7 errores del marxismo como teoría económica

7 errores del marxismo como teoría económica
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Respondamos ya a la queja fácil: nadie va a encontrar aquí a un bloguero que se cree capaz de refutar a Karl Marx o de negar las valiosas contribuciones de sus seguidores a campos como la filosofía política o la antropología. Esto es una mera recopilación de algunas de las críticas que autores más sabios que yo han expuesto.

Como decía Hegel, una refutación a fondo no se monta ‘desde fuera’, contraponiendo nuevas afirmaciones al principio que se intenta criticar, sino mostrando cómo éste se autorrefuta al evolucionar. Por eso, en vez de discutir si los fines marxistas son deseables, mostraremos solamente cómo sus conclusiones son incompatibles tanto con sus propias premisas como con la realidad empírica. Tampoco apelaremos al fracaso histórico de los proyectos marxistas, para ahorrarnos la excusa barata de que “no eran socialismo real”. Atacaremos los pilares imprescindibles para considerar "marxista" a una teoría económica: sin apoyarlos, denominarse marxista carece de sentido, más allá de la pura nostalgia (que no entiende de rigor).

Que en la Academia del S.XXI los economistas marxistas brillen por su ausencia siempre puede achacarse a una conspiración o al dogmatismo de los académicos del mundo. Aunque, como en todo, hay excepciones (caracterizadas por dicha nostalgia, puesto que las defensas de los pilares del marxismo que hoy criticaremos llevan décadas escaseando). Otro cantar son las Ciencias Sociales ajenas al rigor de las matemáticas: donde impera el “todo es relato” de Lacan, los cuentacuentos brotan como setas.

En cambio, su ausencia en lo que Nassim Taleb llama el “mundo real” (donde uno depende de estar acertado y no de llenar auditorios) es más preocupante: si (1) especuladores y empresarios son cínicos podridos de avaricia y (2) el marxismo explica mejor la realidad que sus alternativas; ¿por qué las inversiones de lógica marxista brillan por su ausencia?

Obviamente, los hipócritas capitalistas no tendrían problema alguno en utilizar razonamientos marxistas para rentabilizar más aún su avaricia. Que no lo hagan es, precisamente, un indicio de que la tradición investigadora marxista no explica mejor la realidad económica que sus alternativas. Todo lo contrario. Por ejemplo,

"El análisis de Marx del ratio de beneficio implica que las industrias intensivas en trabajo serán más rentables que las más intensivas en capital. Pero esta conclusión es claramente falsa a nivel empírico (Böhm-Bawerk, 1898)"

Stanford Encyclopedia of Philosophy

Salvando heurísticas -pretendidamente- simples para abrir boca, este artículo expondrá 7 de los errores que convierten al marxismo como teoría económica (y, por extensión, como ideología política) en un fracaso. Hay más, pero estos pueden explicarse sin recurrir a complejas demostraciones matemáticas (típicas, exempli gratia, de las refutaciones de la teoría del valor-trabajo, como esta de Álvaro Romaniega).

1. Teoría de los salarios

No puede exagerarse la importancia de este punto para el edificio marxista. Si se cree que el capitalismo tiende a colapsar, es por su teoría de los salarios. Es decir, el marxismo como teoría económica se basa en el siguiente error:

“Marx pensaba que los trabajadores en el capitalismo sólo recibirían el salario suficiente para cubrir las más básicas necesidades de supervivencia”.

