De refugiado por una hora a los desmadres nocturnos, todas las contradicciones de Davos

De refugiado por una hora a los desmadres nocturnos, todas las contradicciones de Davos
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"Tú no puedes entender a un hombre hasta que no has caminado una milla en sus zapatos", con este lema la ONG Crossroads Internacional justifica uno de los eventos más sorprendentes, y menos conocidos, de los que están teniendo lugar en el encuentro del Foro Económico Mundial que se está celebrando estos días en Davos.

Como ya hiciera en otras ediciones, Crossroads invita a los millonarios, mandatarios y a cualquiera de las 2.500 celebridades que pasean por el resort de esquí suizo a ponerse en la piel de un refugiado a través de una peculiar vivencia. Tal y como se puede ver en la web dedicada a este evento, quienes aceptaron en años anteriores la invitación de Crossroads aseguran encontrarse ante una experiencia de alta sensibilidad. Se ha diseñado un campamento de refugiados, con tiendas de campaña, utensilios tan deteriorados como los reales, e incluso zonas en las que deben caminar a gatas azuzados por las órdenes de supuestos combatientes. Todo está accesible tras una robusta puerta de madera, muy a la manera de la casa del Terror del Parque de Atracciones de Madrid.

La situación parece ser tan real que algunos de los asistentes incluso confesaron, en la edición anterior, haber terminado la experiencia llorando.

Estoy segura de que existirán fundamentos psicológicos de peso para implicar a los multimillonarios del planeta, a modo de ginkana extrema, en la terrible experiencia de los refugiados. Tal vez sea hasta la única forma. Quiero creerlo aunque yo no he encontrado una explicación convincente en ninguno de los rincones de su web.

Lo que también parece fuera de toda duda es que ésta es solo una de las enésimas contradicciones que se dan entorno al evento de networking más caro del planeta. La agenda oficial está repleta de intervenciones de más empresarios, lobos de las finanzas, políticos, celebridades de silicon Valley, mandatarios e incluso grandes divos del cine y la música de más 90 países, que este año tienen el reto de reconocer que en la edición de 2016 sus análisis fueron capaces de predecir ni el Brexit, ni el triunfo de Donald Trump, por ejemplo. Tal vez por eso, este año se han concentrado en definir cómo tienen que ser los líderes del futuro para hacer frente a los retos que acechan en los próximos 12 meses: revitalizar el crecimiento económico, reformar el capitalismo, prepararse para la Cuarta Revolución Industrial o fortalecer la colaboración mundial. Y todo ello, en un entorno marcado por la proliferación de armas de destrucción masiva y la revitalización del proteccionismo.

El evento de networking más caro del planeta

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Pese a los esfuerzos y la buena voluntad de Crossroads dudo mucho que lo que siente un refugiado en plena huida de su país tenga mucho que ver con la reproducción de esa experiencia en un entorno, en el que este año esta blindado con la presencia de más de 5.000 efectivos de seguridad, que han costado la friolera de 37 millones de dólares (nueve más que el año anterior, debido al incremento del riesgo global) y que están preparados hasta para bloquear el espacio aéreo ante el menor indicio de atentado.

El efecto posterior a esas confesadas lágrimas no se ha materializado en soluciones prácticas. Al menos no lo hizo tras la edición de 2016. Desde hace un año, el problema de los refugiados más que solucionarse no para de crecer y el número de ellos ya está, desde el pasado verano, por encima de los 65 millones en todo el mundo; un triste récord histórico.

Tampoco parece que puedan sentir la sensación y la angustia de haberlo perdido todo, aquellos que pueden permitirse el dispendio que implica asistir a este evento. Por ejemplo, según los datos que publica la agencia Bloomberg, ser miembro del Foro es un privilegio que apenas pueden disfrutar un millar de empresas en todo el planeta. La cuota por asistencia asciende a los 20.000 dólares por persona y edició. Pero no se puede conseguir entrada sin ser miembro del Foro Económico Mundial, lo que implica abonar una cuota anual de 50.000 dólares.

Pero esto se queda corto en Davos, ya que con esa cuota básica no es posible acceder a los eventos más deseados por todos los asistentes: las sesiones privadas de networking. Para conseguir este privilegio, basta con abonar una cuota "industrial" que se eleva por encima de los 137.000 dólares al año. Y este presupuesto solo permite el acceso a un único representante de la institución o empresa socia. A medida que la delegación aumenta, también aumentan las cuotas, hasta llegar a al centenar de empresas premium que abonan alrededor de 500.000 euros por año para gozar de este privilegio y enviar a una pequeña delegación.

