Japón va más allá del horizonte de sucesos de la economía, y flirtea con caer dentro del agujero negro

Japón va más allá del horizonte de sucesos de la economía, y flirtea con caer dentro del agujero negro
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Japón no se puede decir que sea precisamente el puntal del crecimiento económico mundial, puesto que a pesar de ser un gran y (muy) desarrollado país, lo cierto es que lleva décadas inmerso en una larga atonía económica, por la cual los japoneses asisten a un eterno languidecer de sus variables macro-económicas.

Así pues, sus propios políticos, ya padeciendo hasta el hartazgo del que ya no sabe ni qué hacer, han optado desde hace ya algunos años por abrazar las políticas económicas más disruptoras, ciertamente osadas, y realmente hasta gravemente arriesgadas. En esta ocasión, el Coronavirus ha puesto contra las cuerdas también a la economía japonesa, y el país del sol naciente nos ha vuelto a sorprender tentando una vez más los límites de la cordura económica, y ha salido con una nueva política socioeconómica que nadie más en el mundo osaría adoptar, tal vez ni siquiera estando en su misma situación.

Japón y China, tan distantes, tan distintos y… tan parecidos en lo que a predicciones socioeconómicas fallidas se refiere

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No hace falta remontarse a la Segunda Guerra Mundial y a las barbaridades de Manchuria para ser conscientes de la gran rivalidad (y hasta enemistad) entre lo que son dos grandes y milenarias naciones, además de populosas. Muchos ciudadanos chinos ven a Japón como el hermano menor a colonizar (o pez pequeño a devorar), pero del cual se llegaron a inspirar para catalizar un crecimiento económico exponencial como el que experimentó Japón en aquellas décadas de los 80 en las que llegaron a comprar medio Estados Unidos. Los japoneses tampoco sienten por los chinos mejores sentimientos, y muchos de ellos ven a los chinos como unos ciudadanos con una pulcritud personal y una seriedad para los negocios bastante deplorables según los exigentes estándares de Japón.

El hecho es que, a lo largo de los siglos, como muchos otros vecinos en los cuales ambos han sido grandes y poderosos imperios, la historia de rivalidad y desavenencias entre japoneses y chinos dan para escribir no uno, sino varios libros, con algunos capítulos como los que citábamos antes ciertamente incluso salvajes. Pero no todo son antípodas y diferencias flagrantes, porque lo cierto es que, en el tema de hoy, ambos países guardan algunas semejanzas que traen desde hace años por la calle de la amargura a diversos analistas económicos, que no dejan de lanzar sus previsiones más fundamentadas, pero que acaban chocando con una realidad que se empecina en llevarles la contraria (por el momento). Un servidor debe de incluirse al menos entre los que alertan ante ciertas situaciones, aunque siempre lo hacemos con la cautela y los matices que la experiencia nos ha enseñado a respetar, con el resultado cierto de que siempre exponemos nosotros mismos que los procesos degenerativos económicos a los que se exponen tanto China como Japón son procesos lentos y largos, y que parecen encontrar un caldo de cultivo ideal en el lejano Oriente.

Pero esto no es óbice para reconocer con humildad que, si bien el proceso chino de sobre-endeudamiento brutal es más previsible (y su nivel de hiper-estatalización e intervención hace su explosión más lenta), el proceso económico japonés se adentra en el siempre incierto terreno de lo inexplorado. Y este tenebroso terreno no hace sino añadir un alto grado de incertidumbre, que aunque pueda a veces trasgredir las reglas económicas más clásicas, desafiando incluso a los analistas más experimentados, puede llegar a poner en entredicho la economía y la socioeconomía tal y como las conocemos. ¿O por qué en entredicho? Se preguntan esos dirigentes japoneses que pasan de lo aventurado, y se adentran en la osadía más descabellada a ojos de muchos académicos económicos. No son pocos los dirigentes y ciudadanos japoneses que ven en las novedosas políticas emprendidas por su país una forma de reinventar la economía, y de explorar terrenos antes desconocidos para el hombre económico, pudiendo incluso llegar a suponer el descubrimiento de nuevos territorios socioeconómicos vírgenes.

Sin llegar a estar en realidad de acuerdo con esta osada visión, lo cierto es que lo que no se les puede negar a los japoneses es, aparte de una valentía que tal vez acaben pagando muy cara, es que sus disruptivas políticas están suponiendo para los ojos socioeconómicos del mundo todo un extraordinario experimento de campo a gran escala. Y es que en este experimento hay variables económicas que se sacan de rango y que arrojan resultados que, en realidad, todo economista (incluidos los japoneses) desconocían qué resultados podían arrojar. Sí, para bien o para mal, les salga bien la jugada o acaben cayendo como un Kamikaze que se lanza con su avión de frente contra el corazón de la crisis, sean irresponsables o simplemente valientes, lo cierto es que todo el mundo miramos expectantes a ver qué pasa en Japón, y en este sentido realmente son una auténtica punta de lanza de la economía mundial. Si ese puntal penetrará hasta el corazón de la bestia de la crisis económica del Coronavirus y la matará, o si el puntal de la Yari se quebrará y dará al traste con la vida del lancero Samurai al clavarse en su propia coraza, es algo que sólo el tiempo nos podrá desvelar. Mientras tanto sólo podemos limitarnos a mirar, analizar, recoger datos, y volver a analizar con los nuevos resultados que todos desconocíamos hasta el momento: vamos, lo que es un proceso de investigación científica clásico (con el permiso de esos respetados lectores a los que no les gusta que hablemos de la ciencia económica como tal).

