Hay que replantearse el plan de vacunación: nos estamos jugando el futuro económico

Hay que replantearse el plan de vacunación: nos estamos jugando el futuro económico
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La Socioeconomía en su máximo esplendor debe tratar de adaptarse lo más posible a una realidad siempre cambiante (y tanto). En el tema de la omnipresente y funesta pandemia, a la par que íbamos pasando ola tras ola (los que tuvieron la suerte de no irse para siempre), hemos ido aprendiendo (algunos) tanto del propio virus como de la forma de gestionarlo, y sobre todo de la forma de erradicarlo, al menos en la práctica. Ya les analizamos hace un par de días cómo hemos asistido al surgimiento de un lucrativo negocio con todas las campañas de vacunación masivas, que implican un mercado de miles de millones de personas como (casi) forzosos consumidores, y por las que los estados (ergo: los propios ciudadanos) abonarán el importe de una o incluso varias vacunas recurrentes.

Pero lo cierto es que, para que ese objetivo de inmunidad de rebaño se alcance con plenitud, además hay que seguir todas las premisas debidas en un sistema de respeto a las libertades y también a la vida (ninguno de los dos respetos lo hemos visto aparecer demasiado últimamente). Y alcanzar ese punto no sólo es esencial por responsabilidad vital para con la propia vida de los ciudadanos, sino que se hace también imprescindible, e incluso imperioso, para salvar “los trastos” de la economía, y que los que sobrevivamos luego tengamos para comer.

Pero la piedra angular para aunar a un tiempo el respeto a la vida, la sostenibilidad de la economía, y el respeto a nuestros sistemas socioeconómicos de libertades, pasa ineludiblemente por el rediseño de los planes de vacunación, con la inmunidad de rebaño por meta inalterable. Y es que estamos acercándonos a un punto en el cual el progreso y el desarrollo de los acontecimientos no sólo permite, sino que además ya hace totalmente necesario que nuestros dirigentes rediseñen los planes de vacunación existentes, los adapten a la nueva realidad, y también a las necesidades de los ciudadanos, para los que gobiernan en última instancia (y a los que deben respetar).

Sin vida no hay economía, pero sin economía lo que vienen son los desesperados lamentos de “esto no es vida”

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Sin pretender menospreciar en absoluto la dimensión del drama personal de la muerte traída por pandemia, como ya les dijéramos cuando el 3 de febrero de 2020 desde aquí les advertimos de la que se nos venía encima con este tema, tampoco podemos dejar de lado la dimensión social, y menos la dimensión económica. De poco nos servirá sobrevivir al virus, si luego la economía ha quedado devastada y no tenemos medios para conseguir siquiera un triste pan que llevarnos a la boca. Ya les analizamos hace unos meses cómo 2021 ya apuntaba a que podía ser un año potencialmente bastante peor que 2020 en lo que a la economía se refiere, y que muchas empresas estaban ya agonizantes como para aguantar mucho más la tortura de sequía severa en sus cifras de ventas. Que ese peor escenario que les expusimos se acabe confirmando en su alcance más severo o no depende en este momento casi exclusivamente del éxito de los planes de vacunación.

En este sentido, desde Crédito y Caución ya advierten muy oportunamente de que, si la campaña de vacunación masiva se demora o no alcanza la correcta velocidad de crucero necesaria, hay una ola de impagos empresariales amenazando en el horizonte, con el efecto dominó que algo así puede tener en el conjunto de la economía en un momento en que (casi) todas las empresas están ya temblando en mayor o menor medida. Y el riesgo de que esos planes de vacunación no sean todo lo rápidos que necesitamos tan existencialmente en este momento depende ineludiblemente de que sean rediseñados. Por otro lado, que estos planes alcancen la velocidad de crucero necesaria no sólo depende de la capacidad de producción de dosis por parte de las farmacéuticas, sino que también depende en este momento de la decisión final de los ciudadanos de ponerse una vacuna a la que no le pueden obligar en los países con libertades. Y por que se hagan idea de hasta qué punto un plan de vacunación tiene un alto impacto económico, y también de cómo deben estar en mejora continua adaptándose a una realidad pandémica que cambia cada mes, por ejemplo actualmente incluso hay diversos expertos que se están planteando si fueron correctas las prioridades de vacunación establecidas en ciertos países en su momento para los colectivos de más riesgo. La alternativa que está sobre la mesa es si se deberían haber centrado los esfuerzos exclusivamente en los colectivos más senior, por sus altas tasas de mortalidad masiva en caso de ser infectados por el funesto virus.

