La deslocalización financiera de Londres ya tiene un ganador, pero es sólo la punta del iceberg

La deslocalización financiera de Londres ya tiene un ganador, pero es sólo la punta del iceberg
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Tras incontables retrasos, cantos de sirena, huidas hacia adelante, y órdagos que estaban abocados al fracaso más estrepitoso por mucho que los británicos los echasen con cara de mus, la hora de la verdad del Brexit ha llegado finalmente a nuestras pantallas (y a las vidas de los británicos).

Las advertencias, los análisis, los argumentos, y también las mentiras de la tóxica y hostil propaganda han tocado a su fin, y ahora deben de dejar paso a la realidad de las cifras más objetivas; al menos mientras que la verdad econométrica siga resistiendo a los envites el populismo y los autócratas.

Y ahora la City de Londres ve cómo el negocio se les escapa huyendo hacia el Viejo Continente, como arena se les escurre entre los dedos. Y lo peor ya no es que esa huida sea mayormente irreversible si no cambian radicalmente las cosas; lo peor es que la deslocalización a la Europa continental del negocio financiero británico es sólo la punta del iceberg, y que la socioeconomía británica ha entrado en una espiral de destrucción socioeconómica muy difícil de parar, y más difícil todavía de prever en este momento hasta sus últimas consecuencias.

Ahora veremos cómo esas voces que cacareaban el gran exitazo que iba a ser el Brexit optan por el socorrido “¡Quién lo iba a pensar!”

La Deslocalizacion Financiera De Londres Ya Tiene Un Ganador Pero Es Solo La Punta Del Iceberg 3

El Brexit ya está aquí, innegablemente, inevitablemente, obcecadamente. La hora de la verdad ha llegado, y es ahora cuando tras las cifras objetivas y los datos reales, además hay que comprobar si este evento socioeconómico de orden masivo está siendo el desastre que algunos vaticinábamos, o si por el contrario es el momentazo de entrada en escena de ese idealista paraíso de “globos y elefantes rosas” que otros defendieron, algunos incluso en el resto de la Unión que abandonaron. Porque no fueron pocos los que dijeron que el Brexit iba a liberar a Londres del yugo de Bruselas, y que podía suponer algo de sufrimiento menor y meramente inicial, pero que luego a medio y largo plazo sólo iba a traer progreso y crecimiento a raudales para todos los británicos “tan liberados”. Pues bien, los primeros datos ya apuntan a todo lo contrario, y no, no parecen ser datos coyunturales o que apunten a que ese sufrimiento vaya a ser sólo momentáneo en tanto en cuanto va llegando ese “El Dorado” de la libertad: los gravísimos problemas extremos que les están explotando a los británicos entre las manos tienen toda la pinta de cronificarse “hasta el infinito y más allá”. Efectivamente, parece tratarse de toda una debacle que ya está aquí.

La única forma de escapar a que todo este daño económico sea “para siempre jamás” es que, en breve, los británicos conmocionados y empobrecidos libremente vean la única salida en volver a Europa con las orejas gachas y suplicando desesperadamente que les vuelvan a admitir en el selecto club. Un proceso que, de llegar finalmente, no sería ni rápido y fácil, pues se afrontaría como debe afrontarse: partiendo de cero en unas negociaciones de unión que sólo se podrían concebir como las de otro cualquier nuevo miembro de los candidatos de por ejemplo la Europa del Este. Y ese tipo de negociaciones no son ni fáciles, ni mucho menos rápidas. Además, a la vista de lo deteriorada que va a acabar la economía británica de aquí a un año o dos, va a ser difícil contar con que los británicos vayan a cumplir con los habituales y escrupulosos criterios de rigor y salud económica que se exigen diligentemente en Bruselas a todo candidato que aspira a entrar a formar parte de la Unión (aunque sea volviendo a ella). Es lo que tiene irse dando un portazo lleno de ira y visceralidad: que muchas veces el propio portazo desmonta el marco de la puerta, y cuando uno quiere volver a entrar, la puerta es casi imposible de volver abrirla sin llamar a un albañil.

