A vueltas con el ratio: reducir el número de alumnos por aula no es la solución mágica para mejorar la educación en España

A vueltas con el ratio: reducir el número de alumnos por aula no es la solución mágica para mejorar la educación en España
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Cada vez que se habla de mejorar la educación en España surge un tema, con mucha fuerza: hay que reducir el número de alumnos por aula, el famoso ratio. ¿De dónde sale esta afirmación y por qué la malvada administración no hace nada por hacer frente a esta reclamación?

Sin embargo la realidad es más compleja. Si las soluciones fueran fáciles ya se habrían tomado medidas. Y la respuesta ante esta pregunta es que realmente reducir la ratio no es una solución mágica que hará que nuestra educación despegue de una vez por todas.

Antecedentes: el ratio en España

Lo cierto es que el número de alumnos por aula ha bajado drásticamente desde los años 70, no solo en España sino en toda la OCDE. No era nada raro en los años 80 que hubiera 40 alumnos por aula en educación primaria (la antigua EGB). Y sin embargo la normativa actual indica que en primaria el máximo de alumnos por aula debe ser 25, en secundaria 30 y en bachillerato 35. No entramos en las normas especiales de este curso por el tema del covid-19, ya que el objetivo es otro.

Sin embargo estos ratios máximos pueden incrementarse. Las leyes se acumulan y difícil saber lo que pasa en cada Comunidad Autónoma, pero está claro que hay clases de Primaria con más de 25 alumnos, al menos en las ciudades más densas de España.

Lo cierto es que el número de alumnos por profesor en España está en la media de la OCDE, de hecho un poco por debajo. De hecho la bajada ha sido espectacular: en Primaria de 30,8 alumnos por profesor en 1970 a 13 en 2016; en Secundaria de 25,4 en 1971 a 11,6 en 2016. Sin embargo es cierto que en la última década ha crecido algo, debido al cambio legal (LOMCE) y a los recortes en gasto de personal en administración.

Pero esto no quiere decir que los ratios estén bien, que haya muchos profesores no quiere decir que las clases sean pequeñas. En Primaria los ratios en el aula son similares a la OCDE y Europa, pero en Secundaria estamos por encima. De hecho en 2013 había 23,8 alumnos por aula en esta etapa y en 2018 había subido a 25,1 alumnos por aula, cuando en la OCDE se ha mantenido estable en 23,8 alumnos por aula.

El coste y efectividad de reducir las ratios

Ya hemos visto que por un lado la reducción de ratios desde los años 70 ha sido muy importante en España, a pesar del bache de la última década. Y que no es algo exclusivo de nuestro país sino también de los países de nuestro entorno (Europa) y no tan entorno pero que nos ofrecen un buen referente (OCDE).

Los ratios en Primaria son comparables. En Secundaria se podrían bajar algo más. ¿Es necesario poner todo el esfuerzo en reducir ratios? He aquí donde nos topamos con el problema. Reducir los ratios tiene un impacto económico brutal. España se gasta al año en educación aproximadamente 50.000 millones de euros de dinero público. Está un poco por debajo de lo que dedica el resto de países europeos. Pero hay que tener en cuenta que la mayor parte del gasto se dedica a pagar el sueldo del personal (hay aproximadamente 440.000 profesores de la escuela pública, solo en Primaria y Secundaria). Además reducir el ratio en muchos casos requiere de habilitar nuevas aulas que no existen, con la consiguiente inversión en nuevos edificios. De hecho ya se está viendo con la reducción de ratios por el tema del covid-19 que en muchos centros es muy complicado.

Eso sí, la inversión en educación es muy importante para el futuro del país, si reducir las ratios en el aula fuera la mejor estrategia para mejorar nuestros resultados yo sería el primero en pedirlo. Pero quizá no lo sea.