Para acabar de valorar tanto la dimensión económica de este nuevo mercado multimillonario que se ha abierto con las vacunas del Coronavirus, y también de las implicaciones últimas que la pandemia va a tener para nuestras socioeconomías y para nuestro crecimiento económico, no se puede obviar que, si bien la ciencia ya está empezando a acabar con la pandemia, lo más probable es que el Coronavirus haya llegado a nuestro humano mundo para quedarse con nosotros para la posteridad. Tengan en cuenta que lo de la necesidad de vacunarse recurrentemente cada ciertos años siempre fue una opción posible a futuro, pero con la noticia de que la UE ya está acordando con Pfizer (excelente opción a la vista de los datos actuales) suministros de miles de millones de vacunas para los años venideros, la evidencia de la recurrencia se torna en casi certeza. Y si no lo es, al menos debemos aplaudir a nuestros dirigentes europeos por su capacidad de anticipación ante un escenario a futuro que es una amenaza muy seria en los plazos más largos, puesto que no es en absoluto descartable en el momento actual.

La efectividad de las vacunas, aunque fundamental, no es todo lo determinante que podría parecer a priori, pero hay diferencias flagrantes

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Hablando de rediseñar planes de vacunación, entramos ya de lleno en el tema de las vacunas y su correcta elección, al menos en lo que se refiere a aquellas vacunas para las que tenemos la suerte de contar con cifras de calidad: las occidentales (el resto resultan ser una suerte de siniestra lotería por la baja calidad de sus datos publicados). Hay que empezar matizando que, si bien hay mejores y peores vacunas en términos generales, lo cierto es que la vacuna perfecta existir no existe, aunque hay algunas candidatas que son las que más se le acercan. Lo primero es que los recelos europeos, que desde el principio fueron los primeros en aflorar internacionalmente respecto a la vacuna de AstraZeneca, fueron instrumentalizados por la propaganda nacionalista británica (y parte de la anti-europeísta) para justificar que sólo eran parte de una guerra comercial de Bruselas y una revancha por el Brexit. Como ocurre muchas veces con la ramplona propaganda, luego la realidad de los hechos acabó por dar la razón al rigor y a la objetividad, y los datos de un país tan ajeno al Brexit como es EEUU acabaron por revelar que la efectividad de AstraZeneca efectivamente demostró allí ser de sólo un 76%.

Aparte está la “casual” coincidencia de que, entre la polémica por la publicación de ciertas cifras mezclada con los escándalos vistos en Europa con la lamentable gestión de AstraZeneca, la curiosa reacción de la farmacéutica de la órbita británica ha sido la estratagema de cambiar de nombre a su vacuna justamente ahora. Esto que recuerda fuertemente a esas “marketinianas” tácticas de re-branding tan típicas anglosajonas, para tratar de que el mercado deje de relacionar a su producto con algún escándalo o noticia con carga muy negativa como las protagonizadas por esa farmacéutica últimamente. Si ellos mismos han optado por este tipo de maniobra con ambición tan efectista, pues igual es que veían que no tenían mucha opción exponiendo simplemente cifras y argumentos: por sus actos los conoceréis.

Y es que, como no podía ser de otra forma, incluso entre las vacunas de países desarrollados hay cifras que marcan ostensibles diferencias entre unas y otras, tanto en efectividad, como en efectos adversos, como también en mortalidad. Les incluyo una referencia de Twitter no oficial, pero que publicó unas cifras agregadas basadas a su vez en las cifras oficiales europeas. Estos números revelarían cómo, efectivamente, la vacuna de AstraZeneca, con muchas menos dosis inoculadas, tiene sensiblemente muchos más casos de efectos adversos y también de muertes. Las diferencias de las cifras son contundentes. Pfizer/BioNTech y Moderna se puede decir que están en otro orden de magnitud mucho más favorable en seguridad y/o efectos adversos para el paciente.

