En esta época se oye decir mucho que las crisis, aparte de tener una connotación negativa, también ofrecen oportunidades muy buenas para hacer negocios. Porsche era una empresa muy solvente que intentó aprovechar la crisis para hacer grandes negocios, y parece que le han salido mal. Las oportunidades no siempre se aprovechan bien.
En 2007 Porsche era una empresa única en el mundo de los automóviles. Fabricaba vehículos de lujo que en cambio se venían en abundancia por la calle (¿quien no ha visto por España un Porsche Cayenne?). Era una empresa que llevaba 15 años aumentando facturación y beneficios, con altos márgenes. Y lo más importante, sin la carga de deuda financiera. Los años que se venían encima eran duros, como no, ya que los automóviles se venden en su inmensa mayoría a crédito, pero tenían un buen colchón en el que descansar.
Sin embargo decidieron lanzarse a la compra de una empresa más grande, Volkswagen. Después de algunos giros extraños de la bolsa (hubo un pánico por gente que jugaba con derivados y Volkswagen llegó a ser la compañía más cara del mundo por un periodo corto de tiempo), Porsche se hizo con algo más del 50% de los derechos de voto en Volkswagen.
Sin embargo la jugada no ha sido muy ventajosa. La compra se hizo con un complicado tinglado financiero que ahora hace que Porsche tenga problemas de liquidez. Además, ahora su negocio no es de nicho, sino que están en un sector saturado y con problemas. En defnitiva, han intentado aprovechar la oportunidad que brinda una crisis, pero ha salido mal.
Hoy ha dimitido el Consejero Delegado de Porsche, Wendelin Wiedeking, y posiblemente Porsche y Volkswagen tengan que fusionarse por los problemas financieros de la primera compañía. Incluso se habla de inversores extranjeros entrando en el accionariado (el emirato de Qatar). Y es que aunque una crisis presente oportunidades, hay que ser prudente.
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