No concebimos la vida sin dinero, pero ¿qué pasa cuando este se acaba? ¿Ha ocurrido alguna vez? Lo cierto es que la base sobre la que asentamos la economía puede ser más frágil de lo que parece. Por eso, hoy vamos a ver qué ocurre cuando el dinero se termina, algo que ha sucedido en alguna ocasión... Y que nos da pistas de qué pasaría en un futuro colapso.
En Economía te enseñan que el dinero «no existe». O mejor dicho, que es una convención en la que todos creemos y cuyo valor se basa, más o menos, en esa creencia compartida.
No es exactamente así, pero es así.
Sin embargo, con todo el poder que tiene el dinero, cuando esa creencia se tambalea, o los encargados de mantener la ilusión caen, el dinero se puede acabar.
Y lo que ocurre en esos casos no es agradable, pero sí educativo.
El día en que el dinero se acabó
El Imperio Romano de Occidente no tuvo su mejor momento a partir de los siglos II y III, donde su decadencia gradual le haría caer finalmente bajo la presión de bárbaros, desastres y malas decisiones.
Y en esa caída, su economía tuvo un papel clave.
Dicha caída no fue súbita, sino gradual durante mucho tiempo. Por diversas razones, desde guerras, hasta plagas, o incluso un breve cambio climático que dio lugar a horribles cosechas, Roma experimentó una hiperinflación y un colapso final del imperio, que se empezó a dividir.
La pérdida de poder de Roma se sintió en todo su territorio, pero la falta de organización suele afectar primero a los más alejados.
Eso es lo que pasó en Inglaterra, por ejemplo, donde ocurrió más rápidamente algo que también afectó al resto del imperio. Por varios motivos, desde no poder acuñar más moneda hasta esa hiperinflación comentada, el dinero desapareció.
Especialmente, desaparecieron las monedas de oro y plata, que eran las más preciadas.
Estas monedas estaban respaldadas por sí mismas y el valor del material valioso con el que estaban acuñadas.
¿El resto? Pues si no eran de metales preciados, podemos imaginar qué valor tenía en hiperinflación una pequeña pieza de cobre con el careto de un tipo que ya no pintaba nada.
De hecho, aún se están desenterrando en Inglaterra cofres de monedas de oro, que la gente dejó de usar, por aquello de que el oro es valor seguro en el que refugiarse hasta que todo pase.
Qué ocurre cuando se acaba el dinero
Básicamente, el desastre y que viajamos en el tiempo, volviendo al trueque para adaptarnos.
De hecho, los reinos independientes que luego formaron Inglaterra, establecieron una economía principalmente basada en ese intercambio directo de bienes y servicios durante bastante tiempo.
El final de esa economía con más trueque que dinero se aceleraría con las invasiones vikingas. Estas demandaban tributo que no fuera en forma de cabras, fomentando la acuñación. Los vikingos también motivaron cierta mejor organización y unión de los reinos ingleses para hacer frente.
Para hacer frente y para que mi nación se quede con toda Inglaterra si se impone a los otros reyezuelos, claro...
Todo eso llevó de nuevo a lo que lleva cualquier organización humana cuando se vuelve suficientemente compleja: la aparición, otra vez, de dinero como base de la economía, porque si no, no hay manera de organizarse.
Durante un escenario en el que el dinero se acaba, el trueque no suele ser suficiente dada una mínima complejidad, así que también aparece el «seudodinero».
Para afrontar la caída del Imperio, se volvió en todos sus territorios a ese trueque y a la aparición de vales, contratos e instrumentos improvisados de pago y adquisición de deudas.
Eso sí, que ese «seudodinero» funcione o no depende de la capacidad coercitiva de hacer algo si alguien no lo acepta, o se niega a hacer efectivo lo firmado.
La desaparición del dinero en sociedades modernas
Algunos pensarán que de esto hace mucho. La economía actual y, sobre todo, el sistema monetario, no funcionan como en tiempos de Julio César (aunque en realidad sí lo hacía en muchos más aspectos de lo que muchos creen).
Pero pensar que eso es cosa del pasado es un error y hay casos similares modernos en los que «se acaba el dinero».
Un ejemplo lo tenemos en el país que probablemente más sufre la llamada «Maldición de los recursos», Argentina. Sus crisis financieras son habituales y salvajes o, como dice una amiga de allí, la crisis es la única normalidad que han conocido, por desgracia.
Es el caso del famoso Corralito de 2001. La restricción impuesta al dinero, sumada de nuevo a contextos de hiperinflación, hizo que el primero desapareciera de facto para muchos. Apenas podemos tener una escasa cantidad en circulación y el que tengo vale menos cada segundo, acercándose peligrosamente a cero.
¿Qué haces?
Pues para una situación que suena como el Imperio Romano, adoptas las mismas soluciones, de ahí que se extendieran por todo el país los clubes de trueque.
De hecho, no se fueron y su popularidad resurge cuando la crisis aprieta de nuevo.
Por supuesto, la otra opción, para los más pudientes que podían tener tesoros que enterrar como en Inglaterra, es de nuevo la misma que entonces: Refugiar su riqueza en valores fuertes no afectados.
En el caso argentino, además de que oro y plata se convirtieran en refugio de nuevo, también lo fueron monedas cuyo valor se mantiene a pesar de tu inflación, como el dólar.
La desaparición del dinero y los escenarios de colapso
La desaparición del dinero, aunque no total, puede producirse de facto por muchos motivos. Las soluciones a corto-medio plazo, hasta que alguien recupera el control de una manera u otra (e impone de nuevo un sistema monetario con el que comenzar el ciclo de desastre otra vez), vemos que no cambian mucho.
Así que más vale que tengamos conocimiento útil o una riqueza refugiada en algo más sólido que el dinero que desaparece.
Recuerdo cuando España atravesaba lo peor de la crisis iniciada en 2008 y se llegó a rumorear la salida del Euro y la vuelta a la peseta. Recuerdo también que tenía una cuenta en dólares que bajo ningún concepto quería cerrar, a pesar de ser poco práctica y llena de comisiones.
No me habría servido, porque, las cuentas españolas en otras divisas también se habrían convertido en pesetas junto a las cuentas en euros, pero bueno.
La cuestión es que los escenarios de fin del dinero no son tan extraños históricamente. También me acuerdo del viejo desván de mi abuela, con un baúl forrado por dentro de billetes de una peseta de la República que, de un día para otro, no valieron más que para eso.
Algo parecido pasó en la Gran Depresión de los años 30 del siglo XX, o la crisis de Mozambique durante 2008, por ejemplo.
Colapsos de los responsables del dinero, que no puedan afrontar una situación extrema (como en Roma, Argentina o si hubiera sucedido la separación traumática de España del sistema monetario europeo), o bien que se enfrenten a hiperinflación, pueden dar lugar a la desaparición, literal o a efectos prácticos, del dinero.
Y en ese caso, más vale que sepamos hacer algo útil. Ser economista no cuenta, excepto para que te quemen en la plaza del pueblo como responsable de todo.