Alemania abandona a los frugales en la reconstrucción post-coronavirus: ahora sabemos el porqué

Alemania abandona a los frugales en la reconstrucción post-coronavirus: ahora sabemos el porqué
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Los frugales por el norte y los derrochadores por el sur, suponen dos versiones europeas contrapuestas de lo que debería ser la gestión socioeconómica, y que cohabitan dentro de una misma superpotencia. Y el delicado equilibrio de poderes se impone de uno u otro lado según se incline la balanza en cada ocasión.

Aunque en aquellas negociaciones europeas del macro-plan de rescate pandémico algunos vendieron una imagen triunfalista que no se correspondía para nada con la realidad que se impuso, lo cierto es que en esta ocasión los frugales se salieron con la suya en prácticamente todos los frentes abiertos. Y menos mal, porque al menos eso garantiza cierta racionalidad en un gasto que, si no, prometía con ser demasiado arbitrario y discrecional.

Pero entre bastidores siempre hay susurros y secretos bien guardados, y lo realmente sorprendente en esta ocasión es cómo la tradicionalmente frugal Alemania basculó hacia el derrochador eje del sur, alineándose con esos países europeos sureños que tanto distan de sus propios principios de rigor en las cuentas públicas. Y ante tan grande incógnita, ahora sabemos el porqué del repentino y sorprendente giro teutón. Y no, ni las cosas son muchas veces lo que parecen, ni son lo que deberían ser.

Cuando a la cautela se le llama frugalidad, obviando que la imprevisible realidad siempre debería llevar (en parte) a la cautela…

En La Reconstruccion Tras El Coronavirus Alemania Se Ha Posicionado Con Los Paises Del Sur Y Ahora Sabemos El Porque 1

Hay que empezar haciendo justicia a la prudencia en la gestión socioeconómica, y hacer honor a la cautela con la que siempre hay que aproximarse a la economía, y en especial a esas cuentas públicas que algunos piensan que se basan en un dinero publico que no es de nadie, cuando en realidad es de todos más que ningún otro, y cuyo déficit y deuda pagamos todos durante muchos muchos muchos años. Para todo político que busque el bien común y que se aleje del cortoplacismo extremo imperante debería ser una máxima el guardar hoy algo de dinero por si nos hace falta mañana para algún imprevisto o causa de fuerza mayor que pueda sobrevenir.

Así, a esos países del norte de Europa con una gestión del dinero público mucho más cautelosa que en otras longitudes, se les ha colgado la injustamente la etiqueta de “frugales”, cuando se debería hablar de ellos en términos de prudencia y cautela, algo que siempre ha de ser bienvenido en una economía que no sólo ha de cargar con la pesada losa del pasado y gestionar el complejo presente, sino que además ha de ser capaz de prever el futuro para empezar a encarrilarlo desde la capacidad de acción del hoy. La incertidumbre y la inseguridad son las peores enemigas de la economía, pero sin embargo una correcta gestión de las mismas puede llevar a cosechar grandes éxitos socioeconómicos por previsores, donde otros se dan de bruces con la realidad que no quisieron o no fueron capaces de anticipar.

Alemania tradicionalmente no sólo ha venido perteneciendo al club de los frugales, sino que además es uno de los países europeos que más inclementemente ha ejercido de azote del derroche y de la falta de rigor presupuestario. Y desde luego mal no le ha ido ante la debacle económica del Coronavirus, para cuya gestión contó con un valioso colchón producto de los esfuerzos del país en los últimos años por lograr un déficit cero (conocido en Alemania como política de “Schwarze null”) en las cuentas públicas, y que ahora le ha permitido disponer de una vital capacidad de endeudamiento extra para afrontar una crisis imprevisible y colosal como la de la pandemia. Y por cierto, todo sea dicho, como notable actitud, Alemania lleva el carácter de excepcionalidad de la crisis del Coronavirus hasta sus últimas consecuencias, y así en el país teutón ya están pensando en volver a la senda del déficit cero una vez que esa excepción haya pasado definitivamente. Así, Alemania ha sufrido una contracción económica que se queda en tan sólo apenas la mitad del escandaloso despeñe del -18,5% intertrimestral español, suponiendo este último dato de España nada más y nada menos que un “noqueante” -55,8% anualizado. Así fue tal y como le rebatía recientemente con toda la razón Juan Ramón Rallo a un Alberto Garzón al que claramente se le entremezclan los términos y los plazos econométricos.