Por supuesto, estas cuotas no tienen en cuenta ni los gastos de desplazamiento, ni los de alojamiento en hoteles. Es decir habría que sumar alrededor de los 500 dólares por noche de hotel o 140.000 dólares la semana si se prefiere un chalet privado, según las estimaciones de la publicación estadounidense Business Insider.

Sí son cifras mareantes, para un evento de apenas tres días de duración. Tanto que hasta se me va la cabeza pensado que si dedicaran a ayudar a los refugiados igual hasta podrían dar sus frutos. Pero ¿quién iba a cometer esa osadía? Supongo que no muchos teniendo en cuenta que para los asistentes esta es una inversión tan rentable que (parafraseando a ese conocido anuncio financiero) podría decirse que no tiene precio.

O tal vez sí. Según un estudio realizado por la Universidad de St. Gallen, la edición de 2015 reportó unos 50 millones de dólares en ingresos extra a los negocios de la zona que rodea de Davos. A ellos habría que sumar otros 79 millones de ingresos que consiguieron captar otras empresas en Suiza. Pero los beneficios se extienden por todo el planeta. Testimonios de empresarios recogidos por la prensa en ediciones anteriores, aseguran que en los pasillos de Davos es posible conseguir una centena de clientes en apenas tres días.Algo impensable en otras circunstancias.

A ello hay que sumarle el valor de codearse con los principales mandatarios del planeta, los mismos que tienen capacidad para aprobar (o no) esa legislación tan necesaria en algunos momentos para las grandes inversiones de muchas multinacionales.

Tampoco hay números para el impulso a la imagen pública que puede implicar que un determinado dirigente político aparezca como ponente en una de las múltiples conferencias que se celebran. Aunque a veces los supuestos réditos puedan transformarse en pérdidas, como le ocurrió a José Luis Rodríguez Zapatero. El entonces presidente español acudió a Davos en 2010 para vender marca España y le sentaron al lado del representante griego, lo que provocó que España fuera adscrita, con más intensidad, al grupo de los países europeos que en aquel momento tenían mayores problemas financieros. Como contaron en su día en GurusBlog, aquella foto le costó al IBEX 35 un desplome de 6%.

Lujo y fiestas

Diversion

Pero, tal vez, la mayor contradicción de Davos se encuentra al final del día. Cuando se apagan las luces, los micrófonos y las conexiones con las televisiones de todo el mundo.

Es entonces cuando literalmente comienza la fiesta. Las grandes multinacionales como Yahoo, CocaCola, McKinsey y muchos de los grandes bancos gastan millones de dólares en la organización de múltiples cócteles, encuentros privados con las grandes celebridades del mundo de artístico que cada año hacen su aparición estelar en cenas y fiestas en las tres noches que dura el encuentro. Los periodistas que cubren este evento han llegado a reportar que la actividad diplomática de las delegaciones está más enfocada a conseguir invitaciones para estos eventos que para cualquier otro tipo de actividad.

Por supuesto, nada de esto es gratis. Asistir a estas fiestas puede implicar pagar más de 210 dólares y ello parece ser pasaporte suficiente para todo tipo de excesos. Tal y como reportó hace dos años Business Insider, ser multimillonarios y haber pagado más de x dólares por asistir, no evita excesos como que en una sesión se acaben con las existencias de alcohol previstas para todo el evento o que la policía tenga que intervenir y enviar a todos a dormir.

Hay eventos que tras sus éxitos año tras año se han ganado la fama de míticos, entre ellos la pasada edición del New York Times identificaba la fiesta anual de Google en el Hotel InterContinental ** o la que el inversor Anthony Scaramucci, ahora asesor de Donald J. Trump, ha ofrecido durante años en el Hotel Europe**. Ésta es famosa por poner a disposición de los asistentes la lista más sibarita y cara de champagnes y vinos franceses del planeta, tal y como desglosó con detalle periodista del Financial Times Felix Salmon tra la edición 2011.

Estos ejemplos son solo la punta de iceberg de una intensa y, a veces, excéntrica actividad nocturna que nunca trasciende a la opinión pública y que está muy alejada de las preocupaciones sobre el futuro del mundo que tratan de transmitir los titulares de la actividad pública.

Imagen|weforum resourses

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