¿Han deducido algo que nuestros políticos no quieren ver? Singapur dedica a combatir el Coronavirus 12 veces más que en la Gran Recesión

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Hay veces en las que todos fijamos la vista en nuestra limitada realidad nacional, sin darnos cuenta de que a menudo algunos políticos no quieren bajo ningún concepto que se les pueda comparar con sus homónimos de otros países, y también sin darnos cuenta de que es muy conveniente como norma observar el entorno, para valorar si en España nos estamos (o más bien se están) equivocando en algo que más tarde no tenga solución. Levantar la vista y mirar a otras latitudes es un osado acto que todos debemos cometer de vez en cuando, especialmente si las cosas no van bien y hay que virar el rumbo. Y es un hecho que, en la crisis de Coronavirus, España no lo está haciendo nada bien: a las gráficas me remito (y eso que otros países sin una adecuada cobertura sanitaria pueden batir nuestras intolerablemente funestas marcas).

Y en cómo afrontar la terrible crisis del Coronavirus no sólo se está viendo cómo otros países están aplicando con relativa correctitud nuevos conceptos emergentes propuestos desde aquí, sino que se descubren también otros nuevos enfoques posibles, que sólo el tiempo demostrará si son más correctos que los que en España nos están trayendo nuestros políticos. Singapur es uno de esos países que está apostando por un enfoque diferente, y es que ha sacado absolutamente toda su artillería, su marina, y sus bombarderos a las calles, los que tiene y… hasta los que no tiene: todo sea para matar a esta colosal bestia socioeconómica que amenaza con devorarnos a todos.

La preocupante y hasta inquietante sucesión de acontecimientos en España con la que el gobierno está tratando de atacar esta crisis

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Efectivamente, en España estamos en un estado a medio camino entre el shock porque múltiples conocidos de nuestro entorno van falleciendo, y la estupefacción por ver cómo nuestros dirigentes no sólo van de error imperdonable a otro error todavía más imperdonable (y macabramente mortífero). Pero mientras tanto en otros países tienen dirigentes que están demostrando ser infinitamente más resolutivos que los nuestros. En la escena internacional se están alumbrando planes y medidas contra el Coronavirus de las que debemos aprender o, al menos, tener en cuenta, si es que aquí se quiere hacer algo que de verdad sirva para paliar en la medida de lo posible la terrible crisis que tenemos ya sobre nuestras cabezas y epitafios.

Hace unos días ya les analizamos cómo las medidas iniciales tomadas por el gobierno, no es que produjesen una insondable tristeza socioeconómica, sino que producían una auténtica depresión. Posteriormente, por fin el gobierno pudo entrever mínimamente la que se nos venía encima, y, tal y como reclamábamos desesperadamente diversos analistas, desde Moncloa diseñaron un esperado plan que, en líneas generales y en magnitud, se acercaba mucho más a la dimensión de la catástrofe socioeconómica. Además el plan ponía un especial énfasis en esos ERTEs que desde el minuto cero aquí reclamamos como la medida idónea para esta crisis de naturaleza coyuntural, pero que corría el riesgo cierto de cronificarse si no era atacada a tiempo. Entonces ya introdujimos también la idea esencial de que había que sacar nuevas medidas, y el objetivo a conseguir era poder lograr tener una economía de “Start/Stop”, entre cuyas ventajas se contaba por ejemplo con evitar la quiebra de innumerables empresas por no poder hacer frente financieramente a las indemnizaciones a las que están obligadas contractualmente por dejar de suministrar a sus clientes.

Pero, como tantas otras veces, el diablo se esconde en los detalles, y tras haber analizado las líneas de más alto nivel y generales del bazooka anti-coronavirus del gobierno por entender que la agilidad también es un punto en la actual coyuntura de emergencia nacional, el análisis pormenorizado arrojaba de nuevo inquietantes preocupaciones y riesgos inasumibles. Y es que, tal y como están actualmente concebidas las medidas del gobierno, hay diversos puntos de las mismas que pueden malograr todo el plan, y dar al traste con buena parte de sus efectos, que se suponía podían ser potencialmente beneficiosos. Entre esos negros (negrísimos) puntos estaba la gran inseguridad jurídica derivada del alto grado de indefinición del plan, que por ejemplo obligaba a mantener el empleo sin definir qué se entiendía por ello: ¿Se referían al empleo neto? ¿Qué consideración tenía el empleo temporal en un país cuya principal industria es el turismo y el “hacer la temporada”?

