El techo de gasto de EEUU se eleva de nuevo: colgando de una colosal borrachera de deuda que suma y sigue

El techo de gasto de EEUU se eleva de nuevo: colgando de una colosal borrachera de deuda que suma y sigue
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Sí, una vez más ha vuelto a ocurrir, y de nuevo el celebérrimo techo de gasto del gobierno federal de los Estados Unidos ha vuelto a ser elevado una vez más. También ocurre bajo el mandato del presidente Trump, con todas las implicaciones que ello conlleva de seguir prolongando la barra libre de deuda cuya cuenta están obligados a pagar irremediablemente todos los estadounidenses.

Pero no es noticia tanto que se eleve de nuevo este techo de gasto, sino los motivos por los que tal vez en esta ocasión debe proseguir su insostenible senda alcista. Efectivamente, la lectura de por qué se debe permitir al gobierno federal seguir gastando más que antes deja muchas, pero que muchas, cuestiones más que en el aire, en la tierra. Porque es lo que tienen los castillos en el aire: que algún día se disipan, y nos quedamos con la cruda realidad aterrizada al desnudo.

No es precisamente Trump en solitario el que prosigue con la fiesta de "deuda para todos"

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Pues no, no es Trump el (único) responsable de elevar una vez más el techo de gasto máximo del gobierno estadounidense, profundamente vinculado a la capacidad de endeudamiento extra de la que se dota al gobierno federal. De hecho, el acuerdo supone una suicida retractación por parte de la administración Trump, que en su día propuso recortes del gastos por valor de 150.000 millones. Ha sido el Congreso de los Estados Unidos, dominado por la oposición demócrata, el que ha aprobado hace recientemente la elevación de dicho techo autorizando nuevos gastos por importe (nada más y nada menos) de 320.000 millones, además de suspender el límite máximo de endeudamiento durante también los dos próximos años y aprobar presupuesto federal para el mismo periodo.

Ahora, el cauce legislativo establecido llevará la iniciativa del congreso al senado, dominado por los republicanos y que se espera que lo apruebe, y de ahí ya llegará a la mesa del presidente Trump en el Despacho Oval que también se espera que lo rubrique. ¡Será por firmas (y por responsables) para la nueva y descabellada capacidad de endeudamiento extra! Realmente, elevar el techo de gasto es visto por muchos analistas como un salvavidas para evitar el colapso económico del gobierno federal, y llevan mucha razón en ello: de no haberlo hecho, la administración estadounidense se habría quedado sin dinero en Septiembre, entrando en un temido "default" de consecuencias catastróficamente impredecibles. Pero desde estas líneas debemos de matizar que esto es sólo así en la visión más cortoplacista del asunto.

En los plazos más largos, el cariz que adquieren estos hechos es muy muy distinto, y los términos inevitablemente se invierten, ya que la práctica de recurrir recurrentemente a alargar la insostenible agonía de permitir a los dirigentes endeudar más y más a los ciudadanos, no es garantía de nada más que de que el potencial "default" al final acabe siendo una bola de nieve todavía de mayor y más destructivo calibre. Pero ya saben que nuestros políticos son incorregiblemente cortoplacistas, con una especial carencia a que esos plazos más cortos sean de cuatro años o menos (a veces mucho menos), así que para qué les vamos a hablar de algo distinto a "pasar la patata caliente" al siguiente. Eso sí, alguien se acabará quemando con ella, ¿Será el mismo presidente Trump?

La preocupante lectura del asunto, más allá del vendido como el éxito en "un acuerdo por el bien de todos"

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Tal vez lo que sea más incongruente en todo este tema sea llamarlo techo de gasto, porque en la práctica no ejerce como tal, con sus continuas elevaciones sobre lo ya elevado. Pero lo realmente llamativo del asunto es que sean los propios republicanos los que hayan hecho cierto alarde de rigor presupuestario, y especialmente que lo hayan hecho en contra de las prevendas del propio líder de su partido: un presidente Trump que necesita más dinero para mantener su administración en funcionamiento, y que ya había pedido abiertamente a los miembros republicanos del congreso que aprobasen la iniciativa con pasionales tuits apelando al apoyo más patriótico a las fuerzas armadas y a los veteranos (haber llegado al techo de gasto habría supuesto la entrada en funcionamiento de estabilizadores presupuestarios automáticos que habrían efectuado recortes en gasto militar y otros por importe de 120.000 millones).

Así, 219 demócratas votaron a favor de elevar el techo de gasto contra 16 que lo rechazaron, mientras que fueron 132 republicanos los que lo rechazaron frente a 65 que lo apoyaron. ¡Cómo estarán los asuntos presupuestarios en este momento para que sean los propios republicanos los que osan llevar la contraria al autoritario presidente Trump!

