Sobrará energía limpia en nuestros mercados, lo que va a faltar es el cobre necesario para producirla en la nueva ola verde

Sobrará energía limpia en nuestros mercados, lo que va a faltar es el cobre necesario para producirla en la nueva ola verde
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Ya se puede dar por sentado que el mix energético de muchos países del mundo no habrá quién lo reconozca en tan sólo unos años. Efectivamente, se puede afirmar ya sin ambages que la energía limpia fluirá libre y abundantemente por las redes de (casi) todos los sistemas eléctricos nacionales, redundando no sólo en beneficio de fuentes energéticas alternativas cuyos costes de producción ya se desplomaron, sino también en un medio ambiente para el que su generación es infinitamente más sostenible.

Pero no lancen las campanas al vuelo porque, como en toda transformación masiva, aquí quedan retos y problemas por resolver para (mucho) rato. La potencial escasez de ese cobre tan consumido por las tecnologías verdes es sin duda uno de los temas por resolver, y que ha pasado mayormente desapercibido hasta el momento en los medios mainstream. Y sin duda la potencial escasez de cobre por el nuevo consumo masivo que va a traer la generalización de las tecnologías verdes es uno de esos grandes (grandísimos) retos que, si no abordamos de forma anticipada y preventiva, acabará por ser un tremendo problema por paliar (si es que eso es posible cuando ya no quede tiempo material para hacerlo).

Del giro verde a la auténtica ola verde que se avecina sólo ha ido un cambio de presidente en EEUU

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La transición energética ya era imparable, como ya expusieran incluso los economistas más afines al sector petrolífero como el reputado Daniel Lacalle. Empezó siéndolo en la pionera Europa, y está acabando siéndolo en todo el mundo. Y ahora con el giro verde de Estados Unidos, auspiciado por el presidente electo Joe Biden, lo que era una fuerte tendencia se va a transformar en toda una ola verde de proporciones planetarias. Es lo que tiene que el (todavía) líder del mundo económico desarrollado vaya a acabar de abrazar (por fin) una nueva tecnología: que ésta se va a intensificar por toda su área de influencia, que realmente es buena parte del resto del mundo. Pero lo verde de esta nueva ola no quita que pueda haber parte de algas parásitas dañinas dándole parte de esa tonalidad, pero aparte de eso, lo que es cierto es que buena parte de ese verdor es debido al óxido de todo el cobre que las nuevas tecnologías verdes consumen a espuertas.

Como bien publicaron en la revista “Money”, nos enfrentamos a una potencial escasez masiva de este elemento porque las tecnologías verdes necesitan este conductivo metal en grandes cantidades. Este mayor consumo de cobre viene del hecho de que las energías renovables, como la energía eólica o la solar, consumen hasta cinco veces más cobre que otras tradicionales, y la transición mundial generalizada desde el carbón e incluso del gas natural hacia estas energías verdes está haciendo el resto. Como consecuencia de ello, los analistas (y también los especuladores) están ya olisqueando en el aire las fuertes revalorizaciones que esta “commodity” ya ha empezado a experimentar en 2020 de forma muy demostrativa. Desde principios de año, en el emblemático “Chicago Board Of Trade” líder en negociación de derivados sobre materias primas, los futuros sobre el cobre llegaron a cotizar por debajo del nivel de los 2,2 dólares, y hoy, de forma homogénea y significativa en todos los vencimientos, ya están cotizando por encima de los 3,5, en lo que supone una fuerte revalorización de más del 50% en tan sólo unos meses.

Desde luego que una revaloración así y en este corto plazo, si bien puede ser normal en “burbujiles” activos como las cripto-monedas, en esas materias primas, tan directamente ligadas a la economía real y al tejido productivo, realmente este tipo de explosiones al alza no son precisamente frecuentes ni normales. Es más, lo que son es habitualmente indicativas de que algo muy serio está teniendo lugar en el mercado. Como ocurre muchas veces, tras los primeros movimientos de precios, así ya se ha empezado a hablar de ello en las mesas de negociación de los mercados en los que el cobre tiene presencia. Y ahora el cobre también empieza a salir como recomendación de compra en los primeros análisis más anticipativos: ya saben que el “boca a boca” de la calle vendrá después, y llegará en la mayoría de los casos a los minoristas sólo cuando la burbuja empiece a estar ya madura, ya que lamentablemente éstos suelen ser los últimos en subirse al tren (además de luego ser los principales damnificados).

