Esto es lo que debe hacer urgentemente el gobierno para minimizar el impacto económico de la crisis del Coronavirus

Esto es lo que debe hacer urgentemente el gobierno para minimizar el impacto económico de la crisis del Coronavirus
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Recetas económicas para toda crisis siempre las hay muchas y muy variadas. Desde el extremo del crece-pelo populistamente milagroso que algunos nos hacen creen que por fin nos hará lucir una melena socioeconómica donde nadie lo ha visto antes, hasta el otro extremo del despido libre, pasando por toda una extensa gama de grises tan amplia como posibles políticas socioeconómicas hay, siempre nos encontramos todo tipo de recomendaciones para superar cada nueva crisis.

Como decía el ex-presidente González en el fragor de la crisis de 1992: “lo difícil no es que un analista te dé la receta económica correcta para la crisis, lo realmente difícil es saber cuál es el analista de todos los que tienes que te está dando esa receta correcta”. Y en esta situación empezamos a encontrarnos de nuevo más de 25 años después de aquella recesión económica, y tras la violenta irrupción del Coronavirus en las esferas económicas y bursátiles (por cierto, aquí tienen un excelente enlace con toda la información facultativa que puedan necesitar sobre el virus). Y sí, nosotros también tenemos nuestras propias recetas económicas para superar esta situación sanitario-socioeconómica, y creemos firmemente que si las aplicasen el trance resultaría en una afección mucho más leve.

Ya está aquí ese virus cuya existencia algunos incluso negaban tajantemente tachándolo de ser un complot de las grandes farmacéuticas

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Lamentablemente, gracias a la propaganda tenemos en nuestras socioeconomías empecinadas y categóricas teorías de todo tipo para cualquier tema que pueda surgir, y el Coronavirus no iba a ser una excepción. Si no fuese porque algunos de los temas son realmente graves, se podría decir que algunas de las historias que la propaganda inventa y difunde son incluso propias del mismísimo “El Mundo Today”. Pero no, esos bulos están ahí, circulando por nuestras mentes, y de vez en cuando una proporción relevante de la población se cree a pies juntillas uno de ellos, y tienen su influencia en algún asunto importante. Y es que “Propaganda kills…”, así que ni toleren ni se conviertan bajo ningún concepto en esos colaboracionistas que son coautores de difundir dañinas falsedades, que pueden llegar a traducirse en penurias económicas o incluso muertos como en la debacle socioeconómica de Venezuela.

Pero en el caso concreto del Coronavirus, los bulos que han corrido han ido desde falsas recomendaciones sanitarias, hasta inútiles recetas de la abuela, pasando por el bulo inicial de que la pandemia era sólo una lucrativa conspiración maquiavélica de las grandes farmacéuticas para sacarnos el dinero como sentencian que ocurrió con el SARS. Y ahora la propaganda vuelve a ir un paso por delante, y ya están carcomiendo cerebros alentando a la revuelta porque la desinformación más nociva ya está socavando de nuevo las bases de nuestro sistema democrático, y conspirando diciendo que las medidas de aislamiento extremo, que es bastante probable que acaben sobreviniendo en algún momento (como ya ocurre en Italia), serán sólo un golpe de estado encubierto para arrebatarnos silenciosamente nuestras libertades. ¡Qué cosas inocula la propaganda, oigan! Y por cierto, para que vean de qué va la cosa más allá de los hilos de Whatsapp, Maduro ya nos hizo partícipes de otro de sus despropósitos al “revelar” ante el mundo la tapadera del COVID-19, que en realidad tacha de ser “un arma biológica para dañar a China y a los pueblos”: debe de ser que además también piensa que el hambre y la desnutrición no dañan al pueblo.

Pero el virus es también económico, y las recetas deben ser también necesariamente de color salmón…

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No son sólo recetas facultativas lo que necesitamos para superar la crisis sanitaria traída por el Coronavirus. Si bien las acciones médicas son ahora mismo las más prioritarias porque son las que salvan más vidas del virus en este estadio, tampoco podemos dejar de lado las recetas salmón, que en el largo plazo dejarán también incontables damnificados.

Y desde estas líneas fuimos de los primeros medios en ponerles de relieve puntualmente las severas consecuencias económicas que el funesto virus podía llegar a traer, tanto analizando en su momento el impacto cierto ya por entonces sobre el crecimiento chino, como potencialmente su repercusión sobre las cadenas de suministro occidentales (como ya ocurre con Amazon u otros) o por una simple propagación de la pandemia que ya ha ocurrido por desgracia.

