El porqué de que casi todos seamos de esa clase media que se extingue... O de que eso nos creamos

El porqué de que casi todos seamos de esa clase media que se extingue... O de que eso nos creamos
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En las sociedades avanzadas, casi todo el mundo se considera de clase media, y auto-catalogarse como de otra clase significa muchas veces que gran parte de nuestro entorno vaya a mirarnos con cierto recelo, bien sea porque nos vean como envidiable y económicamente privilegiados, bien sea porque lamentablemente nos denostan por lo contrario. Ser de clase media tiene mucho sex-appeal socialmente.

Pero la realidad va mucho más allá de simplemente buscar la aceptación social. En diversas encuestas y estadísticas que se contestan de manera anónima, efectivamente, el grueso de la población también confiesa considerarse a sí mismo de clase media. Y no es por nada, pero la clase media presenta una flagrante diferencia entre los que efectivamente tienen unos ingresos acordes a dicha clase, y los que se auto-califican de clase media sin realmente parecer que lo sean. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Qué quiere decir socioeconómicamente y qué implicaciones tiene? Pues muchas y muy importantes, como podrán ver.

Preservar la clase media es sembrar la sostenibilidad socioeconómica del futuro

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El hecho es que, en principio, no debería ser mala noticia que los ciudadanos en general se consideren a sí mismos como que son de clase media. Aunque sólo sea por su convencimiento y por la lógica búsqueda de estabilidad y progreso para dicha clase, ello redunda en sostenibilidad para el sistema: dar estabilidad a la clase media hace que el sistema sea sostenible en los plazos más largos.

Lamentablemente, una cosa es lo que la gente vota que su socioeconomía necesita, y otra muy distinta cómo la realidad socioeconómica va evolucionando elecciones tras elecciones. Saben que, desde estas líneas, una de nuestras principales inquietudes socioeconómicas pasa por fomentar y preservar a esa valiosa clase media, que consideramos la joya de la corona de toda sociedad avanzada (que además pretenda seguir siéndolo). Pero lo cierto es que, lejos de que estemos asistiendo a un renacer de la clase media, especialmente tras la terrible Gran Recesión de hace más de una década, las condiciones socioeconómicas de esa esencial clase media están ciertamente estancadas, e incluso hasta en claro retroceso.

Y aun así, a pesar de que esta clase no tenga todo el glamour socioeconómico de otros tiempos, aunque la realidad de la evolución de nuestros sistemas socioeconómicos le castigue en vez de protegerla, a pesar de que la creciente dicotomía entre ricos y pobres amenace con seguir haciendo que retroceda, a pesar de todo, la inmensa mayoría de la población se sigue considerando a sí misma de clase media. ¿Dónde está aquí el truco?

La clase media no es en realidad un corte estadístico: es un modo de vida y una mentalidad

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Hace unas semanas, El Confidencial publicó un interesante artículo que exponía datos sobre esa auto-percepción como de clase media de gran parte de la sociedad. Y esta anomalía estadístico-psicológica no es sólo un hecho local de España: ocurre en otros países como en el mismo EEUU, donde un 70% de la población también se considera a sí misma de esa sexy clase media.

Psicológicamente resulta más comprensible que ciudadanos con capacidad económica reducida traten de obviar su situación, y se convenzan a sí mismos de que son de una clase media cuyo modo de vida en realidad no se pueden permitir. De hecho, especialmente desde las penurias que trajo la Gran Recesión (y que aún se sienten a día de hoy), este auto-convencimiento de los menos favorecidos es algo que ocurre a nivel macroeconómico, donde incluso la inmensa mayoría de los trabajadores que no llegan ni de lejos a ser mileuristas también afirman considerarse a sí mismos de clase media. No es para nada de extrañar que ocurra esto en una sociedad que errónea y mayoritariamente mide el éxito de un individuo exclusivamente por su capacidad económica. ¡Como si no hubiese otras fuentes de éxito personal igual o más importantes!