Las deudas china y japonesa: de composición diferente, pero estratosféricamente comparables…

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El Coronavirus llegó para destrozarnos no sólo nuestras vidas tal y como las conocíamos, sino también nuestras sociedades y economías. Japón no ha sido una excepción ni mucho menos, aunque la gran diferencia del caso japonés con respecto a otros países (y tal vez el parecido con China) es la situación de sobre-endeudamiento brutal y el poco margen de maniobra emisora de deuda con el que esta terrible crisis les ha cogido. La realidad teórica más econométrica es que hay una relativa diferencia entre los niveles de endeudamiento chinos y japoneses, pero en la práctica lo cierto es que compararlos para que japoneses o chinos traten de sacar pecho frente a su eterno rival supone algo así como dilucidar si hay vida económica en la estratosfera o en la exosfera: los niveles de endeudamiento de ambos países son ambos igualmente inconcebibles, a pesar de las diferencias.

Por otro lado, como decíamos, esos perfiles de ese endeudamiento son diferentes entre sí según se tome como muestra la deuda de China o de Japón. Así, la deuda nacional de Japón asciende a (prácticamente) un sideral 250% del PIB, un dato muy relevante midiendo como mide este ratio deuda-por-PIB la capacidad que tiene un país como conjunto de repago de sus deudas, y además el japonés multiplica por alrededor de cuatro veces el nivel de endeudamiento nacional chino medido por este mismo indicador. Esta última comparación a menudo se hace sesgadamente, cuando se trata de vender una imagen triunfal de China frente a Japón, pero lo cierto es que la realidad deudora china tampoco es ni mucho menos como para esos aires triunfalistas. También hay que decir que hay una fortaleza de Japón en sus cifras de endeudamiento, y es que es que los tenedores de su abultada deuda gubernamental son inversores nacionales en un 90%. Aunque en este sentido la tendencia japonesa tampoco es nada buena, puesto que, cuando la famosa “Abenomics” entró en escena, el Banco de Japón con su anti-ortodoxo plan de compra masiva de deuda acabó acaparando la mayor parte de las compras de bonos y otros títulos de deuda. En cómputos globales, el BoJ atesoraba ya antes del Coronavirus activos que superaban el 70% del PIB, mientras que la Reserva Federal o el BCE se situaban por debajo del 25%.

Pero como casi siempre en econometría, el diablo se esconde en los detalles, y es en el desglose de las cifras de las distintas deudas donde “requeteflorece” en todo su esplendor también la insostenibilidad de la deuda de China (y eso teniendo en cuenta la siempre relativa confiabilidad de toda cifra del gigante rojo). Y es que, cuando se pasa a observar otros indicadores como son los créditos no financieros, Forbes ya publicó que hay analistas de primer nivel que llegan a cifrar su nivel en un astronómico 328% del PIB, aunque el consenso del mercado lo sitúa en un nada tranquilizador 260% del PIB. [Las cifras más recientes publicadas por el Instituto de Finanzas Internacionales tras el impacto de las politicas anti-Coronavirus lo sitúan bastante fundamentadamente ya en un 317% del PIB, y ya en 2019 un 15% de toda la deuda mundial era china. Igualmente preocupante es la posición deudora china cuando se pasa a observar el despropósito desde el ángulo de la también sideral deuda privada por PIB china: se sitúa un 30% por encima de la japonesa, europea, o estadounidense (que ya tampoco resultan demasiado tranquilizadoras), y lo que preocupa además es la imparable tendencia china al alza, que no presenta visos de remitir. Así, ya les analizamos hace unos meses cómo en Febrero China ya rompió al alza récords de impagos de bonos corporativos, esbozando un escenario deudor y “repagador” nada halagüeño.

De esta manera, ya han podido comprobar por sí mismos cómo, aparte de Japón, el líder regional (que es indiscutible que ya es China) también está aquejado de severos problemas de sobre-endeudamiento, que ahora sólo están siendo (muy) agravados por el Coronavirus. Así parece que, más allá de Japón, el complicado escenario deudor corre el riesgo de extenderse por toda la región asiática.

