
En España, las bajas laborales están al alza. Desde hace años, los registros baten cifras anteriores, y la tendencia ha generado una inquietud ya real entre empresas, sindicatos y administraciones.
Tanto es así que el fenómeno ha sido abordado en el V Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva, donde patronal y sindicatos han coincidido en su preocupación por el impacto creciente de las bajas, especialmente las relacionadas con contingencias comunes.
Esta situación, lejos de ser anecdótica, tiene consecuencias directas sobre la productividad, el mercado laboral y el sistema de protección social.
El auge de las contingencias comunes entre asalariados
La incapacidad temporal por contingencias comunes —enfermedades o accidentes no laborales— está disparada. Según los últimos datos de la Seguridad Social, la prevalencia media en 2023 fue de 47,3 procesos activos por cada 1.000 asalariados protegidos. Se trata de la cifra más alta desde que existen registros consolidados. En 2007, por ejemplo, el dato era de 32,4 y llegó a caer hasta 19,1 durante la crisis de 2012.
Este aumento refleja que el fenómeno ya no es marginal, y afecta de forma estructural a amplias capas del empleo. Además, muchas de estas contingencias “comunes” tienen su origen en el entorno laboral, pero no se reconocen como profesionales.
Los autónomos tampoco escapan al fenómeno
El crecimiento de las bajas no se limita a los asalariados. Entre los trabajadores por cuenta propia, la situación también ha empeorado. En 2023, la prevalencia media se situó en 40,69 por cada 1.000 autónomos, una cifra muy superior al 27,73 registrado en 2014.
Aunque el ascenso ha sido algo más moderado, el impacto económico es aún más duro para este colectivo, ya que una baja implica generalmente una caída directa de ingresos.
El envejecimiento de la fuerza laboral
Uno de los factores más influyentes en este repunte es el envejecimiento de la población activa. Hoy, el 35% de los ocupados en España tiene 50 años o más. En 2003, este grupo apenas representaba el 19,6%. A medida que la edad media aumenta, también lo hace la probabilidad de requerir una baja laboral, ya sea por dolencias crónicas, desgaste físico o complicaciones relacionadas con el paso del tiempo.
Este envejecimiento no solo incrementa la frecuencia de bajas, sino que también puede condicionar su duración, especialmente si la recuperación médica se complica o los tratamientos requieren listas de espera prolongadas.
Las listas de espera agravan el problema
La presión sobre la sanidad pública también influye en la prolongación de las bajas laborales. En diciembre de 2023, había 849.535 personas en lista de espera quirúrgica, un récord absoluto. Además, el 24% de esos pacientes llevaba más de seis meses esperando intervención, el triple que a comienzos de siglo.
Esta saturación implica que muchas personas no pueden acceder al tratamiento necesario en un plazo razonable, lo que prolonga su periodo de incapacidad. A esto se suma una paradoja institucional: aunque las comunidades autónomas gestionan la sanidad, es la Seguridad Social quien asume el coste de las prestaciones durante esas bajas.
La bonanza del empleo también influye
Curiosamente, la mejora del mercado laboral también contribuye al incremento de bajas. En momentos de crisis, muchos trabajadores evitan coger la baja por miedo a perder su empleo. Sin embargo, cuando el empleo es más estable y la tasa de paro baja, se registra un aumento de la incapacidad temporal. Actualmente, España tiene la menor tasa de desempleo en un primer trimestre desde hace 16 años.
Malestar emocional y agotamiento
A todo esto se suma un malestar más difícil de cuantificar: el emocional. Tras la pandemia, muchos trabajadores manifiestan sentirse agotados, estresados o desmotivados con su rutina laboral.
Según una encuesta del instituto 40dB., el 52% asocia su trabajo con agotamiento y el 41% con ansiedad. Este desgaste mental también deriva en bajas que, aunque no siempre se traducen en enfermedades físicas, sí influyen directamente en la productividad y la salud general de la plantilla.
Mientras las bajas por causas comunes se disparan, las de contingencias profesionales (accidentes o enfermedades derivadas del trabajo) no siguen la misma tendencia. La prevalencia media en 2023 fue de 3,96 por cada 1.000 trabajadores, muy lejos de los máximos históricos. Sindicatos como CC OO y UGT alertan de una posible infradeclaración de enfermedades profesionales por parte de las mutuas, que tienen poder para decidir si una dolencia tiene origen laboral.
El debate sobre la función de las mutuas se ha intensificado, y se estudia darles mayor protagonismo en las bajas traumatológicas, lo que podría suponer una redistribución del sistema actual.
Más horas perdidas y mayor impacto económico
Los datos lo confirman: en el último trimestre de 2023, se perdieron 7,6 horas al mes por trabajador debido a incapacidad temporal, la segunda cifra más alta desde 2008. Esto contrasta con la reducción progresiva de las horas efectivas de trabajo desde entonces. Además, aunque el número de bajas ha crecido, la duración media no se ha disparado.
En el caso de los asalariados por contingencias comunes, es de 36 días; entre los autónomos, sube a 98 días debido a que solo se dan de baja cuando el estado de salud es realmente grave.
Galicia entre las regiones más afectadas
Galicia encabeza el ranking junto a Canarias en prevalencia de bajas por incapacidad temporal. Las provincias de Pontevedra (63,71 por cada 1.000 trabajadores) y A Coruña (63,69) se sitúan entre las más afectadas del país. Esta situación coincide con una población más envejecida y ciertos sectores muy representados como la sanidad, la administración pública y el transporte, donde se acumulan más horas de baja.
Además, las mujeres siguen registrando más bajas que los hombres: 47,16 frente a 37,58 por cada 1.000 trabajadores, respectivamente.
Un informe del Ivie revela que España es el cuarto país de la UE que más porcentaje de su PIB destina a prestaciones por incapacidad temporal: un 1,4%. Solo le superan Países Bajos, Alemania y Suecia. Además, es el segundo con mayor proporción de ocupados que se ausentan del trabajo por enfermedad, empatado con Portugal y solo por detrás de Francia.
Todo apunta a que el fenómeno de las bajas laborales seguirá siendo protagonista en el mercado de trabajo. Y si no se abordan sus causas estructurales —sanitarias, demográficas, organizativas—, la factura no va a dejar de crecer.