España nunca había registrado tantos trabajadores como ahora. Con más de 22 millones de personas ocupadas y una tasa de paro del 10,3 %, puede parecer que las cifras invitan al optimismo. Sin embargo, la euforia se desvanece al rascar la superficie: el 12 % de los ocupados vive en situación de pobreza laboral, especialmente en hogares con menores o monoparentales.
Los salarios siguen estancados. Desde 1994, el salario medio apenas ha crecido un 2,7 % en términos reales, frente al 66 % de países como Irlanda. Este problema estructural se explica por el tamaño y el tipo de empresas que predominan en nuestro país: las pymes, con algunos pros, pero también con notables contras.
Pagan mejor y son más productivas
Hay una regla bastante estable en el mercado laboral: a mayor tamaño de la empresa, mayor suele ser la productividad y el salario. Los datos de 2024 lo confirman: el coste laboral medio por trabajador fue de 37.525 € anuales, y el salario bruto medio, de 27.558 €, pero esa media oculta enormes diferencias entre microempresas y grandes compañías.
Las grandes empresas, como Amazon, incluso con las críticas que han aparecido sobre sus condiciones laborales, pagan de media en España unos 26.000 € brutos anuales: salarios muy superiores al de la mayoría de las pymes.
En sectores industriales o tecnológicos, las cifras pueden ser aún mayores, pero esta explicación no es solo económica. Las grandes empresas aprovechan las economías de escala, que les permiten acceder a financiación más barata, digitalizarse y exportar con mayor facilidad. A su vez, lo anterior se traduce en márgenes de beneficio, tesorería y posibilidad de subir sueldos.
A menudo, crecer sale caro
El problema de fondo en España parece ser que la mayoría de las pymes no crecen. El 99,8 % de las empresas españolas tienen menos de 250 empleados y generan más del 60 % del empleo. Hasta ahí, los números parecen halagüeños: no obstante, si miramos más de cerca, el 94 % de nuestras empresas tiene menos de 10 trabajadores y el tamaño medio ronda los 4,8 empleados, por debajo de la media europea.
En la práctica, esto significa que la base productiva se encuentra muy fragmentada, con empresas esenciales para el tejido local, pero escaso margen para crecer, invertir y mejorar los sueldos. Además, hay una cara B: ¿por qué querrían crecer?
Una de las grandes paradojas del sistema español es que muchas empresas deciden no crecer, aunque podrían hacerlo. El porqué no es tan simple como parece: superar ciertos umbrales (como los 50 empleados o determinados niveles de facturación) implica enfrentarse a nuevas obligaciones fiscales, regulatorias, laborales o contables, que aumentan la carga sin garantizar beneficios inmediatos.
Este fenómeno se conoce como "trampas del tamaño", y no es exclusivo de España, pero aquí se da con especial fuerza. Muchas pymes prefieren dividirse en varias sociedades o limitar sus ventas para no cruzar esos límites. CEPYME, el Banco de España y diversos expertos llevan tiempo reclamando soluciones: desde eliminar los escalones normativos que penalizan el crecimiento, hasta ofrecer periodos transitorios de 2 a 4 años para que las empresas se adapten tras crecer.
Por todo ello, si el objetivo es mejorar sueldos y productividad de la mano, el Estado debe dejar de tratar a las pymes como un bloque homogéneo que hay que proteger, y empezar a apoyar activamente a las que tienen potencial para crecer.
Estas políticas, no obstante, implican rediseñar el sistema normativo para hacerlo progresivo y flexible. La Unión Europea sigue promoviendo algunas medidas (por ejemplo, el Think Small First) con el objetivo de adaptar las obligaciones por tramos para evitar que una pyme se vea ahogada tras cruzar una frontera administrativa. En cierto sentido, es un efecto comparable al de algunos tramos fiscales: cruzar cierto umbral puede generar más obligaciones que beneficios.
Empresas más grandes, ¿mejores sueldos?
En una economía como la española, donde el salario mínimo representa hasta el 70 % del salario medio en pequeñas empresas, resulta complejo plantearse mejorar el bienestar si no se cambia la base del sistema.
En este sentido, no basta con subir el SMI, que sabemos que también tiene limitaciones claras para sostener el sistema en su conjunto, sino que hace falta transformar las estructuras que impiden a las empresas ser más productivas y pagar mejor.
La teoría se conoce, pues pocas políticas tienen más impacto real que ayudar a una empresa de 10 empleados a doblar su tamaño. Sin embargo, España sigue anclada en la idea de la pyme como motor, mientras pone palos en las ruedas para su crecimiento. Hoy, toca ir un paso más allá y completar el aumento del empleo, con un aumento de la calidad del trabajo en sí.
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