Trump: el proteccionismo no funciona y estas son las razones

Trump: el proteccionismo no funciona y estas son las razones
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El jueves de esta semana el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impulsó su política proteccionista en la importación de acero y aluminio. En concreto, se aplicará una tasa arancelaria del 25% las importaciones de acero el 10% a los de aluminio, quedando exentos tanto México como Canadá, por ahora.

Trump ha justificado esta medida porque “la industria del acero y el aluminio en Estados Unidos ha sido devastada por prácticas comerciales extranjeras agresivas“ y también, ha calificado estando industria como “vital“ para la seguridad nacional estadounidense.

Esta política se emprende bajo una lógica de “seguridad nacional”, más que puramente económica, basada en una ley comercial poco utilizada de 1962. En abril de 2017, el Departamento de Comercio inició una investigación sobre si las importaciones de acero y aluminio "menoscaban la seguridad nacional" y concluyó, a principios de 2018, que lo hicieron, lo que abrió la puerta para que Trump aplicara los aranceles.

Se han producido multitud de reacciones en los diferentes países, criticando esta decisión. Canadá calificó los aranceles de "absolutamente inaceptables", mientras que altos funcionarios de la Unión Europea dijeron que están desarrollando planes para combatir esta decisión. Algunas compañías europeas mencionaron que estaban poniendo en suspenso las inversiones estadounidenses como respuesta.

En España no ha salido ningún comunicado específico criticando esta decisión, ni tan siquiera ninguna autoridad. Lo más destacado quizá sea el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, que celebró la decisión de Trump y comentó que “Incluso parte de la derecha como Trump intentan medidas proteccionistas porque han entendido que el neoliberalismo y la globalización son el problema".

¿Por qué el proteccionismo no funciona?

Cuando nos encontramos ante un escenario nacional en el que una industria interna carece de capacidad para competir frente a las industria externa del país, el Estado decide penalizar a la industria externa mediante una política impositiva, denominada política arancelaria.

En consecuencia, se produzce un encarecimiento de los precios externos frente a los precios internos, por lo que, en comparativa, la industria interna mejora notablemente su posición competitiva frente a los consumidores.

Estas medidas son aplaudidas por la izquierda ya que al sancionar las empresas externas, aparentemente, se consigue beneficiar a la industria interna y por lo tanto, a los trabajadores que la integran, y también a las empresas y sus respectivos beneficios empresariales.

El gran beneficio de esta política es privilegiar a una industria determinada, por el simple hecho de situarse en la esfera nacional. Sin embargo, tiene grandes perjuicios para los consumidores, también en los niveles de pobreza a nivel global y el proceso dinámico de innovación, conocido también como destrucción creativa.

Proteccionismo

Imaginemos que nos encontramos con el Producto A que ha sido fabricado internamente y cuyo precio es 20 euros y por otro lado, tenemos el Producto B, con las mismas características que el Producto A, a un precio de 15 euros pero ha sido fabricado externamente. En este supuesto, imaginemos el Estado decide imponer una política arancelaria, por lo que finalmente, el precio final del Producto B es de 23 euros, es decir, superior al Producto A**. En este entorno, ¿Cuáles serían las consecuencias de esta decisión?**

Con la política arancelaria, el principal perjudicado es el consumidor ya que experimenta una inflación en precios al verse dañada la mejor alternativa de compra en el mercado en el mercado. En este caso, la mejor alternativa era el Producto B, por un precio de 15 euros. Sin embargo, tras la política arancelaria, su mejor alternativa es el Producto A, por 20 euros, lo que se le supone una mayor movilización de sus recursos para adquirir el mismo bien.

Dado que el Producto B ya no es la mejor opción para los consumidores, se produce unas destrucción del empleo competitivo, vinculado al Producto A, es decir, un empleo que tenía una mayor facilidad o habilidad para ofrecer un producto al mercado, a unos costes de producción comparativamente menores. En otras palabras, el productor eficiente pierde.

Es interesante valorar los efectos dinámicos al aplicarse ese tipo de medidas. La diferencia de precios entre ambos productos implica un coste de oportunidad. Con la política proteccionista, el consumidor deberá movilizar una mayor cantidad de recursos para adquirir exactamente lo mismo. Ese diferencial de precios le hubiera supuesto un ahorro, que podía haber destinado a demandar otros bienes de consumo o de capital para proporcionalrle un mayor bienestar.

Si se produce una mejora tecnológica que permite producir un menor coste, las políticas proteccionistas buscarán perjudicar a estos avances tecnológicos. De hecho, en plena revolución tecnológica, muchos estados buscan proteger ciertos sectores ante la aparición de la llamada economía colaborativa que ha mejorado las alternativas del consumidor.

En conclusión, las políticas proteccionistas no solo perjudican a los consumidores y al empleo competitivo en el corto plazo, sino que se impide el proceso de destrucción creativa que nos permite liberar recursos para explotar nuevos sectores o nuevas vías de conocimiento, aún no desarrolladas, lo que implica una posición contraria al avance y mejora de las sociedades.

