El panorama energético es últimamente un tablero geoestratégico en plena ebullición, y tras las guerras surgidas en torno a antiguos reyes hegemónicos del maná de la energía, se unen ahora las disruptoras soluciones de futuro que, o bien traen nuevas fuentes alternativas, o bien ofrecen soluciones para que estas últimas mejoren sus capacidades.
Hoy traemos una de esas soluciones complementarias a las fuentes energétivas alternativas, y que, en este caso en concreto, supondría una auténtica revolución energética en toda regla, que vendría a fraguar los cimientos del hormigón que ya trajo la transición energética más eólica. Y no, no se trata de un nuevo aerogenerador, sino que una disruptiva innovación por la que el propio Bill Gates está apostando muy fuerte.
Sin acabar de saber cuál será la fuente de energía del futuro, el hecho es que tal vez se trate de un reinado compartido
A menudo se habla de una u otra fuente de energía como la futura reina del tablero energético, y que ejercerá su reinado de forma hegemónica. Esta visión actualmente podría ser mayormente errada, porque al menos en el medio plazo, todo apunta a que nos encaminamos hacia un escenario en el que van a seguir existiendo diversas fuentes energéticas conviviendo entre sí, y que además pueden llegar a ser complementarias. Así, es obvio que por ejemplo a medio plazo todavíá no se puede dar ni mucho menos al petróleo por muerto, ni a pesar de la virulencia del cambio climático. Y de hecho, es en torno al todavía estratégico sector petrolífero en el que se está fraguando una de las guerras energéticas más encarnizadas de nuestro tiempo, en la que se está luchando con el cuchillo en los dientes por la propia supervivencia de algunas naciones productoras.
Y por mucho que el juego de intereses y tradicionales intrigas del sector del oro negro fuerce a que sea a la vez una guerra abierta pero soterrada, sólo hay que irse fijando en los distintos actos en los que se va desarrollando la obra para darse cuenta de que hay mucha mar de fondo y muy gruesa en todo lo que se mueve hoy en día alrededor del petróleo; y eso que este sector siempre ha sido muy propicio para este tipo de escaramuzas, pero, como les decía, la pérdida de su hegemonía como fuente energética reina hace que la virulencia de la guerra de guerrillas sólo vaya “in crescendo” escalada tras escalada, especialmente cuando hay varias naciones y alguna superpotencia cuya economía literalmente no puede pasar sin caer en el derrumbe sin no sigue contando con los onerosos ingresos que le reporta el oro negro.
Dejando a un lado todo lo sobrevenido a raíz del fracking, y sin negar que buena parte del conflicto petrolífero tiene su origen en este nuevo tipo de yacimientos y en cómo el mayor consumidor mundial que es EEUU estaba pasando a ser uno de los grandes productores petrolíferos, lo cierto es que sobre el tablero energético hay ya desde hace algunos años otras fuentes. Con una Europa como líder y que fue pionera en apostar a gran escala por estas fuentes alternativas, la energía eólica ha sido una de las grandes apuestas de energía limpia, y que estaba llamada a jugar un papel destacado en la descarbonización de nuestras socioeconomías. Y en este tema, no olviden tampoco que pinchar la denominada “burbuja de carbono” también supone un problema socioeconómico de dimensión colosal y posibles consecuencias últimas nada halagüeñas, y para cuya resolución ya les analizamos en el pasado algunas propuestas de futuro que permitirían seguir quemando petróleo y a la vez luchar contra el cambio climático.
Pero dicho todo lo anterior, y centrándonos ya en el subsector concreto de la limpia energía eólica, esta fuente alternativa también presenta algunas características y desventajas que impiden poder considerarla como la fuente energética del futuro a asumir la sucesión del reinado hegemónico del oro negro. Así, una de las grandes desventajas de la eólica sería que no se puede contar con ella como proveedora de un flujo continuo e ininterrumpido de energía eléctrica, ya que su propia naturaleza (nunca mejor dicho) hace que unos días haya mucha producción eólica Dios Eolo mediante, y otros días las aspas de los molinos de viento estén más paradas que paradas. Pero esta evidente limitación podría estar llegando a su fin, y ahora llega una nueva y revolucionaria innovación (o proyecto de ella) por el que el propio Bill Gates ha decidido apostar como solución de futuro.
De la gran limitación de la eólica a su gran ventaja: si el flujo de producción es irregular, avancemos en posibilitar su almacenamiento en “reservas estratégicas”
Pues tampoco les descubriremos mucho cuando afirmemos que una solución de (mucho) futuro de cara a la energía eólica sería lograr algún tipo de repositorio o acumulador de energía, que permitiese estar suficientemente dimensionado como para poder suplir varios días de flujo energético eólico, y así poder cubrir el bache de esos días de “calma chicha” que se traducen en falta de generación eólica. Obviamente la idea no es ni mucho menos nueva, y este tipo de acumuladores ya existen en la actualidad. El gran problema son sus actuales limitaciones técnicas, dado que son de tecnología de Ión-Litio (al igual que las baterías de los smartphones). Pero ahora, según publicó Techcrunch, llega una innovación de la mano de la compañía Form Energy, que promete pasar de la actual barrera de descarga de su capacidad total en un plazo límite de cuatro horas, a extender la autonomía de estos acumuladores de 1 megavatio hasta las 150 horas, en lo que técnicamente la convierte en una revolucionaria instalación de 150 megavatios-hora: una componente temporal muy respetable, y además mayormente suficiente para cubrir los días de falta de viento. Se suple así la principal carencia de los sistemas de almacenamiento de energía actuales, y que son capaces de proveer de forma eficiente con fuertes picos de energía, pero en tan sólo unas horas se agotan. Ahora el ciclo de vida de este tipo de acumuladores se extiende al rango de los varios días, superando una barrera clave en el sector de las renovables.