Stanford Encyclopedia of Philosophy

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Marx detalló por qué consideraba que este proceso era inevitable. El capitalismo necesariamente causará, con los salarios, su propia destrucción. Aunque sus sucesores lo matizarían, tal conclusión fue central en la propaganda del Manifiesto:

“Por consecuencia de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ocasionan, los salarios resultan cada vez más eventuales, el constante perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en más precaria situación; choques individuales entre el obrero y el burgués adquieren cada vez más el carácter de colisiones entre dos clases”

Karl Marx, El Manifiesto Comunista (1848)

Como señaló Karl Popper, esto ejemplifica su actitud anticientífica: en lugar de llegar a sus conclusiones análisis mediante, Marx dio con la conclusión que más convenía a su ideología y, sólo después, se pasó veinte años buscando una justificación para ella:

“Por eso es afán inmanente y tendencia constante del capital reforzar la productividad del trabajo, para de este modo abaratar las mercancías, y con ellas los obreros (…) [cita:] “los salarios se rebajan en la misma proporción en que crecen las fuerzas productivas. Es cierto que la máquina abarata los medios necesarios de subsistencia, pero abarata más los obreros”. (…) En la producción capitalista, el desarrollo productivo tiene como finalidad acortar la parte de la jornada en la que el obrero trabaja para sí mismo”

Karl Marx, El Capital I, Capítulo X (1867)

La idea queda clara: toda mejora en tecnología o educación traerá siempre más plusvalía, nunca más salario. Los empresarios usarán las bajadas de sueldos como arma entre ellos para absorberse unos a otros, concentrando el capital (sobre la relación entre esto y la tasa de ganancia haría falta un post aparte). Con el tiempo, los salarios caerán hasta que la menor bajada matase al obrero de hambre: el mínimo de subsistencia. Así, el propio sistema llevará a los obreros a una situación tan miserable que se rebelarán, dando paso al socialismo. Tal convicción marxista suele denominarse "Ley de la Pobreza Creciente":

"Esta expropiación [de "muchos capitalistas por unos pocos"] la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes de la propia producción capitalista, la centralización de capitales. (...) Conforme disminuye progresivamente el número de capitalistas que explotan, crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera (...) cada vez más unida y organizada"

Karl Marx, El Capital I, Capítulo XXIV (1867)

Llevamos 170 años esperando. El colapso no llega y los salarios suben. Veamos las excusas que dieron antes de reconocer su equivoc… dejar de hablar del tema. Recordando de nuevo a Popper: cuando el marxismo es incapaz de predecir la realidad, el problema siempre lo tiene la realidad.

Como tras siete décadas desde el Manifiesto los salarios se habían multiplicado, Lenin sentenció que ello no suponía que Marx se equivocara (faltaría más), sino que era una anomalía fruto de la ‘super-explotación’ de las colonias.

“El capitalismo ha elegido a un puñado de países (…) para que saqueen el mundo (…). Tan gigantesco superbeneficio (obtenido a mayores de los beneficios que los capitalistas exprimen a los obreros de su ‘propio’ país) permite corromper a (…) la aristocracia obrera”.

Vladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916)

Es decir: en lugar de tenernos a todos en mínimos de subsistencia, el capitalismo tenía a las colonias por debajo (muriendo de hambre) y a Occidente lo suficientemente por encima para ‘aburguesar’ a los proletarios (convirtiéndolos en ‘aristocracia obrera’).

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Aunque los marxistas predijeron que el capitalismo nos mataría de hambre, la pobreza cae más rápido que nunca.

Se ha reprochado a Lenin que la colonización apenas tuvo efecto sobre los salarios (en Reino Unido se multiplicaron por 4 en 200 años de colonialismo, 1750-1960, y por 5 en los 50 siguientes a la descolonización), que también subieron en los países sin colonias, o que la población colonial (supuestamente condenada a la extinción al estar por debajo del mínimo de subsistencia) se multiplicó en el periodo. Pero basta observar lo siguiente:

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Que los hechos no te estropeen la ideología.

¿Cómo es posible que suban los salarios de todo el mundo al mismo tiempo? ¿A qué alienígenas estamos super-explotando? Sorpresón: no hacen falta pobres para que haya ricos. Los marxistas os han estado mintiendo.

