La economía francesa atraviesa un momento delicado, con unas cifras macroeconómicas que reflejan una situación fiscal insostenible. El déficit público se ha disparado y la deuda ha alcanzado niveles sin precedentes.
Ante esta realidad, el gobierno ha dado un paso que muchos temían: iniciar una serie de recortes que afectarán directamente al bienestar social de millones de ciudadanos.
Según los más críticos, lejos de soluciones estructurales se opta por medidas que agravan la desigualdad y profundizan el malestar económico.
Y es que, el actual panorama en Francia es el resultado de años de falta de previsión, errores de política fiscal y decisiones orientadas a favorecer a las grandes empresas mientras se reducen los ingresos del Estado.
La presión fiscal más alta de Europa convive con un gasto público ineficiente y con una deuda que no deja de crecer. Francia se encamina a un punto de inflexión sin haber resuelto sus contradicciones estructurales.
Francia y el abismo fiscal
El déficit público en Francia alcanza el 5,4% del PBI en 2025, una cifra que evidencia la incapacidad de contener el gasto sin afectar servicios esenciales. Este dato es incluso más alarmante si se tiene en cuenta que la deuda pública ha pasado de representar el 97,9% del PBI en 2019 al 114% en lo que va del año.
El propio primer ministro François Bayrou reconoció recientemente que “estamos en una situación de peligro extremo”.
Durante la presentación de las líneas generales del presupuesto 2026, Bayrou anunció un recorte equivalente a 43.800 millones de euros. El plan, titulado “El momento de la verdad”, pone el foco en ajustes que afectan principalmente a trabajadores, jubilados y beneficiarios de ayudas sociales, mientras que los sectores empresariales continúan sin asumir ninguna carga adicional.
Un esfuerzo que no es equitativo
Entre las medidas previstas destacan la suspensión de la indexación de pensiones e ingresos sociales a la inflación, la creación de una prestación social unificada con menos cobertura, la no sustitución de un tercio del personal estatal que se jubile y la eliminación de 3.000 puestos públicos.
Se suma además la propuesta de eliminar dos días festivos y una reforma del seguro de desempleo que apunta a “estimular la contratación”, aunque la oposición la tachado ya mayor precariedad laboral.
Estas medidas se aplican en un contexto donde los grandes capitales no solo no son afectados, sino que continúan recibiendo ayudas públicas. En 2023, las subvenciones a empresas ascendieron a 211.000 millones de euros.
Según el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE), el deterioro de las finanzas públicas no se debe a un incremento del gasto, sino a una significativa caída de los ingresos provocada por la reducción de impuestos a empresas y capitales.
Presión fiscal sin margen de maniobra
Francia ostenta la mayor presión fiscal de Europa, lo que le impide aumentar impuestos sin poner en riesgo el crecimiento económico. La estructura del gasto está centrada en pensiones, gobiernos locales y prestaciones sociales. En este escenario, cualquier ajuste fiscal termina afectando a los sectores más vulnerables.
El problema de fondo es la ausencia de reformas estructurales. La fragmentación política impide acuerdos duraderos, lo que deja al Ejecutivo sin capacidad para aplicar cambios de fondo. La austeridad, entonces, se convierte en la única herramienta, aunque sea a costa del tejido social.
El aumento en defensa como prioridad
Mientras se anuncian recortes, el gobierno francés decide duplicar el presupuesto en defensa. Desde los 32.200 millones de euros en 2017, se ha alcanzado un total de 50.500 millones en 2025.
La proyección para 2026 incluye una subida de 3.500 millones, y otros 3.000 millones en 2027. Si se concreta, Francia habrá destinado 64.000 millones de euros al área militar en solo una década, con un acumulado de 400.000 millones de euros entre 2024 y 2030.
Esta apuesta por el rearme coincide con campañas de preparación civil, como la promoción de kits de supervivencia y manuales de emergencia enviados a hogares. Todo ello refuerza una narrativa de tensión y militarización que contrasta con las necesidades reales de la población.
Una estrategia fiscal sin horizonte
El plan del gobierno busca reducir el déficit público del 5,4% actual al 4,6% en 2026, y alcanzar el 2,8% en 2029. Sin embargo, los analistas cuestionan la viabilidad de ese objetivo. Francia ha fallado de forma sistemática en sus previsiones fiscales. La falta de crecimiento, sumada a una política centrada en la contención del gasto social y el aumento del gasto militar, no augura un futuro de estabilidad.
Más allá de los números, la discusión está en el modelo de país que se quiere construir. El discurso oficial habla de esfuerzo, pero ese esfuerzo no se distribuye de manera equitativa. Mientras las clases medias y trabajadoras ven recortados sus derechos, las grandes fortunas continúan blindadas.
Francia, ¿sin rumbo?
La realidad fiscal francesa es el resultado de decisiones políticas deliberadas. La reducción de impuestos, el aumento en defensa y la renuncia a reformas estructurales han llevado al país a un punto crítico. Sin un cambio profundo en su estrategia económica, ¿se encamina Francia a una década perdida? En palabras del propio primer ministro, “cada segundo la deuda aumenta 5.000 euros”.
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