HOY SE HABLA DE

España no es solo un país que recibe inmigración: también tiene emigración, y de alta calidad

Espana No Es Solo Un Pais Que Recibe Inmigracion Tambien Tiene Emigracion Y De Alta Calidad
Sin comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
javier-ruiz

Javier Ruiz

Desde hace dos décadas, España recibe millones de personas migrantes que rejuvenecen su pirámide demográfica y, a la par, sostienen sectores clave de la economía. En la otra cara de la moneda, cada año se marchan miles de jóvenes altamente cualificados que no encuentran aquí un proyecto vital y profesional viable.

Pese al atractivo de vivir en España, donde el clima, la sanidad, la seguridad y el estilo de vida acompañan, el sistema no consigue retener talento propio ni aprovechar siempre que llega, terminando por exportar capital humano cualificado mientras infrautilizamos el que llega a nuestras fronteras.

426.000 personas dejaron España

Solo en 2022 más de 426.000 personas salieron de España: casi la mitad de ellas con estudios superiores o técnicos.

Este no es un fenómeno puntual, sino un flujo estructural en el que el país sigue perdiendo capital humano en el momento en el que podría aumentar progresivamente su productividad. La Fundación BBVA y el Ivie estiman el valor de esta descapitalización en unos 155.000 millones de euros anuales.

Las razones no son difíciles de entender. En España se trabajan unas 1.632 horas al año frente a las 1.343 en Alemania o las 1.413 en Países Bajos, según la OCDE. Pese a ello, se cobra mucho menos por hora: unos 25 €/hora en España frente a los más de 43 €/hora en Alemania o los 45 €/hora en Países Bajos.

Sin embargo, este problema va más allá del salario y conecta con la falta de estabilidad, la dificultad para el ahorro o las perspectivas de carrera profesional. Mientras en otros países se valora el tiempo y la formación, aquí muchos recién graduados pasan años encadenando prácticas o empleos precarios. Algunos testimonios de españoles emigrados para El Mundolo resumen en una simple frase: “Cuando te acostumbras a ahorrar la mitad del sueldo, es muy difícil volver”.

9 millones nacidos en el extranjero

Asimismo, según los últimos datos del INE, el 20% de los residentes en España han nacido en otro país. Unas cifras que se han triplicado desde 2002, donde solo eran el 6 %. Hoy, son más de nueve millones de personas, de las cuales tres millones ya tienen nacionalidad española.

Un fenómeno que ha rejuvenecido y diversificado el país: el 73 % de las personas nacidas fuera de España tienen entre 20 y 64 años, frente al 53 % entre la población nacida aquí. Además, uno de cada cuatro menores en España tiene al menos un progenitor extranjero y, en niños menores de tres años, ese porcentaje asciende al 27%.

En relación con su origen, más de cuatro millones provienen de América Latina (Colombia, Venezuela, Ecuador…), seguidos por Marruecos (1,09 millones), Rumanía (0,53), y otros países europeos, africanos o asiáticos. Las provincias con mayor proporción de población extranjera son Alicante, Baleares, Girona, Almería y Barcelona, todas con cifras superiores al 24 %.

La paradoja del talento desaprovechado

Lo más llamativo es que los motivos que empujan a marcharse a muchos jóvenes españoles —salario, estabilidad, reconocimiento profesional— son los mismos que atraen a los inmigrantes. Pero hay una diferencia clave: España no retiene a los que forma ni integra plenamente a los que recibe.

Más del 50 % de los trabajadores extranjeros con estudios universitarios están sobrecualificados: ocupan empleos por debajo de su nivel formativo. Se trata del tercer peor dato de Europa, solo por detrás de Italia y Grecia.

La mayoría se concentra en sectores como hostelería (28 %) y construcción (20 %), con muy baja representación en educación, sanidad o tecnología. Así, mientras que los jóvenes que salen del país acaban integrándose en sistemas productivos donde su formación es mejor valorada y su trabajo mejor remunerado, España no saca partido al capital humano: ni aquel que forma y deja marchar, ni el que recibe y no promueve.

Problemas al margen de buenas intenciones

La convivencia de estos dos fenómenos no es casualidad, ni anecdótica. Ambos son síntoma de un modelo económico y laboral que penaliza el talento, en vez de incentivarlo. Si bien la inmigración ha permitido sostener parte del crecimiento económico, no basta con atraer: hay que integrar y reconocer.

Tampoco es suficiente con señalar que “en España se vive bien”, pues los datos actuales no acompañan esta afirmación si vivir bien se traduce en no poder emanciparse, no poder ahorrar y estar sobrecualificado y trabajando en puestos precarios. La ecuación no sale.

Los expertos coinciden: mejorar la productividad, elevar el salario por hora trabajada, reducir la temporalidad y ofrecer trayectorias estables son condiciones mínimas para frenar la fuga de talento.

Al mismo tiempo, integrar profesionalmente a la población inmigrante más allá de los sectores de baja cualificación sería una palanca clave para aumentar la eficiencia del mercado laboral.

En pocas palabras, si no se corrige esta dinámica, España seguirá atrapada en una paradoja difícil de sostener: forma talento que se marcha, recibe talento que no aprovecha y, en conclusión, quedarse anclados en un sistema que exige mucho y ofrece poco.

Inicio