El nuevo libro de Thomas Piketty, Capital en el siglo 21 hace un trabajo notable para centrar la atención sobre el crecimiento de la desigualdad en las últimas tres décadas y advertir sobre el potencial riesgo de que aumentará aún más en los próximos años sino se hace algo para frenar esta situación que amenaza con hacer retroceder al mundo al siglo 19. Piketty aborda un punto básico muy simple y es que cuando la tasa de retorno sobre el patrimonio (r) es mayor que la tasa de crecimiento (g), se acelera la concentración de la riqueza. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos 30 años con la implantación a gran escala de los postulados del libre mercado y la desregulación financiera. Las fallas intrínsecas en los modelos de competencia perfecta que ocultan asimetrías y mercados imperfectos, ha creado un primer mundo en la periferia del tercer mundo y un tercer mundo en el corazón del primer mundo.
La investigación realizada a lo largo de 15 años por Piketty y su equipo, da cuenta que la desigualdad se está disparando en todos los países desarrollados, y que el 1 por ciento de la población es cada día más rico, y que el 0,1 por ciento es aún más rico, y que el 0,01 por ciento es aún más rico todavía. Esto demuestra que los beneficios reales del capitalismo quedan en muy pocas manos, y que si no se realizan intervenciones extraordinarias, la tendencia continuará en ascenso haciendo que el siglo 21 se parezca al siglo 19, donde las élites económicas vivían de la riqueza heredada en lugar de trabajar por ello. Para Piketty, la mejor solución sería un esfuerzo coordinado a nivel mundial para aplicar impuestos a la riqueza y dar un giro a esta tendencia socialmente destructiva.
Thomas Piketty es un economista francés que en la década pasada se apuntó grandes aciertos en su trabajo con Emmanuel Saez sobre la desigualdad de los ingresos. El dúo fue el primero en explorar cuidadosamente los datos de los impuestos en Estados Unidos para mostrar cómo los ingresos altamente concentrados no estaban en manos del 10 o 20 por ciento más rico sino más bien en el 1, 0,1, e incluso el 0,01 por ciento. Gran parte del debate contemporáneo sobre la desigualdad se basa en el trabajo de Piketty y Saez, y en este nuevo trabajo han expandido la investigación hacia nuevos países, demostrando que se mantiene el mismo patrón. Si el libro está causando tanta conmoción es precisamente porque con este trabajo hay una gran cantidad de teoría económica que queda invalidada, sobre todo aquella que se implantó en el mundo entre los años 70 y los 80 y que prometía resolver los problemas económicos para siempre.
Retrocediendo al siglo XIX
El provocador argumento de Capital en el siglo 21 es que el capitalismo de mercado, incluyendo el tipo de capitalismo de Estado del bienestar que se practica en Europa, a la larga conducirá a una economía dominada por quienes tienen la suerte de nacer en una posición de riqueza heredada. Lejos de facilitar la equidad, los modelos económicos han potenciado la desigualdad como en la ley del más fuerte. El capitalismo se ha vuelto depredador y salvaje y está haciendo retroceder a Europa al siglo 19, donde existía la tiranía de la riqueza heredada. Una tiranía que solo fue destruída por la devastación de dos guerras mundiales. Piketty muestra con datos precisos que esta tiranía está retornando pero esta vez a escala mundial.
Si bien hay diferentes conceptos de capital que circulan en la literatura económica, Piketty utiliza una definición amplia del capital de modo que sea lo misma que la riqueza . Todo lo que sea maquinaria, propiedad, acciones o efectivo constituye el capital o riqueza. Y la riqueza está distribuída en forma mucho más desigual que el ingreso. Cuando en economía se toman términos como Óptimo de Pareto, Caja de Edgeworth o Equlibrio General, hay que hacer la salvedad que se están tomando abstracciones alejadas de la economía real. Por eso que una división de la sociedad entre los dueños de los recursos (los capitalistas) y quienes trabajan para ganarse la vida (los trabajadores), por muy simplista que sea resulta totalmente real.