Pero en este caso la realidad de las proyecciones parece apuntar a que, especulación aparte (de ésa que siempre hace acto de presencia en estas tendencias), lo cierto es que esta burbuja no parece que se vaya a tratar de una burbuja meramente especulativa. Lo más preocupante es que aquí hay fundamentales de sobra para ello, y éstos son muchos y muy persistentes (por ahora y salvo evolución de las tecnologías verdes). Por ello, el escenario parece augurar que la tendencia alcista del cobre no ha hecho más que empezar, y que no se limitará a ser una simple tendencia de “burbuja” clásica, como la que hemos visto por ejemplo recientemente en Bitcoin.

Para mayor complejidad, esa escasez no sólo vendría por su uso en energías verdes ya consolidadas en Europa, pero a las que todavía les queda una gran expansión a nivel mundial por delante, sino que también viene por su uso intensivo en tecnologías emergentes aledañas al sector verde, como son los coches eléctricos. Al igual que hemos explicado que ocurría con las energías renovables frente a las tradicionales, la combinación de propiedades eléctricas y físicas del cobre hacen que su conductividad se añada a su durabilidad y su maleabilidad, y por ello los nuevos vehículos eléctricos consumen entre tres y cinco veces más cobre que sus homónimos de gasolina. Y ese ratio se multiplica sensiblemente cuanto mayor es el vehículo eléctrico en cuestión, como por ejemplo en el caso de un autobús o un “trailer” eléctrico, puesto que estos vehículos necesitan unas baterías mucho mayores y más numerosas, pudiendo elevar el ratio de sobreconsumo de cobre hasta el orden de magnitud de la decena de veces más (alrededor de un 1000% de incremento sobre su equivalente de gasóleo).

Parece que la mejor alternativa para el transporte colectivo de pasajeros serían medios de transporte sin baterías y con alimentación ininterrumpida y directa desde la red eléctrica, como el tren. Porque de los aviones eléctricos y sus mayores necesidades de baterías ya mejor ni hablamos, aunque también es cierto que "descarbonizar" masivamente otros medios de transporte precisamente dejaría más margen climático para seguir propulsando con hidrocarburos los medios de transporte e industrias que no tengan alternativa (buena). Pero tampoco son las baterías lo único que consume cobre en un vehículo eléctrico, hay más usos: sin ir más lejos, en el simple cableado eléctrico, un vehículo eléctrico lleva dentro el equivalente a kilómetro y medio de cable de cobre. A todo ello hay que añadir además su uso también todavía más intensivo en las estaciones de recarga eléctrica que ya están empezando a poblar nuestras geografías, para conseguir que finalmente el radio de alcance real de estos vehículos en carretera sea equiparable al de los de gasolina. Efectivamente, parece que todo lo verde tira al verde de las pátinas que se forman sobre el óxido de cobre.

Y no crean que esta potencial de escasez de cobre tendría un gran impacto tan sólo en el sector energético más verde, ya que el cobre no es ni mucho menos una materia prima que sea poco utilizada ya actualmente en nuestras socioeconomías. El impacto productivo y socioeconómico podría ser bastante extendido. De hecho, el cobre se usa en innumerables industrias y para múltiples usos actualmente, siendo especialmente muy destacable su uso generalizado en la electrónica y en todo lo que sustenta nuestra tecnología más avanzada. De nuevo, esto es debido a su grandísima conductividad, que es una de las más elevadas de entre los metales no nobles y más asequibles (aquí el oro es el metal rey, pero hay que pagarlo). Como ven, demasiados usos alternativos del cobre pueden ser igual (o incluso más) esenciales que la propia producción de energías verdes, y una explosión al alza de su precio podría dañar mucho tejido socioeconómico. Desde luego que, viendo como hemos visto todos estos datos, que evidencian cómo realmente hay fundamentales muy sólidos para esa explosión alcista y sostenida del cobre que parece avecinarse, deberíamos dejar de llamarlo simplemente burbuja, y pasar a hablar de tendencia de mercado muy real y… me temo que muy probablemente de fondo.

