"La razón detrás del paquete de ayuda a Grecia es asegurar la mayor estabilidad financiera del euro, no la de rescatar a Grecia". Estas palabras fueron pronunciadas por Axel Weber, consejero del Banco Central Europeo y presidente del Bundesbank alemán en abril de 2010. Es decir, justo un mes antes de que se aprobara el primer rescate de la economía helena y justo después de recordar que "Grecia se metió sola en esta difícil situación".
En ellas, tal vez, encontremos la mejor de las explicaciones para entender por qué casi siete años después, con tres rescates de por medio y otro a la vuelta de la esquina, Grecia es un país devastado que todavía necesita de asistencia internacional para su supervivencia financiera.
Tras una inyección total de 326.000 millones de euros, (casi un tercio del PIB español) el país heleno todavía tiene unos datos macroeconómicos que asustan. Su deuda pública supera el 180,2% del PIB, (frente al 120% que registraba en 2010), la tasa de desempleo no baja del 23%, del 45,7% en los jóvenes de menos de 25 años. Su economía se ha contraído un cuarto desde 2010.
Es cierto, que los últimos meses, y solo desde el punto de vista macroeconómico, se ha visto algún dato positivo. Técnicamente, ha abandonado la recesión al acumular dos trimestres de crecimiento continuado. Pero esto es insuficiente para una población que continúa en una situación extrema. Uno de cada cinco griegos sufre privatizaciones materiales graves. En 2014, casi un tercio de la población fue considerada "en riesgo de pobreza o exclusión social". Lo peor: no hay síntomas de mejora.
A por el cuarto rescate
En los últimos días, la historia ha vuelto a repetirse. Ante la inminencia de un vencimiento importante, 7.500 millones en julio, salta la alarma: Grecia no podrá pagar. Fue lo mismo que sucedió antes de julio de 2015 (tercer rescate) y antes de marzo de 2012 (segundo rescate). Como en esas ocasiones, un posible impago griego pone nerviosos a los mercados. La decisión de ayudar o no por parte de los Gobiernos europeos suele estar condicionada por la presión de diferentes citas electorales. Y en tercer lugar, está el enfrentamiento de criterios entre la dureza del Fondo Monetario Internacional, siempre partidario de políticas de austeridad más extremas, frente a la postura, algo más laxa, de Europa.
Lo que sorprende es que ninguno de los involucrados en esta retahíla de rescates ,( ni los integrantes de la Troika formada por: Bruselas, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional (FMI)), ni siquiera la propia Grecia), sea capaz de entonar el mea culpa e identificar qué se ha hecho mal en este eterno proceso. Y ¿por qué ni a la tercera va la vencida en la solución de este problema?
Aunque si recordamos las palabras de Axel Weber, igual lo único que se ha hecho mal es la comunicación de la situación. Llevamos casi 10 años hablando de rescates griegos cuando en realidad deberíamos hablar de otras cosas.
Un cabeza de turco de la unión monetaria
El peso de la economía griega en Europa nunca fue un problema para las finanzas de la Unión. A finales de 2009, los helenos reconocieron que habían falsificado sus cuentas para entrar en el euro (con la inestimable ayuda de Golman Sachs). La economía griega apenas representaba un 2% del total de la zona euro. Su deuda, entonces como ahora, se decía que era insostenible. Un rescate ordenado con quitas y aplazamientos de pagos de negociados hubiera sido una solución técnicamente viable.
Pero el problema se enfocó desde el punto de vista político. Una quiebra hubiera implicado la salida de un país del euro. Eso no estaba contemplado en ningún tratado y, según Bruselas, habría debilitado toda la estructura de la moneda única.
Por supuesto, cuando pensaban en esto en Bruselas, el problema de Grecia era solo la excusa. Su preocupación estaba enfocada a otros países como España (con una deuda de un billón de euros) o Italia (con 1,4 billones de euros de deuda). La troika tenía claro que Grecia debía ser la lección correctora para que nadie intentara hacer algo similar.
Un programa de retos, mal diseñado
El primer programa de rescate, en línea con las exigencias de Fondo Monetario Internacional, fue duro, extremo. 110.000 millones de euros a cambio de recortes titánicos: despido masivo de funcionarios, reducción de las pensiones hasta un 26%, privatizaciones de las empresas públicas, ingentes recortes en sanidad...