Para intentar excusar este fracaso de Marx y Lenin, se aventuraron dos (pen)últimas excusas más, que refutaremos antes de pasar al siguiente punto:

  • “Los burgueses han subido los salarios para frenar al comunismo”. Entonces, ¿Marx se equivocaba al hablar de "lógica inevitable y necesaria"? ¿Cómo, exactamente, se evita esa tendencia estructural? ¿Cómo subir salarios por un acuerdo entre millones de burgueses, que daría ventaja a quien lo rompa para absorber a los demás? ¿Por qué los salarios han subido más que nunca precisamente después de colapsar el Imperio Soviético?

  • “Si suben los salarios es gracias al Estado de Bienestar”. De nuevo, ¿cómo, exactamente, consigue la socialdemocracia evitar lo que era inevitable? ¿Admitir que tal reforma puede funcionar no es antirrevolucionario? Y, lo más importante, ¿cómo es que donde más suben los salarios es en el Tercer Mundo, donde los estados de bienestar son mínimos o inexistentes?

2. Propiedad de los medios de producción

Marxismo es centrar tu cosmovisión en la propiedad de los medios de producción (MDP). Todo lo demás es antirrevolucionario. Al socialdemócrata que sugiere poner el foco en la desigualdad de renta y riqueza (esto es, decir ricos y pobres en lugar de burgueses y proletarios) se le acusa de revisionismo. Por razón sencilla: si el problema no fuese estructural, de base, el capitalismo podría reformarse y la revolución sería innecesaria. En vez de socializar los medios de producción, bastaría con redistribuir sus frutos.

Subrayo el término: propiedad. Desde la óptica marxista, lo que tienes define lo que eres, hagas lo que hagas (evidentemente, verían mejor a Amancio Ortega si reivindicase el activismo comunista, pero no por ello pasaría a ser obrero):

  • El propietario de MDP será un burgués. Aunque no sea capitalista: Engels no dejó de ser burgués por dedicar su vida al marxismo. Aunque no sea rico: se le llamará ‘pequeñoburgués’. Aunque ni siquiera sea explotador: poseer una fábrica en desuso sigue siendo poseer un medio de producción.
  • El no-propietario MDP será un proletario. Aunque sea capitalista: alienado. Aunque sea rico: ‘aristocracia obrera’. Aunque ni siquiera tenga trabajo: parado.

Cuando se perfiló este criterio, mirando a la industria de Manchester y Dickens, no daba tantos problemas como ahora. Si no tenían ni para comer y estaba convencido de que jamás mejorarán sus salarios, ¿cómo iba Marx a imaginar que los obreros podían llegar a ser propietarios de medios de producción sin revolución mediante?

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Por desgracia para los marxistas, los salarios subieron. Los obreros compraron casas, tierras, máquinas domésticas y trocitos de empresas divididos en planes de pensiones. Ya no existe ni el proletariado ni la ‘aristocracia obrera’, sólo los ‘pequeñoburgueses’. Recordemos la definición:

“[En la teoría marxista] los medios de producción son la tierra (…), las materias primas, los instrumentos de producción, los edificios, los medios de comunicación, etc.”

Diccionario filosófico abreviado (Rosental, M. y Iudin, P.)

Aunque el marxismo te tacharía de burgués pese a no utilizar tus medios de producción, lo cierto es que cada vez resulta más fácil ponerlos a producir: servicios de transporte con tu coche (Uber), hostelería con tu salón (Airbnb), gastronomía con tu cocina (Zomato) o contenido audiovisual con tu smartphone (YouTube). De todas formas, puede oírse ya la excusa ad hoc de que, para un autónomo, el interés de clase lo define más la condición de pobre que la condición de burgués. El tipo de revisionismo por el que los marxistas solían mandarte a Siberia, vaya.

