¿Por qué no ahorramos aunque queramos? Siete sesgos que sabotean tu hucha

¿Por qué no ahorramos aunque queramos? Siete sesgos que sabotean tu hucha
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Seguro que más de una vez te has prometido a ti mismo que este mes sí vas a ahorrar. Pero llega el día 25… y tu cuenta está tiritando y todavía no ha llegado el recibo de la tarjeta de crédito. ¿Te suena? Tranquilo, no estás solo. No es (solo) que ganes poco o gastes mucho: tu cerebro tiene algunos “bugs” que sabotean tus buenas intenciones.


Estos fallos los tenemos todos, y no te preocupes, porque aunque son más "features" que "bugs", todos los podemos hackear fácilmente nuestro cerebro para trucarlo. Nuestro cerebro está diseñado para ahorrar energía y tiempo, pero podemos hacer que sea más fácil tomar el camino correcto que seguir por dónde íbamos, simplemente tenemos que ponérselo más difícil.



1. Sesgo del presente: el ahora siempre gana

Nuestro cerebro está programado para elegir recompensas inmediatas. Esa cerveza con amigos o ese capricho de Shein te dan placer ya. En cambio, ahorrar para algo a seis meses vista o incluso a 25 años para la jubilación no genera la misma dopamina. Resultado: elegimos el “ahora” aunque sepamos que nos perjudica mañana.


¿Cómo combatirlo? Automatiza el ahorro. Si el dinero se va a otra cuenta en cuanto cobras, ni lo ves, ni lo gastas. Automatiza la inversión, prácticamente cualquier sistema te permite que tu contribución a tu plan de pensiones o a tu fondo de inversión sea una domiciliación más.

2. Aversión a la pérdida: mejor no tener que perder nada

Perder 50€ duele más que el placer que da ganarlos. Por eso, cuando sentimos que ahorrar implica “renunciar” a cosas, nos resistimos. Ahorrar se siente como perder calidad de vida, y eso nos frena. Más todavía si hablamos de invertir ese dinero en algo que puede subir o bajar de un día para otro como es la bolsa.

Truco mental: En lugar de pensar en lo que “pierdes” por ahorrar, piensa en lo que estás ganando: tranquilidad, libertad, menos estrés.

3. Sesgo de proyección: “El mes que viene me organizo mejor”

Creemos que el futuro yo será más disciplinado, más responsable y hasta más rico. De hecho es posible que le estemos guardando una camiseta de marca que no nos atrevemos a usar, porque nos consideramos peores que ese yo del futuro. Spoiler: no lo será, si no cambias nada hoy. Este sesgo nos hace procrastinar el ahorro, confiando en un mañana que no llega.

Solución: No confíes en tu “yo del futuro”. Crea sistemas que te obliguen hoy, porque mañana no va a ser más fácil.

4. Contabilidad mental: no todo el dinero es igual (aunque lo sea)

Seguro te suena esto: gastas sin culpa una devolución de impuestos o una paga extra porque es “dinero que no contabas”. Nuestro cerebro etiqueta el dinero según su origen, aunque un euro es un euro. Una vez está en nuestra cuenta no se distingue de los demás.

Consejo: Trata todos los ingresos igual. Una parte siempre debe ir directa al ahorro, sin importar de dónde venga. De hecho este dinero extra debería de ir más al ahorro y a la inversión que a caprichos.

5. Sesgo del optimismo: “Algo saldrá”

Creemos que no nos va a pasar nada malo: que no se romperá la nevera, que no nos despedirán, que siempre habrá ingresos. Esta confianza ciega nos hace subestimar la importancia de tener un colchón.

¿Antídoto? Piensa en el ahorro como un seguro. Lo tienes para no usarlo.

6. Sesgo de statu quo: “Así he vivido siempre”

Cambiar hábitos cuesta. Si llevas años viviendo al día, ahorrar se siente raro, incómodo. Tu cerebro prefiere seguir como está, aunque sepas que no es lo mejor. Si además tus padres han vivido así toda su vida y es lo que has aprendido en casa, ni te cuento.

Propuesta: Empieza en pequeño. Ahorrar diez euros a la semana parece poco, pero rompe la inercia. El resto es irlo optimizando.

7. Anclaje emocional: “Me lo merezco”

Has tenido una semana horrible. O muy buena noticia. En ambos casos, tu mente encuentra razones para “premiarse” con un gasto. Y ahí se va el ahorro. Funciona un poco como el efecto ancla de los precios.  Creemos que si algo vale habitualmente 100 y lo compramos por 50 estamos ahorrando 50, pero lo cierto es que estamos gastando 50.

Clave: Merecerte cosas no está mal, pero pon un límite. ¿De verdad necesitas darte premios caros todas las semanas? Si todos los días son especiales, ninguno lo es.

8. Sesgo extra: “hablas español”

Seguramente si estás leyendo esto el castellano es tu lengua materna (o quizás una derivada del latín, como el gallego o el catalán), pero lo cierto es que un estudio del economista del comportamiento Keith Chen ya vio que aquellos idiomas que distinguían el futuro del presente mediante tiempos verbales como el inglés o el castellano frente a aquellos que no lo hacían tanto como el alemán o el chino hacían que no sintiéramos tanto la vinculación entre el presente y el futuro, haciendo que tengamos peor tasa de ahorro y tomemos peores decisiones para nuestro futuro.

Clave: esforzarte en entender la conexión entre tu yo presente y tu yo futuro. Los hábitos y acciones de hoy definirán como eres y cómo vives mañana. Es difícil, pero seguramente más fácil que aprender japonés.

Conclusión: tu peor enemigo… está entre tus orejas

Ahorrar no es solo cuestión de ingresos, sino de entender cómo funciona tu mente. La buena noticia es que, una vez que identificas estos sesgos, puedes hackearlos. Porque sí: tú también puedes ahorrar. Solo necesitas un poco menos de autoengaño… y un poco más de estrategia.

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