Así, es altamente probable que, de no evitarse este problema de forma anticipada, la formación de esa “no-burbuja” del cobre casi con total seguridad dispararía su precio por las nubes en los mercados de materias primas y de los derivados sobre ellas. Ello sería la inevitable consecuencia de la conjunción de una altísima demanda por un lado, y una producción que no le puede seguir el ritmo por otro, bien sea por capacidad extractivo-productiva, bien sea por existencias limitadas de reservas del metal a nivel mundial, o bien sea porque no se encuentren alternativas tecnológicas o industriales a su uso.

¿Quién dijo que hacer la Socioeconomía más de progreso sería tarea fácil?

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La Socioeconomía es un disruptivo concepto de futuro que ya fuimos los primeros en re-acuñarles desde aquí, pero nunca hemos afirmado que sea un enfoque ni mucho menos fácil. De hecho, añadir las variables socio-políticas a la ya de por sí extremadamente compleja economía sólo podía traer un sistema todavía más complejo de lo que ya teníamos entre manos. Pero eso no quita que el concepto sea efectivamente de futuro, y que resulte ineludible adoptar el nuevo enfoque para fomentar el progreso real y sostenido en los plazos más largos de nuestras socioeconomías. El tema de hoy es otro de esos temas en los que la imperiosa necesidad de afrontar la lucha contra el cambio climático puede traer otros efectos adversos, que dado lo masivo de la “descarbonización” de la economía, pueden ser igualmente de alto impacto socioeconómico. Los lectores más habituales ya saben que desde aquí siempre hemos abogado por lo ineludible de abordar la lucha contra el cambio climático, pero igualmente saben que no hemos dejado de analizar que esa lucha también entraña sus grandes riesgos. Lo hicimos ya cuando les hablamos de la amenaza del temible pinchazo de la burbuja de carbono, y lo hemos vuelto a hacer hoy con el tema de la potencial escasez de cobre traída por el auge de las tecnologías verdes.

Pero ello no quiere decir que entonces debamos limitarnos a renegar tozudamente de la lucha contra el cambio climático, puesto que ése es casi con total seguridad un callejón sin salida buena para la humanidad y la socioeconomía tal y como las conocemos. Hacerlo hay que hacerlo, y como bien decían en un interesante hilo mantenido entre dos de los más estimados lectores y tuit-colegas de un servidor: “Lo que haya que hacer se hace y punto”. Y esto lo afirmaban renegando tanto del negacionismo más cortoplacista, como del tremendismo más agorero del “mañana se acaba el mundo y vamos a morir todos”. Realmente, un servidor se considera muy muy afortunado de tenerles a ustedes en su ecosistema personal de relaciones blogosféricas y tuiteras, y no precisamente porque estemos siempre 100% de acuerdo, sino precisamente por todo lo contrario. Me congratula estar rodeado de personas pensantes por sí mismas que me enriquezcan a mí y al resto de la comunidad y, sobre todo, que sean capaces de aportarme nuevas visiones o de sacarme de un error que pueda estar cometiendo y que no sea capaz de ver por mí mismo.

Son ustedes lo mejor de internet y de las redes sociales, mal que les pese a los estrategas de la siempre tóxica y hostil propaganda y de la guerra ciber-social. Si se dan cuenta, la propaganda aspira a dirigirles a ustedes apelando a su lado más visceral, y poniéndose siempre un manipulador escalón por encima de ustedes. La gran diferencia de la propaganda con estas líneas y con los contribuyentes más destacados de esta comunidad es que nosotros consideramos que estamos entre ustedes, y sólo somos uno más excepto para abrir el debate y ser el ponente inicial. Aquí, mientras los datos sean objetivos, los argumentos sólidos, y quede claro el espítiru constructivo y no la ramplona manipulación, toda contribución es más que bienvenida: es totalmente necesaria. Y es que la propaganda, los sesgos dirigidos, y el debate más pasional y menos racional, también hace censurable acto de presencia en el tema del cambio climático y de las energías verdes con las que guarda relación la noticia de hoy.