El caso es que la City de Londres, esa meca financiera del mundo entero, esa joya de la corona británica que tanto negocio europeo atraía más allá del Canal de la Mancha, que tan generosos sueldos pagaba a sus empleados, que era un auténtico motor de la economía londinense y de todo el Reino Unido, esa City a la que también hay que decir que el dinero acudía a espuertas desde Europa porque los británicos tampoco le hacían ningún asco a los euros viniesen de donde viniesen (ni aún en el caso de que les viniesen manchados), esa City está cayendo cuesta abajo por la pendiente de una dramática contracción de su negocio. Y ya no es sólo lo que padecen allí a día de hoy, es que las perspectivas son todavía peores conforme las contrataciones, las operaciones financieras, y los negocios se sigan deslocalizando hacia la Europa continental: recuerden que sólo llevamos un mes de Brexit, y que esto sólo acaba de empezar en una de esas espirales de destrucción socioeconómica que, muchas veces, sólo se realimentan a sí mismas.

La noticia de hoy, aunque tan sólo sea la punta del iceberg de un escenario mucho más amplio y sombrío, es que las cifras muestran que el negocio huye de la City, y la que otrora fuera la gran capital financiera de Europa (y por diferencia), ahora empequeñece frente a otros centros financieros europeos, que se llevan su negocio y superan sus cifras actuales de negociación. Así, en Enero hemos asistido a cómo Ámsterdam ha destronado a Londres como capital europea de las finanzas, al conseguir que ramas holandesas de las plataformas CBOE Europe y Turquoise el mes pasado en el mercado holandés hayan negociado acciones por una media diaria de 9.200 millones de euros, mientras que los volúmenes en Londres cayeron hasta 8.600 millones de euros. El trasvase ya no es sólo que lo revelen las evidentes diferencias de las cifras de enero, es que además, en todas las mesas de negociación y en los mercados mayoristas de capitales, la deslocalización es algo que están viéndose forzados a tener que hacer en primera persona cada jornada de negociación. Y el daño para los volúmenes de negociación de los que vivía la City no se limitan ni mucho menos a la mera negociación bursátil, en otros mercados, como los de deuda soberana o los de permutas, la deslocalización está dañando igualmente de forma severa a Londres en favor de Ámsterdam (y algún otro destino financiero).

El propio Financial Times ha reconocido abiertamente el gran desastre de la pérdida de la hegemonía financiera que ha sufrido Londres en favor de Ámsterdam. Desconozco realmente el grado de desesperación con el que los responsables de la City londinense estarán poniendo todas sus esperanzas en poder negociar, y tratar de recuperar de alguna manera parte de su perdido “status-quo” con respecto a Europa, porque el hecho es que este trasvase de negocio ha tenido lugar en parte como consecuencia de que la Unión Europea aún no ha concedido a la City de Londres la "equivalencia" regulatoria. Según argumenta el reputado diario británico, esta concesión por parte de Bruselas le volvería a dar a Londres acceso al mercado financiero comunitario, con lo cual sería de prever que recuperase al menos parte de su viejo esplendor. No obstante, desde estas líneas no podemos sino recordar que si con el Brexit los británicos “brexiteers” y sus obcecados dirigentes optaron por irse de Europa dando un violento portazo, deben asumir ahora las consecuencias últimas de lo que eso inevitablemente iba a suponer en todo su alcance. ¡No será por que no les hayamos avisado antes!

Y no es cuestión de desatar la sed de venganza, no, Europa no debe entrar nunca en eso, ni buscar la destrucción socioeconómica de quién, al fin y al cabo, es nuestro vecino de al lado, pero lo que no podemos hacer en ningún caso es permitir romper peligrosamente las reglas fundacionales de la Unión Europea, encima para hacer injustificadas excepciones tan sólo para beneficiar a un ex socio que ha optado por abandonarnos. Eso traería inequívocamente el fin de Europa. Si la Unión Europea somos un bloque socioeconómico consistente y unido en esto (como hasta ahora), debemos mirar por nuestros intereses, y ahora Reino Unido ya no forma parte de ellos por decisión propia. Sin obviar en absoluto todo el convulso escenario que podría traer una degeneración socioeconómica como la que parece avecinarse en Reino Unido, tampoco tiene sentido que ahora Europa con su generosidad regale dinero a un Reino Unido que optó por dejarnos “tirados” en contra de nuestra voluntad. El negocio financiero de los europeos debe ser para los europeos, y quedarse en suelo europeo, generando empleos, pagando impuestos, y tejiendo tejido socioeconómico en el grupo de países que lo originan: eso es Europa, y precisamente eso dejaba de ser también el Brexit. No es justo que además de que esta “fiesta” no la quería prácticamente ningún europeo, encima ahora tengamos que ser nosotros los que paguemos la cuenta pendiente porque los británicos tienen una resaca tal que no atinan ni a firmar la factura.