No obstante, hay que explicar también que, si bien casos como la vacuna china están en otra órbita (baja) de efectividad, y que de la rusa ni sabemos ni contestamos por (anti)méritos propios, ateniéndonos a las cifras de (más) verdad, lo cierto es que la efectividad de una vacuna es una medida muy relativa (para valorar los opacos datos chinos y rusos les remito de nuevo al artículo enlazado antes sobre el mercado de vacunas). Sí, lo que leen: esa medida de efectividad con la que juzgan a toda vacuna en los medios de forma tan categórica no es todo lo determinante que debería, y las razones son claras, rigurosas y precisas. Como de forma tan excelente publicaba el medio estadounidense Vox en su web (atención que no es el Vox verde, sino el amarillo, que no amarillista), esa efectividad de cada vacuna depende de varios factores que, si bien no hacen en absoluto que la medida sea irrelevante, sí que hacen que algunas diferencias no sean dignas de toda la consideración que se les está dando. Lo que la infografía de Vox exponía tan convenientemente es que esa efectividad se hace con unos ensayos sobre población expuesta al virus en su vida normal, igual que lo estamos todos. Les recomiendo encarecidamente la visualización de el citado material gráfico divulgativo y explicativo a partes iguales.

Así, la efectividad de Pfizer, Moderna o AstraZeneca coincidió en una fase de una ola pandémica totalmente distinta por ejemplo a la de Johnson&Johnson. Con esos grupos de pacientes participantes en los ensayos, aplicando medias y cálculos estadísticos, y haciendo comparativas con grupos de control sin vacunar e incluso a veces incluso con cifras de la población en general, es todo con lo que se puede evaluar la efectividad de cada vacuna. Pero de ahí que la efectividad de la vacuna de Johnson&Johnson no tenga que ser todo lo comparativamente más reducida que muestran las estadísticas, puesto que sus ensayos coincidieron en un momento de ola pandémica de infección masiva, con lo que obviamente sus pacientes participantes en el ensayo se infectaron con mayor facilidad que cuando otras vacunas ensayaron en un momento valle. Así, la efectividad de la vacuna de Johnson&Johnson resultante del ensayo ha sido sensiblemente inferior. Pero la real en términos comparables con el resto no tiene porqué serlo, o al menos ni mucho menos en esa misma proporción. Las cifras son lo mejor que tiene la econometría, y una de las bases más sólidas del progreso socioeconómico de los países desarrollados, pero también hay que cogerlas con sumo cuidado, pues a veces pueden llevarnos a cometer errores de bulto si las valoramos sin entrar en contemplarlas en todo su alcance y sin todos sus condicionantes.

Como con todo gran negocio que se abre, hay jugadores que entran en él con cierta responsabilidad, y otros que lo hacen con el “todo vale” por (anti)bandera

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Pero datos, ventas, y efectividades aparte, hay otro tema también especialmente relevante en el plano más socioeconómico de todo este asunto (que en su conjunto es Socioeconomía pura). Aquí hemos podido asistir al espectáculo económico-empresarial de poder contemplar como efectivamente “hay de todo en todos lados”. Y es que, cuando se abre un negocio suculento literalmente con toda la humanidad teniendo que pasar por caja en algún momento, cuando en la competitiva carrera los ganadores se llevarán la porción más jugosa del pastel, cuando conseguir el premio requiere financiar de alguna manera unas investigaciones muy caras y sin retorno asegurado, entonces, pues hemos visto como, una vez más, hay empresas y ejecutivos algo más éticos y comprometidos con su papel socioeconómico, y otros cuya ética brilla más que el diente de metal de un pirata del siglo XVI. Los hay cuyos principios éticos y personales son prácticamente inexistentes, y aquí hay algunas farmacéuticas parecen haber optado por el clásico y cortoplacista “todo por la pasta”.

