La crisis aprovecha el "viento de cola"

La crisis aprovecha el "viento de cola"
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A dieciocho meses de ocurrido el primer estallido de la crisis con la falta de liquidez de Wall Street, sorprende ver la pasividad con que las organizaciones, los medios de comunicación, los actores políticos y gran parte de las personalidades relevantes miran este hecho como si se tratara de un fenómeno completamente anodino y al cual el mundo está acostumbrado. No deja de sorprender, realmente.

Pese a que ya se ha anunciado un desempleo para España de 4,5 millones para este año y un tasa de desempleo global cercana al 10%, de cuyos horrores he dado cuenta, aún no se vislumbra ninguna alternativa concreta. Seguimos en el pantano, hundiéndonos, y ni la bruma ni el humo del incendio nos dejan ver la posibles cuerdas que nos podrían jalar. Y ciertos comentaristas plenos de ignorancia, sólo agitan las arenas movedizas para que el hundimiento sea más vertiginoso.

Estamos empantanados. Y aunque tengo amigos que cobijan la esperanza de que la bolsa rebote y las acciones den un brinco, les digo: hay que ser realistas. No hay ninguna posibilidad que el sistema detenga su colapso, su propia destrucción. No hay ninguna posibilidad. Más aún con la mentalidad imperante.

Quienes apuestan a que todo esto es producto de la crisis subprime, que derivó en crisis financiera y luego en crisis global arrastrando a toda la economía real (con la brutal ola de desempleo que estamos viviendo), no captan aún el trasfondo real de esta crisis que ya comienza a perfilarse como la mayor de la historia humana, por tanto no hay antecedentes o referencia alguna.

Lo concreto, es que los remedios que rindieron efecto para la crisis de los años 30 no tienen nada que hacer hoy en día. El poder de los Estados fue completamente desmantelado, por tanto es como pretender que un equipo de minusválidos sea finalista de la copa mundial. Si en aquella época el instrumental keynesiano dio sus frutos, fue porque los Estados tenían una cuota de poder económico. Pero todo aquello fue privatizado. Y a precio de huevo.

El servilismo al neoliberalismo creó una hipertrofia parasitaria, una enfermedad que logró depredar tan eficazmente las bases del sistema productivo que logró conseguir que cientos de años de historia de desarrollo quedaran paralizados y heridos de muerte. Los últimos treinta años fueron la culminación de este proceso de destrucción al dejar a todo el sistema bajo el reinado absoluto del mercado. Quizá la cúspide estuvo antes de la crisis asiática, el 2 de julio de 1997, e incluso después con esa llamada de advertencia que significó la quiebra de Long Term Capital Management, la empresa que manejaban los dos premios Nobel de economía (Merton y Scholes) con la novedosa y mágica aritmética financiera.

Lo que se tiende a obviar es que durante décadas los EEUU consumieron el 50% de la producción mundial, con apenas el 5% de la población mundial. Es decir, consumían diez veces por sobre sus capacidades. En este proceso involucraron a todo el mundo, haciéndolos a todos parte del despilfarro: ¿cómo no se dieron cuenta? El costo de imprimir billetes verdes a tal escala resulta bajísimo. Pensemos ahora en los apremios de China y Japón que, en conjunto, tienen tres trillones de dólares, y en todas las economías emergentes que tienen todas sus reservas en esa moneda. ¿Queda claro lo que viene?

Imagen | Equilibrium

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