El Brexit es un mal sueño del que los británicos no logran despertar, y cada mañana vuelven a encontrarse en los titulares de los diarios del país que el divorcio de Europa es real, sigue adelante, y que tiene unas perspectivas cada vez peores para la economía de las islas británicas.
Cada vez suenan más altas las voces que se alzan en Reino Unido reclamando al ejecutivo dirigido por Theresa May un golpe de timón que reencamine el curso de las negociaciones, y que opte por poner de nuevo sobre la mesa aquel Hard Brexit, que se prevé catastrófico muy especialmente para ellos. La opción del “Brexit sin acuerdo” cada vez coge más fuerza, tanta como devastadoras serían sus consecuencias.
Cada vez más políticos británicos ven “LA” salida en el funesto Brexit sin acuerdo
Diversos medios de la prensa británica se vienen haciendo eco en las últimas semanas de esas voces que se alzan reclamando a la premier británica más dureza en las negociaciones, y poniendo sobre la mesa como recurso negociador el Brexit sin acuerdo en caso de que Europa no atienda sus exigencias. Algunas de estas voces provienen incluso de miembros destacados de la política y la sociedad británicas, y, en todo caso, son voces con influencia.
Una de esas voces que se alzan es la de Jacob Rees-Mogg, el representante del European Research Group, que aglutina al 60% de los diputados conservadores pro-Brexit. Por si eso fuera poco, además este político sale en todas las quinielas como sucesor de May y futuro líder de los conservadores británicos. Es por tanto, no sé si una voz reputada sobre el tema del Brexit, pero sí al menos es una voz con una enorme influencia mediática y política en los círculos en los que se cuecen las tesis más separatistas.
Fue hace unos días cuando Rees-Mogg hizo aparición en una entrevista de la BBC, y llamó insistentemente a la adopción de una postura más intransigente en torno al Brexit. Argumentaba que Reino Unido está en una posición negociadora mucho más fuerte de lo que la gente cree, pero que lamentablemente en la actualidad, en todas las concesiones que se hacen en las negociaciones, son siempre los británicos los que acaban dando su brazo a torcer.
Realmente, este giro hacia el radicalismo “a la Brexit” entra totalmente dentro del guión que cabía esperar por el desarrollo de los acontecimientos. Desde hace muchos meses (y algún año) ya les venimos analizando desde estas líneas que las negociaciones del Brexit eran para Reino Unido la crónica de una derrota anunciada. Que no se sorprendan ahora porque sean ellos los que siempre dan su brazo a torcer, porque lo que se tendrían que plantear es qué ocurre cuando una persona intenta doblar una viga de hormigón armado provista únicamente de sus dos brazos, y si se le va a torcer un brazo (o los dos) antes de que se tuerza la viga.
Reino Unido sigue sin tomar conciencia de su posición relativa dentro de Europa, y mucho menos aún del que será su peso específico e influencia en el mundo una vez que esté fuera de Europa. Si les está dando una rabieta infantiloide por el discurrir de las negociaciones del Brexit ante el gigante europeo, que se preparen para cuando tengan que coger la maleta y empezar a recorrer el mundo negociando con casi todos los países del globo. Ante los ojos de cualquier negociador, las cifras y el interés en la economía británica quedarán siempre a la sombra de la importancia de cualquier superpotencia.
¿El porqué de que el Hard Brexit esté ganando adeptos?
Los británicos apenas han tenido casi ninguna baza que jugar en su mano en esta partida. De hecho, desde el mismo comienzo de las negociaciones han venido cosechando derrota tras derrota. Por ello, no es de extrañar que, habiendo tocado hueso en ese orgullo nacional de un país en el que muchos todavía hablan del Imperio Británico, haya cada vez más voces que, sintiéndose heridos en su sentimiento más patrio, opten pasionalmente por defender un hard Brexit que sería todavía peor (sobre todo para ellos)
Es la salida psicológica, social y política que muchos han encontrado para esa impotencia que sienten al verse doblegados. Y ese sentimiento viene ahora tras el duro choque con la realidad, ante el mal curso de las negociaciones. Como siempre abordamos aquí en nuestros análisis pasados, estas negociaciones estaban prácticamente perdidas para Gran Bretaña desde el minuto cero, y en ellas se iban a ver derrotados y abocados al fracaso en casi todo.
La baza concreta que plantea esta línea dura de la política y la sociedad británicas es amenazar con la factura que tienen que pendiente pagar a la UE por las obligaciones contraídas anteriormente. Esta factura ya fue acordada en la primera ronda de las negociaciones del divorcio, y asciende a la cantidad de 40.000 millones de euros: una cifra muy cercana a las demandas que los europeos siempre han manifestado al respecto.
