Los números respaldan la buena marcha del empleo en España. Sin embargo, más allá de datos de relumbrón y noticias positivas en cuanto a ocupación, se enconde un drama que parece haberse vuelto crónico en nuestro país: la realidad de los salarios.
Y es que éstos, en términos reales, llevan prácticamente congelados desde hace décadas. No es una mera percepción social, sino una realidad sostenida en el tiempo y que evidencia un serio problema. La carencia estructural en el sistema de incentivos laborales.
La capacidad real de compra de los trabajadores lleva años paralizada, a pesar de los avances legislativos y las anunciadas subidas salariales. Ni el PP ni el PSOE han podido dejar atrás la Moncloa y revertir un deterioro silencioso del salario medio en términos reales, cuyas consecuencias no sólo afectan al trabajador, sino también a la productividad.
El salario medio en términos reales casi ni se mueve
Los datos del periodo 2014-2024 ilustran con claridad esta situación. En 2024, el salario bruto apenas se ha movido, ha pasado de 28.122 euros a 27.559 euros. Más severo aún es el comportamiento del salario neto, que ha bajado de 22.678 a 21.533 euros.
A pesar de un entorno económico más propicio y a una recuperación parcial del empleo, el trabajador medio tiene hoy menos capacidad de gasto que hace justo una década. Datos que apuntan a una debilidad crónica del sistema salarial, que no da para mucho más que para un estancamiento.
Durante el último lustro, el salario mínimo ha pasado 648,60 euros en 2015 a 1.381,33 euros a comienzos de 2025. Pero en paralelo al salario mínimo, el salario medio en términos reales no se ha desarrollado dos décadas en la misma tendencia.
La baja productividad, la escasa flexibilidad del mercado laboral y la estructura de la economía española dominada por sectores de bajo valor añadido tienen mucho que ver en esto. A lo que hay que sumar, la precariedad de los trabajadores, alimentada aún más por un incremento continuado de los precios en bienes y servicios básicos.
España a la cola
Al mismo tiempo que el salario medio real de los españoles ha permanecido estático durante una década, diversas regiones del este de Europa ya han superado a España en salario medio en términos de paridad de poder adquisitivo. Bucarest, Bratislava, Praga o Varsovia cuentan hoy con niveles salariales superiores a la media española, cuando hace una década eran todas inferiores.
España se encuentra en el mismo punto que hace una década. Solo Madrid ha crecido en un 17% respecto al salario medio español. Otras capitales europeas ganan la batalla a, prácticamente, todas las ciudades de España: Múnich ha aumentado un 22%, Praga en un 17% y Varsovia lo hace en un 25%.
No es solo una cuestión de pérdida relativa de poder adquisitivo, sino también de erosión de la productividad del mercado laboral español respecto a nuestro entorno europeo.
El impacto en el sistema de incentivos
Una cosa está clara. Y es que cuando el esfuerzo no se traduce en bienestar, el sistema de incentivos se rompe.
El hecho de que en términos reales el salario medio no haya aumentado, ha enfriado el interés y la motivación por la formación, incentivado la movilidad y retrasado las inversiones.
La falta de políticas que combinen aumento de productividad con subidas sostenibles ha causado una preocupante disfunción: un mayor empleo en nuestro mercado laboral ya no significa mejor calidad de vida.
El sistema de incentivos actual, castiga a la economía, limita la demanda interna y lastra un modelo que genera riqueza a costa de trabajadores baratos, no de capital humano cualificado.
En el periodo de 2014 a 2024 (e incluso antes), ni el aumento del PIB, ni la creación de empleo, ni siquiera las promesas de justicia salarial han hecho que la tendencia cambie. A pesar de los discursos optimistas de los diferentes gobiernos, el salario medio no avanza en términos reales y millones de personas aún no pueden ver mejorada su calidad de vida.
Mientras, el resto de países cambian sus economías y revalorizan el trabajo como factor clave de su desarrollo, España se mantiene prisionera de un círculo que sanciona la ambición y recompensa la resignación.
Ver 0 comentarios