Entre las diversas polémicas habidas con el surgimiento de este nuevo mercado masivo, no podemos dejar de nombrar el censurable caso AstraZeneca, una compañía anglo-sueca que se podría considerar como plenamente integrada en la órbita británica para ciertos menesteres. AstraZeneca ha sido una compañía que ha incumplido escandalosamente con sus compromisos contractuales y legales para con la UE (¡En lo que están quedando la reputación británica a todos los niveles!). Y esto a pesar de que en su momento bien que cogió el dinero europeo para con él poder desarrollar una vacuna que luego vende por todo el mundo, mientras que a Europa no nos manda ni de lejos las dosis inicialmente comprometidas. Es además algo especialmente sangrante en suelo europeo, puesto que los europeos hemos financiado vacunas contra el Coronavirus poniendo sobre la mesa más de 2.700 millones de euros, y cuando ya nos tendríamos que estar vacunando por millones, pues las vacunas sencillamente no son entregadas. La pregunta lógica era: pero ¿Y nuestras vacunas dónde demonios están? Bruselas ya tenía sospechas muy fundadas de que AstraZeneca estaba desviando nuestras vacunas hacia otros destinos, porque tal vez le podrían convenir más (o por motivos que todavía podrían ser peores, pero como los británicos siempre tienen algo bajo la manga, la compañía se justificaba sacando el As (sin acabar de ser demostrado) de que estaba experimentando problemas graves de producción en su planta belga, que presuntamente no le estarían permitiendo cumplir con sus compromisos con la UE.

Pues vaya, y esos problemas va y mayormente sólo acaban por afectar a los contratos de la UE, mientras que a otros países les proveen a pleno rendimiento ¡Oh, casualidad (o causalidad)! Y por si esto ya no fuera poco escándalo en el contexto actual, al final se acabó demostrando que el gran error de Europa fue una vez más confiar en dirigentes o empresas de la órbita británica. Casualmente se descubrieron ocultas en Italia nada más y nada menos que 30 millones de dosis de AstraZeneca que habían podido ser fabricadas en la planta holandesa de la compañía. “Pillada total”, y claro, sin el más mínimo sonrrojo y con la flema (o más bien flemón) británica más imperturbable, desde la compañía aseguraron que “es que esas dosis iban destinadas justamente a Europa y a países sin recursos”. Ya. Claro. Por eso se estaban gestionando escapando a los controles europeos, por eso es en Holanda donde se está investigando si habrían sido fabricadas (como opción más probable) y sin razón explicativa aparente fueron trasladadas hasta la aduaneramente mucho más porosa Italia, y por eso afirman este extremo tan bondadoso y filantrópico (se me saltan las lágrimas) sólo cuando les han pillado “con las manos en la masa”. Lo siento, “good try”, pero no cuela si aquí no nos dan argumentos más de peso que los aportados hasta el momento. Con esas justificaciones que no acaban de encajar ni por asomo las cosas parecen estar más bien claras pero en otro sentido, y todo apunta a que se demuestra que Bruselas llevaba toda la razón, y que aquí nos habrían estado engañando a todos los europeos mientras a la hora de coger nuestro dinero nos prometían “el oro y el moro” con una cara de titanio.

Pero a pesar de los contratos incumplidos por la otra parte, desde Bruselas y Madrid pueden hacer mucho más por mejorar las campañas de vacunación

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Pues sí, sin negar que la medida más importante a tomar principalmente desde Bruselas es no volver a fiarse de ninguna empresa fabricante de vacunas de poco fiar (y AstraZeneca posiblemente ni es la única ni es la peor juzgando por las cifras de antes), hay que reconocer también que en Europa las cosas se pueden hacer mejor. Lo hacemos constructivamente, mirando hacia el futuro, y a lo que se puede mejorar de ahora en adelante. Y son propuestas a implementar tanto a nivel europeo, como también a ese nivel nacional que en España mayormente ya casi no existe en la pandemia, pues vemos como algunos eluden su responsabilidad y el deber de hacer de la lucha contra la pandemia una realidad con coherencia nacional ,y sin disparidades inexplicables y perjudiciales entre autonomías. Y es que en España las decisiones (y por supuesto la responsabilidad) casi recaen exclusivamente sobre las capitales autonómicas, sin apenas filtros ni coordinación nacional. Esto me recuerda a cuando en mi empresa cae un rayo por algo que se ha hecho mal, y el jefe se indigna teatralmente ante el CEO por el trabajo mal hecho, y directamente se aparta hábilmente mirando hacia abajo para que no le caiga a él ese rayo que deja pasar esquivándolo, hasta que acaba por impactar en alguno de sus subordinados. Es una simple cuestión de “estilazos” de liderazgo.