El súbito y aparentemente inexplicable giro alemán hacia un rigor presupuestario más del estilo del “Viva la Pepa”

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Aunque éste punto del guardar hoy algo de dinero por lo que pueda venir mañana era algo que ya reclamábamos urgentemente desde estas líneas, cuando pedíamos responsabilidad a nuestros gobernantes para reducir la abultada deuda pública española mientras los vientos del BCE soplaban a favor, lo cierto es que ésa no es la única justificación para el injustificable abismo existente entre las cifras de decrecimiento española y alemana. Resulta obvio que, además, una correcta y competente gestión de la pandemia permitió a los alemanes no tener que acabar recurriendo a un confinamiento más severo y más largo como ocurrió en España, lo cual contribuyó definitivamente a no extenuar a una economía que luchaba por no ahogarse, y que mientras que en otros países le lanzaban un bote salvavidas que habían comprado con los ahorros de los años precedentes, en España se dedicaban a atizarle con el remo de las subidas de impuestos en toda la cabeza y sumergiéndola todavía más bajo las aguas.

Menos mal que parece que se ha impuesto finalmente in-extremis un mínimo de cordura, y que el gobierno español ha decidido al menos aplazar las subidas de impuestos anunciadas para aplicarlas pero cuando ya haya pasado la crisis del COVID-19. Aunque supone tan sólo postergar un impacto económico que va a ser eminentemente negativo para el tejido económico, al menos han dejado de atizarles a las empresas con el remo cuando estaban luchando por sacar la cabeza del agua para conseguir respirar. Eso sí, la pregunta de oro ante este último anuncio no es otra sino… ¿Pero cuándo diantres podremos decir en España que hemos dejado atrás la crisis económica del Coronavirus? Porque la cosa va para muy muy muy largo, y puede que ni siquiera seamos capaces de discernir hasta dónde llegó el Coronavirus, y dónde empieza lo sistémico de la muy mejorable realidad socioeconómica española.

Pero mejores y peores gestiones aparte, frugales y derrochadores aparte, norte y sur aparte, lo cierto es que, en las recientes negociaciones europeas “a cara de perro” sobre el macro-paquete de ayudas contra la terrible crisis del Coronavirus, los países del sur contaron con un aliado altamente inesperado, y que si bien no logró imponer en esta ocasión su mayor transigencia con los sureños, lo cierto es que el giro ya supuso toda una sorpresa, además de un golpe de timón. Y no, en economía nadie te regala nada; ni tus socios ni tus amigos socioeconómicos te dan ninguna sorpresa ni tan siquiera de cumpleaños, por lo que la cuestión realmente intrigante es porqué Alemania cambió de bando súbitamente en esta ocasión, dejando solos y sensiblemente con menos poder de imponerse a sus tradicionales amigos frugales, y haciendo en su momento que las probabilidades que tuvieron entonces los países del sur para imponer sus tesis fuesen sensiblemente mayores.

¿Y por qué esta vez Alemania dejó desamparados a sus amigos frugales y se unió a la fiesta de gasto sur-europea?

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En medio de esas tensiones norte-sur que la propaganda se encarga de exacerbar al extremo para romper Europa, la lógica de la posición alemana ha sido que una cosa es la política pública del “Déficit cero” que tan diligentemente aplicaron las administraciones, y otra cosa muy distinta es el panorama de su deuda empresarial. Así, la realidad de la empresa alemana es que se ha enfrentado a la crisis del Coronavirus con 10 puntos más de endeudamiento sobre recursos propios que la empresa española, o 108% versus 98%. Un endeudamiento del 108% sobre recursos propios indica que las empresas alemanas deben un 8% más de lo que poseen en activos junto con lo que tienen en caja, pasando la peligrosa línea roja que marca a partir de dónde se debe más de lo que se tiene, y por tanto ya no se podría pagar con total garantía en caso de necesidad: un punto al que las empresas españolas sí que llegarían a poder pagar íntegramente.

