Así será y así nos afectará la salida en K a la crisis económica de la pandemia

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Casi desde el primer momento en el que llegó esa catástrofe económica pandémica que algunos medios habíamos anticipado, empezaron a bombardearnos desde ciertos sectores con que ya llegaba la recuperación económica, ésa que seguimos esperando. Y no cuenten como recuperación un rebote sin valor tendencial y como mera reacción reflejo de la debacle precedente. Para poder calificar algo verdaderamente de recuperación deberá estar sustentada por un crecimiento económico consistente, sostenido, y que nos devuelva a la senda de crecimiento anterior, por mucho que nos vaya a costar lo nuestro superar las cotas anteriores donde las dejamos.

Así que llevamos trimestres oyendo hablar ya de recuperaciones fulgurantes, de que de ésta saldremos reforzados, pareciendo que en breve aquí estaremos como si no hubiese pasado nada… cuando en realidad de lo que deberíamos estar hablando es de cómo de verdad es el abismo al que nos estamos más que asomando, de cómo podemos tratar de minimizar el impacto con el fondo tras la caída, y de quiénes y cómo se puede escapar de la debacle. El debate debería estar centrado más bien en el cómo enfrentarnos a esto, que en el qué esperanzas hay que venderles para que no se me “agiten”. Así que desde aquí trataremos de darles algunas claves del futuro que se nos echa encima, que esperamos que les ayuden a ustedes, y que nos ayuden también a todos como país.

”Recuperación vendo y para mi no tengo”: de la “V”, a la “W”… para acabar topando con una inclemente “K”

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Dentro de la táctica habitual de nuestros políticos, por la cual, cuando el dolor socioeconómico se vuelve insufrible, la salida menos realista y más autodestructiva pasa por alimentar la negación, y con los parados ya cayendo por cientos de miles no paraban de hablar de la fulgurante recuperación que nos espera a la vuelta de la esquina. Desde estas líneas no podrán decirnos que nos les hemos advertido por activa y por pasiva que de ésta no íbamos a salir ni pronto, ni rápido, y mucho menos como si aquí no hubiese pasado nada con respecto a antes de la irrupción del fatídico Coronavirus. De hecho, fuimos de los primeros medios en advertirles de la llegada de esta pandemia que muchos negaron (incluso haciéndonos de menos y casi insultándonos), en exponerles que además de biológica la pandemia también iba a tener una fuerte vertiente de destrucción socioeconómica, y finalmente acabamos por explicarles que, si 2020 fue malo, 2021 perfectamente puede superarle en deterioro, al menos en ciertos indicadores y en base a la proyección de ciertas tendencias muy significativas. Desde luego, no podrán acusarnos de dejarnos llevar por el poder y por el interés de nuestros políticos (gobierne quien gobierne y caiga quien caiga, por cierto).

Así, en temas económicos, como vendedores ambulantes de falsas esperanzas, nos han empezado hablando de esa clásica recuperación fulgurante en forma de “V”, que rara vez llega si no desaparecen los factores desencadenantes tan rápidamente como aparecieron. Obviamente, ése no ha sido el caso del Coronavirus, que vino para acompañarnos durante unos eternos trimestres. Cuando la irrealidad de la “V” ya se caía por su propio peso, entonces la vana esperanza empezó a vendernos que no, que en realidad no íbamos a tener esa “V”, sino una flamante “W” en la cual trataban de vendernos que igualmente acabaríamos rápidamente recuperando el terreno perdido. De nuevo, lo que tiene la economía, es que sólo hay que esperar un poco para que la realidad les quite la razón a los menos rigurosos en temas salmón. Eso si antes no nos hundimos en una imparable espiral de destrucción socioeconómica irreparable, lo cual en ciertos países hasta parece haber sido el objetivo, al menos a la vista del lamentable estado de deterioro inhumano y tercermundista al que ciertas políticas (y políticos) les han llevado, y de cómo gestionan ahora la miseria resultante sin siquiera despeinarse.

Y finalmente, tras la “V”, tras la “W”, y con las colas del hambre y los ciudadanos ya hartos de tanto digo y donde dije digo digo Diego, parece que la realidad econométrica empieza a imponernos como escenario más probable a futuro una recuperación en “K”. ¿Que qué significa esta nueva forma del abecedario aplicada a la economía? Pues que, tras el fragor del evidente proceso de destrucción socioeconómica que hemos sufrido y estamos sufriendo, aquí va a haber ciertas empresas que sí que van a experimentar una fuerte recuperación (representados por el brazo de la “K” ascendente), mientras que muchas (repito aquí: “muchas”) otras van a seguir una catastrófica senda descendente por el brazo de la “K” que sigue “cuesta abajo y sin freno”. Casualmente, este escenario empresarial y sectorial a nivel nacional es totalmente equiparable al que ya les dibujamos respecto a los propios países a nivel internacional, con un mundo a futuro dividido entre unos países claramente vencedores que van a experimentar una fuerte recuperación económica, y otros en la que la recuperación amenaza con quedarse en pírrica. Y por cierto, recuerden cómo les analizamos ya, con los datos en la mano, que a menudo uno de los principales (y casi único) factores diferenciales que separa a los ganadores de los (muy) perdedores es haber contado con una correcta gestión preventiva (que no reactiva) de las sucesivas olas de la pandemia.

