Papá Estado tampoco nos deja correr

Papá Estado tampoco nos deja correr
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España es una economía dependiente del exterior para la importación de productos energéticos, tanto finales como intermedios, siendo uno de los países más vulnerables ante el encarecimiento del los precios de la energía, tal y como muestra la importancia cuantitativa y cualitativa de estos dentro de la balanza comercial española.

En las últimas semanas, tras los incidentes producidos en los países árabes, y en el especial con las revueltas en el país Libio, el barril de petróleo de referencia en el viejo continente, el de Brent, ha llegado a los 120 dólares, ‘obligando’ al gobierno de la nación a tomar duras medidas a través de un Plan de Ahorro Energético.

Dentro de este, que aún está en elaboración al tener el ánimo de extenderse a asuntos como el alumbrado de las calles, en el día de ayer se hizo pública una medida con un gran impacto social y económico, la reducción de la velocidad en las autopistas y autovías nacionales desde los 120 kilómetros a la hora actuales hasta los 110, con el argumento de que se podrá reducir el consumo energético hasta en un 15%.

Al margen de si este argumento es cierto o no, la realidad es que la creciente factura petrolera está condicionando nuestra economía y el desarrollo de los transportes, que a causa de la escalada de precios tendrán que ser más lentos.

Lo que sí es discutible es que se tengan que aprobar medidas como esta, obligando a la ‘masa de consumidores’, que se supone que es racional, a proponerse ahorrar combustible mediante un imperativo legal, surgiendo un nuevo ejemplo de la capacidad que tiene el Estado para interferir en las decisiones de los distintos agentes económicos, cuando además estos tienen los suficientes incentivos como para reducir su consumo a causa de la propia escalada de precios.

Esta medida que se ha presentado como coyuntural y transitoria, bajo mi punto de vista viene para quedarse durante mucho tiempo, por una voluntad totalmente ajena a la del propio gobierno, con dos problemas de fondo como son la escasez y la volatilidad en los precios de un bien que es cada vez más escaso, no quedando más salida que abandonarlo como fuente de energía en favor de otras menos contaminantes, aunque es posible que la dependencia de senda marcada sea insalvable a medio plazo.

Vía | Expansión
En El Blog Salmón | Las turbulencias en Libia y su impacto petrolero
Imagen | fsapsoe

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