Los estudios sobre la reducción de los ratios no son concluyentes. Hay veces que funcionan y veces que no tienen apenas impacto en la mejora educativa. Por si solos no tienen sentido. Es cierto que bajar de 40 alumnos a 25 tiene un impacto. Pero quizá pasar de 25 a 20 o a 15, aparte de que el impacto económico es muy alto, no es tan efectivo.

Sinceramente, en los niveles en los que estamos, con la normativa que tenemos, creo que la vía de mejorar la educación reduciendo ratios no es la mejor estrategia siguiendo una comparativa coste-beneficio.

¿Por qué seguimos oyendo hablar de la reducción de ratios como panacea que todo lo soluciona? Principalmente porque todas estas demandas vienen impulsadas por los profesores, que lo que ven es que las clases grandes tienen a descontrolarse más y es más complicado dar clase. Es cierto que hay que escuchar a los que lidian con las aulas, pero hay que también son una parte interesada: tener menos alumnos por aula les haría tener un trabajo más sencillo y cómodo.

Sin querer porfundizar en esto es como cuando se pide la jornada continua en los colegios por parte de los profesores. En el fondo lo que quieren es tener un horario más ventajoso para su vida privada, aunque muchas veces los sindicatos lo vendan como una mejora para los niños. Y esto tiene unas implicaciones en la conciliación del resto de familias y en la brecha salarial de la mujer.

Otras inversiones que mejorarían la educación por menos coste

Propuestas más económicas que reducir los ratios hay, pero son más díficiles de implementar. Son pequeños cambios que harían mejorar la educación si los sumanos todos. Hay muchos estudios que apoyan estas medidas, solo hace falta voluntad de implementarlas y sobre todo, el apoyo de todos (administración, profesores y familias).

También está claro que profesores tenemos, el número de alumnos por profesor es muy bajo. Estamos diciendo, por tanto, que es clave organizarlos mejor para que lleven su labor de forma más efectiva.

Lo primero que habría que hacer es abordar el problema de la repetición de curso. Dentro de la OCDE estamos entre los que más alumnos repetidores tenemos y además no sirve de nada porque al final terminan sin titular Secundaria. La clave aquí es evitar la repetición de curso y usar profesores de apoyo para puedan pasar al siguiente recuperando las materias que no han aprendido. Y hay dinero para ello, ya que tener alumnos que repiten es caro, se estima que entre 1.500 y 2.000 millones de euros al año. Y si no titulan, al menos que puedan pasar la Formación Profesional (cosa que era posible antes y desde la LOGSE no).

Un pequeño cambio es no tener a los profesores tan compartimentados en secundaria. El modelo de un aula y profesores que entran y salen cada hora a dar su materia puede ser válido en bachillerato o en la universidad, pero en la ESO todavía son muy pequeños y necesitan más referentes, más coordinación entre las distintas áreas.

También es necesaria una mayor formación del profesorado, tanto en las materias que imparten como en métodos de enseñanza. Los países exitosos en educación cuidan mucho este aspecto.

Otro aunto importante es que deberíamos tener menos interinos, tenemos un porcentaje muy alto (25%). Esto hace que los profesores roten mucho de centro y no lleguen a establecer un vínculo duradero con la dirección del mismo. Al final es como en todos los trabajos, la productividad cuando empiezas es baja, si vas rotando nunca llegarás al nivel óptimo.

También debería potenciarse la autonomía de los centros (el caso de Finlandia es significativo), con carreras largas de dirección de la escuela que entiendan los problemas particulares del centro y el barrio en el que se encuentran. La autonomía que se está dando a los centros para implementar las medidas anti-covid-19 es un buen paso, nadie mejor que los propios centros para determinar como implementar la normativa. Y por supuesto siempre con rendición de cuentas, autonomía no significa carta blanca.

Y, por supuesto, también reducir ratios. Pero con sentido. Por ejemplo en colegios de barrios con baja renta o conflictivos. Los alumnos de padres con altos ingresos ya parten con ventaja y quizá no necesitan ratios en aula bajos ni profesores de apoyo en el centro. Es importante concentrar los recursos donde realmente se necesitan.

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