Pan de ángeles

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"Hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio comida del cielo. Pan de ángeles comió el hombre." Salmos 78:24-25

Uno de los temas que más titulares y discusiones ha suscitado durante estos últimos meses ha sido el llamado Fondo de Recuperación Europeo, Next Generation EU en su denominación oficial, el instrumento de recuperación temporal aprobado por el Consejo Europeo de julio de 2020 junto con el nuevo Marco Financiero Plurianual de la UE 2021-2027 y que movilizará nada menos que 750.000 millones de euros en los próximos años.

La llegada de esta especie de maná caído del estrellado cielo europeo, que beneficiará especialmente a los países más afectados por la pandemia del #COVID-19, con Italia y España en cabeza, ha generado un exceso de expectativas mediáticas, alentadas por la propaganda oficial, que puede hacernos perder una visión más serena sobre la verdadera relevancia de la iniciativa y sus límites objetivos, en especial su lento despliegue temporal y la condicionalidad que le acompaña.

La puesta en marcha del fondo tampoco debería hacernos olvidar que, pese a la envergadura de la ayuda (unos 140.000 millones para España entre subvenciones y préstamos), la responsabilidad de la salida de esta crisis recae mayoritariamente en nosotros, en nuestra capacidad de adaptación y respuesta a la pandemia, y en las reformas que estemos dispuestos a implantar para solventar las debilidades estructurales de nuestra economía. Nos espera, en palabras de los Beatles, un largo y sinuoso camino.

Los pilares del fondo de recuperación

Next Generation Eu

El Next Generation EU consta de tres pilares, que a su vez se componen de instrumentos específicos, cuyos importes se reflejan en el gráfico anterior:

  • El primer pilar, y más importante, está destinado a apoyar a los Estados Miembros en su recuperación. Este pilar contiene el principal instrumento del fondo: el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, el cual, según el acuerdo alcanzado el pasado 10 de noviembre entre el Parlamento y el Consejo Europeos, con apoyo de la Comisión, movilizará 672,5 miles de millones de euros, repartidos entre subvenciones (312,5) y préstamos (360,6). Este primer pilar también intregra los mecanismos REACT-EU (dedicado a reforzar las políticas de cohesión), Desarrollo Rural y el Fondo de Transición Justa (en persecución de una economía climáticamente neutra).
  • El segundo pilar destina recursos adicionales a instrumentos destinados a impulsar la inversión privada y apoyar a las empresas en dificultades. En este caso, el programa InvestEU integrará los instrumentos financieros de la UE disponibles actualmente para apoyar la inversión en la Unión.
  • El tercer pilar pretende reforzar los programas clave de la UE para extraer las enseñanazas de la crisis, hacer un mercado único más fuerte y resiliente, y acelerar la transición ecológica y digital. Dos programas reciben fondos extra en este caso. En primer lugar, el mecanismo rescEU, que constituye una reserva a nivel europeo de capacidades de protección civil, destinada a luchar contra las catástrofes naturales. Por otro lado, Horizonte Europa es el Programa Marco de Investigación e Innovación de la UE (2021-2027).

En total, como hemos apuntado, 750.000 millones de euros canalizados hacia los Estados Miembros en forma de subvenciones y préstamos, habiéndose autorizado por primera vez a la Comisión Europea a financiar este gasto con emisión de deuda de la UE en los mercados de capitales, lo que constituye otro hito histórico. Deuda que, por supuesto, no saldrá gratis y que deberemos amortizar los ciudadanos europeos durante las próximas décadas.

El Mecanismo de Recuperación y Resiliencia

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La joya de la corona del Next Generation EU es el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, en el que nuestro país tiene puestas muchas de sus esperanzas de impulso a la recuperación. No obstante, los importantes fondos que canalizará el mecanismo, tanto en su parte de subvenciones como de préstamos, vienen acompañados de un exigente procedimiento de solicitud y de una inescabaple condicionalidad.

Los Estados miembros deben preparar planes de recuperación y resiliencia con urgencia, que incluyan un paquete coherente de reformas y proyectos de inversión pública. Para beneficiarse del apoyo del Mecanismo, estas reformas e inversiones deben implementarse con horizonte temporal de 2026.

Los planes deben abordar con eficacia los desafíos identificados en el Semestre Europeo, en particular las recomendaciones específicas por país adoptadas por el Consejo. Los planes también deben incluir medidas relativas a las transiciones verde y digital. Ahí es nada.

Cada plan debe contribuir a las cuatro dimensiones descritas en la Estrategia Anual de Crecimiento Sostenible 2021, que incició el ciclo del Semestre Europeo de este año:

  • Sostenibilidad del medio ambiente
  • Productividad
  • Justicia
  • Estabilidad macroeconómica

Se anima a los Estados Miembros a presentar sus programas nacionales de reforma y sus planes de recuperación y resiliencia en un único documento integrado, que ofrezca una visión general de las reformas e inversiones que cada Estado tiene previsto emprender en los próximos años, de acuerdo con los objetivos señalados.