Lo cierto es que el virus COVID-19 avanza en nuestra socioeconomía, y está poniendo ya en riesgo cierto de colapso al sistema sanitario de ciertas ciudades como Madrid o Barcelona, lo cual revertiría en una situación de mala calidad asistencial que podría desencadenar finales fatales que, de haber tenido acceso a la asistencia sanitaria, no habrían pasado de una enfermedad más en la mayoría de los casos. Como ya hemos dicho en unas cuántas ocasiones, el problema no es una enfermedad que (generalmente) no es grave, sino que el verdadero problema es su rápido contagio y cómo ello provoca un colapso del sistema sanitario, impidiendo que los enfermos más graves lleguen a tener la atención que requieren. En este plano, sin duda, la mejor receta pasa por tratar de descargar por todos los medios los casi colapsados hospitales, y tratar de aprovechar la capilaridad y mayor presencia local de los centros de salud y de la asistencia primaria, un punto que se está abordando ya en ciudades como Madrid, no exento de problemas de saturación también de los propios centros de salud y de los médicos de familia a raíz de la pandemia.

Pero una vez sintetizado el tema socio-sanitario, pasemos al color “Salmón” más socioeconómico, que aquí también hay mucha “enjundia” y mucho trabajo por delante para poder sacar a la economía del atolladero que se nos echa encima por momentos, y que también puede acabar provocando víctimas mortales por la precariedad socioeconómica que puede sobrevenir, y por los incontables suicidios cuya causa verdaderamente nadie analiza, y tras los que podría haber motivaciones económicas.

Y las bolsas no podían mantenerse ajenas a toda esta situación, especialmente por todas las severas implicaciones económicas que está ya trayendo a día de hoy. Así, los mercados llevan ya varios días instalados en una convulsa realidad bursátil de bajadas pronunciadas y continuadas, con un IBEX patrio que ya lleva perdido en la crisis pandémica más de un tercio de su valor, con la guinda de la estrepitosa caída de ayer jueves que ahondó más allá de un 14% de pérdidas, en una serie de caídas reiteradas no vistas desde el inicio de la Gran Recesión, y que ni el Brexit fue capaz de igualar en debacle: de hecho, atendiendo a la caída en un solo día, el crash del jueves ha supuesto todo un récord histórico nunca antes visto; aunque como ocurre muchas veces en estos casos hoy viernes se esté recuperando parte. Y por cierto, en este caso las criptodivisas no han ejercido de activo-refugio como en otras ocasiones, con severos batacazos también por doquier en el cripto-mercado.

No es que esto sean malos augurios: independientemente de que siempre reaccionen con cierta dosis de pánico e histerismo, no es menos cierto que las bolsas se suelen caracterizar casi siempre por ser capaces de anticipar en varios meses la futura realidad económica que se nos viene encima. Y es que el dinero tiene mucho olfato para los riesgos que se materializan… y además es muy cobarde y “pone pies en polvorosa” en cuanto se divisan nubarrones en el horizonte. Así pues, queda meridianamente claro que para superar esta pandemia necesitamos recetas de calma y responsabilidad para atacar al virus del comportamiento humano siempre presa del pánico, recetas facultativas para poder curar a los pacientes que caen enfermos por el COVID-19, y también recetas socioeconómicas para superar esa crisis económica que estaba ya cociéndose como les analizamos, pero de la cual la pandemia está haciendo de detonante, y por tanto debería ser el primer agente económico patógeno a atacar con los anti-virales salmón.

Y las recetas salmón más efectivas deberían ser…

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Pues mucho se ha hablado de las recetas salmón “salvavidas” que iba a poner en marcha el gobierno para salvarnos a todos, y en su momento fue mucha la expectación creada al respecto. El hecho es que el gobierno ha decepcionado y mucho a la mayoría de los analistas especializados, puesto que sus recetas son más bien escasas, de todas todas insuficientes para la que se nos viene encima, y de paso no se acaba de ver que ataquen realmente a la raíz del problema. Realmente, de lo poco que veo de bueno en las medidas anunciadas ha sido la intención de intentar paliar la situación (una vez sobrevenida, que sobre su anticipación ya no entramos en el debate), pero en un tema tan grave como éste las meras buenas intenciones son literalmente inútiles si no vienen acompañadas de mucho más, y lo que habría que hacer es tomar medidas verdaderamente efectivas (pero de verdad).

