¿Ha cumplido Trump sus promesas económicas gracias a sus recortes de impuestos? Los datos demuestran que no

¿Ha cumplido Trump sus promesas económicas gracias a sus recortes de impuestos? Los datos demuestran que no
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Lo más dañino de las rebajas de impuestos, o también de sus subidas, es que, más allá de las promesas casi siempre politizadas de nuestros dirigentes, sus efectos reales sobre la economía no se dejan sentir en las cifras macroeconómicas hasta varios trimestres después. Para entonces, muchas veces el daño ya está hecho y la próxima crisis ya se ha alimentado peligrosamente, y además, según sea el caso, tal vez el déficit y la deuda pública se han acercado a la senda del siempre temible y devastador impago.

El caso de las rebajas fiscales de Trump no iba a ser diferente, y desde estas líneas siempre hemos analizado que la suya era una muy arriesgada (por no decir irresponsable) apuesta, por la cual era más que difícil recaudar por el incremento de la actividad económica más que todo (y era mucho) lo que iba a dejar de recaudar vía impuestos directos. Así, el déficit y la deuda estadounidense ya se han catapultado hasta niveles insostenibles. Pero ahora han salido una serie de datos que, finalmente, muestran hasta dónde ha llegado Trump a la hora de reactivar (de verdad) la economía, porque algo que ya sabíamos es hasta dónde ha llegado rebajando los impuestos generosamente a los más ricos.

De las rebajas fiscales al déficit insostenible sólo ha habido un paso: el de meter la pata hasta el hombro

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No seré yo el que abogue ciegamente por que los impuestos son buenos por naturaleza y hay siempre que subirlos, para estatalizar la economía hasta ese mágico punto en el que casi todos acabamos siendo "paniaguados" agradecidos al que parte y reparte (cada vez menos) entre todos. Tampoco seré yo el que les diga que toda rebaja de impuestos es buena per sé, y que hay que hacerlo sin dudarlo siempre que se pueda. En absoluto. Es más, lejos de los discursos dicotómicos intencionadamente polarizados, desde aquí siempre hemos mantenido que cada situación económica puede requerir una rebaja fiscal o un incremento de la presión fiscal dependiendo de diversos factores, y el resultado del imprescidible análisis económico particularizado inclinará la balanza hacia un lado u otro según sean esos factores en cada caso.

Así, a pesar de que a ciertos sectores les interese predicar impertérrita y sistemáticamente las bondades de una u otra política fiscal sin mayor profundidad de análisis, un servidor mantiene que lo que procede es ponerse a trabajar con la econometría y la macroeconomía en la mano, y más allá de eslóganes políticos pasionales, saber de verdad qué es lo que más interesa a cada país ante cada escenario. Y eso por no hablar de que rebajas de impuestos y subidas de los mismos hay tantas como impuestos existen (y más que algunos pueden llegar a imaginar), por lo que el análisis se complica trascendiendo lo que ramplonamente nos venden como un debate bipolar entre el simple incremento o el simple recorte de la presión fiscal: hay que entrar irremediablemente en el cómo y el qué. Como ven, igualito que lo que hacen nuestros politicos cuando hablan sobre estos temas en campaña apelando a nuestro lado más visceral.

Pero este debate ya lo hemos abordado anteriormente en los diversos análisis enlazados en este artículo. No se exponen estos puntos aquí más que como mera introducción. Porque el hecho es que, más allá de alguna cifra macroeconómica "dopada" a base de pura y dura deuda, lo cierto es que, a la hora de poner negro sobre blanco y evaluar todo ese progreso económico que las nuevas políticas del presidente Trump iban a traer a los estadounidenses, pues la realidad de los datos apunta a que todo fue una ensoñación debidamente inducida, y la cual amenaza con hacernos despertar a una pesadilla muy real.

