A propósito de los cien años de la Reserva Federal que se celebran la próxima semana, hablaremos un poco de los bancos centrales, describiendo su historia, sus funciones y sus objetivos de política. Los bancos centrales emergieron en los países industrializados de occidente mucho más tardíamente que los bancos privados. Hay señas de bancos privados 2.000 años antes de Cristo, lo que indica que los bancos privados tienen una data de 4.000 años. Pero los bancos privados se potenciaron a medida que el sistema mercantilista de los siglos XV, XVI y XVII generó la necesidad de almacenar en forma segura el oro y los metales preciosos que llegaban a Europa provenientes del saqueo en los confines del mundo. La corriente mercantilista señalaba que el atesoramiento de los metales preciosos era la clave de la prosperidad de los países y la familia Médici detectó las ventajas del atesoramiento y ofreció los servicios de la custodia del oro a otras ricas familias europeas. Los bancos centrales nacieron en el fulgor del mercantilismo y surgieron como mediadores financieros de los bancos privados. En un principio los bancos centrales se encargaban de facilitar los pagos entre los bancos privados, pero no siempre tuvieron el rol de ser prestamistas de última instancia cuando un banco carecía de liquidez. Con el tiempo se convirtieron en la autoridad responsable de las políticas que afectan la oferta de dinero y el crédito. Luego fueron incorporando herramientas para operaciones monetarias de políticas de mercado: préstamos por ventanilla a la banca privada, cambios en las exigencias de reservas que podían afectar las tasas de interés a corto plazo, y el control de la base monetaria para lograr objetivos de política económica.
En la actualidad existen tres objetivos fundamentales de política monetaria que administran los bancos centrales. El primero y más importante es la estabilidad de precios o la estabilidad en el valor del dinero. Esto significa mantener una baja tasa de inflación, con un objetivo actual del 2 por ciento. El segundo objetivo es mantener la estabilidad macroeconómica para evitar las perturbaciones financieras. Esto significa que se espera que la política monetaria aplique medidas para suavizar el ciclo económico y compensar los shocks de la economía. El tercer objetivo es la estabilidad financiera y el normal funcionamiento de los pagos externos e internos. Esto significa la existencia de un sistema de pagos eficiente que de credibilidad a todo el sistema.
Los primeros bancos centrales
La historia de la banca central se remonta al menos al siglo XVII, con la fundación de la primera institución reconocida como un banco central, el Banco de Suecia. Este banco se estableció en 1668 con un fondo de acciones de los bancos privados y se destinó a prestar fondos al gobierno y actuar como centro de intercambio para el comercio. Casi tres décadas más tarde, en 1694, se creó el Banco de Inglaterra, que sería el más famoso banco central durante casi 300 años. Este banco también se fundó como una sociedad por acciones para la compra de deuda pública. Los otros bancos centrales que se establecieron más tarde en Europa tuvieron la misma concepción: eran una rama de la banca privada que se destinaba a lidiar con el desorden monetario y a prestar a los gobiernos. Por ejemplo, el Banco de Francia fue creado por Napoleón en 1800 para estabilizar la moneda después de la hiperinflación del papel moneda generado durante la Revolución Francesa y las conquistas napoleónicas, así como para ayudar en las finanzas del gobierno. Estos primeros bancos centrales emitían notas privadas que servían como moneda, y pronto adquirieron el monopolio en la emisión de esta notas de deuda.
La experiencia de Estados Unidos no fue la excepción a esta regla de bancos centrales originados desde el oligopolio de la banca privada. A principios del siglo XIX, Estados Unidos creó el Banco de los Estados Unidos (1791-1811) y luego un segundo Banco de los Estados Unidos (1816-1836) tras el cierre del primero. Ambos bancos se establecieron siguiendo el modelo del Banco de Inglaterra. Pero a diferencia de los británicos, los estadounidenses tuvieron una desconfianza profunda de cualquier concentración de poder financiero en general, y de los bancos centrales, en particular.
Tras el fin del segundo Banco de Estados Unidos siguió un período de casi 80 años caracterizado por la inestabilidad financiera. Entre 1836 y el inicio de la guerra civil, Estados Unidos no tuvo un banco central y los bancos privados dominaban el sistema en el más absoluto desorden. La falta de regulación permitía entrar y salir del sistema financiero con gran facilidad. A lo largo de estas casi ocho décadas las quiebras bancarias eran frecuentes (hubo varios pánicos bancarios), como también el nacimiento de nuevos bancos. El sistema de pagos era notoriamente ineficiente dado que cada banco imprimía sus propios billetes y cundían las falsificaciones.