El proceso a seguir, como se ha dicho, es exigente. La recepción de los fondos europeos dependerá del cumplimiento de los hitos marcados y las recomendaciones específicas. Existen mecanismos de congelación de los pagos si no se cumple con los objetivos previstos. Este fue uno de los aspectos que generó más controversia durante la negociación del mecanismo y sobre el que los países llamados "frugales" hicieron más presión. No debemos en ningún caso despreciarlo por improbable. Nos van a vigilar de cerca, ya sean los hombres de negro o nuestros propios vecinos.

Los planes tienen como fecha tope de presentación el 30 de abril de 2021. Los importes asignados a cada Estado Miembro se irán liberando durante los próximos años. Por tanto, aunque podemos esperar efectos significativos, estos no serán inmediatos.

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Algunas reflexiones a propósito de España

Más allá de la presentación oficial a bombo y platillo del Plan de Recuperación el pasado 7 de octubre, en el que se esbozaban sus líneas generales, poco más sabemos en cuanto al destino de los fondos y los criterios que van a regir para su reparto, los detalles de su gestión y su adecuada supervisión. Esto es, estando ya mediado el mes de noviembre, todavía desconocemos los detalles clave, precisamente aquellos donde se esconde el diablo y que finalmente determinarán la eficacia del resultado final. Siendo el montante de recursos a recibir muy importante, aún lo será más la forma de canalizarlos. Y en este punto, nuestros antecedentes no animan a un excesivo optimismo.

En primer lugar, cabe reseñar que, hasta el 30 de junio de 2020, de los 56.241 millones de euros en fondos estructurales y de inversión europeos puestos a disposición de España para el periodo de 2014 a 2020, sólo habíamos ejecutado el 34% (19.374 millones de euros), figurando a la cola de la Unión Europea en este apartado.

Fondos Europeos

Ello ha levantado dudas razonables sobre nuestra capacidad para preparar un buen plan, así como para absorber y gestionar con solvencia los fondos de recuperación. Movilizar en tan corto espacio de tiempo a las Administraciones Públicas españolas, armonizando necesidades, estableciendo prioridades, definiendo criterios objetivos y agilizando los órganos de tramitación y gestión, teniendo en cuenta nuestra enmarañada panoplia burocrática y política, con la pandemia rebrotando y unos prespuestos muy alejados del necesario consenso nacional, se antoja una tarea abrumadora. Máxime ante la necesidad imperiosa de atender la siempre pospuesta reforma de la administración, de modernizar la legislación presupuestaria y contractual, así como de avanzar decididamente en unidad de mercado, seguridad jurídica y digitalización. Y con urgencia. Casi nada.

Ante tal tesitura, no es de extrañar que el Gobierno haya invitado a las grandes consultoras (Deloitte, PwC, EY y KPMG, las llamadas Big Four) a participar en el proceso de formulación y canalización de propuestas del sector privado, dadas su capacidad de gestión y su "capilaridad sectorial", lo que arroja algunos interrogantes adicionales sobre el destino final de los fondos. La pregunta que debemos hacernos en este punto es: ¿alcanzarán dichos recursos a los sectores más necesitados o a los mejor organizados o con mejores contactos? ¿Seguiremos siendo herederos de nuestro lobbysmo castizo? El tiempo nos lo dirá, pero deberíamos mantener al respecto un sano escepticismo.

Responsabilidad

Más allá de la vigilancia de Bruselas y la condicionalidad de los fondos, la clave del éxito radicará en la responsabilidad de cada Estado Miembro para asumir la parte que le corresponde en la recuperación europea. En nuestro caso, ello incluye el convencimiento de que las reformas estructurales que requiere España resultan imprescindibles sin necesidad de que nadie nos tenga que decir que lo son y de reprendernos por no llevarlas a cabo. Sin aplicar esas reformas corremos el riesgo de acabar gestionando un gigantesco Plan E a nivel europeo; un alivio temporal pero no sostenible en el tiempo.

El maná europeo esta apunto de llegar como pan de ángeles para alimentarnos en medio de la penuria, pero no debemos olvidar que no nos durará ni nos servirá si no somos capaces de generar nuestra propia y virtuosa prosperidad. La propias escrituras (Josué 5:12) nos advierten al respecto:

"Y el maná cesó el día después que habían comido del producto de la tierra, y los hijos de Israel no tuvieron más maná, sino que comieron del producto de la tierra de Canaán durante aquel año".

Que así sea.

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