Y el Coronavirus lanzó a Japón al otro lado del horizonte de sucesos: la nave espacial japonesa se adentra más allá del límite visible del agujero negro económico

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Pues como no podía ser de otra forma, en Japón el virus económico traído por el biológico Coronavirus no ha sido menos virulento, y el gasto familiar de los japoneses se desplomó más de un 16% interanual en Mayo, rompiendo todos los récords existentes desde que se inaugurase la serie econométrica comparable en 2001. Posteriormente, en los últimos días se ha publicado que la contracción de la economía japonesa correspondiente al segundo trimestre ha alcanzado el -7,8% y un -27,8% anualizado (alrededor de la mitad de la contracción española, todo sea dicho). Como podrán imaginar, el escenario previo a estos datos ya no sentaba un buen precedente en las previsiones nacionales, y así, ante la debacle económica que se les venía encima también a los japoneses, sus dirigentes ya optaron por la huida hacia adelante que supone para el país desarrollado con la mayor deuda nacional por PIB el lanzarse a tratar de paliar la pandemia emitiendo mucha (muchísima) más deuda.

Así, la complicada encrucijada japonesa acabó en lo que puede acabar suponiendo todo una pesada cruz colgando del cuello de su socioeconomía, tal y como ya expuso el reputado semanario británico The Economist. Y es que el plan de estímulos fiscales del gobierno japonés para luchar contra la crisis pandémica asciende a nada más y nada menos que un 40% de su PIB, para más “INRI” partiendo como además parte Japón de una situación de endeudamiento que ya les hemos expuesto que ya pasa del castaño oscuro al rojo bermellón. El hecho de que parte de esos apoyos fiscales sean en forma de garantías a préstamos hace que las previsiones de déficit para este año se queden en la mitad, pero, como comprenderán, la merma deja el balance final en un barbaridad igualmente, que será algo menos barbaridad, pero no por poder estar poniendo una soga al cuello en vez de dos el funesto resultado final de la sentencia va a ser diferente.

Entrando un poco en clave nacional, realmente, el tema es que la situación de partida de la deuda japonesa es ya de por sí muy mala, pero lo que cabe plantearse es si Japón está haciendo lo correcto ante una debacle cierta como es la traída por el maldito Coronavirus. Porque el hecho es que Japón ha experimentado unas tasas de infección y de letalidad por el COVID-19 muy inferiores a las españolas, ya que allí reaccionaron preventivamente ante el virus y gestionaron muy bien el riesgo anticipadamente, y aún así han optado por responder económicamente con un plan de estímulo fiscal que asciende a ese contundente 40% del PIB. Este 40% empequeñece la cifra del 20% que ya anunciase el gobierno español calificándola de “bazooka económico”, y que puede quedarse en granada de mano al ser comparada con el auténtico “bazooka” japonés. También es cierto que, para su gran fortuna, en la crisis pandémica España ha contado con el respaldo y la solidaridad de sus hermanos europeos, lo cual le ha permitido sumar otro 11% del PIB a los importes dedicados a la reconstrucción, mientras que Japón se enfrenta a la crudeza de la crisis en solitario. Aún así, los importes globales de reconstrucción con los que vamos a contar en España no llegan ni de lejos a los de Japón: si no llega a ser por Europa, de España no habría quedado ni la placa de bienvenida de la frontera. Y aún así ya veremos, que aquí nos queda mucha crisis por delante, además de la segunda y posibles sucesivas oleadas de la pandemia del maldito bicho infecto mientras no haya vacunación masiva.

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Pero volviendo al tema del sol naciente, Japón perdió los límites de sus variables macroeconómicas hace ya tiempo, y, lo que es peor, a fuerza de irlos franqueando, ha acabado perdiendo el miedo a los propios límites en sí mismos. Y es que siempre los acaba volviendo a rebasar, y en cada ocasión lo hace allanando cada vez por más trecho la zona de penumbra de su economía (esa tenebrosa “twilight zone” de la antigua serie). Cada nuevo paso se adentra cada vez mas hacia lo más oscuro del terreno económico inexplorado, pero no sólo por desconocido, sino por situarse más allá de todo límite imaginable. Esto es como la educación infantil, que consiste en marcar un límite a los hijos sabiendo perfectamente que rebasarlo lo rebasarán, pero con la esperanza de que, si les has puesto el claro límite ahí, no se adentrarán mucho más. Japón ya no conoce límites ni el miedo a ellos, y como "Juan Sin Miedo", tras haber desafiado a dragones y fantasmas económicos, cualquier día será un simple jarro de agua fría lo que le despierte al miedo y... lo que es peor, que haga que la realidad económica se les ponga todavía más patas arriba, y les acabe demostrando que ese miedo habría estado más que justificado en su momento. A menudo una mala situación económica hace percibir a ciudadanos y dirigentes que ya no se puede ir a peor, y que opten por medidas muy arriesgadas, pero lo cierto es que siempre siempre siempre se puede ir a (mucho) peor. Japón se adentra en su particular agujero negro, y rebasa el horizonte de sucesos... Veremos a ver cuáles son las transmisiones de su ordenador de a bordo…

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