Cuando se publique el IPC de enero, lo hará con algunos cambios. Y es que, de forma periódica, los expertos del Instituto Nacional de Estadística (encargados de elaborar el Índice de Precios al Consumo) realizan modificaciones en la composición del índice para adecuarlo a los cambios detectados en los hábitos de conumo de la población. Así, en la muestra definida (con distintos productos, establecimientos y municipios) se pueden incorporar productos nuevos y cambiar otros, modificar el peso de los distintos productos en la ponderación final del índice, cambiar los establecimientos o los municipios donde se realiza la investigación...
Todo muy bonito, pero... ¿y qué pasa con la vivienda? Una de las críticas más recurrentes que se hacen contra el IPC (utilizado para la actualización de salarios, por ejemplo) es que no tiene en cuenta el crecimiento del coste de la vivienda. Lo cual, en escenarios de crecimientos de dos dígitos como hemos tenido en los últimos años, hace que se produzca un empobrecimiento de la población. ¿De qué vale que los sueldos aumenten un 4%, si la vivienda sube un 17%?. La brecha entre quienes no pueden acceder a una vivienda se hace cada vez mayor. Sin embargo, no es del todo cierto que el IPC no tenga en cuenta a la vivienda. En realidad, el 10,71% de índice está compuesto por la variación de precios correspondientes al epígrafe "vivienda". En éste, se incorporan la evolución de los gastos corrientes (agua, electricidad, calefacción...), los gastos de conservación (compra de muebles, reparaciones, etc.) y también la evolución de los precios en alquiler.
¿Y la vivienda comprada? Aunque es cierto que no incluir la evolución de estos precios en el IPC genera algunos problemas, dejarlo fuera tiene también su sentido. Por un lado, la vivienda en propiedad tiene un componente de "ahorro" más que de gasto puro - aunque la casa nos cueste un riñón, no deja de ser nuestra y podemos venderla pasado un tiempo, recuperando ese dinero. Además, no se trata de un producto recurrente (uno no se compra una casa hoy y otra el año que viene) por lo que la evolución de los precios "general" no tiene un impacto decisivo en mi capacidad de gasto: el hecho de que la vivienda suba un 10%, un 20% o un 50% es indiferente para mí - lo único que marca mi capacidad de gasto es a qué precio la compré.
De todas formas, personalmente sigo viendo un punto "oscuro" en ese razonamiento, y son los gastos financieros. Los intereses pagados al banco por un préstamo hipotecario no tienen nada de "ahorro", sino que son gasto puro. Y ese gasto sí tiene un factor que impacta sobre su evolución, que son los tipos de interés, que afectan definitivamente a mi capacidad de gasto y a mi poder adquisitivo.
Por lo tanto, pienso que el IPC debería tener en cuenta ese epígrafe para reflejar adecuadamente la evolución de la capacidad de gasto...
En El Blog Salmón | El IPC encarece la vivienda