Historia de la riqueza y los salarios
El capital en el siglo XXI es una densa exploración en la historia de los salarios y la riqueza en los últimos 300 años. Presenta una gran cantidad de datos sobre la distribución del ingreso en muchos países, demostrando que la desigualdad ha aumentado drásticamente en las últimas tres décadas y que pronto se volverá peligrosamente peor. Piketty señala que sólo la productividad de los trabajadores de bajos ingresos puede ser medida en forma objetiva. En su análisis postula que cuando un trabajo es replicable, como un trabajador de la línea de montaje o en un servicio de comida rápida, resulta relativamente fácil de medir el valor aportado por cada trabajador. Por tanto, estos trabajadores tienen derecho a lo que ganan. Sin embargo, la productividad de las personas con altos ingresos es más difícil de medir y muchos de estos salarios son en gran medida arbitrarios y constituyen el reflejo de una "construcción ideológica" más que de mérito propio. Estos altos salarios generan distorsiones que a la larga culminan en crisis económicas.
Piketty logra poner en el debate un tema largamente abandonado por los economistas como es el tema de la desigualdad. Desde que Simon Kuznets estudió la desigualdad en los años 50 del siglo pasado, ningún economista pareció interesado en retomar el tema. Kuznets fue el primero en plantear la curva de campana invertida para la desigualdad en los Estados Unidos, pero su informe se hizo callar. Era muy mal visto plantear este tema en plena guerra fría, donde había que dar una imagen victoriosa en todos los ámbitos para provocar la envidia de la URSS. El año 2011, se desempolvó el documento de Kuznets y un comité de economistas líderes votó el documento de 1955 como uno de los 20 artículos más influyentes publicados en American Economic Review.
Hace seis años, hablamos de los orígenes de la desigualdad y dimos cuenta del aumento de la desigualdad tras el primer documento de la dupla Piketty-Saez. Este nuevo trabajo, con abundante cantidad de datos y tablas, se convierte en el informe más contundente sobre la desigualdad y confirma que ésta se ha disparado a niveles insostenibles. Por eso la gente deberá repensar la forma en que la gente piensa sobre la historia económica de los últimos 200 años.
"Nadie se había fijado en eso antes"
La tesis de Piketty indica que la desigualdad es intrínseca al capitalismo y, de no combatirse enérgicamente, es probable que aumente a niveles que amenazan la democracia y dejan de sostener el crecimiento económico. Aunque Piketty ha confesado que nunca leyó a Karl Marx, su análisis coincide con el del filósofo alemán que predijo que la desigualdad y la lucha de clases marcarían el colapso del capitalismo. Marx fue un crítico de la economía clásica, que apuntaba que la desigualdad era un proceso que disminuiría con el tiempo. Robert Solow, uno de los principales desarrolladores de modelos de crecimiento empleó el término “convergencia” para. mostrar que el desarrollo económico aboliría la desigualdad. Al conocer el libro de Piketty, e impresionado por la comparación entre la tasa de retorno del patrimonio (r) y la tasa de crecimiento (g), Solow dijo “que yo sepa, nadie se había fijado en eso antes”. Y es que el capitalismo tiene misterios que la razón desconoce, pero que Karl Marx anticipó en 1848. El capitalismo descontrolado propaga la desigualdad. Aunque se tome como convergencia las similitudes de Beijing con Nueva York, ¿cómo explicamos las enormes desigualdades al interior de esos dos países?
La relación r > g
Según Piketty, cuyos datos sobre los ingresos y la riqueza abordan 300 años y 20 países, las fuerzas de convergencia (la extensión de conocimientos y habilidades, por ejemplo) son considerables, pero los datos de divergencia normalmente han sido mucho mayores. El eje de su argumento es la fórmula r > g , donde r representa la tasa media anual de rendimiento del capital (es decir, beneficios, dividendos, intereses y rentas) y g representa la tasa de crecimiento económico. Durante gran parte de la historia moderna, la tasa de rendimiento del capital se ha situado entre el 4 y el 5 por ciento, mientras que la tasa de crecimiento ha sido decididamente inferior, entre el 1 y el 2 por ciento. Este funcionamiento crea una fuerza desestabilizadora, dado que cuando r > g , el capitalismo genera automáticamente desigualdades arbitrarias e insostenibles que socavan radicalmente los valores meritocráticos en que se basan las sociedades democráticas.