Pero el margen de mejora que proponemos desde aquí va mucho más allá de esa justificada crítica. Aquí proponemos ahora una serie de medidas correctivas que están a punto de empezar a ser oportunas, y que podrían mejorar ostensiblemente la campaña de vacunación dependiendo de si son correctamente implementadas. La población senior tiene otra ecuación con mucho más riesgo vital, pero una de las ideas principales a valorar es que tal vez para la población adulta no senior cuyo turno de vacunación no esté completado hasta dentro de unos meses, la decisión igual no pasa tan sólo por decidir vacunarse o no vacunarse, sino simplemente por no vacunarse en el turno oficial con la vacuna que te haya tocado sin elección posible. Así, por sólo unos meses de aguantar más sin viajar y sin ese pasaporte de vacunación (que ya les advertimos que acabaría dividiendo nuestra sociedad en dos tipos de ciudadanos con derechos distintos), pues casi seguro que para el primer semestre de 2022 (o tal vez algo más allá) uno podrá ya vacunarse libremente con la vacuna de su elección. Hay puesta en producción una cada vez mayor capacidad de fabricación de vacunas a nivel mundial, y además se está teniendo una parte cada vez mayor de las poblaciones ya vacunada, así que en algún momento no demasiado lejano se sobrepasará el punto de inflexión, por el que la oferta de vacunas superará a la demanda, y por el que dejará de haber ruptura de stock.

Y si el problema es que rediseñar el plan de vacunación ahora supondría dejar de lado contratos con alguna farmacéutica ya firmados, pues mucho me temo que esos contratos ya han caído manifiestamente en un clarísimo incumplimiento contractual, y no precisamente por parte de nuestros dirigentes europeos: legalmente ese contrato tiene toda la pinta de poder ser sentenciado judicialmente como “de papel mojado”. Y que conste que, aunque la gestión de la pandemia también haya sido obviamente mejorable cuando hablamos de Bruselas, especialmente por haber confiado en “elementos” poco confiables, la propaganda también ha visto el filón, y está instrumentalizando este punto para sembrar la ira y la desconfianza hacia Europa entre todos los europeos, de nuevo siempre con el fin último de que nos auto-destruyamos. Así, en este tema uno ya ha leído “conspiraoias” de todo tipo, y esa tóxica propaganda en la guerra ciber-social tan real es perfectamente capaz de manipularte un día con una cosa, y al siguiente con la contraria.

Sobre AstraZeneca como otro ejemplo, uno ya ha leído de todo satanizando siempre a Bruselas. Desde que todas las reivindicaciones de Bruselas sólo son una venganza por el Brexit, hasta que Bruselas busca realmente dejar de pagar sus vacunas para contratar ahora otras más baratas, y por supuesto no podía faltar tampoco la propagandística “conspiranoia” contraria. La última “de traca” de la propaganda también es que sólo esos cutre-medios y videos de Youtube sin ningún rigor habrían descubierto en primicia una oscura maniobra de Bruselas, pero en este caso para sacarnos los cuartos a todos los europeos pasando de la de AstraZeneca a hacernos pagar las vacunas más caras de Moderna y Pfizer. Pues todo sea dicho, sería un último giro de hecho que algunos especialistas verían como esa mejora evolutiva del plan de vacunación que decimos que ahora ya empieza a ser más posible, y cuya mejor forma final han de diseñar sólo los expertos (pero de los que existen de verdad). Y eso por no hablar de cómo ciertos sectores nos están vendiendo el plan de vacunación británico como un exitazo (que lo es), pero sólo para a continuación enarbolar su anti-europeísmo y manipular hacia el argumento falaz de que el éxito sólo es por haberse desvinculado de Europa. Un falso argumento fácilmente desmontable como se publicaba en la propia web de la London School of Economics.

