Y tras varios años de recuperación económica, por fin los salarios también se revitalizan

Y tras varios años de recuperación económica, por fin los salarios también se revitalizan
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Tras aquella Gran Recesión cuyo primer acto ya padecimos, y que en algunos países como España llegó a ser toda una depresión, uno de los grandes puntos débiles de la actual recuperación económica siempre hemos resaltado que era que la recuperación del empleo no ha venido acompañada del habitual repunte de los salarios.

Éste habría sido un tradicional efecto del tensionamiento de los mercados de trabajo que ahora no ha tenido lugar, y que era especialmente necesario para apuntalar la recuperación económica, poniendo más dinero de forma sostenida y sostenible en los bolsillos de los trabajadores, más allá de esos recortes de impuestos, que también tienen su segunda (y tercera) derivada. Pero ahora eso empieza a cambiar, y los salarios están experimentando una evidente revitalización que tanto echábamos en falta, el problema es que los tiempos que la marcan hacen que haya que plantearse unas preguntas igualmente (muy) preocupantes.

Vivíamos instalados en la recuperación "de los salarios lánguidos" (e incluso en retroceso)

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Desde estas líneas siempre hemos enfatizado que la actual recuperación económica no sería verdaderamente sostenible mientras que no crease riqueza para todos, en forma de mejoras económicas también para la clase media, la verdadera fuente de estabilidad socioeconómica en los países desarrollados, y de la cual la gran mayoría de la sociedad se siente parte. No estaba siendo así, y los salarios de la otrora poderosa clase media estaban totalmente estancados, cuando no en franco retroceso.

Sin acabar de explicarse su porqué, el mundo económico se debatía ante semejante y extraño efecto, que no tenía apenas precedentes relevantes en las recuperaciones económicas de la economía moderna, y que hacía dudar lógicamente de la solidez de la actual recuperación. El clásico mecanismo que hasta ahora no estábamos viendo era que, conforme se empieza a experimentar crecimiento económico, los mercados laborales de tensionan, más gente encuentra trabajo, el desempleo llega hasta niveles en los que a las empresas les cuesta cubrir las vacantes, y entonces los trabajadores pueden empezar a exigir a mayores salarios, que acaban traduciéndose en incrementos salariales a nivel macroeconómico. Dejaremos para otro día los efectos de todo ello sobre esa inflación que erosiona nuestro poder adquisitivo, y que resta a lo que va sumando ese dinámica anterior del mercado laboral.

Más allá de rebajas fiscales con un efecto limitado sobre la economía, está todavía por ver si en el caso de Trump su efecto logrará contrarrestar el insoportable peso extra que han añadido a la ya pesada losa de la deuda estadounidense. Porque lo cierto es que los incrementos salariales apuntalan la economía de forma mucho más sostenida y sostenible, puesto que vuelven a poner más dinero en los bolsillos de los trabajadores de forma recurrente (no como los impuestos): esos incrementos salariales suman más aún con cada nuevo año (mientras se siga teniendo un puesto de trabajo, claro está).

Como pueden ver ahora por ustedes mismos, el punto más débil de la recuperación económica actual era efectivamente que todo ese beneficioso efecto virtuoso, que acaba trayendo crecimiento económico sólido para particulares y empresas, no estaba ocurriendo.

Pero por fin parece que llegan esos brotes verdes de incrementos salariales, esperados como agua de Mayo...

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En un plano económico más general, los lectores más habituales saben que desde aquí hemos empezado a alertar en varias ocasiones sobre la próxima crisis que está por llegar. Aparte de haber analizado desde un punto de vista más nacional qué pasaría con España S.A. si acabase resucitando la inflación, y los tipos empezasen a repuntar (un escenario muy poco probable por ahora, pero no sistemáticamente descartable), desde aquí ya les alertamos en su momento de que hay ciertos indicadores adelantados que apuntan a que el frenazo de la economía mundial ya está aquí.