En otras palabras, en una economía de lento crecimiento, la riqueza acumulada crece más rápido que los ingresos del trabajo. Por tanto los ricos, que ya tienen la mayoría de la riqueza, se hacen más ricos, mientras que todos los demás, que dependen principalmente de los ingresos de su trabajo, quedan desplazados. Los países en los que r > g constituyen gran parte del mundo desarrollado de hoy, incluyendo a Estados Unidos, donde el 10 por ciento más rico captura más del 50 por ciento del ingreso del país, en una proporción que sigue aumentando la desigualdad a un ritmo que se hará insostenible en el largo plazo. Para Piketty todo esto es fruto de las tesis del libre mercado, dado que los mercados autorregulados son un esquema donde r > g.. En los sobrevalorados modelos de crecimiento de Robert Solow gran parte del crecimiento era explicado por un componente desconocido que Solow bautizó como “residuo”. Ahora sabemos que ese residuo tiene nombre: es la renta del capitalista. Nadie se había fijado en eso antes, como reconoció el propio Solow.
Piketty encuentra una notable excepción al reinado de r > g en el período entre 1945 y 1970, la llamada edad de oro del capitalismo, también conocida como la "gran compresión", cuando las economías de Europa y Estados Unidos se expandieron y la desigualdad se redujo. No es ninguna coincidencia, indica Piketty, que este período diera lugar al credo optimista de la economía moderna, en la cual el libre mercado proporciona dividendos a todos. Ese mantra fue una simple ilusión: visto en su contexto histórico, la Edad de Oro del capitalismo sólo fue una excepción transitoria a la sombría regla r > g. Dos guerras mundiales tras la Gran Depresión, acompañadas por tasas impositivas compensatorias impuestas a los ricos para pagar el esfuerzo de la guerra, disminuyeron considerablemente las fortunas familiares, estrechando las herencias y reduciendo temporalmente la brecha entre las clases altas y bajas. En este período sí que hubo convergencia y la brecha de desigualdad vivió un cierre significativo. El gran mérito de la investigación de Piketty es que muestra todo esto con abundantes datos históricos que resultan inconfundibles. De ahí el impacto que está teniendo el libro en todo el mundo.
Piketty va aún más allá y establece una importante crítica a la teoría económica; "Durante mucho tiempo los economistas han tratado de definirse a sí mismos en términos de sus métodos supuestamente científicos. De hecho, estos métodos se basan en un uso inmoderado de los modelos matemáticos, que con frecuencia no son más que una excusa para ocupar el terreno y enmascarar la vacuidad del contenido. Demasiada energía ha sido y está siendo desperdiciada en pura especulación teórica sin una especificación clara de los hechos económicos que uno está tratando de explicar o de los problemas sociales y políticos que se está tratando de resolver".
Tiene razón Piketty en que la economía ha perdido su pasión de hacer frente a los grandes problemas y se ha quedado en el show mediático del enmascaramiento del vacío. Todo se basa en banalidades y cuestiones pequeñas, llevadas al extremo en la corriente Freakonomics, que aborda el comportamiento de los luchadores de sumo o por qué los traficantes de drogas viven con sus madres. Cuando en España hay un 25 por ciento de desempleo, que no tiene ninguna salida a la luz de las propuestas de la UE, la economía debe volver a enfocarse en los grandes problemas, como el empleo y la desigualdad, y proponer soluciones.
En El Blog Salmón | Tres décadas de mayor desigualdad, Información asimétrica y mercados imperfectos: por qué la economía no funciona como se dice