Pero, tan sólo por acabar de poner en contexto recordándolo, en los endiablados detalles del plan está otro ejemplo de mal diseño que tiene una especial trascendencia. Y es que el plan del gobierno no permite a una empresa poder hacer uso de los nuevos ERTEs sin acogerse a determinadas ayudas, que le hacen incurrir innecesariamente en otra serie de obligaciones que pueden ser muy importantes, y que en un futuro pueden poner en un serio aprieto a dichas empresas y los puestos de trabajo que generan. Y, como decía, todo ello de forma flagrantemente innecesaria, puesto que muchas empresas lo único que necesitan es efectuar ese ERTE y que tan sólo les garantice no tener que cargar con el coste de las nóminas de todos sus empleados durante un breve paréntesis temporal en el que muchas empresas no están teniendo absolutamente nada de facturación.

Mientras unos parecen dormir entre laureles, otros se han arremangado para tratar de atajar (de verdad) el grave problema sin endiablados detalles perniciosos

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Hace unos días ya les expusimos una bastante correcta implementación de esa economía de “Start/Stop” que propusimos desde estas líneas, y que ha sido la del gobierno danés, que sí que está demostrando estar a la altura del reto al que todos nos enfrentamos, a lar par que a la altura del pueblo al que representa y al que debe dirigir ineludible y (cor)rectamente. Los puntos negros que vemos en el plan español y que tienen una alta probabilidad de malograr todo el plan, han sido sin embargo mayormente abordados de forma correcta por los daneses, que, lejos de permitir unos nuevos ERTEs con sus limitaciones y a cambio de obligarles a asirse a un clavo que en el futuro puede ser un clavo ardiendo, han cogido y desde Copenague se han hecho cargo directamente de las nóminas de los empleados por un importe de hasta el 75% de su salario, a cambio de que la empresa mantenga a los trabajadores en plantilla, y por un importe máximo de 3.288 euros mensuales (un equivalente anualizado de hasta 52.400 euros).

Pero en los últimos días, en la escena mundial, han surgido nuevos gobiernos con fórmulas contundentes, que disparan de forma infinitamente más certera al corazón del monstruo de la próxima crisis, y que con ello tienen mucha más probabilidad de minimizar sus sanginolentas dentelladas que otros gobiernos (¡Ejem!) que están proveyendo a sus empresas de fatuas bengalas de salvamento, que les obligan a disparar con una venda en los ojos, encendiendo una mecha húmeda que corre el riesgo de no prender, y además con un detonador que tiene una alta probabilidad de que les estalle luego entre las manos. Con esta inestimable ayuda uno ya no sabe si es mejor apretar el gatillo del bazooka del gobierno o directamente “pegarse fuego a lo bonzo”. La gran inseguridad jurídica que deja abierta el plan español hace que para muchas empresas los resultados puedan no acabar siendo muy diferentes entre ambas opciones, y que puedan acabar subyugadas por unas ayudas que no necesitan y que a saber si les obligan a acabar vendiéndose al mejor (o peor) postor (que cada uno saque sus propias conclusiones).

