Las empresas tecnológicas apenas salen ya a bolsa, te contamos por qué

Las empresas tecnológicas apenas salen ya a bolsa, te contamos por qué
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La próxima salida a bolsa de Snapchat ha despertado bastante revuelo en los medios económicos. No solo por sus peculiares características (al estar compuesta por acciones sin derecho a voto) sino por ser la primera cotización de una gran tecnológica desde twitter, allá por 2013. Aunque hay avidez de grandes empresas tecnológicas en los mercados financieros, estas se resisten a cotizar en bolsa.

Se cuentan por millones los pequeños inversores que estarían encantados de comprar una participación en Uber o Airbnb, sin embargo estas compañías de momento no cotizan en bolsa y están restringidas a los grandes fondos de inversión. Pero no solo se trata de los grandes 'unicornios' tecnológicos, es una tendencia generalizada. En 2016 hubo tan solo 14 OPVs de compañías tecnológicas en Estados Unidos. En 1999 fueron 371.

Ebs Ipotech
Fuente: Warrington College of Business / elaboración propia

Si bien la espantada de las 'puntocom' tras el estallido de la burbuja es razonable, el sector tecnológico se ha recuperado con fuerza gracias a los nuevos gigantes de las redes sociales y la economía colaborativa (de hecho, hace pocos años hablábamos de 'burbuja puntocom 2.0'). Pero el número de empresas tecnológicas que salen a bolsa sigue bajo mínimos. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué las empresas tecnológicas están dejando de cotizar en bolsa?

Salir a bolsa es perder el control... y la visión a largo plazo

Durante la fiebre de la burbuja 'puntocom' fueron cientos las empresas tecnológicas que comenzaron a cotizar ante las expectativas de rápida revalorización. Quienes habían invertido en las rondas de financiación iniciales presionaban para salir a bolsa y hacer caja. Fundadores de pequeñas startups se convertían en millonarios de la noche a la mañana y nadie quería ser el último.

La otra cara de la moneda es que cotizar la empresa implica ceder control a los accionistas, cuya ambición no es necesariamente el éxito de la empresa a largo plazo sino maximizar las ganancias a corto plazo. Cientos de empresas sucumbieron tras la burbuja siguiendo esta estrategia cortoplacista dictada por los accionistas, y las nuevas compañías han aprendido la lección. Las tecnológicas son especialmente sensibles en este aspecto ya que están creando no solo nuevas tecnologías sino nuevos mercados, donde la visión a largo plazo y la dirección por parte de personas con conocimientos específicos (normalmente, los propios fundadores de la empresa) es fundamental.

Cotizar en bolsa supone además enfrentarse a regulaciones más estrictas que pueden ralentizar el crecimiento de la compañía, y la obligación de publicar periódicamente datos financieros internos que hacen fluctuar las acciones a corto plazo, dificultando la puesta en marcha de estrategias a largo plazo. Así las cosas, son muchas las empresas que hoy optan por la financiación privada fuera de los mercados. Lo que indica, por otra parte, que dichas posibilidades de financiación abundan más que antes.

Más 'capital riesgo' disponible

El año pasado, Uber anunció el acuerdo de financiación privada más grande del que se tiene noticia: 3.500 millones de dólares procedentes del fondo soberano de Arabia Saudí de una sola tacada. Por comparar, antes de salir a bolsa Google había conseguido 'tan solo' 25 millones de dólares ¡en total! (el valor de dicha inversión se ha multiplicado por un factor 1600). Independientemente de lo mucho que haya podido cambiar el mercado estos años, las cifras indican que hay más dinero disponible para invertir por parte de los fondos de venture capital y private equity.

Estos fondos de capital privado no quieren ya arriesgarse a comprar acciones como el común de los mortales sino que quieren asegurarse invertir en startups prometedoras desde sus primeros compases, mediante acuerdos privados (y, en general, de contenido confidencial, algo imposible en compañías cotizadas públicamente). El número de transacciones de capital riesgo batió en 2015 un récord de dos décadas, indicando el apetito de los mercados por este tipo de inversiones.

Bajos tipos de interés: posibilidad de financiación barata

Hay otra forma de conseguir liquidez de los mercados financieros sin tener que ceder parte del capital de la empresa: el endeudamiento. Con los tipos de interés en mínimos históricos durante ya varios años, son muchas las empresas que ahora pueden permitirse obtener el dinero que necesitan vendiendo bonos o tomando préstamos, sin necesidad de salir a bolsa.

Uber es, de nuevo, un perfecto ejemplo, con su intención de obtener 2.000 millones de dólares mediante préstamos apalancados (de alto riesgo pero alto rendimiento). Esta forma de financiación es ventajosa para los inversores existentes, que no ven diluida su participación en la empresa y por tanto su porción de los beneficios (aunque los prestamistas tienen prioridad ante los accionistas a la hora de cobrar lo invertido en caso de quiebra).

Para aquellas empresas que están empezando y se encuentran aún a años luz de gigantes como Uber, los bajos tipos de interés han abierto la puerta a una nueva posibilidad de financiación: el crowdfunding. En una situación donde la rentabilidad de los ahorros es prácticamente nula, son cada vez más los pequeños inversores para los que el atractivo de un proyecto tiene más valor que la poca rentabilidad ofrecida.

Parece, por tanto, que si vivimos una nueva burbuja tecnológica, esta vendrá inflada por los fondos privados y las formas alternativas de inversión, y no por las apresuradas (y sobrevaloradas) salidas a bolsa, como sucedió en el 2000.

En El Blog Salmón | Snapchat sale a bolsa sin derechos de voto, una novedad que podría cambiar las futuras OPVs

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