Pero algo todavía más complejo de entender socioeconómicamente es el porqué de que gente con salarios de cientos de miles de Euros afirme sin tapujos que ellos también son de clase media, y además lo hagan plenamente convencidos. Dada la divergencia de la realidad con la teoría, lo que procede plantearse es: ¿Pero qué demonios significa “ser de clase media”?

Las diferencias entre ser “de clase media” y ser “de clase trabajadora”

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Una de las claves de las anomalías socioeconómicas del tema de hoy se basa precisamente en eso: la gente no está diferenciando bien entre dos conceptos radicalmente diferentes: la clase media, y la clase trabajadora.

Llegados a este punto, y como otra muestra de mi habitual transparencia, debo confesarles que, al leer el artículo anterior de El Confidencial que ha dado origen a estas líneas, un servidor fue leyendo el acertado desarrollo de su autor e iba reconociendo sin apenas reparos las conclusiones como evidentemente ciertas (y planteándome nuevas cuestiones adicionales e interesantes a desarrollar en este análisis). Pero uno de mis mejores amigos fue más rápido que yo, y apenas habiéndole introducido brevemente al tema del artículo que yo ya había leído, ya concluyó lo mismo que su autor y adicionalmente sentenció: "Lo que ocurre es que casi todos somos clase trabajadora: necesitamos el trabajo para vivir, independientemente de los ingresos de cada uno". Por algo otro buen amigo común lo llama cariñosamente “Sentencia”: casi siempre hace (merecido) honor a su mote. Efectivamente, hoy en día casi todos somos clase trabajadora, y vivimos mayormente encadenados a nuestros gastos.

Se puede dar en el clavo, pero sin haber leído él todavía el artículo, lo suyo más bien fue dar en el clavo clave y con toda su alma puesta en el martillo. Ahora entenderán uno de los porqués de que me rodee en mi ecosistema personal de personas como este gran amigo: me enriquecen tanto como muchos de nuestros lectores, y espero que ustedes puedan decir lo mismo por lo que estas líneas puedan aportarles. Ninguna persona (ni por supuesto tampoco un analista como yo) es capaz de alcanzar la clarividencia, y menos todavía en todas las cuestiones socioeconómicas que se pueden llegar a plantear.

El diálogo, el debate, contrastar con los que piensan diferente, intercambiar ideas, etc. son esenciales para que todos podamos detectar datos y razonamientos incorrectos tanto propios como ajenos, y así podamos formarnos una opinión lo más cercana posible a la realidad. De ahí que desde estas líneas nos esforcemos denodadamente por cuidar tanto esta valiosa comunidad: es en beneficio de todos, y de ustedes los primeros. Para los más curiosos, simplemente aclarar que mis motivaciones para cuidar a "Sentencia" (entre tantos otros buenos amigos) también es que me une a él una profunda amistad desde hace décadas, un motivo mucho más importante que el de que simplemente me enriquezca.

Y sobre mis relaciones más bilaterales dentro de mi ecosistema personal, les diré que mi abuelo me decía: "Cuando dos piensan siempre igual, es que hay uno que no piensa", y por eso personalmente considero que las personas que más me hacen pensar son las que más me enriquecen personal y profesionalmente. El problema no es que a veces haya desacuerdo (más bien todo lo contrario), el verdadero problema es que hay bastante gente ahí fuera que es incapaz de discutir constructivamente, aunque la mayoría de esta comunidad es verdaderamente un efusivo motivo para la esperanza. Es precisamente ese diálogo y esa convivencia heterogénea y pacífica (pero tan tremenda y socioeconómicamente constructiva) lo que pretende destruir la propaganda con el enfrentamiento social, que azuza desde todos los colores políticos a la vez tratando de que nos radicalicemos en entornos ideológicamente endogámicos, de los que sólo salgamos para combatir.

