España registró en 2024 el mayor número de personas ocupadas de su historia, pero también un récord en el coste medio que supone cada trabajador: 37.525 euros anuales, según la Encuesta Anual de Coste Laboral del INE. Para muchas pymes y autónomos, esta cifra no es solo un indicador más: es una frontera invisible entre poder crecer o renunciar a hacerlo.
El problema real va más allá de los costes laborales, y tiene una relación directa con un punto clave que, a menudo, pasa inadvertido: dónde estás contratando personal. ¿La razón? El mismo puesto, con las mismas funciones y un salario similar supone una diferencia de más de 14.000 € al año dependiendo de la comunidad autónoma.
El coste laboral, al alza
Según el INE, el coste laboral bruto medio en España alcanzó los 37.525 euros en 2024, lo que supone un aumento del 3,9 % respecto al año anterior. De esa cifra, el salario bruto medio fue de 27.558 euros. El resto (alrededor de 10.000 euros) corresponde a cotizaciones obligatorias, formación, prevención de riesgos laborales, bajas médicas, sustituciones y otros costes indirectos.
Además, esta media queda distorsionada por la enorme desigualdad territorial: en Madrid, por ejemplo, el coste laboral neto supera los 44.500 euros por trabajador, mientras que en Extremaduraapenas llega a los 30.500 euros. En otras palabras, una pyme madrileña puede llegar a pagar casi un 50 % más por el mismo empleado que una extremeña.
Barreras estructurales para contratar
Las diferencias regionales no responden solo a los niveles salariales o al tipo de actividad económica. Aquí entran en juego factores como el tamaño medio de las empresas, el peso del empleo público, las políticas fiscales autonómicas e incluso la cultura de la contratación.
Para una pyme con márgenes estrechos, contratar a una persona en Madrid puede suponer un esfuerzo financiero mucho mayor que hacerlo en Castilla-La Mancha, Galicia o Aragón. En términos prácticos: con el coste de un trabajador en la capital, una empresa extremeña podría casi mantener a dos.
Extremadura ha sido, de hecho, una de las comunidades donde más creció el coste laboral en 2024: un 8,2 %, pero este dato no ha impedido que siga siendo la región con menor carga económica para el empleador. Frente a ella, el País Vasco o Madrid apenas experimentaron un aumento del 2–3 %, pero siguen encabezando el ranking nacional en coste medio por trabajador.
Esta disparidad tiene consecuencias tangibles: dificulta la cohesión territorial, desincentiva el crecimiento de pequeñas empresas en zonas con altos costes y favorece, a largo plazo, la relocalización de actividad económica hacia entornos más competitivos, algo que ya ocurre de forma silenciosa.
Estas diferencias no responden únicamente a una cuestión de voluntad empresarial, sino que están vinculadas con la estructura económica de cada territorio. A nadie pasa desapercibido que el modelo de Canarias o Baleares poco tiene que ver con el extremeño o el vasco.
En comunidades como Madrid, el País Vasco o Navarra, el coste laboral medio es más alto porque predomina la industria, los servicios avanzados y empresas de mayor tamaño, donde los salarios y las cargas sociales son estructuralmente superiores. También influye el nivel de vida y el poder adquisitivo: en regiones con mayor coste residencial, energético o de transporte, el mercado laboral tiende a ajustar al alza los sueldos.
A la inversa, en zonas con menor renta media y especialización en sectores como la agricultura, la hostelería o el pequeño comercio, los costes se mantienen más bajos. Lo que el INE sugiere con claridad es que el coste de contratar no depende solo del sector, sino también del lugar donde ese sector opera. Y eso, inevitablemente, afecta a las oportunidades de crecimiento.
Para los autónomos, difícil
Para un autónomo que quiere dar el salto de trabajar solo a tener un primer empleado, esta brecha territorial no es un matiz: es un muro. Si bien el nuevo sistema de cotización por ingresos reales ha introducido cierta flexibilidad en las cuotas propias, que se sitúan en la medida entre los 230 y 370 €/mes, sin embargo, estos trabajadores por cuenta propia (estos tramos, en concreto) quedan muy lejos de plantearse la contratación de terceros.
En parte, porque la contratación sigue atada a una cotización fija del 30 % del salario bruto del empleado, sin importar los ingresos del empleador ni su territorio. Así, mientras un autónomo medio cotiza entre 3.000 y 4.000 € anuales, contratar a un trabajador implica sumar entre 10.000 y 18.000 € más al año, solo en costes sociales y complementos.
Desigualdad territorial
De este modo, nadie discute que los salarios deban seguir creciendo, pero si se quiere que las pymes contraten más, el lugar donde esté ubicada una empresa no debería representar un castigo económico.
Algunas medidas posibles incluyen incentivos reales a la primera contratación, en especial para los autónomos, bonificaciones temporales en regiones con menor dinamismo económico o zonas rurales y compensaciones fiscales que atenúen el sobrecoste estructural en comunidades con menor renta media.
La pregunta está en el aire: ¿puede permitirse España que contratar en unos sitios sea el doble de caro que en otros?
La sobreconcentración de las grandes capitales de provincia, el coste de la vivienda y la concentración poblacional apuntan en la dirección contraria, desde luego, y un cambio en la creación de empleo podría tener mucho que decir aquí.
En conclusión, la productividad y el empleo no solo se explican por la tecnología o la innovación, sino también por todas esas estructuras invisibles que condicionan las decisiones empresariales desde el principio. Hoy, parece que la posibilidad de crecer o no como empresa depende simplemente del código postal o, por lo menos, tiene mayor relevancia de la que debería.
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