Los verdaderos costes que se esconden tras la inversión de moda en bolsa: los brokers de cero comisiones

Los verdaderos costes que se esconden tras la inversión de moda en bolsa: los brokers de cero comisiones
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Los mercados y las comunidades de inversores al final inevitablemente tienen su vertiente (muy) humana, y lo habitual en esa vertiente no es lo deseable que sería que hubiese en las bolsas una mayor dosis de humanidad y ética, sino que viene porque también en los mercados hacen acto de presencia las naturalezas humanas de algunos, y otras que ya son de la mayoría.

Esas naturalezas humanas de la mayoría han de ser calificadas como una variable socioeconómicamente macroeconómica en toda regla, y como tal hay no pocas empresas y modelos de mercado que persiguen únicamente rentabilizar esa tendencia, y explotarla para beneficio de su negocio. No es nada censurable… dependiendo de cómo se haga y de qué consecuencias traiga. ¿Ley del mercado? Pues sí, en muchos casos. ¿Ética en las acciones humanas? Pues también, y esto ya debe ser así siempre, aunque no sea tan frecuente como sería deseable.

La tendencia más de moda ahora en los mercados de inversión es recurrir a los servicios de los denominados intermediarios de “cero comisiones”. Y sí, puede que sus comisiones sean nulas, pero no deben olvidar que estos brokers son igualmente empresas que se deben (casi) única y exclusivamente a su beneficio corporativo. Como tales, su ganancia la van a seguir tratando de obtener de usted y de sus inversiones, y a poder ser con creces, e incluso por más cuantía incluso que las comisiones tradicionales. ¿Cómo lo hacen?

De las apps gratis a los intermediarios de inversiones sin comisiones: hay cosas que se pueden acabar pagando con creces y carísimas

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Hace ya años les expusimos que los datos eran la nueva materia prima del siglo XXI. También vimos cómo muchos usuarios cortoplacistamente no saben ver lo perjudicial de usar aplicaciones inocentemente gratuitas, sin valorar todas las implicaciones últimas de la máxima de las apps e internet y el mercadeo de nuestros datos: “Cuando el servicio que usas en internet es gratis, al que están vendiendo es a ti”.

El tema de hoy tiene en común con ése de la economía del dato que, a menudo, cuando los ciudadanos usan algo que es gratis, se creen “más listos que nadie” sólo por usar una app, que en el fondo es usada por millones de usuarios. En el terreno de la inversión y los brokers, hoy traemos un tema en el que está pasando precisamente eso. Y es que la inversión más de moda hoy en día es invertir en bolsa mediante uno de esos ubicuos “brokers de comisión cero”. Y sí, sus comisiones como tales son literalmente cero (o ínfimas), pero indudablemente, al igual que las apps gratuitas, estos brokers no viven del aire, sino del dinero que usted invierte. Así, aunque en este caso no le estén vendiendo a usted, sí que viven igualmente de estar intermediando una y otra vez en las compra-ventas que usted hace con sus títulos. Y en esa operativa ya puede usted tener meridianamente claro que está su beneficio (el de “ellos” los intermediarios, quiero decir), y que éste además puede ser incluso mucho mayor que el que recaudarían con las tradicionales comisiones.

Para más INRI, como analizaremos a continuación, el peaje oculto no es lo único que usted puede llegar a pagar por esta nueva inversión de moda, sino que esta fiebre la está usted pagando también con la degradación de la estabilidad de sus inversiones, y con que su visión del largo plazo no pase en muchos casos del final de la jornada bursátil. Es lo que tiene el trading compulsivo, al final incluso el inversor más experimentado puede acabar perdiendo el norte, y recuerden que, al menos mientras el capitalismo siga siendo capitalismo según su concepción más nativa, el beneficio más seguro en bolsa (para el inversor claro está, que no para los intermediarios) está precisamente en ese largo plazo del que el sistema trata de irnos apartando como sea. El cortoplacismo y los ciudadanos hiper-dependientes son un activo muy rentable para ciertos actores del sistema, y en el terreno de la inversión eso se traduce en la inversión exclusivamente especulativa, con el trading extremo por bandera. Nunca el invertir a corto plazo con estas premisas podría implicar tantas cosas negativas para el conjunto del sistema, y también para los propios inversores, que caen víctimas de su faceta más compulsiva y menos racional.