Tras Dinamarca, ha sido Singapur otro país que ha demostrado una gran determinación por tratar de minimizar todo lo posible los efectos de esta terrible crisis en su territorio nacional. Y vaya por delante que éste (como ningún otro nuestro) es un post que no está escrito ni desde la visceralidad ni desde los colores que se esconden tras unas pasiones políticas siempre cegadoras. Aquí no pretendemos juzgar en absoluto ni las libertades ni la política del país asiático, sino que nos atenemos estrictamente a los hechos objetivos. Además, ahí está el tema de que, independientemente de lo malo que pueda tener cualquier país (todos tienen aspectos que pueden llegar a ser incluso muy negativos), es un error socioeconómicamente destructivo no sólo no aprender de los errores propios y de otros, sino no ser capaces tampoco de aprender de los aciertos, aunque sean ajenos y puedan provenir de tendencias político-sociales que pueden ser incluso diametralmente opuestas. El mejor modelo (y país) será sólo aquel que es capaz de, con humildad, tomar lo mejor de cada uno de los otros modelos que le rodean, y de desechar lo peor de ellos. Y para los más suspicaces, vaya por delante que, sin dejar de criticar constructivamente las grandes fallas que tiene su sistema, desde estas líneas también hemos llegado a poner como ejemplo de buenas políticas a la comunista China porque, como les decía, por mucha falta de libertades que puedan tener en el gigante rojo, evidentemente allí hay cosas que hacen muy bien al igual que puede ocurrir en Singapur, y también hemos de aprender de ello.

Y todo esto lo exponemos sin caer en sacar exclusivamente los colores tan sólo al siniestro panorama nacional que tenemos en España. Porque hay que recordar cómo desde aquí les analizamos ya la inconcebible (y fallida tan sólo unos días después) política del “ocurrente” Johnson para inmunizar rápidamente a todo el país de Coronavirus, y que ha sumido por empeño personal a Reino Unido en una letal espiral pandémica, de la que difícilmente van a poder salir sin miles de muertos de por medio. Al igual, el “disruptor” Trump optó en Estados Unidos por abrazar tesis igualmente “innovadoras” ante la perplejidad que suponía observar la evolución de la pandemia en los países que íbamos lamentablemente por delante.

Y es que Trump sufrió uno de sus habituales ataques del más categórico y “visionario” empecinamiento, negando por activa y por pasiva que el Coronavirus supusiese una amenaza seria, y del que llegó a afirmar sin ningún tipo de datos al respecto (básicamente porque nadie lo sabe por ahora): “Parece que en Abril, ya saben, en teoría, cuando haga un poco más de calor, [el virus] milagrosamente desaparecerá”. Así, sin el más mínimo sustento científico y sin despeinarse. Ahora, tras cometer sus propias barbaridades, tanto Reino Unido como EEUU son unos candidatos aptos para incluso arrebatar a España el oscuro liderazgo internacional que muestran las gráficas en cuanto a una nefasta gestión de la pandemia se refiere: nunca antes la incompetencia política quedó más fielmente plasmada en una única gráfica. Y por cierto, que esta última gráfica del New York Times es de las buenas, porque en vez de una escala en cifras absolutas, que no muestra la evolución de la enfermedad y no permite comparar correctamente por ejemplo entre una España de 47 millones de habitantes y un Estados Unidos de varios cientos, el NYT aporta la gráfica en escala logarítmica, que permite poder observar directamente la progresión de la enfermedad en términos relativos a los incrementos porcentuales día tras día.

El plan de Singapur: 12 veces más potente que el que dedicaron a la Gran Recesión en la isla-estado

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Pues el plan económico de Singapur para combatir esta crisis es simplemente mucho más que colosal. El esfuerzo que están decididos a hacer en el país asiático es extremo, pues entiendo que es también extremo el riesgo que perciben para su socioeconomía. Al menos no se podrá decir que no estén teniendo el valor de mirar a la bestia de la crisis directamente a los ojos, y estén demostrando que son capaces de ver la magnitud de la catástrofe que se nos está viniendo a todos encima. Singapur dedica con determinación al Coronavirus un plan de ataque 12 veces más potente que el que dedicara a la Gran Recesión en su día, hace ya más de una década. Y es que el primer ministro de Singapur ha reconocido públicamente que está convencido de que la crisis de Coronavirus será más dañina de lo que fue ya de por sí la siniestra Gran Recesión. El primer ministro Lee también afirma que nadie sabe a ciencia cierta cuánto durará la pandemia, y que ésta puede extenderse en plazo a todo un año, y muy probablemente incluso durará más.