Lo realmente grave del precedente que sienta esta “ocurrente” baza que se sacan de la manga
Pero lo que se plantea es mucho más grave de lo que puede parecer a simple vista. Para empezar porque todos estos millones son simplemente la deuda inherente a las obligaciones de los tratados y demás que los británicos suscribieron en el pasado con determinado periodo de vigencia, y que en la UE se han abordado y dimensionado contando con (y para dar servicio a) también a las islas británicas. No es ningún castigo ni venganza de la UE: simplemente es que paguen los importes que sus propios acuerdos suponen, y que ahora nos chantajean con dejar la cuenta sin pagar y que nos hagamos cargo de sus facturas el resto de los europeos.
Pero hay una segunda lectura de esta “gran” y visionaria baza de algunos británicos. Este planteamiento trasgrede frontalmente los acuerdos que ya se alcanzaron hace unos meses en la primera ronda de las negociaciones del Brexit. Acabamos apenas de empezar a negociar el meollo del Brexit y ya empiezan a desdecirse y a no respetar los acuerdos ya alcanzados en rondas anteriores. Sinceramente, no es que uno abogue por el Brexit duro (más bien todo lo contrario), pero parece que va a ser la única (no)salida a la que va a ser posible llegar con este panorama tan poco alentador.
Las implicaciones de todo ello van mucho más allá de la simple y evidente pérdida de imagen de Reino Unido, y la consiguiente inseguridad jurídica a la que se verían sometidos sus principales socios comerciales (que no olviden que son el resto de los europeos). Como hemos repetido por activa y por pasiva, el gran riesgo es que es práctica y materialmente imposible que creen un marco jurídico y un tejido institucional que cubra sus necesidades antes de la fecha límite de Marzo de 2019 (fecha límite que aplicaría en caso de un Hard Brexit al no haber período de transición): en los seis últimos meses transcurridos desde el cierre de la primera ronda de negociaciones no han avanzado nada en este sentido.
Ello va a implicar una auténtica avalancha de disputas de deberán resolverse en los tribunales internacionales de la OMS (Organización Mundial del Comercio), y que los colapsarán casi inevitablemente con las consecuencias imprevisibles y potenciales de poder llegar a paralizar el comercio internacional. Y eso por si no teníamos suficiente con la potencial avalancha que ya les puede traer también a estos tribunales la guerra comercial abierta de Trump.
La actitud británica recuerda a las pataletas de los niños que quieren conseguir algo como sea, pero que se quedan sin recursos con los que argumentar (o incluso chantajear) a los padres. Realmente, la actitud británica en esencia es amenazar con un Brexit duro que les perjudicaría mayormente a ellos precisamente. El paralelismo inevitable que evoca esta “supuesta” negociación, al menos en los términos en los que se empieza a plantear, es que recuerda demasiado a ese niño rebelde que amenaza a sus padres con el clásico “pues dejo de respirar”. Respirar acabarán respirando en algún momento y en algún grado, pero después de haberse puesto amoratados y de casi haberse ahogado.
No obstante, debemos insistirles en una de las tesis tradicionales de estas líneas sobre el Brexit, y se trata de lo siguiente:
"Las autoridades europeas deberían tener en cuenta que, aunque vayan a "chutar" balones ante una triste portería sin portero posible, el daño que pueden infligir a la economía británica puede acabar siendo excesivo. En ese escenario, o bien forzarían al gabinete de May a retractarse incluso en lo ya pactado, o bien podrían incluso sumir a UK en una profunda crisis económica, en la cual el mismo populismo que trajo el Brexit pueda ir en peligroso auge. No olviden lo que pasó en la malograda República de Weimar con la ruina económica alemana tras los draconianos acuerdos del fin de la primera guerra mundial (ya saben qué vino después)..."
Y tengan en cuenta que, en concreto, lo de "forzarían al gabinete de May a retractarse incluso en lo ya pactado" ya ha quedado patente que ha empezado a ocurrir según les contaba antes.
Todo apunta a que estas negociaciones van a ser tan inmanejables y arriesgadas como conducir a toda velocidad un coche británico con el volante a la derecha por las calles de Bruselas, donde recuerden que se circula por la derecha del conductor. Como bien saben los que han conducido en esas condiciones, el principal problema es que no se ve bien a la hora de incorporarse o adelantar, y precisamente de no tener visión de lo que se les viene encima es de lo que siguen haciendo alarde los británicos desde el referéndum del Brexit, y cada vez lo hacen con una fe más ciega (y con menos probabilidades de éxito).
En realidad, lo más o menos dramático del siempre negativo desenlace, de ellos mismos (y sólo de ellos) depende. Decidieron equivocarse tan democráticamente con el Brexit, que ahora la única salida que muchos en la isla empiezan a ver es acabar de suicidarse económicamente. Ese suicidio “a la inglesa” no creo que sea tan democrático, al menos no sabiendo ahora la mayoría lo que el Brexit va a suponer en realidad.
Ya queda lejos aquel dorado de idílicas y hasta mágicas bondades de todo tipo que iba a traer el Brexit, que tan populistamente les vendieron cuan “Bálsamo del Tigre”. Del tigre se trata, sí, pero de uno que viene de verdad y que muerde (y fuerte). Porque hay suicidios, y suicidios dolorosos, y parece que algunos británicos están decididos a cometer uno (muy) doloroso.
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