La reforma laboral de 2021 ha sido un fracaso: a pesar de que ya no existen ciertos tipos de contratos temporales, las empresas usan los indefinidos como si lo fueran

La reforma laboral de 2021 ha sido un fracaso: a pesar de que ya no existen ciertos tipos de contratos temporales, las empresas usan los indefinidos como si lo fueran
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Según el Gobierno, la reforma laboral de 2021 ha sido uno de los grandes éxitos de la legislatura. Gracias a ella, el porcentaje de contratos temporales en España ha caído en picado, consolidando un nuevo paradigma en la contratación: en tres años, se ha reducido la temporalidad a la mitad (del 26,3 al 15,1 %), sin embargo, detrás de esta "transformación acelerada", se esconde una paradoja: el empleo no es más estable.

El último informe de BBVA Research apunta a que el uso generalizado del contrato indefinido no ha evitado que muchas relaciones laborales sigan siendo extraordinariamente breves. De hecho, más de la mitad de los contratos indefinidos firmados desde la reforma no llegan a los seis meses de duración. La duración media apenas ha mejorado, y en sectores como la hostelería, la construcción o el comercio, la rotación sigue siendo tan alta como antes. La pregunta es obvia: ¿se ha maquillado la temporalidad?, ¿se trata de un cambio real o tan solo aparente?

Estabilidad del empleo

Los datos de BBVA Research desmontan parte del relato oficial: la sustitución de contratos temporales por indefinidos no ha ido acompañada de un aumento real en la duración de las relaciones laborales.

En 2023, el 52 % de los contratos indefinidos tenía una duración inferior a 180 días y solo el 34 % superaba el año. Una cifra menor a la de 2019, cuando el 38 % de los contratos indefinidos lograba mantenerse más allá de los 12 meses. En la práctica, miles de contratos indefinidos siguen funcionando como si fueran temporales, mostrando un cambio más de forma que de fondo.

En lo que se refiere al sector público, la temporalidad se mantiene muy elevada (28 %, en 2025), sin apenas mejoras tras la reforma pese a los objetivos principales de la propia normativa. Sin embargo, el sector privado, lejos de consolidar relaciones laborales duraderas, sigue manteniendo estrategias con una alta rotación y contratos formalmente indefinidos. En algunos casos, se encadenan periodos de prueba que no se renuevan; en otros, se recurre a la figura del fijo discontinuo como nuevo comodín, especialmente en sectores estacionales, como la hostelería y la agricultura.

En relación con el punto anterior, los fijos discontinuos han crecido hasta las 920.000 afiliaciones (10 veces su valor frente a los datos previos de la reforma), denotando que un contrato indefinido no se traduce en empleo continuo.

De igual modo, el informe de BBVA destaca un aumento de las "conversiones inmediatas": contratos temporales que se transforman en indefinidos tras pocos días o semanas, solo para extinguirse al poco tiempo. Esta práctica genera una apariencia de estabilidad que no se traduce en una mejora efectiva de las condiciones laborales ni en mayor protección ante el despido.

Falta calidad en el empleo

En cualquier caso, es cierto que el flujo de entrada al mercado laboral ha cambiado: ahora, la mayoría de los contratos iniciales son indefinidos. No obstante, este cambio no implica necesariamente una mayor seguridad (la tasa de rotación entre asalariados apenas ha bajado del 1,5 %, como apunta el economista Jon González en su cuenta de X).

La duración media de los contratos sigue estancada y la concentración del empleo de corta duración permanece alta.

El estudio también muestra que las tasas de rotación continúan elevadas, especialmente entre jóvenes y trabajadores con menor cualificación, que sufren un reciclaje constante en contratos que apenas superan los tres o seis meses.

En pocas palabras, la reforma ha cambiado la etiqueta legal, pero no el comportamiento del mercado.

Menor temporalidad, sin mejora estructural

La reforma laboral de 2021 ha logrado reducir una anomalía histórica del mercado laboral español: la abundancia de contratos temporales. ¿El problema? Que al centrarse en la forma legal del contrato y no en su uso real, la reforma ha permitido que muchas empresas adapten sus prácticas sin modificar el fondo de la cuestión: el empleo sigue siendo precario, inestable y de corta duración para millones de personas.

Sin medidas complementarias (inspecciones efectivas, sanciones por fraude o incentivos a la contratación de larga duración), el contrato indefinido corre el riesgo de convertirse en una nueva etiqueta vacía. Una estabilidad aparente que perpetúa las mismas dinámicas de vulnerabilidad: los nuevos contratos mejoran los datos, pero no siempre la vida de los trabajadores.

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