Efectivamente, todo apunta a que podemos tener la próxima crisis ya a la vuelta de la esquina, y a juzgar por ciertas burbujas sistémicas que se han formado y de muy difícil desenlace, como por ejemplo la colosal burbuja de deuda universitaria estadounidense, lo realmente más preocupante entre lo preocupante es la colosal burbuja de deuda corporativa de alto riesgo, prácticamente calcada a aquella funesta burbuja subprime que tantas desgracias nos trajo, y a la que ahora le superaría ampliamente en potencia destructora. La propia Yellen, ex-responsable de la FED, también se hizo eco de la existencia de agujeros gigantescos en el sistema, que acabarían trayendo otra fatal crisis sistémica**. La atonía de los salarios reforzaba el escenario de una frágil recuperación sin mucho fundamento ni solidez macroeconómica.

Pero ahora va y llega la siempre impredecible realidad económica a sorprender una vez más a propios y extraños, llevando la contraria a los que ya asumían como tónica normal lo que en realidad era una atonía totalmente anómala. Ha sido el reputado semanario económico The Economist el que una vez más ha traído a su portada la esperada noticia de que los salarios (por fin) empiezan a crecer de forma evidente. Y algunos dirán que esta nueva tendencia entra en contradicción con estas líneas: nada más lejos de la realidad. Como decía el gran Galbraith, cuando los datos cambian él cambia de opinión. Y ni siquiera necesitamos ese recurso, puesto que los recientes incrementos salariales no invalidan el hecho de que anómalamente hasta ahora no habían ocurrido, y bien puede ser debido a los motivos apuntados como posibles en los análisis anteriores. Es más, los efectos de la posible concentración en el mercado laboral también tienen evidentemente su límite si el mercado se sigue tensionando, por ejemplo con mayores incrementos salariales se romperían el efecto de esa concentración al quedar más justificado mudarse de ciudad o estado.

Con este cambio de sesgo en el panorama salarial, muchos economistas están ya lanzando las campanas al vuelo, pero, lejos de mostrar un optimismo inusitado, desde estas líneas volvemos a plantear una serie de preguntas ineludibles para que, más allá de autosuficientes triunfalismos, seamos conscientes de que seguimos teniendo grandes retos y amenazadores peligros por delante, por mucho que los salarios hayan empezado a crecer ahora.

El New York Times aportaba datos concretos sobre estos incrementos salariales, y es que es en EEUU en uno de los países donde la tendencia macroeconómica se ha empezado a sentir. El Departamento de Trabajo federal ha publicado unas cifras que revelan cómo la tasa interanual de crecimiento de los salarios escala hasta el 3,2%, unos niveles no vistos desde hace bastante tiempo. Pero lo más importante es que no se trata de un mero repunte puntual, sino que es la "guinda" que corona un pastel de crecimientos por encima del 3% durante los últimos nueve meses, y en una estadística en la que además los rangos salariales más bajos son los que presentan mayor dinamismo. Efectivamente va a ser que ahora por fin el crecimiento de los salarios sí que va (muy) en serio. Ya era hora.

El problema no es que los salarios ya crezcan, sino que podrían haber empezado a hacerlo demasiado tarde

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¿Cuánto recorrido al alza les puede quedar a los salarios? Ésa es y no otra la pregunta del millón de dólares. El problema no está en los beneficios empresariales, que siguen dedicando una proporción históricamente bastante baja a mejorar la retribución de los trabajadores (a pesar de las recientes subidas): ahí sigue habiendo margen para ulteriores incrementos salariales, y seguir bombeando gasolina al motor de la recuperación económica.

Realmente, la respuesta que más debería preocuparnos en esta ocasión es una hidra de dos cabezas. Por un lado tenemos la posibilidad muy cierta de que la próxima gran crisis pueda llegar en breve, y aborte la neonata tendencia salarial antes de que pueda desarrollar su pleno potencial que correspondería a un ciclo económico completo. Y la otra cabeza de la hidra, muchísimo menos probable a priori, es que la inflación empiece a hincar el diente a la macro y a la microeconomía, y toquen unas subidas de tipos que acabarían restando por otro lado a los efectos beneficiosos de los incrementos salariales.