Así que aquí estamos y hasta aquí hemos llegado, y tras haberles introducido brevemente a cómo ha acabado sobreviniendo sobre nuestra socioeconomía esa “K” tan salomónicamente “segmentadora” entre ganadores y perdedores, la pregunta oportuna debería ser: ¿Y quiénes estarán en el plato que sube de la balanza económica, y quiénes en el que baja? Excelente pregunta, y aunque la respuesta no puede ser particularizada ni mucho menos (para desgracia de los más inquietos aquí reconocemos que no tenemos la bola de cristal), sí que podemos analizar la probable evolución de ciertas variables macroeconómicas, y que a partir de ahí cada cual sea el que vea la dependencia de su empresa de cada una de ellas, y el potencial impacto positivo o negativo que le va a traer.

¿Qué señales de tráfico va a haber en el cruce de la “K”, y con qué indicaciones hacia uno u otro destino económico-empresarial?

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Hace algunas semanas, la web Seeking Alpha publicó un interesante artículo que hablaba de los factores definitorios y diferenciales que iban a determinar la forma de esa recuperación en “K”, ante la que sí que podemos experimentar con fundamento tanto esperanza como temor por partes iguales. Y por cierto, que conste también que los compañeros de Seeking Alpha son de la opinión de que esta recuperación en forma de “K” no es sostenible, al menos no como se ha planteado hasta el momento. Una de las amenazas que ponían en ese artículo sobre la mesa era que, sin una adecuada ronda de estímulos fiscales, de poco servirían las más que generosas rondas de estímulos monetarios (no entraremos aquí a valorarlos hoy). Y eso es muy cierto, especialmente en un mundo actual en el que en buena medida la economía financiera ha ido inundándolo todo, hasta copar una buena porción de la economía en detrimento de la economía real.

Pero a la vez vivimos también en un mundo en el que es precisamente la economía real la que verdaderamente nos sigue dando de comer a (casi) todos, y en el que la economía financiera en solitario difícilmente tomará ese relevo generador de crecimiento económico sano y sostenible por sí misma. No creo que debíamos nunca acabar de pasar de una economía física a una financiera, y lo que es más probable es que simplemente pasemos de una economía física a una virtual, senda en la que ya empezamos a estar a medio camino. Esta tesis de la economía financiera de carácter algo invasivo realmente no es propia, sino que la expuso brillantemente hace algún tiempo heribertoaa, uno de los enriquecedores y preciados miembros de esta gran comunidad del Blog Salmón. De todas formas, desde que este artículo de Seeking Alpha fuera publicado, en este mundo trepidante que nos ha tocado vivir de nuevo han pasado muchas muchas cosas. Entre ellas que el presidente entrante Biden ha aprobado unas rondas de estímulos para apuntalar la recuperación, lo cual era precisamente lo que se reclamaba desde Seeking Alpha. En todo caso, ahora muchos republicanos critican agriamente este plan de estímulos de Biden por considerarlo un gasto galopante (y lo es), pero bien callados estaban ésos ante el también galopante déficit y el agujero negro que abrió Trump en las cuentas públicas estadounidenses. Y eso que aquello era un déficit con más trazas de ser un verdadero cáncer en las cuentas públicas, al menos mucho más que un plan de estímulo que es puntual y excepcional, y que tal vez pueda llegar a ser hasta necesario para re-arrancar el motor de la socioeconomía estadounidense, actualmente tan “gripado”.