Las deslocalización no se queda en Ámsterdam, el descrédito y la preocupación internacional es tal que el negocio huye incluso desde Londres allende los mares

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Pero lo más grave de esta deslocalización de negocio desde la City ya no es cómo éste ha huido hacia suelo europeo; ésa era una consecuencia directa muy previsible. De hecho, los principales centros financieros del Viejo Continente llevaban trimestres pujando por hacerse con una buena parte de la tarta que iban a dejar sin dueño los británicos. Ahora bien, lo verdaderamente grave de los flujos económicos que se deslocalizan desde la City londinense es que muchos de ellos salen huyendo despavoridos hacia cualquier otro lugar mejor que Londres. Así, según explicaba el New York Times, las cifras de enero muestran cómo se deslocalizó negocio también a otras ciudades del planeta tan distantes y también tan ajenas al mercado común europeo como puede ser la propia Nueva York, a donde están yendo a parar por ejemplo buena parte de los volúmenes de negocio de derivados, y en especial los negociados en Euros, cuya principal plaza de negociación era antes Londres. Ello sólo podría ser consecuencia de un descrédito generalizado de Londres como capital financiera venida a menos en alcance internacional, y evidenciaría la honda preocupación en el mundo entero por el negro futuro en general que parece cernirse sobre el ecosistema financiero de la City de Londres.

Y no es para menos. Para que se puedan hacer una idea de lo kafkiano de la actual (des)política económica y financiera de los dirigentes británicos para afrontar el desastre de Brexit que ellos mismos ejecutaron, y lo que se puede esperar de ellos para frenar la debacle de la City, les dejo otra de sus “perlas”. Esta noticia de The Guardian explica cómo los empresarios británicos aseguraban que, desde el Departamento de Comercio Internacional del propio gobierno británico, los funcionarios inconcebiblemente les estaban aconsejando que, para amortiguar el impacto del Brexit en sus empresas y que no se arruinasen, se trasladasen a la Europa continental y deslocalizasen allí al menos parte de su actividad para poder seguir teniendo acceso fácil al mercado común, que no olvidemos que es el principal cliente (y por diferencia) de las islas británicas. Esto es surrealista a más no poder, y significa que la solución “mágica” de las autoridades comerciales del país es que las empresas deslocalicen procesos, cifras de negocio y puestos de trabajo desde suelo británico hacia suelo europeo. ¡Menudo nivelazo el de proponer saltar el Canal de La Mancha para escapar del Brexit! Si los británicos no tuviesen la orografía tan marítima que tienen lo que estarían saltando es un muro para escapar al libre mercado y al progreso económico de la Unión Europea. Tal cual.

Pero no serán pocos los que se empeñen en no hacer la más mínima autocrítica, y que oportunistamente tan sólo sigan ciegamente obcecados en seguir culpando a la Unión Europea de todos los males que el Brexit está trayendo a los británicos. No es nada nuevo, sino que evidencia una vez más cómo Europa sigue representando para la política británica el socorrido papel de ese Goebbeliano “Enemigo único”; un papel que necesitan desesperadamente esos lamentables políticos “brexiteers” que tapan sus propias verguenzas azuzando suicidamente la bandera del hiper-nacionalismo británico. Nunca pensé que un suicidio como el Brexit pudiese acabar degenerando en un suicidio todavía peor: vivimos en un convulso y gatuno mundo en el cual se puede morir varias veces seguidas, y a cada cual de forma más cruenta. De esta lamentable generación de políticos traídos por la propaganda se puede esperar literalmente cualquier cosa: tratan de colarnos siempre que esos líderes enaltecidos vienen para salvar nuestro mundo, cuando sólo vienen para destruirlo y no dejar de él ni la raspa.