Por mucho que crean que eres burgués por poseer medios de producción y no por hacerte rico con ellos, es obvio que no todos podemos conseguir millones de seguidores en redes sociales (los nuevos medios de comunicación). Igual que el 99% de empresas son PYME. Ello evidencia que no importa ser propietario o no, sino el cómo gestionas tus recursos y lo que consigues con ellos. Esto supone dos problemas para Marx:

  1. Si la clave no está en la propiedad de los MDP, sino en la desigualdad de renta y riqueza, el capitalismo puede reformarse (lo cual, para quien conozca los estados de bienestar occidentales, ya era evidente).
  2. Los medios de producción adquiridos por los otrora obreros son difícilmente ‘socializables’: colectivizar los canales de televisión es una mala idea; colectivizar los perfiles de Instagram es una idea impracticable.

¿Habrá que darle la razón al revisionista que se centraba en la desigualdad de renta y riqueza? Si os parece grave este error, central para la perspectiva marxista, esperad a ver cómo degenera a continuación en otro de sus conceptos clave.

3. Interés de clase

“[En la teoría de clases marxista] las relaciones sociales que definen las clases generan intereses inherentemente opuestos. Así, por ejemplo, los intereses de la burguesía [explotar a los obreros] son diferentes y antagónicos a los del proletariado [derribar a los burgueses] (…). Esta definición de interés va implícita en la definición de clase: las clases tienen intereses objetivos”.

Oxford Dictionary of Sociology

En pocas palabras: para Marx, el interés de clase es necesariamente objetivo, común y antagónico. Todo depende de tu relación con los MDP (es decir, de si eres propietario o no): tu interés es objetivo porque viene de ella, no de tu opinión. Es común porque lo compartes con quienes tengan la misma relación. Es antagónico porque se opone al interés de quienes tengan una distinta.

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En este apartado se explicará cómo esto supone un triple error. Desde la lógica económica de la Teoría de Juegos, los propietarios y no-propietarios no tienen intereses objetivos, comunes y antagónicos. Veamos por qué:

  • Si el interés de la clase burguesa es el de los propietarios y el interés de la clase obrera es el de los que no son propietarios, el apartado anterior cristaliza aquí en un problema evidente: ¿qué queda del interés objetivo de la clase proletaria cuando todo el mundo es pequeñoburgués?
  • Si cualquier obrero aburguesado viviría materialmente peor bajo el socialismo, por mucho que lo considerase ideológicamente más justo, ¿qué interés común puede tener la aristocracia obrera con el proletariado?
  • Si dichos obreros vivirían materialmente peor bajo el socialismo (y lo inverso ocurre con ciertos pequeñoburgueses, como los autónomos precarios), ¿qué antagonismo queda cuando hay obreros con intereses antirrevolucionarios y burgueses con intereses anticapitalistas?

Todo ello subraya lo obvio: basar el análisis en “propietarios” y “no-propietarios” para poder decir que reformar el capitalismo es imposible sólo da problemas. Al contrario que hablar de ricos y pobres, como sugirieron los socialdemócratas (a los que la línea dura del marxismo-leninismo exterminó, allí donde pudo).

Por si fuera poco, como señala José Luis Ferreira, el marxismo caracteriza mal el concepto de lucha de clases. Partiendo de su errónea idea de ‘interés’, cae en el funcionalismo (lo cual subrayaría décadas después el propio Lenin): que a cierto grupo le convenga actuar de cierta manera no significa que vaya a hacerlo.

Grosso modo, este punto demuestra la pobreza conceptual del marxismo respecto a la economía neoclásica. Frente a la idea de “clase”, basada en unos intereses presuntamente comunes, objetivos y antagónicos, hoy día los expertos usan el concepto de “grupos de presión”. Esquivan así el funcionalismo (al centrarse en quien ya ha tomado la determinación de actuar y no en quien supuestamente actuará según le dicta su interés), y proporcionan una herramienta más versátil y precisa. Sin el maniqueísmo de lo común y lo antagónico, permitiendo estudiar las connivencias de unos grupos con otros.

