pesan muchísimo más que el propio estado del inmueble. Esta situación ha llevado a que muchas casas se vendan más por la parcela que ocupan que por sus características reales.
Este fenómeno es aún más evidente en ciudades como Madrid o Barcelona, donde el precio del metro cuadrado se dispara incluso en construcciones antiguas con serios problemas estructurales o escasa eficiencia energética.
Esto no solo influye en el mercado, también en la percepción que se tiene desde fuera: para un comprador extranjero, pagar esa cantidad por una vivienda mal ventilada, sin domótica, con suelos desgastados y sin aparcamiento privado es directamente incomprensible.
Comparaciones internacionales que dejan en evidencia
Es cierto que comparar ciudades como Madrid con Londres o París siempre implica matices. No es lo mismo una vivienda en el centro de Serrano que una en las afueras de Roma o a 40 minutos del centro de Londres.
Sin embargo, incluso teniendo en cuenta estas diferencias, muchos expertos coinciden en que la relación entre calidad y precio en la vivienda española suele salir mal parada frente a otros mercados europeos.
Además, mientras en otros países tal y como hemos comentado anteriormente, se premia la eficiencia energética, la sostenibilidad o la calidad de los materiales, en el mercado español estos aspectos aún no tienen el mismo peso.
Esto genera una percepción de desactualización que resta atractivo al parque inmobiliario español, especialmente para quienes buscan una segunda residencia o una inversión a medio plazo.
¿Una oportunidad para repensar el modelo?
La situación actual también puede leerse como una oportunidad. Si el mercado reacciona y se ajusta a los estándares internacionales, la vivienda en España podría mejorar significativamente tanto en calidad como en percepción.
Esto implicaría reformas profundas en términos de normativa, incentivos fiscales, promoción de la eficiencia energética y renovación del parque edificado.
Con una demanda creciente de compradores internacionales y una población local cada vez más crítica, es posible que estemos al inicio de un cambio de tendencia. Pero ese cambio no va a ser ni automático ni sencillo. Requiere inversión, visión a largo plazo y, sobre todo, una voluntad eminentemente política y real de repensar qué se está ofreciendo y a qué precio.
¿Vive España en una auténtica burbuja de precios en el sector inmobiliario tal y como se encuentran muchos inmuebles? Para muchos extranjeros: sí.