
La dimisión de Ángel Gavilán como director de Economía del Banco de España ha reabierto un debate técnico y político sobre el deterioro progresivo de la calidad institucional.
No solo por su salida, sino por lo que simboliza: ocurrió un día después de presentar el Informe Anual 2024, que por primera vez en años evitó referencias explícitas a asuntos clave como la reforma de las pensiones. Diversos medios han señalado que el actual Gobernador del Banco de España, el exministro José Luis Escrivá, ha intervenido directamente en su redacción, censurando apartados relevantes.
Tensiones internas
La total ausencia de explicaciones públicas de Ángel Gavilán, que se suma a voces críticas que afirman que Escrivá está retrasando la publicación de datos relevantes (principalmente, cualquier mención a la política económica del Ejecutivo) antes de que el Consejo de Gobierno pueda debatirlos, según publica El País.
Todo ello, se produce en un momento de profunda reestructuración del servicio de estudios del banco, que ha sido un área históricamente independiente orientado al análisis de la economía nacional. Hoy, se ha reducido la plantilla, se han modificado competencias internas y, a grandes rasgos, se ha producido una degradación de la institución en solidez, independencia y proyección.
Más deterioro institucional
El propio Banco de España ha alertado sobre el deterioro de la calidad institucional en España en las últimas dos décadas. Suena paradójico (o quizá no), pero, según el propio informe anual, el país se sitúa por debajo de la media europea en calidad institucional, con niveles similares a los de Portugal, República Checa y Lituania. Solo Hungría, Polonia, Estados Unidos e Islandia han experimentado un descenso mayor en este indicador en los últimos años, lo que revela una tendencia preocupante.
En el ámbito internacional, también se han producido nombramientos en instituciones clave que responden más a criterios políticos que técnicos. Uno de los ejemplos más citados es el de Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo, una figura con un marcado perfil político, pero sin experiencia directa en política monetaria cuando asumió el cargo en 2019.
En Estados Unidos, la tendencia fue similar durante la administración Trump, que ha evidenciado (tanto en la anterior legislatura como en la actual) una fuerte politización de agencias tradicionalmente técnicas. Por ejemplo, el intento de influir en la Reserva Federal (FED) para mantener los tipos de interés bajos o el creciente papel de figuras como Elon Musk, cuyo acceso privilegiado a organismos regulatorios y contratos gubernamentales—como los adjudicados por la NASA o el Pentágono a SpaceX— ha sido criticado por la falta de separación entre intereses privados y decisiones de alto nivel. En todos los casos, se observa cómo el peso del poder político o económico puede distorsionar el funcionamiento independiente de las instituciones.
La dimisión de Gavilán no es un caso aislado (por lo menos, así lo interpreta parte del sector económico), sino una señal más de la pérdida de autonomía y credibilidad de los organismos que deberían funcionar como contrapesos técnicos frente al poder político, así como facilitar la división entre los gobiernos y los mercados.
En una época marcada por la polarización y la fragmentación, la calidad institucional —lejos de ser un concepto abstracto— se convierte en un factor esencial para la estabilidad económica y democrática.
Al fin y al cabo, la calidad institucional es más que un concepto normativo. Su erosión genera costes reales: menor confianza en la inversión, mayor prima de riesgo y dificultades en la implementación de nuevas políticas públicas. Por ahora, quedan más dudas que certezas.
Foto: Musk: J. Duncan Davidson (CC BY-NC 3.0) y Wikimedia Commons.