Pero esos argumentos que culpan a Europa y a su supuesta animadversión hacia UK de todos los males económicos que sufren los británicos, son de nuevo ramplones, propagandísticos, y objetivamente falsos. Y hay incontables casos que demuestran fehacientemente que el origen de (casi) todos esos males no es la UE, sino el propio gobierno británico y su diseño “ideal” (de la muerte) que han hecho para el exitazo del Brexit. En este sentido tenemos por ejemplo el lamentable caso de la industria del pescado y marisco escocesa, uno de los grandes motores económicos de aquella región del Reino Unido, y que la lacra del Brexit sólo está haciendo más europeísta al extremo, amenazando con otro referéndum de independencia que muy probablemente ganarían para acabar uniéndose a su amada Europa. Pues bien, esa otrora boyante y esencial industria pesquera y del marisco de Escocia está asfixiándose, habiéndose visto abocada a congelar no sólo su pescado, sino todas sus exportaciones a la Europa continental (que son casi todas). Y que conste que, de nuevo, aquí Europa no ha tenido nada que ver; es más, se ve perjudicada porque la ausencia de ese pescado escocés que hace las delicias de las mesas de no pocos europeos, y el problema es que son los propios británicos los que no le dejan salir siquiera de la propia Escocia.

Como explicaba The Guardian en este otro artículo, el tema aquí ha sido cómo las nuevas normativas británicas post-brexit han diseñado una pesada burocracia muy ineficiente, y cuyos documentos no llegan a tiempo. A pesar de que la UE transigiese en última instancia en no aplicar aranceles a las importaciones británicas, sin embargo lógicamente ya no ha podido evitar de ninguna manera los debidos procedimientos de aduanas, que aparte de inspecciones implican también la declaración y pago de impuestos, procedimientos comerciales, y toda una necesaria burocracia como la que debe afrontar cualquier otro país externo a la Unión. Pero ésta pone inevitablemente a los exportadores británicos en inasumibles condiciones de inferioridad, al menos con respecto a los productores de dentro de la propia superpotencia europea. Por si esto no fuera poco, además los “inspirados” responsables británicos han diseñado también unos controles aduaneros con inspecciones a la exportación que implican que, de los cientos de camiones de pescado y marisco que salen hacia Europa cada día, ya no vale con inspeccionar brevemente todo el tráiler, sino que hay que inspeccionar en la propia Escocia individualmente todas y cada una de las cajas de pescado y marisco: ello ha estado llevando cinco largas e insufribles horas de inspección sólo por cada camión. Y claro, no hay personal aduanero ni de lejos para agilizar tamaña tarea, ni probablemente lo habrá de no cambiar la estricta normativa exportadora británica de algún modo. Con ello, el colapso ha sido de epopeya, las colas de camiones desesperantes, y ya se pueden imaginar las pérdidas que todo ello ha ocasionado en un producto tan perecedero como el pescado y el marisco. Pérdidas millonarias por haberse arruinado la mercancía, pérdidas millonarias por pérdida de clientes, pérdidas millonarias por pérdida de negocio, pérdidas millonarias por mercados que ya no quieren saber más de ese pescado y marisco escocés que no llega o que llega en pésimo estado. ¡Qué exitazo el Brexit, oigan!, y además por culpa de los propios británicos y la burocracia post-Brexit que han diseñado.