Trump y las consecuencias de su proteccionismo

En este caso, las medidas proteccionistas de Trump están focalizadas en el aluminio y el acero, buscando beneficiar la industria nacional del acero y el aluminio ya que, por ejemplo, el empleo de la industria del acero ha caído desde los 650.000 trabajadores en la década de 1950 a unos 140.000 hoy en día, con muchas de las fábricas cerradas

Tras la decisión de Trump, los grandes productores de acero y aluminio aplaudieron los aranceles. El Instituto Estadounidense del Hierro y el Acero (American Iron and Steel Institute) agradeció a Trump por "abordar la crisis del acero", y el segundo mayor productor de aluminio estadounidense, Century Aluminum, comentó que las medidas podrían impulsar la inversión interna de sus empresas.

De hecho, en el panorama bursátil, las empresas estadounidenses vinculadas al acero y al aluminio experimentaron subidas. AK Steel el líder de mercado en los Estados Unidos de aceros eléctricos, láminas de cromo inoxidable y láminas inoxidables con revestimiento de aluminio subió un 9,5% tras conocerse la noticia.

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Entre los mayores perdedores de la noticia se encontraban los fabricantes de automóviles, que representan poco más de la curta parte de la demanda de acero en Estados Unidos. Esto convierte a la industria automovilística en el segundo mayor consumidor de aluminio y acero, después de la construcción.

Algunos de los aliados más cercanos de Estados Unidos serían los más afectados. El mayor exportador de acero a los Estados Unidos es Canadá. Alemania, Japón y Corea del Sur también se encuentran entre los diez principales exportadores, y China es sólo el décimo más grande.

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Otra de las consecuencias es el riesgo de una escalada proteccionista o guerra comercial. China ya está revisando si restringir las importaciones de trigo y soja estadounidenses en respuesta a aranceles anteriores, y podría expandir esa política a otras importantes importaciones estadounidenses, incluyendo tecnología, aviones y propiedad intelectual.

Con todo ello, aquellos que sufrirán esta política serán los consumidores mediante la inflación. La política arancelaria llevará a demandar el acero y aluminio nacional cuyos precios son más elevados frente al importado, encareciéndose muchos procesos de fabricación que repercutirán en el precio final el aumento de los costes.

El riesgo de una escalada proteccionista es lo menos deseable en una economía global.Se entiende que lo más lógico es que los productores más eficientes y más especializados son los que deben permanecer en el mercado y los más ineficientes sean los expulsados. En una escalada proteccionista veríamos incrementos en los niveles de inflación generales al llevarse a cabo los procesos productivos que suponen un mayor coste.

El creciente proteccionismo y la desglobalización aíslan las economías, separando la economía global en sus partes constitutivas. En un mundo así, no habrá capacidad para enviar y distribuir el exceso de demanda y de oferta de una economía a otra a través del sistema mundial, por lo que la inflación ya no se distribuirá globalmente, sino que se localizará.

Algunos países como Estados Unidos y Alemania, tenderían a una mayor inflación, mientras que otros se enfrentarán a la procesos de moderada inflación e incluso deflación, sobre todo los países exportadores de materias primas en el mundo emergente, y específicamente en América Latina, que alberga una gran riqueza en materias primas.

Si hay un éxito que es atribuible a la inflación es que ha permitido sacar de la pobreza a millones de personas, especialmente en China e India. Gracias a este proceso del comercio global, por primera vez en la historia, vimos cómo en el año 2015, la extrema pobreza caía por debajo del 10%. Por lo que una escalada proteccionista anti globalización pondría en riesgo la evolución positiva de esta tendencia que se aceleró a partir de los años setenta.

Pobreza

El proteccionismo no es una medida nueva

Varios presidentes anteriores impusieron aranceles u otras barreras comerciales para proteger a la industria estadounidense de las importaciones extranjeras baratas. Los presidentes Lyndon B. Johnson, Richard M. Nixon, Jimmy Carter y Ronald Reagan aplicaron cuotas -límites de importación- o precios mínimos sobre el acero. Los estudios económicos han llegado a la conclusión de que estas medidas hicieron poco para detener el declive de la industria.

Más recientemente, las administraciones de George W. Bush y Barack Obama aplicaron ambos aranceles al acero. Bush impuso aranceles amplios de hasta el 30% sobre las importaciones de acero en 2002.

Se suponía que iban a durar tres años, pero se retiraron pronto, después de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) dictaminara en su contra y vez que era una política ineficaz para el boom de la comstrucción que vivía Estados Unidos en esos años. Algunos estudios señala. que estas políticas le cuestan a la economía estadounidense hasta doscientos mil empleos por el incremento de los costes de producción.

El Departamento de Comercio también aplica regularmente cuotas compensatorias selectivas sobre productos siderúrgicos específicos que considera se benefician de subsidios injustos; actualmente existen más de un centenar de acciones comerciales en vigor.

El uso por parte de Trump de una ley de seguridad nacional para implementar las tarifas es extremadamente inusual, aunque Reagan utilizó la misma ley para propósitos más limitados. Mientras que las acciones comerciales normales som públicas, el proceso de Trump fue opaco. La ley también otorga al presidente total discrecionalidad sobre cómo y por cuánto tiempo aplicará los aranceles, a diferencia de otras acciones comerciales, que se basan en condiciones económicas y están sujetas a revisión periódica.

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