Entre otros muchos argumentos posibles con los que se rebate a los más nacionalistas británicos, está el hecho de que la UE ha exportado aproximadamente la mitad de las vacunas producidas en suelo europeo, y la cuestión es que efectivamente, de no haber permitido exportar esas dosis (no voy a entrar aquí en el debate sobre si es lo idóneo o no), Europa habría tenido casi el doble de europeos vacunados. Pueden ver algunas estadísticas de calidad al respecto aquí, y los datos son que ya a 24/3 un total de 33,1 millones de vacunas fueron exportadas fuera de Europa. Hay que destacar que esa cifra a 15 de abril serán muchas más, porque ha pasado cerca de un mes más con tasas de producción fuertemente al alza, y además a eso hay que añadir esas dosis "escondidas" de las estadísticas europeas, como los 30 millones de AstraZeneca de Italia. Hombre, con todo ello, no es que lleguemos a los 100 millones de dosis “extra” para necesitados ciudadanos europeos, pero tampoco andaremos muy lejos: es una cifra muy relevante, como para vacunar dos Españas enteras. Como ven, puestas las cifras en contexto, la cosa cambia mucho, y parte del “exitazo” británico antieuropeo se debe a las decenas de millones de dosis exportadas allí desde Europa (las permitidas y las ocultadas).

Porque ese “exitazo” Brexiteer ya no se lo cree ni el propio Johnson, y el éxito de la vacunación británica en realidad ha sido un camino como el del Brexit: infestado de propaganda nacionalista, satanizando a Bruselas muchas veces injustificadamente, victimizándose cuando en realidad son el verdugo, y estando plagados de falsedades, de dirigentes que se desdicen o que al día siguiente afirman lo contrario que el anterior, con cientos de millones de vacunas que no se entregan, y con otras decenas de millones en transportes ocultos y ocultados a Bruselas, etc. Sí, el gran error de Bruselas que les decía antes que hemos cometido los europeos ha sido volver a fiarnos de la órbita británica, como ya nos ocurriera con ese Brexit con el que Reino Unido y su legalidad ya perdieron toda su credibilidad en todo el mundo al incumplir incluso acuerdos internacionales con la UE de validez jurídico-legal. Está Reino Unido tan degenerado socioeconómicamente como para que nos lo pongan de ejemplo de (casi) nada.

Y es que ahora Europa se ha vuelto a equivocar al confiar en una empresa de la órbita británica una gran parte de la vital estrategia Europea de vacunación. Fíjense además en que, de todas estas desinformaciones recurrentes, la práctica totalidad de las mismas siempre se acaba demostrando falsa, y además siempre nos vienen por los mismos pútridos canales colaboracionistas de (des)información. Fíchenlos y no vuelvan a darles la más mínima credibilidad, y si quieren léanlos pero sólo como el pasatiempo divertido que puede encontrarse en leer ridiculeces como las genialidades de “El Mundo Today”; eso sí, sin perder de vista que en realidad la propaganda siempre apunta a matar. Por mucho que nos insuflen propaganda anti-europea, aquí verdaderamente la única pregunta abierta es cuántos millones de dosis pudieron seguir antes esta "ruta caliente" de vacunas escabulléndose de las autoridades europeas, y cuántos millones europeos más se habrían vacunado salvando su vida propia y las ajenas de los que mo habrían contagiado por todo el continente. Insisto: ésa es la única pregunta por dilucidar ahora mismo.

Con el Brexit o las campañas de vacunación, a pesar de lo mejorable, Europa sigue siendo el objetivo a derribar

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Pero la propaganda sólo intenta infestar absolutamente todas las opciones de mejora al alcance de Bruselas (también en el tema de las vacunas), para que cualquier movimiento se torne auto-destructivo para la UE. El objetivo último es que nos agitemos todos socialmente con un descontento popular explosivo, y que nos revolucionemos para hacer saltar por los aires esa Europa fuerte y unida que tan poco interesa a las potencias hostiles. Las políticas europeas serán mejorables, especialmente en lo que a la pandemia se refiere, pero esto es así en todos los países (lean un poco la prensa internacional), y lo que es seguro es que nos habría ido mucho peor desunidos y como una miríada de pequeños países disgregados y sin poder de acción conjunto. La prueba es que si ciertos regímenes son así de evidentemente hostiles, y lo son también contra nuestro sistema de libertades, ya pueden jurar que hacer saltar Europa por los aires sería lo peor que nos podría pasar a los europeos, y lo mejor para esos intereses foráneos y hostiles. Como dicen los anglosajones: "Our win, their loss".