En lo que se refiere al impacto económico, por boca de su Ministerio de Comercio e Industria, el gobierno de Singapur ha reportado que su economía ya se ha contraído un 2.2% en el primer trimestre de 2020, habiendo sido uno de los primeros países del mundo que ha publicado cifras de ese periodo que empezarían a mostrar ya el impacto de la pandemia. Y las previsiones no son mucho más alentadoras para el conjunto del año, con unas cifras que proyectan una contracción en una horquilla entre el 1% y el 4% para todo el ejercicio de 2020, empeorando sensiblemente la anterior previsión de un crecimiento entre el -0,5% y el 1,5%.

Resulta evidente que, en el caso de un Singapur que en el primer trimestre de 2020 todavía notaba mucho más la pandemia tan sólo a una escala nacional (y en parte también china) que global, puesto que todavía los efectos no han sido tan planetarios en ese periodo, el país asiático está pagando en sus cifras macroeconómicas el precio de sus propias medidas de contención. ¿Acaso no les importa el batacazo económico con esa severidad de medidas preventivas? Claro que les importa, y mucho, pero como decía en el enlace anterior una de sus voces más reputadas en términos de políticas públicas, el profesor Quah, “es una falsa dicotomía hacer creer a la gente que, o bien les mantienes a salvo del virus, o bien mantienes la economía en funcionamiento”. Dice Quah que “la dicotomía en realidad no existe: es una simple cuestión de las prioridades más básicas”, dando a entender que salvar vidas debe ser lo primero. Simplemente añadir desde aquí que un servidor, en cuanto a prioridades, en un mundo en el que nada es o que parece porque la gente sabe ocultar muy bien sus propios defectos personales, lo que realmente revela el interior de cada uno son precisamente las prioridades que cada uno se marca en sus acciones. Y la receta final que da Quah para mitigar la crisis económica del Coronavirus es sencilla a la par que clara: ”Actúa rápido cueste lo que cueste”.

Efectivamente, conforme la epidemia se fue transformando en esa pandemia que la propaganda y la poca anticipación política negaron hasta que ha sido innegable, los augurios económicos se van tornando más impenetrantemente negros. Y lo peor es que todavía nadie es capaz de afirmar con verdadero fundamento (y no con vanas esperanzas eternamente renovables con cada día que pasa) cuándo puede acabar la terrible pandemia. Tengan en cuenta que un servidor ha visto modelos estadísticos de especialistas que arrojan que el peor momento de la pandemia en España no llegará hasta Semana Santa: si aciertan, van a ser un par de semanas eternas, para las que en algún momento dejará de valer el “ahora ya sí que sí: mañana mejoraremos”.

Y todo hay que decirlo, Singapur ha sido uno de los primeros países del mundo a los que China exportó la letal pandemia, y es un hecho innegable que, al menos sanitariamente, sus autoridades han demostrado gran diligencia y capacidad de anticipación, y de hecho han sido uno de los países del mundo que mejor han contenido en su territorio el avance del Coronavirus: después de más de dos meses desde su primer caso, Singapur tan sólo tiene a fecha del pasado miércoles 631 infectados y dos muertes. Igualito que España, que en un plazo poco más breve ha acabado a día de hoy (y subiendo con fuerza) con casi 65.000 casos confirmados (y hay modelos estadísticos que los cifran en más de 500.000 ante la falta de tests masivos) y casi 5.000 fallecimientos; unos fallecimientos que, incluso los medios más afines al gobierno, ya reconocen con motivos muy fundados que serían muchos más de los publicados en las cifras oficiales. La comparación es sangrante, pero es que además Singapur ha sido presentado internacionalmente como caso de éxito en la lucha contra el COVID-19 incluso por reputadas y rigurosas publicaciones como el MIT Technology Review.

¿Se puede trasponer un plan como el de Singapur a un país como España? ¿Hay verdadera voluntad y posibilidades de hacerlo?

