Empiezo la escritura de esta actualización agosteña leyendo, por una parte, unas declaraciones del Ministro Escrivá afirmando que "esta crisis es temporal y no debería haber daños graves en la economía" y, por otra, un estupendo artículo de Francis Fukuyama sobre la pandemia, donde manifiesta:
"Cuanto más se sabe sobre el COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, más parece que la crisis se prolongará, en términos de años más que de trimestres".
Dos grandes profesionales con amplio conocimiento en su área; el uno con agenda política y responsabilidad de gobierno, obligado a ofrecer una visión positiva; el otro, libre de servidumbres ideológicas y con una acreditada visión geopolítica global. El acierto de sus afirmaciones es todavía una verdad futura e incierta, sometida tanto a los dictados inmisericordes del virus como a la capacidad, resiliencia social y liderazgo de los países que deben afrontarlo. No obstante, los indicios disponibles en estos momentos apuntan por desgracia al escenario más desfavorable: un daño grave, permanente y asimétrico en lo sectorial y en lo geográfico.
El verano de nuestro descontento.
Contábamos en nuestra entrada anterior, de la que este artículo pretende ser una actualización, que nuesta economía está sostenida en un limbo artificial, sin garantías sólidas de que pueda valerse por sí misma todavía, ni de que nos hallemos en condiciones de suministrárselas por nosotros mismos en las cantidades requeridas, dado el deterioro de las cuentas públicas. Los diferentes indicadores que hemos ido conociendo en julio y en agosto no han conseguido despejar estas dudas.
Fedea avisaba a mediados de julio:
"Teniendo en cuenta la estacionalidad de la economía española, no cabe esperar que en la segunda parte del año se pueda reactivar el flujo de contrataciones para compensar las que no se habrán producido entre marzo y junio".
De no controlarse debidamente los rebrotes, su escenario tras los ERTE estimaba despidos y pérdidas de hasta 1,2 millones de empleos. Una necesidad inmediata es dar una salida razonable a las empresas cuya situación económica o perspectivas futuras se han deteriorado de tal manera que la reincorporación de toda su plantilla no resulta viable.
La AIReF, por su parte, estimaba que los ingresos fiscales alcanzarán el 40,3% del PIB en 2020, nueve décimas menos respecto a las estimaciones oficiales. Unos 10.000 millones de euros de diferencia a la baja. Recomendaba establecer una estrategia fiscal nacional a medio plazo que sirva de orientación fiscal y garantice de manera realista y creíble la sostenibilidad financiera de las Administraciones Públicas. Y animaba a explorar la implementación de sus propuestas efectuadas en los estudios de revisión del gasto o Spending Review, un trabajo magnífico al que todas las Administraciones Públicas deberían prestar muchísima más atención.
Poco después, el 28 de julio, recibimos el mazazo de los datos de la EPA del segundo trimestre de 2020. El empleo privado se desplomó en 1.052.000 personas, su mayor descenso de la serie, situándose en 15.381.300 ocupados, el menor en cuatro años. El empleo público, por su parte, descendió en 22.000 ocupados. Como bien apuntaba mi compañero Combarro, estos datos registrados reflejaban una situación mejor que la real, al no incluir los ERTEs ni el cambio a la baja en la jornada laboral (a la baja) por la mejor aproximación la proporciona el dato de las horas trabajadas:
La tanda de indicadores negativos continuó el 31 de julio con la publicación de los datos de contabilidad nacional trimestral de España por parte del INE. El PIB español registraba una variación del -18,5% en el segundo trimestre de 2020 respecto al trimestre anterior, 22,1% en variación anual. La mayor caída interanual del PIB de los países de la eurozona y la segunda mayor entre economías de la OCDE. Poco más que añadir.
Los datos desagregados del PIB, las horas trabajadas y puestos de trabajo equivalente a tiempo completo y la productividad, reflejan el brutal impacto de la pandemia.
Otro dato a destacar es el de consumo de los hogares, que cayó un 25,7% interanual en el segundo trimestre, el mayor descenso de la serie histórica. El gasto público, por su parte, aumentó un 3,5%, con siete trimestres creciendo a tasas superiores al 2%. Y los ingresos tributarios continuaron con su desplome en junio (últimos datos disponibles). Un cóctel muy peligroso.