A Grecia se le impusieron retos numéricos. Nadie reparó en que, tal vez, además de números habría que haber impuesto modelos de implantación. Porque, como se ha demostrado después, pocas cosas salieron como reflejaba el plan de rescate. De los 50.000 millones que estaba previsto recaudar en privatizaciones, apenas se ha conseguido un 4%. Las pensiones se recortaron sí, más de un 20%, pero no pensaron en la picaresca helena. Más de un año después del rescate se descubrió que 4.500 familias de funcionarios muertos seguían cobrando sus pensiones.
En marzo de 2012, Grecia seguía sin poder hacer frente a sus compromisos de deuda, lo que provocó un segundo rescate, más voluminoso todavía: 130.000 millones de euros. Y por supuesto, también más recortes. Eso sí,en ese segundo rescate hubo una novedad, se impuso una quita del 53,5% de la deuda privada griega.
Bancos, pies en polvorosa
En realidad, fue una decisión más mediática que efectiva. Quería hacerse ver que no solo los estados rescataban a Grecia sino también los acreedores privados asumían ese reto. Lo que ocurre es que para marzo de 2012, la deuda griega en manos de bancos privados era casi una anécdota comparada con la de 2010. La deuda de Grecia en 2010 era de unos 236.000 millones de euros, de los cuales más de la mitad estaban en manos francesas y alemanas. Durante los dos años que duró el primer rescate, los grandes bancos de esos países aprovecharon para vender todo lo posible. En 2012, la situación ya era muy distinta. Como se puede ver en el siguiente gráfico, de los 16 máximos acreedores de Grecia, nueve eran bancos griegos. Entre los 10 mayores acreedores privados afectados por la quita solo había un banco alemán. Es decir, fueron los propios bancos griegos los que se vieron afectados por los recortes deuda. Esto alimentó aún más la precariedad de la economía real griega que ya había empezado a sufrir los efectos de la dura política de reformas implantada por la troika.
El resto de la deuda había pasado a manos públicas: BCE, y bancos centrales de los estados de la zona euro. Por supuesto, las quitas no les afectaron.
Algunos economistas justificaron este movimiento por la difícil situación de la gran banca en 2010. Si hubieran aceptado una quita en el primer momento podrían haber ido a quiebra, era su argumento. La troika prefirió transferir el riesgo a los estados y que fueran estos los que tuvieran los problemas, como le ocurrió a España.
Crisis de refugiados y tercer rescate
En cualquier caso las cuentas siguieron sin salir. El segundo rescate tampoco fue capaz de sanear las finanzas helenas. En 2015, Grecia seguía sin poder afrontar los vencimientos de su deuda. En aquel momento, entró un juego un nuevo elemento de tensión: la crisis de refugiados. El primer ministro griego Alexis Tsipras aprovechó la llegada masiva de refugiados sirios a Grecia para presionar a Bruselas y pedir dinero y mayor relajación de las condiciones. Quería dedicar parte de lo recibido a ayudar a la población más necesitada. Si Grecia le hace el favor de recoger a los refugiados y evitar que salgan a otros países de la UE, bien merece un trato de favor de sus socios. Ese era el argumento que subyacía detrás del tercer rescate.
Al principio, el Eurogrupo montó en colera, pero apenas un mes después, el 14 de agosto aprobó el tercer rescate, con recelos del FMI. El mismo organismo que ahora está dudando de que los retos establecidos en aquella última línea de ayudas sean realizables. Pensar que el tercer rescate tuvo mucho que ver con una concesión de Bruselas por los servicios prestados en Lesbos y alrededores, tampoco es tan descabellado. Sobre todo, teniendo en cuenta que apenas siete meses después vuelve a mostrarse insuficiente.
Dinero de ida y vuelta
Y con recelos o no del FMI, todo apunta a que el cuarto rescate llegará. Entre otras cosas porque, recuerden Europa no rescata a Grecia, se rescata a sí misma. Y es que, como ya hemos visto, cuando Grecia es incapaz de pagar vencimientos de deuda a quien no puede pagar es al BCE y al resto de socios europeos. Y, como dijo el presidente del Gobierno español en el primer rescate, José Luis Rodríguez Zapatero, rescatar a Grecia no era tan mal negocio para España. Nuestro país tuvo que pedir prestados los 9.792 millones que aportó en el primer rescate, por ellos pagó un 2,007% de interés. En cambio Grecia, pagará a España por esa cuantía un 5%. Es decir, España gana tres puntos porcentuales sin hacer nada. La historia se repite con cada uno de los países rescatadores y con cada uno de los rescates.
Tal vez ahora, ya podamos entender un poco mejor porque los rescates continúan aunque la economía griega siga hecha unos zorros.