Como también relataba el New York Times, otros casos lacerantes del pésimo diseño post-Brexit que han hecho los propios dirigentes británicos es por ejemplo el de un sufrido exportador de la industria porcina británica, que tuvo que asistir a ver el desesperante espectáculo de ver impotente cómo se le pudrían nada más y nada menos que 53 toneladas de carne de cerdo, que amenazan con llevarle a la ruina. Al llegar el cargamento británico de cerdo por vía marítima hasta el puerto habitual en Holanda, lo que antes era simplemente descargar y transportar hasta su destino continental en el mercado común en unas pocas horas, ahora se ha convertido en un auténtico infierno burocrático y normativo, de permisos que llegan tarde a suelo europeo, de inspecciones de las mercancías en base a la legalidad vigente y que se aplica a cualquier país ajeno a la UE, etc. resultando todo ello en días de retraso que, de nuevo, con una mercancía perecedera, suponen que el producto se eche a perder. Además de que los europeos continentales no van a querer soportar mucho más tiempo los graves perjuicios que sufren cuando eligen para sus compras a proveedores del otro lado del Canal (y es más que lógico y justo). Y eso por no hablar de otros costes y cargas burocráticas para los sufridos exportadores británicos, y que van mucho más allá de las que ya se encuentran a pie de aduana. El hecho es que el artículo anterior explicaba por ejemplo cómo a un productor inglés de queso Cheddar del suroeste de Inglaterra el papeleo para la exportación que antes del Brexit le implicaba tener que realizar tan sólo siete sencillos pasos, ahora se le ha transformado en tener que cumplir con 39 insufribles y dificultosos trámites. Y eso por no hablar de otros sectores de impacto masivo como el de la automoción, donde los componentes cruzan varias veces a uno y otro lado del Canal de La Mancha, hasta que son finalmente ensamblados en un producto final y montados sobre un automóvil. ¿Se quejaban los “brexiteers” de la burocracia europea? Pues me parece que con la nueva burocracia británica post-Brexit deberían ir reconociendo que han ido de “Guatemala a requete-guatepeor”

El gran salto que se da con el pequeño paso de pasar de ser toda una democracia consolidada a ser una simple "república tetera"

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El resultado del conjunto no piensen que es tan sólo unos pocos casos puntuales afectados como los expuestos. No, para nada; el asunto es masivo y está deteriorando gravemente toda la socioeconomía británica en su conjunto, hasta el punto de que sólo en enero en las islas británicas han asistido atónitos a ver cómo las exportaciones británicas a Europa se han desplomado un noqueante 68%: una auténtica debacle nacional, especialmente cuando Europa es su principal mercado exportador y con diferencia, pues Europa habitualmente venía comprando en torno al 50% de todas las exportaciones británicas. ¿Van ya entendiendo el porqué de que desde aquí siempre les dijéramos que el Brexit era todo un suicidio? Y esto sólo se suma al impacto ya de por sí severo de la crisis de Coronavirus, con el agravante de que lo del Coronavirus al fin y al cabo es coyuntural, mientras que lo del Brexit es tan permanente como el obstinado obcecamiento de los censurables dirigentes y ciudadanos “brexiteers”. La propaganda y la cortedad de visión socioeconómica sólo acaban trayendo siempre la “ruina caracolera”, y toda Europa asiste conmocionada a cómo el Reino Unido está degenerando a pasos agigantados hasta convertirse en una lamentable “república tetera”.

Personalmente lo siento mucho por ellos, y jamás me alegraré por los padecimientos socioeconómicos de nadie (por algo nos esforzamos tanto en divulgar desde aquí), pero precisamente este desastre es lo que ellos votaron primero, y lo que sus gobernantes no quisieron intentar arreglar después. Esto no ocurrió ni aun cuando se demostró finalmente la gran mentira que fue la campaña del Brexit de principio a fin, y cómo la propaganda internacional injirió hostilmente en el (des)futuro de los británicos, sobre todo en el de sus hijos. Ahora ya el daño está hecho sin remedio, porque aun en el hipotético supuesto de que en unos trimestres Reino Unido estuviese pidiendo de nuevo su reingreso en la UE, ya sería demasiado tarde para todas esas empresas que están siendo exterminadas en masa (o en el mejor de los casos al menos vaporizando buena parte de sus cifras de negocio y de su cartera de clientes), con todos esos puestos de trabajo que se están disipando en el aire. Éste es ni más ni menos el proceso de destrucción socioeconómica que desde aquí siempre les dijimos que traería el Brexit, y que iba a ser infinitamente peor para la barca de Reino Unido que para el transatlántico europeo. Ahora mismo hay miles y miles de empresas y ciudadanos británicos agonizando económicamente, y lo peor es que el desastre que ellos mismos se buscaron no ha hecho sino sólo empezar: el Brexit tomó efecto el 1 de enero, y sólo llevan un mes de destrucción. ¡Lo que les queda por delante a los británicos! (y en especial a los sufridos ”remainers").

