
El acceso a la vivienda en Madrid se ha convertido en una carrera de obstáculos, incluso para quienes se encuentran en la élite económica. Gente que forma parte del 0,1% con mayores ingresos en España —es decir, que gana más de 250.000 euros brutos al año-.
Apenas pueden aspirar a una vivienda aceptable en zonas exclusivas como el Barrio de Salamanca. Lo que antes se entendía como lujo urbano, hoy queda fuera del alcance incluso para quienes han alcanzado lo más alto de la pirámide de ingresos.
Y es que la vivienda en estas áreas no solo se ha convertido en un bien escaso, sino en un símbolo de desigualdad creciente. Lo paradójico es que quienes objetivamente están en lo más alto de la distribución de renta no logran acceder a los estándares de vida que en otros países se consideran normales para ese nivel de ingresos.
No se trata solo de una cuestión de percepción, sino de una realidad: el dinero en España, incluso cuando se gana en grandes cantidades, simplemente pues no rinde.
La vivienda exclusiva en Madrid es inaccesible, incluso para los más ricos
Comprar una vivienda en una zona top de Madrid se ha convertido en un reto casi imposible. Quien esté en el 0,1% de la distribución de ingresos en España, y cuente con unos ahorros de 100.000 euros, puede aspirar a una hipoteca de algo más de un millón de euros.
Como ejemplo, una búsqueda en portales inmobiliarios muestra lo que se puede adquirir por esa cifra: pisos en la zona de Diego de León, con pocos metros cuadrados, sin terraza y sin ninguna característica especialmente destacable. Un inmueble que, en otras ciudades del mundo, ni de lejos se consideraría representativo del nivel económico del comprador. En cambio, aquí se presenta como un logro excepcional.
Ese argumento es totalmente irrelevante para lo que estoy diciendo.
— Jesús Fernández-Villaverde (@JesusFerna7026) May 29, 2025
Lo que intento explicar es lo siguiente:
1) Si ganas 250.000 euros brutos al año en Madrid, estás en el 0,1 % de la distribución de renta. Profesionalmente, como abogado o en finanzas, te ha ido… pic.twitter.com/ZfDZ0CqZvw
Madrid y la nueva geografía del privilegio
Las grandes capitales ya no se organizan en torno a la ciudadanía local. En ciudades como Madrid, los centros han sido progresivamente ocupados por inversores, fondos inmobiliarios y compradores internacionales con niveles de renta muy superiores a los nacionales.
Esta presión ha empujado los precios hasta el punto en que ni siquiera quienes están en la cima económica del país pueden competir.
La transformación del centro de Madrid no solo es urbana, sino también simbólica. Zonas como Recoletos, Jerónimos o incluso Chamberí están cada vez más vacías de residentes de largo plazo y ocupadas por apartamentos turísticos, viviendas de lujo semivacías o inversores extranjeros que buscan rentabilidad más que residencia. La ciudad compite ahora a escala internacional, y sus barrios más emblemáticos ya no pertenecen a sus ciudadanos.
Los referentes comparativos son devastadores
Si se analiza lo que el mismo nivel de ingresos permite en otras ciudades del mundo, el contraste es notable. En ciudades estadounidenses como Filadelfia o incluso Boston, una persona que gana el equivalente a 250.000 euros anuales puede permitirse una casa unifamiliar amplia, con jardín, garaje y situada en barrios tranquilos, seguros y bien comunicados. En cambio, en Madrid, el equivalente es un piso de dimensiones modestas en un edificio antiguo, sin zonas comunes ni servicios.
Esa comparación evidencia que el problema no es solo de percepción. El poder adquisitivo real de los altos ingresos en España está severamente limitado, especialmente cuando se trata de vivienda en zonas premium. Esto refleja una distorsión del mercado que afecta no solo a las clases medias, sino también a quienes deberían, teóricamente, tenerlo todo a su alcance.
La miseria normalizada como estándar urbano
Uno de los efectos más sutiles pero peligrosos de esta situación es que se ha normalizado un modelo urbano en el que incluso los más privilegiados aceptan condiciones mediocres como si fueran lujos.
El hecho de que alguien considere que un piso interior, sin reforma y con pocos metros cuadrados en Diego de León representa un "hogar de ensueño", no hace sino evidenciar hasta qué punto la miseria se ha disfrazado de éxito.
Este fenómeno tiene implicaciones profundas. No solo genera frustración en quienes logran altos ingresos y no ven reflejado ese esfuerzo en su calidad de vida, sino que también alimenta una cultura de resignación, donde las expectativas urbanas se ajustan a la precariedad. La vivienda deja de ser un derecho o incluso un premio al esfuerzo, para convertirse en un privilegio casi inalcanzable.
Las élites nacionales pierden frente al capital global
Otro factor clave en este análisis es el papel que juega el capital internacional. En Madrid, como en otras metrópolis globalizadas, el suelo y la vivienda de alta gama han pasado a formar parte del circuito financiero global.
Frente a los fondos internacionales, inversores de alto patrimonio o millonarios expatriados, los profesionales nacionales —aunque formen parte del 0,1%— simplemente no pueden competir.
Esta dinámica provoca una expulsión simbólica de las élites locales, que se ven desplazadas no solo de las zonas más valoradas, sino también del imaginario colectivo de lo que significa vivir bien. Ya no basta con tener un sueldo alto: hace falta jugar en una liga completamente diferente, donde el acceso a los activos inmobiliarios está reservado a quienes operan en otra escala económica.