Esta numantina oposición desde sus propias filas es especialmente significativa dada la conocida afición del presidente Trump por deshacerse de todo el que "se le cruza", y por ejemplo, tan sólo al máximo nivel que supone el Gabinete de los Estados Unidos compuesto por los principales cargos del poder ejecutivo del Gobierno Federal de los Estados Unidos, desde que Trump tomase posesión en 2017, nueve de sus miembros han sido relevados. Durante los dos primeros años de la administración Obama no hubo ni un solo relevo de este calibre, y eso que nos dejamos fuera de la estadística todos los incontables cargos de menor entidad que han podido sufrir en sus propias carnes el tan Trumpiano "you are fired!", o que han decidido irse por su propia voluntad (lo cual suele ser indicativo también de algo muy serio).

Los detractores de volver a "rolar" una vez más la insostebilidad de las cuentas públicas estadounidenses tienen más que motivos para sus reticencias a seguir endeudándose como si no hubiera un mañana. Estos sectores que abogan por la rectitud financiera, ponen sobre la mesa que no se puede dilatar más el recortar el gasto público, para volver a la senda de la sostenibilidad presupuestaria. De hecho, este acuerdo allana el camino para acabar alcanzando el disparate cada vez más cercano de que el déficit del gobierno de los Estados Unidos llegue a la "mágica" cantidad de 1 billón de dólares en los próximos años según las proyecciones: casi nada, incluso para la dimensión de la macroeconomía del todavía líder económico del mundo.

El contador de deuda sigue subiendo, y es inversamente proporcional a la probabilidad de supervivencia del sistema

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Por mucho que algunos disfracen de un éxito propio lo que es un fracaso de todos, el hecho es que inexorablemente el fatídico contador de deuda estadounidense sigue subiendo y subiendo, incluso aún habiendo sobrepasado hace ya tiempo el nivel de lo sostenible. Actualmente, la deuda nacional de EEUU asciende a más de 22 billones de dólares, o a más de 68.000 dólares por habitante y a más de 183.000 dólares por contribuyente. En términos de PIB, la deuda federal alcanza ya un desbordado 106% del PIB nacional, y el déficit federal marca ya a un galopante importe que asciende a 984.000 millones, habiéndose disparado más de un 40% entre mayo de 2018 y mayo de 2019. Éstas son las crudas cifras, y coincidirán ustedes en que no sólo no son nada buenas, sino que muestran un nivel, y lo que es peor, una tendencia que amenaza seriamente la supervivencia del sistema a un futuro que cada vez es más presente.

No se puede obviar que la situación deudora ya era mala en la era Obama y anteriores, pero la arriesgada apuesta de Trump, con unas rebajas fiscales masivas que no se tenía nada claro que fuesen a arrojar un balance positivo sobre el déficit, está resultando ser una apuesta suicida tal y como les advertimos desde estas líneas. De hecho, una buena muestra de ello es cómo el presidente Trump puede estar deshaciendo rápidamente el camino fiscal recorrido por él mismo, al poder estar tratando de recaudar vía aranceles lo que ha dejado de recaudar vía impuestos. Las cuentas parecen no salir, y cuando las cuentas públicas no salen, acaba pagando siempre el sufrido ciudadano: es lo que tiene tener la capacidad legislativa.

Sólo el propio Trump y sus colaboradores más cercanos saben el verdadero motivo de su súbito e inexplicable giro alejándose definitivamente de la disciplina fiscal, pero llama poderosamente la atención que esto ocurra casualmente en un momento extremadamente comprometido para el déficit estadounidense, al haber éste sido empeorado precisamente por las políticas fiscales de Trump. Es una pena, porque como los motivos por los que alabar alguna política socioeconómica del actual presidente ya eran suficientemente escasos.

Además, los hay críticos con el acuerdo de hoy también desde las propias filas demócratas, porque esta "patada para adelante" sitúa el próximo hito negociador en el primer año del mandato del próximo presidente que, en caso de que sea demócrata, daría a los republicanos una potente arma para parar virtualmente todas sus iniciativas, como ya demostraron que eran capaces de llegar a hacer en el pasado. La jugada republicana, a pesar de ser suicida en términos de sostenibilidad nacional, podría ser políticamente maestra, puesto que, tratándose de futura expansión del gasto (algo a lo que son mucho más proclives por naturaleza los demócratas), los republicanos se han dotado de un arma que los demócratas casi seguro que no utilizarían contra un futuro presidente republicano, pero que sin embargo los republicanos casi con total seguridad utilizarán contra un futuro presidente demócrata.

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Ese techo de gasto sin techo, paradójicamente corre el riesgo cierto de poder acabar convirtiendo a muchos estadounidenses en unos "sin techo". Está injustificadamente extendido ese sentimiento socioeconómico por el cual se adquiere una falsa sensación de seguridad, pensando que aquí no se puede perder un estado de bienestar que, además, ya no es que no se vea como algo a cuidar, sino que se ve como un derecho adquirido a exigir per sé, sin reparar en que hacerlo insostenible puede llevarlo literalmente al colapso. Entonces será más bien un "estado del malestar", y no sólo por la lógica indignación popular de ver malogrado su particular "american dream", sino porque muchos estadounidenses pueden verse abocados a malvivir más que a vivir dignamente. En este mundo cambiante que nos ha tocado vivir, no hay nada socioeconómicamente asegurado en los plazos más largos: absolutamente para nadie, por muy segura y acomodada que la masa se pueda sentir hoy en día.

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