La Carbonita de Han Solo
Entrados en el tercer trimestre con la coyuntura descrita, deberíamos ser conscientes de que no vamos a poder "descongelar" la economía como si fuera Han Solo en el Imperio Contraataca. No funciona así.
Hemos parado literalmente la actividad económica y ciudadana durante casi 100 días. ¿Acaso esperábamos otra cosa? ¿Sinceramente creemos que vamos a recuperar el ritmo perdido como si no huniera pasado nada? El daño está hecho, y es extremandamente grave. Sin duda, hay sectores que están recobrando el pulso y que, sin rebrotes de por medio y una cierta recuperación global, podrían alcanzar una velocidad estimable de crucero, especialmente en el dinámico y resiliente sector exportador español, que pese al batacazo general resistió razonablemente bien el primer semestre.
En palabras de Pedro Lalanda:
"Nuestro tejido empresarial exportador aguantó el impacto de unas pérdidas económicas considerables, sosteniéndose firme en cuanto a los exportadores regulares pero con una sangría muy seria en los tramos bajos a los que es preciso y urgente ayudar"
Algunos sectores, no obstante, se hallan literalmente arrasados, lastrados por el larguísimo parón de actividad, por la incertidumbre que no cesa y la desconfianza (ambas letales para cualquier economía), así como por la imposibilidad de controlar los rebrotes del virus de una manera económicamente aceptable.
El primero de ellos, el turismo y todo lo que de él depende.
En junio los españoles hicimos alguna escapada, los extranjeros prácticamente nada. A esas alturas de año, según datos de la Cámara de Comercio de España, la facturación en la hostelería se había desplomado un 85%. La bajada de visitantes en zonas turísticas obligó a actualizar las previsiones de las patronales, estimando el cierre de un 30% de las comercios al finalizar la campaña veraniega.
Otros sectores seguían también tocados. La producción de junio seguía un 14% por debajo de los niveles de un año atrás, el segundo peor dato de la eurozona, como consecuencia del parón del automóvil y el textil. No obstante, parece que estos sectores podrían recuperarse mejor en los meses venideros.
En el mercado laboral, julio avanzó algunos números para la esperanza: 712.000 trabajadores salieron del ERTE. No obstante el dato, la "tasa de paro efectiva" del mes (considera el paro registrado más los afectados por ERTEs y los beneficiarios de la prestación por cese de actividad) era todavía del 22%. Una losa. Pensar que un país con esos números va a regresar a la normalidad económica a corto plazo es, sencillamente, un ejercicio de optimismo poco aceptable.
Pasos atrás
Al cierre del mes julio, la constatación del aumento en los rebrotes en todo el territorio español empezó a pasar factura: las familias frenaron su ritmo de compras de las semanas anteriores.Todo ello quedó constatado en el deterioro de la confianza de los hogares, a diferencia del conjunto de la eurozona, donde el indicador siguió mejorando.
Del gasto de los turistas extranjeros por esas fechas, mejor ni hablar. Sus pernoctaciones durante el mes de julio fueron un 14% de las de julio del pasado año (las de españoles fueron del 50%). Recuerden: en 2019 España recibió 83,7 millones de viajeros internacionales que gastaron 92.278 millones de euros.
Y en agosto todo ha ido a peor, empezando de nuevo por el turismo. Los empresarios han dado la temporada prácticamente por perdida, ante la oleada de barreras turísticas que se han impuesto a España y el avance sostenido de los rebrotes. Nos hemos convertido en unos apestados para el turismo extranjero y sólo el nacional ha permitido sostener algo el sector. El balance veraniego resulta crítico: se estima una caída del 95% en el volumen de negocio de las agencias de viaje y del 75% en las pernoctaciones hoteleras, con una pérdida de 300.000 puestos de trabajo. El impacto en el transporte aéreo también va a ser muy significativo, un fenónemo que se está dando a escala global pero que en España permanece todavía amortiguado por los ERTE. Estan en riesgo 900.000 empleos.