En un plano más nacional, la descorrelación que hemos visto últimamente entre salarios e inflación parece que también toca a su fin según diferentes expertos, entre los que se cuenta el responsable de análisis macroeconómico de BBVA Research. ¿Esto quiere decir que en España se debería dar por perdida para siempre la significativa pérdida de poder adquisitivo que han sufrido los trabajadores con la Gran Recesion (o más bien Gran Depresión), y que apenas han tenido tiempo de recuperar en la posterior recuperación?

En este punto, conviene recordar que la temible inflación no sólo depende de los salarios y de la propensión marginal al gasto (que es la parte de los salarios que se acaba dedicando a consumir), sino que también le afectan otras importantes variables como el precio del petróleo u otros. En cualquier caso, llegue la inflación o no llegue, lo cierto es que, como la economía tome la senda descendente, las grandes amenazas y burbujas latentes que les enumerábamos antes pueden desencadenar otro Leviatán que vuelva desgarrar nuestras socioeconomías.

Y a la receta del explosivo cóctel añadan además cómo nuestros bancos centrales no han podido recargar su artillería para combatir la próxima gran crisis. Así que no acabo de ver cómo y quién nos va a acabar sacando del nuevo atolladero económico: ese "rescatador" de la economía de último recurso que han venido siendo los Bancos Centrales en las últimas crisis está ahora (casi) atado de pies y manos.

Para finalizar, recordemos que indudablemente es una muy buena y esperada noticia que por fin se empiecen a notar las subidas salariales, puesto que siempre sostuvimos la necesidad de que esto cambiase para que la economía de Main Street también recuperase brío y ganase fundamentos. Afortunadamente, eso ya está ocurriendo, pero el gran problema ahora es que estos incrementos salariales probablemente están llegando muy tarde, tal vez en los que muy probablemente sean los últimos estertores de este ciclo de expansión económica, que siempre hemos dicho que tenía mucho de macroeconómico y poco de microeconómico.

Con ello, lamentablemente, el escenario más probable que se cierne sobre nosotros es que nos veamos de nuevo zambullidos en una nueva crisis con la botella de oxígeno todavía medio vacía. Así, la pregunta que debe quitarnos el sueño de las clases medias es si nos queda boom suficiente para que los asalariados de clase media recuperen poder adquisitivo a marchas forzadas, o si la próxima gran crisis (tome la forma que tome) va a dar al traste con todo antes de tiempo.

La pregunta la tengo, lo que me falta es la respuesta, que me la ha robado Kronos. Ya veremos si este concierto de instrumentos desafinados en que se está convirtiendo la economía mundial está simplemente tocando el "Preludio de la Siesta de un Fauno" de Debussy, y si nuestra deidad fauna se sumirá en un profundo sueño que no le permita traernos su habitual y necesaria fértilidad económica a nuestros hogares y empresas.

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Lo peor de todo es que, mientras el Fauno duerme, nos quedamos en manos de sus indecentes hijos los Sátiros, que, lejos de traer fertilidad a nuestros campos socioeconómicos, son aficionados a los efímeros días de vino y rosas, cuyos excesos siempre se acaban pagando a la larga y con creces. Pero claro, los que los pagan no son ellos, sino nosotros, por eso siempre acaban apareciendo una y otra vez en cada ciclo económico, y sufrimos esa maldición satírica por la que los Sátiros escapan ufanos rumbo a otra fiesta, mientras que los que nos quedamos pagamos su última y onerosa cuenta pendiente con salarios que no recuperan el poder adquisitivo perdido (o de cualquier otra retorcida forma).

A ver si conseguimos despertar a ese Fauno que tanto echamos de menos, y que sirvió en los albores de nuestra socioeconomía para alumbrar un capitalismo con una buena dosis de fértil y necesario idealismo. Un idealismo que, hoy por hoy, en demasiados ámbitos ni se le conoce ni se le espera, pero desde aquí no nos resignaremos y, por el bien de la sostenibilidad del sistema en su conjunto, seguiremos reclamando su advenimiento. Lo contrario es un camino a ninguna parte (para todos).

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