4. Teoría de la Explotación

La misma torpeza metodológica que llevó a los marxistas a los tres errores anteriores se refleja también en su amor-odio al término “explotación”. Veremos los problemas que genera entenderla como “producción en la que el obrero no recibe el fruto completo de su trabajo” (siendo la plusvalía la parte que no recibe).

Antes de profundizar al respecto, conviene aclarar que Marx siempre habló de explotación forzosa. Es decir, aquella en la que la alternativa a ser explotado era morir de hambre. Sin embargo, este ‘chantaje’ es una premisa innecesaria: ¿de existir una renta básica que garantizase el sustento, recibirían el fruto completo de su esfuerzo quienes decidieran trabajar? Obviamente no. Los capitalistas seguirían quedándose con la plusvalía (de acuerdo al criterio marxista). Ergo habría explotación, aunque no fuese forzosa.

Otro gran malentendido gira en torno a la idea de gestión empresarial. Muchos marxistas creen que el empresario no hace absolutamente nada. ¡Craso error!, señalarían los grandes economistas soviéticos como Nikolai Bukharin. Asume riesgos, asigna capital y organiza a los trabajadores. Esa es su aportación a la producción. Un comité de obreros puede encargarse de ello (aunque hacerlo reduciría su productividad), pero es imprescindible que alguien haga de empresario. Marx no le llama explotador por recibir algo sin aportar nada, sino por quedarse con lo que aportan otros (además de lo que aporta él). Sutil diferencia.

Analizar la etapa socialista con la teoría de la explotación muestra una autocontradicción de peso. Nadie puede sostener que los obreros reciben la totalidad del fruto de su trabajo en el socialismo. Es imposible. Una parte se les quita vía impuestos y otra vía plusvalía (que las empresas públicas utilizan para financiar el Estado o para renovarse).

Aliena que alguien, patronal o politburó, gestione por ti el fruto de tu trabajo. Aliena no poder dedicarte a tu vocación, lo diga tu hipoteca o el plan quinquenal. Que la explotación socialista revierta completamente en el obrero vía servicios públicos es irrelevante, además de falso. Aunque sólo fuera por los sobrecostes burocráticos, una parte de tu trabajo la disfrutarían otros, no tú. En un sentido más forzoso que el del capitalismo, para más inri:

“En un país donde el Estado es el único patrón (…) el antiguo principio de ‘quien no trabaja no come’ ha sido reemplazado por este otro: quien no obedezca, no comerá”

León Trotsky, ¿A dónde va la URSS?

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Una vez más resulta palmario que los revisionistas tenían razón: el problema no es la explotación, es la pobreza. A quienes dicen querer acabar con la explotación del hombre por el hombre mientras alaban el socialismo no les importa que haya explotación, sino el cómo se gestiona.

Pero, al fin y al cabo, el socialismo es una fase transitoria. Tampoco pasa nada por que explote a los trabajadores si terminará por llevar al comunismo, ¿no? Pues no. Vayamos al siguiente punto.

5. Ley de Hierro de la Oligarquía (LHO)

“[De acuerdo a la LHO] toda organización, incluidas aquellas comprometidas con ideales y prácticas democráticas, sucumbirá inevitablemente al control de una pequeña élite (…) la captura oligárquica hace la democracia interna insostenible, y condiciona el desarrollo a largo plazo de cualquier organización (incluyendo las de retórica más radical) en una dirección conservadora”

Enciclopaedia Britannica

Sin excepciones, hasta el último de los regímenes comunistas basaron su propaganda en acercar el poder al pueblo. Sin excepciones, en todos ellos el poder acabó monopolizado por la oligarquía del partido. No, no es casualidad. No es casualidad que Stalin desemboque en Gorbachov, Mao en Deng, Castro en Díaz-Canel, Hồ Chí Minh en Đổi Mới o, incluso, Anguita en Garzón. Veamos por qué, con la ayuda del concepto económico de ‘incentivos perversos’:

  1. Gobierna la clase política, no la clase obrera. En la lógica de producción socialista, la oligarquía del partido se apropia del trabajo de los proletarios. La excusa es que el Estado, patrón único, usa parte de esa plusvalía para ofrecerles sueldos y servicios públicos. A todos los efectos, les explota.
  2. Dado que el comunismo eliminaría el privilegio de controlar el Estado (al abolirlo), la oligarquía del partido comunista tiene un interés de clase común, objetivo y antagónico: mantenerse en el poder. Paradójico.
  3. Por si fuera poco, les falta lo que Taleb llama “skin in the game” (SITG): las consecuencias de sus errores no repercuten en ellos, sino en el pueblo. No se hacen responsables. Con el Gran Salto Adelante, los que murieron de hambre eran campesinos. Mao siguió en su burbuja.
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En pocas palabras: la oligarquía política siempre desarrolla intereses antirrevolucionarios y vive desconectada de la realidad, haciendo pagar al pueblo por sus errores.

Sostener que su ideología pesará más que sus intereses materiales no sólo es históricamente falso, sino que supone decirle al mismísimo Marx que la clave son las ideas, no el materialismo. Resumiendo: toda ‘dictadura proletaria’ es siempre ‘dictadura’ y nunca ‘proletaria’. En otras palabras, el socialismo nunca llevará al comunismo.

A estas alturas uno ya debería tener claro que el marxismo es tal fracaso como teoría económica que sólo puede llevar a las catástrofes políticas que todos tenemos en mente. Pero añadamos dos puntos más, por si quedan dudas.

En sexto lugar, veremos otro ejemplo de cómo los marxistas son incapaces de predecir y explicar la realidad (en este caso, la geopolítica). En séptimo y último, revisaremos algunos defectos del origen del problema: su versión de la teoría del valor trabajo.

6. Teoría del Imperialismo

“A principios del S.XX, el vínculo entre colonialismo y la mala distribución de la renta fue trazado por Hobson (1902) y repetido por Rosa Luxemburgo (1913) y Lenin (1916). (…) Hay toda una tradición que liga la mala distribución de la renta al expansionismo que se remonta a Marx”.

Branko Milanovic, Global Inequality

La tradición marxista considera al imperialismo un fenómeno ‘endógeno’ al capitalismo (esto es, fruto de su propia estructura, sin necesidad de factores externos). Razona así: una gran desigualdad de renta y riqueza redunda en que las clases altas tengan más ahorros de los que se pueden rentabilizar con la demanda doméstica (superávit), obligándolas a luchar por las oportunidades de inversión en el extranjero. Como tal oligarquía controla al Estado, sus intereses acaban traduciéndose en imperialismo.

Bien, pues los marxistas se equivocan. Demostrarlo con suficientes datos requeriría un post aparte, pero tenemos la suerte de que Pseudoerasmus ya se ha encargado de ello. También recomiendo su crítica al discurso habitual a favor del socialismo cubano o su refutación al intento de excusar el desastre económico de Salvador Allende en Chile. Para los escépticos, aquí otro post suyo demostrando que la política económica del golpista Pinochet fue otro fracaso.

Aunque su crítica se centra en el fracaso de la teoría de Lenin sobre la Primera Guerra Mundial, es más que suficiente para identificar los errores inherentes a la visión marxista (de hecho, en este otro post muestra el fracaso del economicismo en general a la hora de explicar el imperialismo yankee). Aquí algunos de sus mejores puntos:

  1. Teoría: invertir en el extranjero ni requiere control físico del terreno (y mucho menos en 1870-1914, con una libertad de movimiento de capitales casi completa) ni superávit de ahorros. Los mismísimos Estados Unidos llevan hoy 40 años con déficit de ahorros (igual que España, Portugal, el Imperio Otomano o Rusia durante su periodo colonial).
  2. Origen: la desigualdad doméstica no puede explicar por sí sola las inversiones internacionales europeas. Ese superávit de ahorros tiene unas causas tecnológicas y demográficas que los marxistas ignoraron.
  3. Destino: las colonias recibieron menos del 20% de las inversiones internacionales británicas y francesas; mientras Occidente -supuestamente saturado de capital- recibió el 80% de las francesas y alemanas. Hoy día los mayores receptores de capital siguen siendo las economías que, según la teoría marxista, están tan ‘saturadas’ que deberían exportarlo.
  4. Composición: la práctica totalidad de los ahorros se utilizaban para especular en las bolsas de Londres y París. Si bien se guerreó en las colonias para defender inversiones sobre el terreno, sólo puede hablarse de excepciones, nunca de tendencia estructural.
  5. Interés: el principal era evitar las guerras y cualquier otra forma de pánicos bursátiles. Esta lógica de Immanuel Kant nos ha traído el periodo más pacífico de la Historia, pero sólo el catastrofismo vende periódicos. Por las mismas, los marxistas se centran en el caucho congoleño y obvian a los banqueros londinenses.
URSS
Muchos siguen sin considerar imperialismo al imperialismo soviético, aunque el propio Mao Zedong reconoció públicamente que fue la causa última de su ruptura con Moscú.

7. Teoría del valor-trabajo

Como explicaba al principio, este no es el espacio idóneo para una refutación formal. Sin embargo, y para terminar, merece la pena destacar algunos de los comentarios de Stanford Encyclopedia of Philosophy al respecto de lo que introduce como “la teoría del valor trabajo de Marx y los economistas clásicos [como Adam Smith] abandonada en gran medida por los economistas desde la revolución marginalista de 1870 [tres años después de publicarse El Capital]”:

  1. “[Según Marx] el valor de un objeto va en función del trabajo que requeriría producirlo ahora, sin importar cuánto trabajo se empleó de hecho en producirlo. Por paradójico que parezca, la teoría del valor-trabajo es incompatible con la afirmación de que el trabajo es lo único que crea valor”. En línea con Cohen (1979), que demostró la contradicción entre su teoría del valor y la idea marxista de explotación.
  2. El trabajo es heterogéneo: “no parece haber ninguna forma de satisfactoria de reducir [el trabajo cualificado y el no cualificado] a una medida única del valor de las mercancías”. Sucede igual con el trabajo escalable: una hora de trabajo vale más si genera un superventas que una novela impopular, aunque escriba la misma persona, en iguales condiciones.
  3. “La teoría del valor-trabajo parece incapaz de tener en cuenta el valor de bienes como la tierra o las materias primas”.
  4. “Una teoría del valor formalmente idéntica podría ser construida con cualquier otro bien en lugar del trabajo, siendo así la ‘teoría del valor-maíz’ tan legítima y tan inútil como la teoría del valor trabajo de Marx”. Para comprobar cómo Marx se centró arbitrariamente en el trabajo, puede consultarse Wolff (1981).
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Hay muchos más, pero estos 7 errores bastan para afirmar que el marxismo es una teoría económica fracasada. Sin el golpe de estado de Lenin contra la República Rusa, recordaríamos a Marx como lo que era: otro economista de segunda equivocado. O, en palabras de Samuelson, “un post-ricardiano menor”.

Una ideología política fértil no puede florecer sobre tal desconexión de la realidad, por mucho que nos repitan que ninguno de sus desastres eran marxismo real. Devolvámoslo al rincón del que nunca debió salir o atengámonos a las consecuencias.

Más información

Cohen, G., 1979, “The Labor Theory of Value and the Concept of Exploitation”, Philosophy and Public Affairs, 8(4): 338–360.

Wolff, R.P., 1981, “A Critique and Reinterpretation of Marx’s Labor Theory of Value”, Philosophy and Public Affairs, 10(2): 89–120.

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