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La receta de éxito de Singapur, que por cierto ya teníamos disponible desde hace meses para que nuestros políticos aprendiesen antes de que fuese tarde sobre cómo gestionar la pandemia y su consiguiente crisis económica (ambas van ineludiblemente cogidas de la mano), fue la misma que la de Corea del Sur (otro caso de éxito al que desde España nadie quiso tener en cuenta): tests masivos para la población (pero de los que funcionan, no como los que nos compran en España), aislamiento estricto para los contagiados o sospechosos de estar contagiados, y medidas de contención severas desde el principio. Vamos, lo mismo que en España han aplicado inadmisible y letalmente mal y tarde, a pesar de las múltiples advertencias que nos hicieron autoridades y organismos internacionales previas a la celebración de eventos masivos como el 8M, cuando ya había cientos de contagiados (y eran sólo los conocidos) en Madrid, y que casualmente se catapultaron como un cohete en los 15 días posteriores a aquella fecha (el periodo durante el que ya se tiene -y se contagia- el Coronavirus va desde los 2 hasta los 15 días antes de presentar los primeros síntomas).

Y ahora, con los muertos contándose por miles sobre la mesa, todo son excusas e imposibilidades materiales para justificar por qué demonios en este país no se impidió (o se pospuso) la contagiosa manifestación y las otras concentraciones masivas que hubo aquel siniestro fin de semana, pero lo cierto es que desde diversos sectores incluso se llamó irresponsable e insistentemente a la participación masiva en ese 8M menospreciando abierta y categóricamente el riesgo del Coronavirus, ya conocido merced a los antecedentes de China. Ahora el daño ya está hecho y es lacerantemente irreparable, pero algo del sistema sigue funcionando cuando en España se abren diligencias contra los artífices de aquel despropósito mortal de decisión, y dicho sea de paso: la asunción de responsabilidades debe llegar tan alto como las cifras de muertos apilados en los mortuorios de los hospitales: se equivocase quien se equivocase, incluso si la inacción ante las tropelías de un subordinado es lo que caracteriza a un responsable, éste debe también tener la decencia de reconocer su responsabilidad en todo el error. La cadena de mando no es sólo un escudo oportunista tras el que parapetarse, dejando desplomarse las culpas sobre los subordinados: la cadena de mando es lo que debe garantizar una óptima toma de decisiones (y responsabilidades) a todos los niveles, sobre todo cuando esas decisiones son vitales para el conjunto de la nación, como así ha sido de hecho con el Coronavirus.

Por mucho que se diga ahora ya con el peso de los muertos sobre las espaldas, como demostración, aquí pueden ver al propio ministro de sanidad pidiendo que las personas que presentasen síntomas no acudiesen a la manifestación del 8M, y lo hacía obviamente a sabiendas ya por entonces del peligrosísimo periodo de incubación previo a los síntomas que sabíamos por China, y que suponía que en el 8M iba a haber cientos (o tal vez miles) de personas ya contagiando a otros, sin que ellos mismos ni siquiera lo sospechasen como para haberse quedado en casa. Aquella manifestación fue una total irresponsabilidad, pues tras el vídeo el ministro debe reconocer que desconocer, lo que se dice desconocer el riesgo de aquella manifestación masiva, pues va a ser que no lo desconocía: es más, parece que le preocupaba bastante a juzgar por su propia advertencia expresa, que ahora a la vista de los resultados suena tan sólo a un oportuno “pliego de descargo”.

La conclusión pues no debe responder a la pregunta de si se puede trasponer un plan como el de Singapur a un país como España. La conclusión no puede ser otra más que hablar en términos pretéritos, y asumir que sí que se podía perfectamente trasponer el exitoso plan del país asiático a España… claro, cuando aún estábamos a tiempo de evitar la catástrofe. Ahora ya no hay más remedio que ver las cifras de muertos crecer y enfrentarnos a una crisis de gran crudeza, cuyas múltiples hemorragias tratan de cortar (ahora) desesperados nuestros improvisadores dirigentes, cuando simplemente se podía haber minimizado su impacto a gran escala actuando preventivamente desde el principio cuando estábamos a tiempo de hacerlo. En este momento tan sólo nos quedan los paños calientes, si además nuestros políticos ni siquiera ahora se ponen las pilas para adoptar conceptos como el que proponemos de la economía de “Start/Stop”. De nuevo voy a ponerles también sobre la mesa que, de haber reducido responsablemente deuda en estos últimos años (culpa de éstos y aquellos), cuando estábamos a tiempo de hacerlo con las favorables condiciones del bálsamo monetario del BCE tal y como les analizamos hace meses, ahora otro gallo nos cantaría, y dispondríamos de mucha más capacidad extra de endeudamiento. Y tengan en cuenta que la actual situación de emergencia nacional traduce la falta de dinero y de medios directamente en miles de muertos.