En cuanto a los ERTE, el ritmo positivo de su descenso empezó a ralentizarse a partir de la segunda semana de agosto, un indicador de que para bastantes sectores será necesaria una extensión de su respiración asistida más allá de septiembre. La comparación de los datos económicos en clave interanual no da prácticamente lugar a engaño: una parte significativa de nuestra economía sigue y seguirá tocada durante muchos meses.
Todo ello, además, está suponiendo un esfuerzo financiero extraordinario para unas arcas del Estado exhaustas por la caída de ingresos antes mencionada. Los ERTE dispararon hasta 20.121 millones el gasto en desempleo en el primer semestre (+120%). Hablamos de cuatro millones de perceptores. Por su parte, los pagos de la Seguridad Social crecieron casi el 9%, mientras que los ingresos por cuotas cayeron casi un 5%. Y la sangría no se detuvo en verano.
Sumemos finalmente que, según el Banco de España, un 25% de empresas españolas se encontraría en situación técnica de disolución (con patrimonio neto negativo) y un 30 % (con un peso del empleo algo superior al 30 %), presentarían una necesidades acuciantes de liquidez, incluso agotando los activos líquidos con los que cuentan y el importe no dispuesto de sus líneas de crédito. Hacen falta al menos 56.000 millones, unas necesidades que auguran la movilización de nuevos recursos públicos de emergencia, aspecto en el que nos hallamos basatante más retrasados que nuestros vecinos europeos.
Europa al rescate
Es probable que este esfuerzo sin precedentes deba mantenerse más tiempo del inicialmente estimado, lo que augura un déficit histórico y tasas de endeudamiento público que superarán largamente el 100% del PIB. En este contexto, y sin olvidar la imperiosa necesidad de emprender reformas de calado, la ayuda europea es nuestra única tabla de salvación. Ya sea vía Banco Central Europeo, que compra nuestra deuda como si no hubiera mañana, o a través de todos los mecanismos financieros de préstamos y subvenciones, existentes o nuevos, que se están movilizando con motivo de la pandemia.
La Comisión Europea (CE) acaba de proponer que España reciba 21.300 millones de euros en préstamos del programa SURE, destinados financiar programas como los ERTE. Pero el Gobierno ya ha adelantado que va a necesitar un anticipo de los 140.000 millones de euros que le corresponden del llamado Fondo de Recuperación, puesto que si no recibe el dinero a principios de 2021 nuestras cuentas podrían hallarse en una situación complicada. No resulta un mensaje muy tranquilizador.
Y la nave va
Y en estas nos encontramos al cabo de septiembre. Con una batería de indicadores preocupantes que nos mantiene en el limbo de la incertidumbre y con nuestros responsables políticos esforzándose por ofrecer una necesaria visión optimista que insufle una confianza que en Europa se recupera pero que en España no acaba de despuntar. En palabras de Ángel Talavera:
"España es la única economía entre las grandes en la que el Indicador de Sentimiento Económico cae en agosto. Aunque no sea un indicador directo de actividad, es revelador del frenazo que estamos sufriendo."
Esta falta de confianza se ha materializado en forma de una clarísima huida hacia la liquidez, fenómeno que ya apuntamos en mi entrega anterior. El miedo a los rebrotes se refleja en otro máximo histórico de los depósitos bancarios: 892.811 millones de euros, quinto récord consecutivo para esta partida, según el Banco de España.
La Airef prevé un rebote del PIB del 15,2% en el tercer trimestre, y con datos positivos como este se quiere enraizar la esperanza de nuestra recuperación. No obstante, y como señala de nuevo Combarro con otro gráfico revelador, estas previsiones no son necesariamente una gran noticia: con este aumento del 15,2% en la tasa trimestral, obtendríamos una tasa anual de crecimiento negativo del -10.6%. Un dato preocupante, y más si tenemos en cuenta el repunte en los rebrotes que estamos viendo durante estos últimos días. Nos queda un largo camino por delante.
Llegados a este punto, regreso a Escrivá y Fukuyama, al vaso medio lleno y al medio vacío, y no me siento identificado exactamente con ninguno de ellos. Evidentemente, en un entorno tan volátil como el actual, todo puede cambiar a mejor o a peor, pero si me preguntan ahora por nuestra situación económica, y a falta de más y mejor información, lo más honesto que puedo responder es que veo un vacío medio lleno.
Cuídense mucho y no se rindan, nunca.