Lo casi seguro es que, como les decía, para el año que viene ya habrá suficiente capacidad para abastecer libremente a todas las farmacias, en las que usted podrá adquirir la vacuna que más confianza le dé. Y esto que ya estaba pensando mucha gente que desconfía (y con motivo) de ciertas farmacéuticas que han demostrado no ser nada de fiar, puede tener un impacto en el propio ritmo de vacunación masiva tan necesario para alcanzar la inmunidad rebaño: hay algunos que quieren alcanzarla incluso a costa de que algunas ovejas se queden por el camino. Pero el problema ya no es que la gente pueda decidir no querer inocularse una vacuna que les resulte personalmente poco fiable, ni la solución puede pasar por obligarles a arriesgar su salud y su vida ni por privarles de elegir otra vacuna, la solución pasa sencillamente por rediseñar el sistema de vacunación nacional y que cada cual pueda elegir con “relativa” libertad la vacuna con la que se sienta más seguro, por supuesto esto no quita que deba ser dentro de ciertos límites de idoneidad y estadísticos puestos por los expertos. Porque es muy distinto que te den cita para vacunarte, y que llegues y te hayan preparado una ronda de AstraZeneca sobre la que tengas que decidir en el acto (aquí la reacción más inmediata y temerosa puede llevar a no ponérsela), a que te den a elegir, y tú mismo decidas que te pones la de AstraZeneca (o no) porque la próxima disponibilidad estimada de pinchazo público de Pfizer es para 2023 (como les decía, obviamente y al final seguramente en 2022 ya habrá dosis de todo tipo en las farmacias donde elegir).

Algumo dirá que este rediseño del plan de vacunación podría conducir al peor escenario, pero el tema es que, tal y como están las cosas hoy por hoy, ya estamos inmersos de lleno en ese “peor escenario”, con hasta un 70% de ciudadanos en ciertod días que en Madrid no han querido pincharse con AstraZeneca. Y esa nueva gestión de las vacunas solucionaría en buena medida poder lograr a la vez respetar la dimensión personal de la campaña vacunación, seguir contemplando a la vez criterios estadísticos y de los expertos, y lograr alcanzar la inmunidad de rebaño cuanto antes. Pero claro, para ello dependemos de políticos y gestores que posiblemente no estén muy por la labor de dar algo más de libre elección, sino más bien por esa labor impositiva que a veces tanto les priva, y ello puede acabar teniendo unas consecuencias severas que cada vez están más cerca de obligarles a corregir y a desdecirse una vez más. Lo que es también seguro es que, como “buenos” políticos, sólo corregirán cuando el problema ya sea mayúsculo, y sobre todo porque les haya explotado entre sus manos. Y el hecho es que, una vez vacunadas urgentemente las generaciones más vulnerables y en riesgo más vital, y conforme ese punto de inflexión se vaya alcanzando y deje de haber ruptura de stock, ya sí que hay cierto margen para empezar a rediseñar y a mejorar el plan de vacunación nacional. Es algo especialmente clave cuando esa mejora supone (de nuevo) una esencial gestión preventiva, de ésa que ha demostrado ser la mejor y casi única forma de minimizar el grave perjuicio de la pandemia.

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Hablamos de esa gestión preventiva que lamentablemente no la hemos visto ni tan apenas por asomo, y que ha sido más bien reactiva y perseguidos por el desarrollo de los acontecimientos. El objetivo primordial ahora mismo es que en los próximos meses se mantenga e incluso se incremente bastante el ritmo de vacunación, y hay que anticiparse al problema de que a mucha gente le va a tocar una vacuna que no le inspira ninguna confianza, gente a la que además estadísticamente el Coronavirus le produce menor mortalidad, y que además incluso algunos países ya han afirmado públicamente que vacunas como la de AstraZeneca no son recomendables para determinados rangos de población. Esperemos que esta vez sea diferente en lo que a gestión preventiva se refiere, y que nuestros políticos estén por fin a la altura del reto y de los ciudadanos. El rediseño y la evolución del plan de vacunación es una nueva oportunidad en la que por fin actuar con la máxima diligencia y competencia.

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