En el período de la Guerra Civil (1861-1865), Abraham Lincoln creó el primer y único Banco Central público del país, con el objetivo de garantizar los pagos de guerra. Esto permitió mejorar la eficiencia del sistema de pagos y proporcionar una moneda uniforme basada en los billetes de los bancos estatales. Este Banco Central no tenía la facultad de ser prestamista de último recurso, pese a estar en un época plagada de graves pánicos bancarios. Pero este Banco Central público sucumbió tras el asesinato de Lincoln. Hay tesis que sostienen que el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, también fue el resultado de patrocinar la idea de un Banco Central público para Estados Unidos y hacer que el Tesoro se encargara de la emisión de billetes.
El origen la Reserva Federal
La crisis financieras que se sucedieron en Estados Unidos tras el fin de la Guerra Civil tuvieron en 1907 la gota que colmó el vaso. Esto fue lo que condujo a la creación de la Reserva Federal en 1913, en una reunión de los principales banqueros del país. La Reserva Federal recibió el mandato de proporcionar una moneda uniforme y elástica que diera amplia cabida a los movimientos estacionales, cíclicos y seculares de la economía de Estados Unidos, y también para que sirviera como prestamista de último recurso a los bancos privados. Este es el origen del sistema de la Reserva Federal, el Banco Central de Estados Unidos que este lunes cumple cien años.
El Sistema de la Reserva Federal pertenece a la última generación de bancos centrales surgida a comienzos del siglo XX. Este sistema fue creado principalmente para consolidar los distintos sistemas financieros que se estaban empleando para el uso de la moneda y para proporcionar estabilidad financiera al mercado. En sus orígenes, este banco fue creado para gestionar el estándar del oro, tal como lo establecieron la mayoría de los bancos centrales en el siglo XVIII.
El patrón oro, que prevaleció hasta 1914, significaba que cada país definía su moneda en términos de un peso fijo de oro. Los bancos centrales mantenían grandes reservas de oro para asegurarse que sus billetes de papel moneda se podrían convertir en oro. Cuando las reservas se reducían debido a un déficit de la balanza de pagos o de las circunstancias internas adversas, podían elevar sus tasas de descuento (las tasas de interés a los que les prestan dinero a los otros bancos). Esto aumentaba las tasas de interés de manera más general, lo que atraía la inversión extranjera y con ello el ingreso de más oro al país.
La estabilidad de precios
Los bancos centrales se adhirieron a la regla de oro de mantener la convertibilidad del oro por encima de cualquier otra consideración. La convertibilidad del oro sirvió como ancla nominal de la economía. Es decir, la cantidad de dinero que los bancos podían suministrar estaba limitada por el valor del oro que se mantenía en reserva, y esto a su vez determinaba el nivel de precios vigente. Debido a que el nivel de precios estaba ligado a un producto conocido, cuyo valor a largo plazo era determinado por las fuerzas del mercado, las expectativas sobre el futuro nivel de precios estaban atados a este valor. Esto indica que desde muy temprano los bancos centrales estuvieron comprometidos con la estabilidad de precios. Y como la teoría económica señalaba que el dinero era neutral en el corto y el largo plazo, no existían otras preocupaciones para la banca central relacionadas con la estabilidad de la economía real. Su objetivo se limitaba a cumplir con el estándar del oro. En 1944 se creó el sistema de Bretton Woods que estableció el valor de la onza de oro en 35 dólares. Este sistema sucumbió en 1971 originando el desorden financiero de las últimas cuatro décadas.
Prestamista de última instancia
Los bancos centrales también aprendieron a actuar como prestamistas de última instancia en tiempos de estrés financiero, cuando eventos como las malas cosechas, incumplimientos en los pagos o guerras precipitaban una lucha por la liquidez. En estas ocasiones los depositantes corrían a los bancos a retirar su dinero en efectivo y se encontraban que los bancos no tenían dinero. La norma de los bancos centrales obligaba a la banca a proteger sus reservas de oro aunque esto implicara dar la espalda al público. Esto generó situaciones de gran pánico financiero en el siglo XIX con las crisis de 1825, 1837, 1847 y 1857, que generaron grandes críticas al Banco de Inglaterra
A partir de ese momento el Banco de Inglaterra optó por mitigar los pánicos financieros y adoptó la "doctrina de la responsabilidad" (1873), propuesta por el escritor y periodista económico Walter Bagehot, que obligaba a los bancos a subsumir el interés privado al interés público en el sistema bancario en su conjunto. Desde entonces, los bancos centrales comenzaron a seguir la regla de Bagehot, que permitía prestar libremente, pero con una tasa de penalización (es decir, más alta que las tasas de mercado), para desincentivar las operaciones fraudulentas del sistema financiero y evitar el riesgo moral. Los bancos aprendieron la lección y durante casi 150 años (desde 1866) no hubo crisis bancarias en Inglaterra. Hasta que en agosto de 2007 estalló la crisis en curso.
En El Blog Salmón | Es neutral el dinero en la economía, Los orígenes del desorden financiero