¿Ven cómo lo que siempre les decimos desde aquí es esencial para mantener nuestro bienestar? Hay pues que luchar entre todos mano a mano y casa por casa para combatir esa hostil y destructiva propaganda de la guerra ciber-social, hay que mantener sano y alimentar siempre nuestro espíritu crítico, hay que argumentar coherentemente y debatir constructivamente, y hay que elegir medios rigurosos y fuentes de calidad. Pero jamás hay que formarse la opinión propia en base a cutre-videos de Youtube con falsos expertos improvisados, con hilos intragables de Whatsapp, o siguiendo a cuentas de redes sociales ramplonas cuyo casi único argumento es "porque yo lo digo". Fallar como ciudadano en cualquiera de los puntos anteriores supone como sociedad el camino directo a la destrucción socioeconómica, tal y como les ha pasado a los británicos. Y algunos dicen muy acertadamente que no les vendrá mal una cura de humildad a esos británicos que siempre han pecado de desprender un insoportable tufo de superioridad; de hecho, en la isla yo he oído a más de uno hablar de cosas como la “superior english race” (la raza superior británica): ¡Vaya tela! (o más bien trapo…).

En ese sentido, ya saben que desde aquí ya hemos analizado hace unos cuántos meses cómo el Brexit iba a acabar trayendo el fin de lo que quedaba del Imperio Británico, y que el Brexit para los británicos iba a acabar siendo algo equiparable a lo que fue la generación del 98 para el Imperio Español; de hecho, el Imperio Británico ya ha perdido con el Brexit su soberanía fronteriza sobre sus territorios de Gibraltar e Irlanda del Norte. Pero aún siendo parcialmente correcta la lectura de la cura de humildad que esos algunos defienden, lo cierto es que la lectura completa de un europeo de todo lo que ha ocurrido con el Brexit debería pasar por aquello de que “cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar”. La propaganda internacional puede que tuviese una animadversión especial contra esa Gran Bretaña que en el fondo era la gran triunfadora con sus principios económicos y capitalistas, que junto con su hijo mayor EEUU extendieron por todo el mundo desarrollado, contribuyendo a que se desarrollase más todavía. Pero no duden que en el fondo la propaganda internacional es hostil contra todo el mundo desarrollado, y que buscan que el resto de Europa se auto-destruya exactamente igual que ya lo están consiguiendo con ese Reino Unido que ya está en caída libre. Ahora, la nueva estratagema de la propaganda pasa por catalizar que, en vez de esa consciencia de que los siguientes podemos ser los demás europeos, ofuscarnos con sed de venganza y promoviendo que nos sintamos resarcidos por las desgracias que es esa propaganda la que las ha traído a UK, y de paso tratan de evitar que hagamos frente común contra esa propaganda internacional que es el verdadero enemigo a batir. Es una nueva forma de la clásica estrategia del “divide y vencerás” de la propaganda de las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX, y que ahora ha encontrando un nuevo potenciador en la era de las redes sociales.

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Bienvenidos a la guerra ciber-social, ésa que no se acaba de ver porque nos llega sibilinamente camuflada “de lagarterana”, pero cuyos efectos se sienten dolorosamente (y mucho). De ustedes depende: en esta guerra todos somos a la vez tanto heroicos soldados como potenciales armas sociales contra nuestros propios conciudadanos. Una existencial disyuntiva que sólo cada uno de ustedes puede resolver individualmente, así que vayan decidiendo si quieren ser de los que ya van poniendo sus barbas en el bargueño, o de los que con las redes sociales por bandera se van a alzar para luchar heroicamente, y resistir los envites de la propaganda internacional por el futuro de su bienestar, de sus derechos y libertades, y por seguir teniendo tres platos de comida al día sobre la mesa. Porque la propaganda puede que llene mentes ofuscándolas, pero lo que luego nunca hace es llenar estómagos. Los de los ingleses cada vez rugen más en la desamparada y oscura noche del camino directo a la destrucción económica más lamentable. ¿Ahora hay ya alguna salvación posible?

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