La problemática de las patentes se hace visible con la vacunación masiva

La problemática de las patentes se hace visible con la vacunación masiva
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El gran reto que supone la vacunación masiva de la población mundial, pone de manifiesto ciertas problemáticas en su desarrollo. Desde que se inició la vacunación hasta la fecha, el mundo ha vacunado el 2,25% de la población mundial, unos números que pueden parecer irrisorios si tenemos en cuenta que los objetivos de inmunidad se sitúan en una tasa del 70%.

Los países en vías de desarrollos son aquellos que menos están vacunando, y los países desarrollados están experimentando tasas más elevadas. Por ejemplo, en Estados Unidos han llegado ya a un porcentaje del 16% y la Unión Europea se conforma con el 4,80% (España el 5%).

Con este ritmo, y si no hay sorpresas, en la UE deberíamos llegar en agosto a un 70% de la población adulta y a su grupo demográfico más vulnerable de mayores de 65 años a finales de abril. Estados Unidos, dado que va más adelantado, debería alcanzar el objetivo en el mes de julio.

Debido a que los países desarrollados son más ricos, es más probable, que alcancen sus objetivos de manera más inmediata. De hecho, Sudamérica solo ha vacunado al 1,79% de la población y África el 0,11%. No solo agudizan el problema del precio sino el problema de infraestructura sanitaria deficiente que frena los programas de vacunación.

Vacuna

Y el problema no es menor. Por ejemplo, Brasil, Indonesia, Pakistán y Nigeria tienen cada una población comprendida desde 200 a 330 millones de habitantes. Brasil es el país más rico de este grupo y solo ha vacunado al 2,46% de la población, le seguiría Indonesia cuya incidencia de vacunación es del 0,55%. Si lo enfocamos como un problema global, las estimaciones actuales proyectan que el siete años el mundo ya habría vacunado a una cantidad suficiente.

Los datos sobre las compras de vacunas recopilados por el American Duke Institute documentan el fracaso. Como muestra, los países de mayor renta de la OCDE, con solo el 17% de la población mundial, se han reservado el 60% de la producción anual de vacunas disponible para mediados de enero de 2021.

Las cifras del despliegue de vacunas han subrayado las preocupaciones sobre el acceso no equitativo. El 8 de febrero de 2021, Covid-19 Vaccine Tracker de Bloomberg informó que de las más de 131 millones de dosis que se habían administrado en 73 países, el 78% (más de 102,48 millones de dosis) se administraron en los Estados Unidos, China, la UE y el Reino Unido. El 5 de febrero, la OMS informó que 130 países aún tenían que administrar una sola dosis de vacuna.

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Para los países de ingresos bajos y medianos, un total de 92, especialmente en África y Asia, se incorporan en el programa Covax Advance Market Commitment (AMC) para vacunar solo el 20% de su población cuando finalice el 2021. Esa es su única alternativa.

En principio, Covax debería tener disponibles y poder distribuir 336 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca y 1,2 millones de dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech en el primer y segundo trimestre de 2021. Esta cantidad distribuida en la primera fase cubrirá en promedio solo el 3,3% de la población total incluida en el programa.

Por lo comentado, se espera que la vacunación global sea lenta. Y es que hay muchas piedras en el camino: la capacidad de producción de las vacunas, sumado a la posterior aprobación de la vacuna de una dosis de Johnson & Johnson, desafíos logísticos con la distribución y administración y, por último, pero no menos importante, la voluntad de las personas de vacunarse.

Y es en ese punto, en la capacidad de producción de las vacunas, en el que centraremos el análisis ¿podría incrementarse? La respuesta es sí, solo hay un problema, las licencias de patentes, que ofrecen la exclusividad de producción/explotación de un fármaco por parte de una única empresa.

Esa exclusividad es un monopolio que otorga el Estado y que su consecuencia más inmediata incide en una limitada producción y en precio más alto que en circunstancias de plena liberalización para la masiva producción. Y ese es el debate, si deseamos una vacunación masiva y los países de menor renta van a tener dificultades para llegar a esos objetivos. Un dato a tener en cuenta es que los tres mayores fabricantes del mundo solo producen vacunas para aproximadamente el 1,5% de la población mundial.

¿Se deberían suprimir estas patentes?

En octubre del año pasado India y Sudáfrica propusieron en una reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que los derechos de propiedad intelectual relacionados con las vacunas contra el coronavirus se renunciaran por un período temporal.

Es más, existen dos vías para eliminar el componente de exclusividad de las patentes. La primera se trataría de una exención total, que se traduce en una liberación especial que obligaría a los fabricantes de vacunas a renunciar a sus derechos de patente, que solo se puede decidir por unanimidad. La segunda vía sería por medio de una licencia obligatoria, que impondría la liberación de la licencia solo para un propósito y período de tiempo específicos, sin privar permanentemente a los fabricantes de sus derechos de patente.

De esa manera se agilizaría el proceso de suministro y la vacunación global. Sin embargo, existen notables dificultades de gran relevancia. La primera, y más importante, es la falta de voluntad. La realidad es que pocos países controlan la Organización Mundial del Comercio y son los que ya se han adjudicado prioritariamente las vacunas. Como es lógico, no atacarán los derechos de propiedad de aquellos que les suministran la solución a su problema sanitario-económico.

A partir de aquí toca valorar los riesgos. De llevarse a cabo la supresión de las patentes, la gran preocupación es cómo quedarían afectados los incentivos sobre la innovación médica, es dcir una potencial mayor vulnerabilidad a las enfermedades o pandemias futuras. Pensemos en enfermedades como el Alzheimer a las que se ha destinado décadas, y miles de millones de dólares, sin que hoy suponga una solución y por lo tanto, un retorno a la inversión.

Este riesgo estaría reducido por un total de 214 proyectos de vacunas Covid-19 en todo el mundo. De éstos, 52 se encuentran en ensayos clínicos y 13 en la fase más avanzada de pruebas. Siete han sido aprobados para uso limitado o de emergencia en varios países. Esto quiere decir que, en principio, iríamos a un mercado competitivo con muchas vacunas aprobadas.

Pero la palabra clave es el tiempo. Más tiempo en desarrollar vacunas o en la fabricación de las existentes para su suministro supone enfrentarse a diversas oleadas de contagios y más vidas perdidas que vendrían acompañadas por restricciones con un evidente y notable impacto económico en los sectores que no pueden adaptarse a la realidad pandémica. Bajo este enfoque, la supresión de las patentes parece algo necesario para alcanzar la plena vacunación en el menor tiempo posible.

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