Tal vez la inflación y seguro la deuda van a ser dos de las principales varas con las que el futuro económico nos va a medir (o más bien a azotar)

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Desde luego que algunos sectores pueden volver a decirnos que la inflación ya no existe ni volverá a existir ya nunca jamás, pero eso no es cierto. Lo que es cierto es que la inflación es una bestia que lleva dormida mucho tiempo, aunque no es menos cierto también que aquí lo realmente nefasto es una inflación desbocada, mientras que una inflación controlada y moderada es incluso saludable y necesaria para la economía y las empresas. Pero tengan por descontado que la bestia inflacionaria habrá un momento en el que acabe por despertar de su largo letargo y, de hecho, tras haberlo venido exponiendo como probable a futuro en diversos artículos, especialmente cuando los salarios empezaron por fin a revitalizarse, lo cierto es que ahora ya incluso banqueros centrales como los de la FED ya lo trabajan como un escenario económico a descontar. Si bien hay que matizar que el escenario que plantean no es ni mucho menos el propio de lo que sería un rebrote inflacionario, sí que es cierto que el mero hecho de que, después de tantos años, la inflación vuelva a ocupar un lugar destacado en las declaraciones más relevantes de los banqueros centrales ya es de por sí un cambio muy significativo.

Y es que la situación económica de sobre-endeudamiento de muchas empresas y gobiernos hace que esa inflación, por poco que pueda crecer, pueda llegar a marcar grandísimas diferencias tanto entre países a nivel macroeconómico, como entre empresas a nivel microeconómico. Recuerden que en una situación de sobre-endeudamiento los incrementos de los tipos de interés que suelen acabar acompañando a la inflación tienen un potente efecto multiplicador sobre la deuda, y por ende sobre sus correspondientes intereses a satisfacer corroyendo los balances. De hecho, en países como España mismo hemos llegado con la pandemia a un endeudamiento récord en más de un siglo, y que asciende nada más y nada menos que a casi un 120% del PIB. Aunando deuda pública y privada, en España alcanzamos un endeudamiento total de más del 250% del PIB, pulverizando la ya de por sí terrible marca de la crisis financiera de 2008. Terrible, pero terrible terrible. A poco que repunte la inflación y suban los tipos, en España podemos acabar mordiendo el polvo, y no de un montoncito aislado, sino de todo un desierto socioeconómico).

Y si hoy entro en este tema es porque, por mucho que el endeudamiento de particulares no se haya deteriorado y los españoles estén ahorrando más, las empresas sin embargo han acabado participando de la fiesta de endeudamiento en la que ya estaba inmersa el propio estado español. Ante el desplome de sus ventas, muchas empresas han tenido que recurrir a la deuda como única forma de mantenerse vivas y a la vez evitar despidos masivos. Pero incluso aún valorando sólo la deuda soberana tan galopantemente desbocada, que al final es la responsable del 70% del incremento de la deuda global española en los últimos 10 meses, no crean que esa mordida de polvo será sólo algo estrictamente estatal. Recuerden que, si por algo en un país es la deuda soberana la que ostenta el riesgo cero, es sólo porque, si el estado se precipita, arrastra antes en su caída a todo el sector privado, al cual acaba esquilmando antes de entrar en default soberano. No obstante, de cara al tema de hoy de la recuperación en “K”, lo relevante es que buena parte de esa bifurcación puede venir determinada por el estado del endeudamiento de cada empresa en particular. Porque una cosa son los datos macroeconómicos agregados (que tampoco son precisamente buenos), y otra muy distinta es luego que en el mercado hay empresas acuciadas por una situación de sobre-endeudamiento insostenible, y otras con unos balances más saneados. Y ahí es donde se va a marcar una importante diferencia.

No obstante, tampoco se puede ser injusto a la hora de sentenciar si una empresa ha gestionado bien o no la pandemia juzgándola exclusivamente por el incremento de su endeudamiento. Esa vara de medir puede haber muchos casos en los que no sea fidedigna, puesto que hoy por hoy hay tantas empresas en situación límite que su única salida sin otra opción posible ha sido recurrir a la deuda para seguir manteniéndose vivas. Es cierto que se han evitado (o tal vez enmascarado) en parte las “escabechinas” masivas de los EREs por el momento, habiendo sido sustituidos por unos ERTEs que habrá que ver cómo acaban finalmente. Pero no es menos cierto que, independientemente de si ha sido por una mala gestión o si “eran lentejas” propias de una huida hacia adelante porque no había otra forma de sobrevivir, las empresas sobre-endeudadas van a empezar a pasarlo realmente mal a poco que los tipos (y la inflación) puedan empezar a repuntar lo más mínimo. Y lo queramos o no, sea justo o injusto, haya sido una decisión voluntaria o de que “no hubiese otra”, es altamente probable que la principal diferenciación entre las pocas empresas afortunadas que van a poder tomar el brazo ascendente de la “K”, y la mayoría que se van a ver abocadas a precipitarse por el descendente, sea precisamente por el nivel de endeudamiento actual por el que pasan sus balances empresariales.