Vaya por delante que no se trata ni de un proyecto con mera vocación de futuro, ni tampoco de un nuevo avance científico que parece abrir nuevas puertas en la tecnología de almacenamiento de energía. El hecho es que se trata de un sólido proyecto ya con un plan de proyecto y unos hitos muy tangibles sobre la mesa, e incluso ya con un primer cliente, la empresa de servicios públicos de Minnesota Great River Energy (segunda utility eléctrica en aquel estado), que va a empezar a utilizar esta nueva tecnología, y lo va a hacer para reemplazar al carbón como fuente de energía sucia por limpia energía eólica ahora fácilmente regulable. Los planes de esta compañía pasan por empezar añadiendo 1.100 megavatios nuevos de generación eólica, y además hacerlo abaratando considerablemente su mix energético actual, y hacerlo un 95% libre de carbono. Cómo esta tecnología puede permitir a Great River Energy dar ese importante salto es porque ahora la compañía estadounidense podrá prácticamente prescindir de su capacidad de generación de respaldo basada en térmicas de carbono, y que mantenía junto con las de ciclo combinado de gas de forma estratégica para ser capaz de tener una garantía de generación estable y a demanda, y que le permitía contar con una capacidad de generación de manera estable y sin apagones.
El nuevo sistema eólico alumbrado por Great River Energy y Form Energy tiene un diseño concebido para tener una línea de vida de al menos 20 años, garantizando un plazo suficiente para garantizar con facilidad un retorno de la inversión. Además es un sistema escalable, que permite redimensionar fácilmente el sistema y dar cabida a nuevos proyectos futuro de generación eólica sin tener que rediseñarlo partiendo de cero. ¿Y cómo se puede dar fiabilidad a semejante proyecto? Pues lo cierto es que el proyecto viene con un sólido respaldo de algunos importantes inversores internacionales que son reconocidos por su exigencia a la hora de invertir en este tipo de proyectos, lo cual ya supone una garantía de por sí. Y es que detrás de Form Energy está el sello de la fundación de Bill y Melinda Gates, que ha apostado decididamente por esta tecnología. Pero es que además parte de ese respaldo viene del propio sector petrolero, por parte de la petrolera italiana ENI, que así trata de abrazar un futuro de energías limpias que ya se le viene encima, y que le obliga forzosamente a tener que reinventarse igual que a cualquier otra petrolera internacional. En total Form Energy cerró una ronda de financiación en la que levantó la nada desdeñable cantidad de 50 millones de dólares.
Pero no son sólo los inversores que apuestan por esta tecnología poniendo dinero contante y sonante sobre la mesa, es que la empresa Form Energy en sí misma tiene unos orígenes que ya son de por sí una garantía por sí mismos. Y es que esta compañía fue fundada en 2017 por un grupo de reconocidas figuras del sector, a los que se unieron diversos científicos del Massachusetts Institute of Technology (el famoso y reputado MIT), y con el objetivo fundacional de ofrecer al mercado precisamente eso que ya han logrado lanzar en Minnesota: evitar las disrupciones de energías limpias, lo cual afecta especialmente a la energía eólica, una de las más extendidas por todo el mundo.
Y ya lo último que puedo traerles hoy sería una respuesta para aquellos más (oportunamente) suspicaces, que con toda la razón y tal vez con experiencia en lo que es la gestión de proyectos más básica dirán: lo importante en cualquier proyecto son los beneficios, los costes y… ¡El plazo! Pues bien, el plazo en el tema analizado hoy también es gratamente sorprendente. Hay que decir antes que la disponibilidad de la nueva tecnología ha llegado incluso antes de lo que algunos de sus impulsores, como el que fue jefe de almacenamiento de Tesla, planificaron inicialmente, y Form Energy ha podido empezar a vender en el mercado sus proyectos bastante antes. Pero es que las fechas del proyecto conjunto con Great River Energy es que el lanzamiento “go-live” sea tan pronto como en 2023.
Pues bien, el análisis de hoy ha tocado uno de esos agradecidos temas de (gran) futuro, que aumenta la eficiencia de un sector socioeconómico clave como es el de la energía, que lo hace haciendo de la energía eólica una fuente alternativa como solución energética (casi) definitiva, que al hacerlo también redunda en combatir un efecto tan potencialmente dañino para nuestras socioeconomías como es el cambio climático, que reduce el coste efectivo de las tecnologías existentes en la actualidad, y que además promete con hacerlo en un plazo más que razonable. Bueno, bonito, y barato. No se puede pedir más, la verdad. Tan sólo se puede esperar expectante a que llegue ese 2023 y ver todo esto hecho finalmente realidad de la de verdad, porque si me lo hubiese contado alguna fuente poco reputada les puedo asegurar que un servidor no se lo habría creído. Pero la mejor parte de la socioeconomía es cuando ésta supera sus propias expectativas, nos sorprende a todos gratamente, y además pone en valor a esa ciencia que algunos sectores ahora cuestionan tan dañinamente. El caso expuesto hoy es paradigmático por todo ello: estamos de enhorabuena. Sin más. Esto es progreso del de verdad, y aunque a veces desde aquí les alertemos de las múltiples amenazas socioeconómicas que se ciernen sobre nuestras cabezas, lo cierto es que nos encanta que la Socioeconomía nos muestre su cara más positiva y optimista.
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