Pero no sería justo abordar esta sección sin reconocer que, medidas económicas, tomarse se han tomado. Demasiado sería haber caído en la inacción en una situación de emergencia nacional como la que estamos empezando a vivir en este país. La principal medida es que el gobierno va a permitir a PYMES y autónomos aplazar el pago de 30.000€ en impuestos. El tema es que, a pesar de ser la medida estrella del ejecutivo, se queda raquítica e inexplicablemente escasa para la magnitud del problema al que nos enfrentamos, máxime en una potencia turística como es España, y con la casuística de una crisis que va a afectar con insoportable intensidad precisamente al sector de viajes y turismo (entre otros no menos importantes).

Las medidas reveladas por el gobierno son efectivamente profundamente decepcionantes. Y es que el Estado tan sólo está proponiendo medidas para anticipar o aplazar pagos, en lo que en la práctica va a acabar suponiendo aplazar unos meses la consiguiente sangría financiera para las empresas: si experimentamos finalmente una crisis con toda su intensidad, de poco servirá que durante unos meses las empresas estén exentas temporalmente de sus pagos, si a la vuelta de la esquina, y con un panorama económico que no se anticipa nada halagüeño tampoco en el futuro, van a tener que pagar lo que corresponda a ese año en curso, más encima lo aplazado del actual. Vamos, que poco van a ayudar estas medidas en la práctica. Además, los importes destinados a este plan de choque son mayormente irrisorios, y ascienden a la mágica cantidad de poco más de 1.000 millones de euros: vamos, calderilla para la economía, calderilla para el Estado, calderilla para los mercados, y calderilla para la magnitud de la crisis a la que nos enfrentamos. Calderilla se mire por donde se mire. Lógicamente las reacciones no se han hecho de esperar, y tanto las Comunidades Autónomas como las empresas han manifestado la profunda decepción (e incluso indignación) que les ha producido el anuncio de estas medidas “estrella” del gobierno, y como consecuencia de ellos las empresas se sienten literal y prácticamente abandonadas a su suerte.

Sólo falta que alguien salga a la palestra a decirnos aquella famosa y ocurrente cita de 2007 de que “esto es sólo una tormenta financiera pasajera de los mercados”, con las funestas consecuencias que luego aquella mal llamada “Gran Recesión” (en España fue toda una depresión) nos trajo a todos. Parece que ahora nos podríamos enfrentar a unos dirigentes con la misma miopía de entonces, puesto que aquí lo único verdaderamente pasajero va a ser el virus COVID-19, al menos para la inmensa mayoría que lo supere (inmunidad mediante). Pero el gran riesgo cierto e inasumible es que la crisis que nos amenaza, y de la cual esta pandemia parece que puede ser el detonante, no tiene ninguna apariencia de que vaya a ser pasajera con un corto plazo de recesión. Si no se toman las medidas correctas, la crisis muy probablemente pueda cronificarse y volverse una crisis plurianual, con una gravedad aún por ver, pero que venga instalada en todo un nuevo ciclo bajista o muy bajista para la economía en su conjunto. Estaba el “tenderete económico” temblando con la brisa que ya empezaba a soplar, y ahora va y nos sobreviene toda una tempestad con viento que promete ser huracanado. Por mucho que nos traigan uvas bajo el brazo, los que se fueron a por ellas deberían ir pensando en tomar medidas adicionales de las buenas para minimizar la que se nos viene encima.

¿Y qué tipo de medidas pueden ser esas? Vaya por delante que el espejo en el que España debe mirarse a juzgar por la evolución de nuestras cifras de infectados es Italia. Y allí están tomando medidas mucho más agresivas, como suspender temporalmente hipotecas. Y no es sólo Italia, en otros países europeos están demostrando una mucho mayor capacidad de anticipación, y aunque la gravedad de la pandemia es menor en ellos que en España ahora mismo, no han dudado en confeccionar ya planes fiscales indudablemente más ambiciosos y apropiados que las exiguas medidas del gobierno español. Desde estas líneas somos partidarios de que, tanto sanitariamente como socioeconómicamente, ya que las medidas casi con total seguridad van a tener que ser agresivas sí o sí en un futuro no muy lejano, lo más inteligente es aplicarlas cuanto antes, para así conseguir maximizar sus efectos, y aplanar la curva de infección del virus y acortar sus tiempos, tanto en términos sanitarios como económicos. En este sentido, y muy oportunamente, ya les han dedicado acertados análisis otros editores de este medio, que desde aquí no podemos sino refrendar ahora.