No es momento de buscar empresas más y menos culpables y repartir responsabilidades, pero lo cierto es que, únicamente a fin de contribuir al progreso socioeconómico, y que en la medida de lo posible algo así se pueda paliar en el futuro, debo sacarles a colación el análisis que les trajimos hace poco con título “¿Puede una empresa sobrevivir durante más de mil años? Las hay que lo han hecho, pero haciendo lo contrario que la mayoría”. En ese artículo precisamente les exponíamos que una de las claves para lograr la supervivencia empresarial a lo largo de los siglos (y milenios) era precisamente la mesura y la ausencia de sobre-endeudamiento, y no caer nunca en endeudarse innecesariamente en base proyecciones de expansión muchas veces basadas en la euforia, y tal vez hasta en una ambición algo desmedida. Y es que no haberse sepultado bajo el peso de una deuda innecesaria y excesiva es clave para que luego las empresas saneadas puedan enfrentarse con éxito y sobrevivir ante shocks impredecibles e inesperados como la pandemia, y que siempre pueden acabar sobreviniendo en cualquier momento. Y todo sea dicho de paso, que conste que una salida posible y probable de la actual borrachera pandémica de deuda (que en muchos casos es mundial) es una de esas devastadoras crisis de deuda, con primas de riesgo tensionándose hasta mucho más allá de lo soportable, y de nuevo, como les decía, siendo los agentes económicos más endeudados los que se convertirán en los sufridores más desesperados.

Sorpresas te da la vida, y ruinas te trae la imprudencia en economía. Esos sectores económicos más sobre-endeudados y en los que la crisis va a morder con más crudeza, acabarán atenazados por la doble pinza de la pesada losa de la deuda a repagar, y del consecuente hundimiento de las inversiones parejo, sobre el cual ya les advertimos que iba a llegar acabando de hundir a muchas empresas y sectores. Así, a la hora de distinguir entre futuros ganadores y perdedores, y de discernir entre socios y clientes empresariales con mayor o menor riesgo, hay que tener en cuenta también la alta correlación existente entre nivel del sobre-endeudamiento a raíz del Coronavirus, y el descenso de la actividad a raíz de la pandemia. Son esos sectores, como por ejemplo los ligados al turismo o la hostelería, los que más frecuentemente se habrán visto abocados a recurrir a la deuda para mantenerse a flote durante un poco más de tiempo, en la esperanza de que por fin llegue la inmunidad de rebaño ante el virus, y retornen así los flujos de caja antes de que sea demasiado tarde. También el sector de las startups en concreto está en altísimo riesgo, siendo como es tan tendente al sobre-endeudamiento, pues muchas veces se articula en torno a unas expectativas a futuro que ahora la irrupción de la pandemia difícilmente va a permitir que se materialicen en buena parte de los casos (al menos en el corto y medio plazo). Lo mismo aplica a las empresas dependientes de los mercados de “deuda basura” de alto riesgo (y ya de por sí de alto tipo de interés).

Y terminamos por hoy exponiendo que el debate en torno a la recuperación en “K” como tal es infinitamente más interesante y, sobre todo, esencial tanto para los dirigentes como para los propios afectados, puesto que ahí ya no es una de “miseria para todos” de la cual no se puede escapar de ningún modo. La “K” lo que trae es que también puede llegar a haber en ciertos casos margen suficiente para que haya ganadores y perdedores, y que, a pesar de la calamitosa situación, habrá unas pocas empresas que podrán ponerse a salvo (a veces por una correcta gestión), arrojar números negros en vez de rojos, crear empleo, y tal vez hacer de buey que sigue tirando del carro para tratar de sacarlo de los agujeros económicos con los que se nos ha poblado el camino. Es un debate que a ciertos sectores no les interesa en absoluto, puesto que reconocer que una buena gestión puede poner a salvo una empresa puede incluso evidenciar que una buena gestión puede poner también a salvo incluso al conjunto del país.

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Ya saben que siempre funcionó a las mil maravillas aquello del “mal de muchos, consuelo de tontos”. Otra cosa es que, verdaderamente, lo que es de tontos es quedarse de brazos cruzados esperando a que nos lluevan los euros del cielo (digo, de Europa), y sin querer ver que, en no pocos casos, lo que cosechemos será simple y llanamente lo que hayamos sembrado con esas semillas que tan generosamente nos envían ahora nuestros hermanos europeos. Elijan ustedes mismos en qué brazo de la “K” quieren estar, y a partir de ese punto ya simplemente les deseamos suerte, porque esa decisión tampoco es la garantía absoluta de un éxito que, al igual que una cosecha, realmente depende de una conjunción de variables de entorno. En todo caso, lo que es seguro es que, el que no siembra nada, ése sí que tampoco cosechará absolutamente nada, y se encontrará con un campo yermo y con todavía más deuda cuando cese el maná de dinero europeo.

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