La clase media: una clase que empieza a existir más bien como media (y no tanto como mediana)

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Pero volviendo al tema del análisis de hoy, efectivamente, vivimos en una sociedad del consumo. Y no es sólo un nombre: en esta sociedad, independientemente del dinero que tengas, la socioeconomía trata de ofrecerte más y más productos y servicios que te hagan gastar todo tu dinero para beneficio de las cuentas de resultados de los agraciados con tus compras. Todo rango económico encuentra en el mercado productos acordes a su capacidad adquisitiva, y así la realidad acaba siendo el clásico “cuanto más tienes, más gastas”, que ya decían visionariamente nuestros abuelos en los albores del capitalismo popular. No podían imaginar hasta qué punto esto se iba a hacer, no ya una realidad, sino la norma habitual. Nunca antes fue más cierto aquel "No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita".

Puede ser que otro de los grandes males que aquejan a esa sufrida clase media lo lleve escrito en su mismo nombre: “media”. Muy a menudo oímos en econometría y en boca de todo tipo de estancias económicas cómo se habla de estadísticas mayormente en términos de medias. Pues bien, las medias son tremendamente engañosas. Una media es la media aritmética entre lo que puede ser una renta muy elevada de clase alta, y una renta ínfima de clase desfavorecida: a pesar de las divergencias, la media puede aparentar un valor medio sostenible. Efectivamente, yendo al terreno macroeconómico, y proyectando la inercia del deterioro de la situación socioeconómica de la clase media al extremo, no sería en absoluto imposible un escenario con una clase media que acabe existiendo sólo sobre el papel de una estadística, y que en realidad no exista en un mundo dicotómicamente polarizado entre ricos y pobres.

Así, esas engañosas medias, aunque tienen su parte de valor econométrico, deben ser ineludiblemente acompañadas de las medianas. Estas medianas son el valor de la serie estadística por encima del cual hay tantos individuos como por debajo. Efectivamente, si la renta media de un país polarizado socioeconómicamente tiene un valor elevado, la mediana mostrará cómo en realidad esa media es engañosa, al ser la mediana muy baja porque la mayor parte de los individuos están en valores muy bajos. A partir de ahora, presten menos atención a las medias, y más a las medianas. ¿A que no oyen casi nunca que los políticos nos hablen de ellas? Pues eso. Es que las medianas son la medida irrefutable de la amplitud del progreso socioeconómico de un país, y el “algodón que no engaña” que revela si la clase media progresa de verdad, o si por el contrario sólo es una entelequia matemático-aritmética.

Y para finalizar, aún hay alguna conclusión más que resulta muy interesante, y apuntaba a ella ya al principio del artículo. Lo realmente relevante de que la inmensa mayoría de la sociedad se considere de clase media es que, efectivamente, va a votar con mentalidad de clase media. Y con ese amplio y rentable espectro sociológico, no es de extrañar que esas mágicas palabras de “clase media” sean a las que todos los políticos le hacen estratégicos guiños tele-dirigidos en las siempre prometedoras campañas electorales. Lamentablemente, una vez hecho el recuento de las urnas, y al pasar del “modo promesa” al “modo acción”, luego es esa pagana clase media la que acaba cargando con buena parte de la siempre pesada losa fiscal. Por sus actos (fiscales) los conoceréis.

Lamentablemente, la maldición de esa clase media de la que todo el mundo dice formar parte reside en lo que tiene conformar un grupo social amplio, disperso y heterogéneo: apenas no hay ningún “grupo de presión” que “proteja” adecuadamente sus intereses. Pero el gran problema es que, a la vez, su volumen poblacional le hace parecer a ojos de los políticos un suculento objetivo fiscal al que perseguir hasta vaciarle los bolsillos. Así, de no cambiar mucho las cosas, la sentencia política y socioeconómica a la clase media está echada.

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A ver cuánto (y cuántos) duramos pudiendo decir que formamos parte de esa clase media, porque al final corre el peligro de acabar siendo una clase social totalmente “fantasma”: realmente no existe, pero hay montones de ellos, y andan encadenados arrastrando una pesada bola fiscal, vagando y esperando a que por fin un día acabe su purgatorio, y suban definitivamente al paraíso socioeconómico. Con eso juegan; bueno, con eso y con nosotros. A ver qué día se levantan todas las sábanas (con siglas), y vemos de verdad lo que hay debajo de cada una.

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