Me voy a permitir definir el “efecto Hoskins” como la transformación psicológica que sufre un individuo cuando asume la realidad inmobiliaria, el valor real de sus bienes y entra en quiebra técnica personal. Este efecto tiene su base en Terry Hoskins, americano que ha derribado su casa al notificarsele la orden de ejecución hipotecaria.
Este hombre, al igual que muchos convecinos que nos rodean siguen con la férrea creencia de que el ladrillo nunca baja y también sustentan su riqueza patrimonial en un valor sobrevalorado de un bien que en su momento, el mercado estuvo dispuesto a pagar cantidades exhorbitadas por un inmueble. La dura realidad se asume cuando en nuestra falsa falacia de riqueza nos acompaña un mal socio prestamista, que nos ha financiado nuestro hipotético bienestar de propiedad y tiene la mala costumbre de querer cobrar por su préstamo.
Las hipotecas son un verdadero lastre, pero lo son para todos aquellos que en el momento de la firma no evaluaron las consecuencias de la firma de un préstamo que a la más mínima turbulencia no podrían pagar, ni siquiera con los intereses bajos. Cada día que pasa, se cuece un drama familiar, porque la realidad golpea con dureza a todos los incautos.
El poder de la compra a crédito y no valorar nunca las consecuencias futuras de decisiones financieras catastróficas tiene sus consecuencias y desde aquí, animo a todos los hipotecados que no pueden pagar que tomen ese camino. La sobreoferta de vivienda se puede eliminar por dos vías:
- Esperando tiempo que la demanda absorba el stock.
- Eliminando oferta físicamente, como es el caso, basta con un derribo controlado de los inmuebles que pueden ser subastados y a otra cosa mariposa que con una insolvencia para toda la vida, se solucionan los problemas. Decía el refrán que “muerto el perro se acabó la rabia”.
Los agricultores y ganaderos saben mucho de esto, tirar excedentes de producción, destruir su excedente para forzar al incremento de precios, pues en España, los burbujeros nuncabajistas del ladrillo pueden tomar buena nota. Si se eliminan vía derribo 2 millones de viviendas, alguien les tomará en serio con su obsesión enfermiza por mantener los precios a niveles de bloqueo de mercado. Y después se convencerán finalmente de que la vivienda tiene que bajar mucho más de precio para que todos volvamos a la normalidad, porque no es sólo un problema de sobreoferta.
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