La realidad de los datos que no engaña (pero veremos cómo la maquillan algunos sectores)

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Fue hace ya casi dos largos (larguísimos) años desde que el siempre airado Trump viese por fin aprobada su tan "cacareada" rebaja de impuestos. En este medio, desde un principio ya les analizamos cómo, tras esa aparente promesa de que todos los estadounidenses iban a pagar miles de millones menos en impuestos, en realidad se escondía la verdad inconfesable de que esas rebajas fiscales beneficiaban mayormente sólo a los más ricos. Y ahora toca hacer recuento, y llamar a exámen, porque está muy bien prometer nubes de algodón de azúcar, pero no cuando se disipan en el aire sin que los estadounidenses puedan saborear nada de su dulzor, sino más bien un insufrible amargor.

Como publicaron en el grupo estadounidense independiente NPR, Trump ha faltado a las expectativas del estadounidense medio, y en especial a las de los que son republicanos o indecisos y que depositaron en el sus más ingenuas esperanzas. Porque fue Trump el que también infló deliberadamente esas expectativas y esperanzas, enarbolando que sus rebajas fiscales a los que iban a beneficiar era directamente a la clase trabajadora.

Pero es que no queda aquí simplemente la cosa. En aquellos discursos de Trump que trataban de vender aquel recorte como popular, enmascarando lo selectivos que en realidad eran, llegó a decir literalmente a sus partidarios cosas como que las nuevas medidas fiscales ponían el foco en ayudar a los "amigos" que trabajaban en las oficinas de correos y en los talleres de mecánica, a los fontaneros, los carpinteros, los camioneros... "a la gente a la que él más les gusta".

Como recordaba también la NPR, Trump prometió que las rebajas fiscales serían "combustible de cohetes" para la economía. Las promesas tanto suyas como de su entorno más inmediato insistían en que, tras esos (muy generosos) recortes de impuestos, la economía crecería tan rápido que compensaría con creces las pérdidas que ya en el momento de diseñarlas y anunciarlas quedó claro que ocasionaban a las clases más modestas en cómputo global. Porque el crecepelo milagroso era que se iba a acabar recaudando mucho más que lo que se recortaba. Nada más lejos de la realidad.

Como se puede obervar en la gráfica del enlace anterior, sólo el primer año de entrada en vigencia de las medidas, los impuestos a las empresas ya cayeron un 31%, y los ingresos fiscales en conjunto también cayeron claramente. La evolución posterior en el tiempo lamentablemente no ha borrado esta siniestra tendencia, sino que parece haberla confirmado. Si ahora además las mágicas recetas económicas le añaden a la caída de ingresos fiscales un incremento del gasto público, pues tenemos el evidente resultado de que estas rebajas fiscales no sólo no se han traducido en mayores ingresos via impuestos, sino que han abierto un auténtico agujero fiscal, que ha tenido que ser cubierto mayormente a base de un insostenible déficit y una inasumible deuda.

Pero vayamos con la parte favorita de los defensores más acérrimos de Trump: todo ese supuesto crecimiento económico que esas rebajas han traído (del maquillado tema del presunto pleno empleo ya escribimos en el pasado), no ha sido tal. De hecho, en términos históricos, se puede observar cómo el año pasado la economía creció un 2,9%, exactamente al mismo ritmo que en 2015 durante la era Obama y sin recortes de impuestos. Tampoco parece que el impacto en términos de inversión empresarial haya sido como para "echar cohetes" (ni mucho menos), ya que, aunque es cierto que se produjo en el corto plazo una cierta mejora económica y las empresas incrementaron sus inversiones, fue probablemente en buena parte una consecuencia del incremento del gasto público, y ocurrió sólo de forma efímera y temporal por el clima económico creado de forma artificial. Tras ello, ahora ya llevamos dos trimestres seguidos de descenso de las inversiones empresariales.