El cambio climático: ese tema en el que tanto el extremo del neg(r)acionismo como el del verdacionismo confluyen para cromatizar en el simple amarillismo más pasional (y aurífero para algunos)

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Por ello, les rogamos sigan ahí, combatiendo desde la trinchera las cadenas de whatsapp con menos fundamento que las instrucciones de los cereales de desayunar, o los videos de youtube de cualquier desconocido que se disfraza de fuente alternativa, y que no pasa de diseminar las ideas más rocambolescas que uno ni se puede imaginar. En el tema del cambio climático redoblen sus esfuerzos, porque aquí hay muchos intereses ocultos y muchos intereses creados, motivo por el cual la propaganda más cruda se está cebando especialmente con él. Y lamentablemente propaganda ya la hay (y mucha) obviamente entre los negacionistas, cuya posición obviamente beneficia a los petro-negocios ya establecidos, pero también existe igualmente ya entre los luchadores contra el cambio climático, entre los cuales hay incluso lucrativos modelos de negocio personales que, por un módico viaje transatlántico en catamarán, sacan onerosos réditos de múltiples formas.

Ya les analizamos hace unos años cómo la propaganda económica en nuestro mundo sólo iba a ir a más, y lo hace sabedora de que la economía tiene buena prensa por ser uno de los grandes pilares que sustentan el innegable progreso de las sociedades desarrolladas de las últimas décadas. Por ello, para la propaganda la economía es un pilar a derribar, y como siempre hacen las unidades pseudo-militares que ejecutan los ataques propagandísticos, lo hacen azuzando ambos extremos, polarizando, catalizando el enfrentamiento irreconciliable, y sobre todo contaminando el debate para desorientar a los ciudadanos más constructivos. Así tratan de conseguir que incluso éstos “tiren la toalla”, y renieguen de participar en un debate que en el fondo es tremendamente constructivo para todos. El triunfo de la propaganda es el fracaso del progreso socioeconómico. No caigan en las redes de unos, ni tampoco caigan en las de los otros, y para ello sólo contamos con nuestros propios espíritus críticos, que son lo mejor que la democracia nos ha dado. En otras superpotencias el poder machaca estos espíritus críticos despiadadamente, porque son sabedores de que las mentes independientes pensantes son el mayor peligro para que el rebaño no vaya al acantilado que les conviene a los pastores más oportunistas. Porque no se crean, la propaganda es un gran negocio, pero no sólo por el retorno monetario que obtiene de sus clicks (eso es lo de menos), sino principalmente por los objetivos geoestratégicos que consigue inculcar en nuestras mentes, y en la dirección que pretenden imprimir a nuestras Socioeconomías.

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Así que esforcémonos todos porque esa dirección sea la que más interese al progreso real del bienestar de los ciudadanos, y no la que se amolde mejor a los intereses ocultos. En este sentido, por mucho que sean ciertos los temas complejos e imprevisibles hace unos años como el de la escasez de cobre para afrontar la nueva ola verde, a pesar de que la propaganda se cebará con ellos para tirarlo todo por tierra como siempre ha perseguido, debemos reforzarnos en que ninguna transición socioeconómica, y menos un cambio de modelo energético, ha sido jamás una tarea fácil. Debemos asumir que nos vamos a enfrentar a incontables retos (literalmente uno tras otro), pero si la meta está clara y no hay otra opción, pues habrá que ir superándolos uno a uno, y no tirarse a las ruedas del tren del esperpento climático y de la propaganda, que busca que sigamos instalados en la inercia de la inacción más suicida y más acorde a sus ocultos intereses. Maldito dinero, resulta que no sólo rige el mundo, sino que también rige el nuevo mundo que algunos nos quieren vender como el ideal “de la muerte”, pero de muerte socioeconómica de verdad. El potencial problema de la escasez del cobre más verde está ahí, y debemos empezar a trabajar ya para (al menos) tratar de resolverlo anticipadamente, porque la mejor solución para los problemas más graves es que éstos no lleguen a ocurrir, pero... ¿Habrá solución posible para el tema del cobre? ¡Larga vida a la ciencia, porque una vez más la solución de futuro pasa por ella!

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