Pero claro, Singapur ha podido también multiplicar por 12 la potencia del bazooka económico que utilizó para combatir la Gran Recesión porque, tanto entonces como ahora, ha resultado ser mucho más eficiente en las políticas adoptadas y en el dinero necesario para ejecutarlas, con políticas efectivas tanto de prevención como de posterior minimización del impacto. Así, independientemente de que también es cierto que la Gran Recesión afectó con especial virulencia a una España cuya burbuja inmobiliaria transformó en toda una depresión, ahora en España, ante el Coronavirus, lo que espero que no ocurra bajo ningún concepto es que veamos un Plan E siniestramente multiplicado por 12: no se puede multiplicar aquel desastroso plan por 12, por nuestra propia supervivencia socioeconómica. El tema es que no debemos ni multiplicar por 0,5 aquel desastre, que fue mal concebido, peor diseñado, y de la implementación mejor ya que hablen algunos de los que recibieron la lluvia inútil de dinero, pues son ellos los que mejor saben cómo se puede llegar a tirar literalmente dinero por la ventana a paladas.

Si nuestro gobierno no implementa correctamente el concepto que proponíamos desde aquí de economía “Start/Stop” con medidas como las que expusimos, corremos el riesgo cierto de ver otro plan dotado de miles de millones que corre el riesgo de no servir para mucho. Pero de las consecuencias de todo aquel lamentable capítulo que supone en nuestra Historia Económica la crisis inmobiliaria y lo mal que se gestionó, lamentablemente, ya sí que sabemos todos los españoles, especialmente los que perdieron su empleo e incluso su casa por ejecución hipotecaria. Eso por no hablar de los balances de deudas impagadas en nuestras entidades financieras, que aun a día de hoy son una “patata caliente” que va pasando de cajón en cajón a ver si así se va enfriando. Preso de un espíritu que trata de ser siempre optimista mientras se pueda, quiero creer que muchos los españoles aprendimos algo entonces que pueda servirnos ahora, pero a la vista de las acciones más recientes de nuestros políticos, a algunos españoles todavía les queda mucho por aprender (los primeros a nuestros dirigentes, pero algunos me temo que son caso voluntariamente perdido).

Aprender de Corea del Sur, aprender en lo que lo ha hecho bien de Singapur, aprender de nosotros mismos, y sobre todo… aprender a votar eligiendo gestores eficientes y éticamente responsables, y no dejando que nos envuelvan en espirales viscerales que buscan cegar nuestro espíritu crítico, tapando con pasiones la (des)valía real de nuestros políticos. De verdad, exijan a nuestros dirigentes más capacidades y menos retórica, y voten en consecuencia. Porque las capacidades y la ética puede haber casos en que no tengan nada que ver con los colores, y puede llegar a haber buenos gestores en cualquier punto del espectro ideológico (exceptuando los extremos más extremos). Lo que pasa es que, en nuestro país, estamos en un punto en el que los partidos se comen a sí mismos, y aquí se venden como la única y eterna salvación de todos los males, con líderes que sólo dan el relevo cuando éste ya se les ha roto, azuzando el miedo más visceral al enarbolar polarizadamente aquel pánico infantil de “Que viene el coco”.

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Al final, lamentablemente, nos tratan como a niños: hagan que les deje de funcionar y defiendan nuestro sistema, empezando hoy por la gestión de la crisis de Coronavirus. Los líderes mundiales están inmersos en la búsqueda desesperada de una amnistía personal en aquello de que "hubo otro que lo hizo todavía peor que yo ante el Coronavirus": no debe valernos, todo el que cargue por errores con miles de muertos a sus espaldas debe tener la humanidad de irse. Nuestros muertos merecen un mínimo respeto, aunque lamentablemente ya sólo sea posible post-mortem, y especialmente cuando algunos deben preguntarse autorreferencialmente acerca del porqué sus corazones ya no laten... Y los nuestros tampoco.

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