Así pues, Alemania tenía un problema de endeudamiento empresarial que podía explotarle con la crisis del Coronavirus, y por ello habría podido haber decidido posicionarse esta vez en el club de la laxitud con el endeudamiento, a fin de lograr condiciones más fáciles de digerir por su tejido empresarial ante la complicada coyuntura pandémica que se nos ha venido encima a todos. La realidad es que, en este sentido, la posición de endeudamiento alemana le sitúa a años luz de aquella de los países frugales, llegando al extremo de que tres de las diez empresas más endeudadas del planeta son empresas alemanas (automovilísticas, para más referencias).

Y es que parece que la empresa española ha hecho (al menos en parte) sus deberes de desapalancamiento tras la funesta crisis inmobiliaria. Como pueden leer en el enlace anterior, en el último lustro el endeudamiento de las empresas españolas se ha reducido en línea con aquellas de los países frugales, en extremo que sin embargo no ha ocurrido con las empresas alemanas. Y la paradoja aquí en términos de deuda es mayúscula, con unas administraciones públicas alemanas que hicieron lo que sus empresas no hicieron tan bien, mientras que nos encontramos con unas empresas españolas que sí que hicieron lo que sin embargo sus administraciones públicas dejaron flagrantemente de hacer. Desde luego, las idiosincrasias nacionales muchas veces no son lo que parecen a primera vista, y menos cuando se culpa a justos por pecadores.

Pues si hay algo seguro es que, en este mundo de intereses y juego de poderes, todas las posiciones nacionales tienen un porqué; otra cosa es que se llegue a saber. En este caso, la posición alemana en las negociaciones del macro-paquete de ayuda para la crisis del Coronavirus era ciertamente intrigante, hasta que supimos el porqué. Una vez más este asunto tenía toda la lógica socioeconómica del mundo, y especialmente en un mundo en el que ya les decía que nadie regala nada: nosotros tampoco, que por ejemplo ya eché en falta ver a ciertos sectores comprando con sus ahorros letras del tesoro griegas a espuertas cuando la terrible crisis azotó aquel país: se limitaron a criticar a la temida Troika, que al final fue la que enviaban los únicos que ponían el dinero sobre la mesa; eso sí, a cambio de unas condiciones draconianas para unas cuentas griegas ciertamente desbocadas.

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Y es que hasta el solidario más solidario se lo piensa dos veces antes de meter su propio dinero en un saco sin fondo, pero sin embargo muchos no tienen reparo en exigir que se haga lo mismo con el dinero de todos o con el de los demás. La solidaridad que en la práctica a ti no te cuesta nada (o que incluso te puede llegar a favorecer), no es verdadera solidaridad, sino tan sólo acomodarse en la exigencia de que otros sean solidarios por ti. La solidaridad no se predica (y menos se exige), sino que se practica. Y en esta ocasión ha resultado que los alemanes tampoco estaban siendo totalmente solidarios, sino que en realidad lo que les pasaba era que la laxitud y la solidaridad de los nor-europeos les iba a favorecer a ellos. ¡Qué mundo éste que nos ha tocado vivir! Por el interés te quiero Andrés: resulta que algún tipo “menor” de solidaridad es mucho más fácil cuando se comparte o se ha compartido una misma situación. Y ya resulta muy censurable encontrar personas (y países) que disfrazan su interés de una solidaridad que, en realidad, no les importa ni mucho menos tanto como aparentan. Por eso, dejando a un lado solidaridades de escaparate con más "falsetes" que una canción de los Bee Gees, un servidor aprecia doblemente a las personas verdaderamente solidarias: lo primero por su espíritu bondadoso, y lo segundo por su coherencia personal. Ni lo uno ni lo otro abundan hoy en día a nuestro alrededor, y así nos va.

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