La realidad que ahora debería ser capaz de ver ese estadounidense medio es que, como informaba la NPR, no sólo la tasa impositiva a las empresas se recortó en un 40% en su momento, sino que además el dato a posteriori es que más de un 60% de esos recortes de impuestos "para los trabajadores" han acabado en los bolsillos del 20% más rico del país: parece que estos beneficiarios principales muy muy de clase trabajadora no son (que igual sí que son trabajadores). Porque es que, además, lejos de reconocer y tratar de enmendar su error, Trump no sólo no ha hecho un acto de necesaria contrición, sino que ha redoblado su apuesta y ha llegado a anunciar más rebajas fiscales. Y eso a pesar de que, hoy por hoy, nada más y nada menos que un 49% de los estadounidenses ya desaprueba el malogrado recorte de impuestos. Y la cosa no parece que vaya a cambiar, puesto que las estimaciones de crecimiento económico para el año que viene son más modestas, y no se espera que superen el 2%, por debajo de la media desde 2010, y con unos objetivos de la Casa Blanca un 50% superiores. Vamos, que esto no se tiene "ni con pinzas".

Si aquello eran simples promesas que Trump fue el primero en tragarse, o si por el contrario eran falsas esperanzas inoculadas que no se creía que hiciese ninguna falta que fuesen ciertas, es un juicio que ya les dejo a su valoración personal: personalmente, un servidor no tiene por ahora forma de saber qué había en aquel momento dentro de la mente de Trump, pero no descarten que cualquier día podamos llegar a ver filtraciones o informaciones al respecto: no es ningún misterio que, como todo lo que debería sonrojar al polémico presidente (y a muchos aprendices de autócratas), acabarán siendo tachadas agresivamente de simples "fake news".

Cómo se está corriendo el riesgo de haber pasado de la gestión económica a la gestión anti-económica (aunque todo desastre tarde lo suyo en explotar)

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Tras el análisis de hoy, vemos una vez más lo que les exponía al principio, y es que no toda rebaja de impuestos es buena per sé. Las rebajas fiscales de Trump han sido una demostración elocuente de que no todo vale a la hora de intentar reactivar la economía, y que tal vez se pueda lograr en el corto plazo un relativo impulso económico, pero cuando éste ha resultado estar propulsado casi exclusivamente a base de un déficit y una deuda bajo los que se está literalmente enterrando a los estadounidenses, mucho me temo de que algo ha ido (y está yendo) muy pero que muy mal.

Y con los datos aportados hoy, además de ver que el avión de la economía estadounidense sólo ha remontado el vuelo con los depósitos vacíos, y ahora se encuentra surcando los aires sin apenas combustible con el que iniciar la maniobra de descenso de la próxima crisis, vemos que tampoco los indicadores de cabina nos dan las lecturas que serían propias de haber alcanzado una velocidad de crucero sostenible y en la ruta hacia el progreso económico.

Así, el menú actual combina una pobre ejecución culinaria de una economía artificialmente reactivada con una receta mayormente con una base de expectativas, sazonadas con un déficit galopante que domina axfisiantemente el plato servido en la mesa a los comensales, y aliñadas con unos indicadores macroeconómicos que no revelan un crecimiento suficientemente sólido como posición de partida para enfrentarse a la próxima gran crisis. Y el ensordecedor ruido de cacharros que nos llega desde la cocina revela que allí sigue el frenesí de la fiesta de deuda "para todos", que pagarán religiosamente todos los estadounidenses sin escapatoria posible salvo un sísmico "default".

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Es lo que tiene ser contribuyente medio: se es pagano de casi todo, y receptor de poca cosa salvo alguna dádiva, quedando el sistema totalmente desvirtuado respecto a aquellos ideales capitalistas originarios. Actualmente la cosa se sostiene básicamente con esas clases medias esforzándose lo indecible para pagar la cuenta de la fiesta de otros. No es que a los estadounidenses les estén dejando la despensa vacía y la cuenta sin pagar: es que, además de eso, y pareciendo demostrar que son plenamente conscientes de la que están montando, se están preparando y a los estadounidenses ya les están enfervorizando con una nueva dosis de propaganda y de "fake news" (de las "fake" de verdad) para que sea la repartidora de la FED la que se lleve las culpas de todo la próxima vez que aparezca por la esquina para reponer producto en la saqueada alacena económica.

Una cosa es el mundo al revés, y otra es que además sea un mundo patas arriba, y en este escenario convulso al que asistimos estamos viendo ambas cosas a un tiempo. Pero en los pasquines de propaganda cabe todo, y en la mente de muchos de sus destinatarios sin ningún espíritu crítico también.

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