Pero no se vayan todavía, aún hay más para inmunizarse y supervitaminarse (como decía Super-Ratón)…

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Desde estas líneas somos muy conscientes de la complicada situación sanitaria, que, todo hay que decirlo, es lo primero en salvar y debe ser la primera prioridad ahora mismo: la muerte es lo que a buen seguro no tiene ninguna solución. Pero al mismo tiempo, un gobierno debe tener la capacidad de tomar en paralelo otras medidas también necesarias y con urgencia. Debemos ser también conscientes de la complicada situación por la que atraviesan ahora mismo muchas de nuestras empresas, al igual que ya empiezan a sufrir también numerosos trabajadores en una situación laboral que ya amenaza (y es) en no pocos casos de desempleo.

Pero hay esperanza, y para teñirnos de verde al mirarla debemos mirar atrás y aprender de cómo otros países soslayaron la crisis de 2009 mucho mejor que nosotros. Obviamente, nuestra casuística nacional con una burbuja inmobiliaria colosal supuso un punto de partida mucho peor que el de otros países de nuestro entorno, pero no es menos cierto que, de haber tomado ciertas medidas al igual que ellos, muy probablemente el insufrible dolor que padecimos los españoles habría sido sensiblemente menor. Uno de esos países fue Alemania, que optó por abrazar la política de, en vez de dejar que los despidos individuales y los ERES pusiesen a muchos de sus ciudadanos en una situación económica precaria y con un evidente riesgo de exclusión social, prefirió abrazar una suerte de “crisis solidaria”, por la que los EREs mayormente fueron traducidos en reducciones de jornada laboral para toda la plantilla con cargo al seguro de desempleo y aplicadas temporalmente, y así amortiguaron el impacto de la crisis entre todos los trabajadores. En la práctica, su resultado fue infinitamente mejor que el nuestro, y la crisis allí no fue ni mucho menos tan terrible como en España.

Ahora aquí tenemos la opción de aprender de nuestros propios errores, así como de los aciertos de los demás, y tenemos la ocasión de oro para aliviar el estrangulamiento de muchas de nuestras empresas, con medidas en forma de una nueva regulación de EREs temporales exprés (o ERTEs exprés), que, por cierto, ya han acordado patronal y sindicatos a pesar de sus posiciones naturalmente encontradas: todo un alarde de responsabilidad y altura de miras por ambas partes. Ambos negociadores iban a plantear su propuesta al gobierno ayer por la tarde, pero lo que no se acaba de entender es que esta medida debería haber partido del propio gobierno, y además en esa mesa de negociación ya debería haber estado el ejecutivo desde el minuto cero, para agilizar al máximo la posible implementación en un estado de auténtica emergencia nacional. Sin embargo, aquí estamos esperando su respuesta formal más allá de mostrar una buena predisposición a la propuesta de los agentes sociales y los empresarios, resultando sangrante que no estén ya a toda prisa trabajando en su aplicación.

Y si el problema es de financiación, que las cuentas públicas también han de ser sostenibles, ya saben que un servidor no es para nada amigo de tirar dinero público a espuertas en financiaciones improductivas y con regueros que nos desangren a base de déficits o deuda. Pero el hecho incontestable es que España se encuentra en una situación de emergencia nacional, con una situación de excepción económica y sanitaria por un factor exógeno sobrevenido súbitamente. La situación de excepción económica es derivada de patógenas complicaciones respiratorias en no pocas empresas, con especial incidencia entre las del sector rey del turismo o las siempre más vulnerables PYMES. Nuestras empresas se están enfrentando estos días a tener que atravesar complejas situaciones financieras, en las que la falta de liquidez, ingresos o parada de producción puede acabar estrangulándoles definitivamente.

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De la situación sanitaria mejor ni hablamos, pues el sistema sanitario español pasa en estos momentos por estar sometido a un estrés severo, y corre el riesgo de acabar colapsando, si no lo está ya en algún caso concreto. Pero ese citado factor exógeno es temporal, si bien nos pone en el riesgo de que el virus económico se cronifique, desembocando en una nueva crisis infinitamente más duradera que el propio brote de Coronavirus. No se me ocurre una situación mas adecuada para que esté plenamente justificado incurrir en un déficit algo superior a lo estrictamente necesario, pero que nos salve a todos de un panorama mucho peor económicamente; un ligero déficit adicional y excepcional que permita que re-florezca (algo) nuestra economía, y por supuesto que se puedan dedicar más recursos a los saturados hospitales. Y además, en la situación actual, muy probablemente las autoridades europeas estarían dispuestas a mostrarse mucho más flexibles con nuestras cuentas públicas. El déficit está precisamente para este tipo de situaciones no sistémicas, excepcionales y transitorias. Sin más.

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