”¿Pagas comisiones por invertir? Yo estoy encantado con mi broker de comisiones cero. No seas tonto, vente, estás tirando el dinero”: como si el dinero creciera en los árboles…

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Siempre me ha fascinado la dualidad que a veces encontramos en el mundo de la hostelería, donde el ecosistema de locales de comida se puede dividir muchas veces entre algunos locales de alta calidad, bajo precio, y alta rotación tanto de género (más frescura) como de comensales, que acuden en masa a comer a este tipo de locales. Efectivamente, este primer subgrupo de templos de la gastronomía más popular y popularizada encuentran su particular forma de hacer dinero más en el volumen que en el margen, que para beneficio y fidelización de su clientela suele ser muy ajustado. Y a los clientes les priva poder comer calidad y disfrute papilar a buen precio.

Y luego está ya el resto de locales gastronómicos, que forman el grupo más predominante, y que basan su negocio en un modelo más extendido de hacer dinero con el margen, en vez de con un volumen que no acaba de llegar a ciertos niveles de popularidad, porque encuentran una mejor relación calidad-precio en el primer grupo. No es censurable ninguno de los dos modelos de negocio hostelero puesto que, en este mundo empresarial, siempre que se opere dentro de la legalidad (y la ética socioeconómica) debe de loarse toda forma de sacar un negocio adelante y de ganarse la vida honradamente. Pero el hecho es que esta dualidad hostelera guarda cierta relación con el tema de hoy sobre el mundo de la inversión.

Y es que la tendencia de eliminar las comisiones llevaba gestándose ya varios años, pero en los últimos trimestres ha alcanzado cotas que le hacen merecedora del calificativo de ser lo más “hot” ahora mismo en la inversión. El tema es que se han popularizado hasta cotas insospechadas los brokers que se publicitan como “de comisiones cero”. Y efectivamente lo son, pero el tema no es ya qué comisiones cobran, sino por dónde obtienen su rentabilidad, a la que se deben de una manera u otra, como toda empresa privada (o pública, por cierto). Es ahí donde surge lo más inquietante de todo este nuevo modelo de negocio emergente, y no es precisamente por lo cierto de que esa rentabilidad no sólo puede llegar a dar incluso muchos mayores réditos que las comisiones de intermediación tradicionales. La inquietud surge porque ,para conseguir esos cuantiosos beneficios, estos brokers pueden llegar a obrar de una manera que, a juicio de un humilde servidor, supone un camino bursátil a ninguna parte (o a una parte nada deseable para el común de los ciudadanos).

Porque ese camino suele ser un oscuro callejón hacia un mundo de inversión inestable, de volatilidad extrema, de inversores a ratos eufóricos y a ratos presas del pánico, etc. En definitiva, un mundo en el cual la bolsa como tal y su función más idealista se desvirtúan, hasta el punto de que ya no sirven como plaza de negociación y de canalización de la inversión minorista y mayorista hacia las empresas nacionales. Con este nuevo tipo de inversión, alejado al máximo de la inversión estable y constructiva, en lo que el mercado se convierte es en algo equiparable a un mero casino, en el que eufóricos jugadores se dedican a apostar dinero a casillas de colores, en una efímera partida que dura unos pocos minutos o alguna hora. Al final, la partida se resuelve con un desenlace en el cual habrá una efímera ganancia o una pérdida, y en la gran mayoría de los casos tras un inexistente análisis de balances y de inversión, que llegará a existir por la mínima en el (inusual) mejor de los casos.

Más allá de la inversión “a corto plazo”, de lo que hablamos ahora es de otro tipo de “inversión” radicalmente distinto (y radicalmente “cortoplacista” al extremo)

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Pero esto no es nada que esté particularmente alejado de la clásica inversión “a corto plazo rabioso” que siempre ha existido, y que debe existir en cierta proporción como mecanismo de regulación del mercado. Puede llegar a tener incluso un papel beneficioso en lo que a la formación de precios se refiere. Se trata de un punto que también es necesario en los plazos más cortos a la hora de tener mercados eficientes, pues deben ser capaces de poner en precio cada acción en su justa cotización en cada instante de la jornada bursátil. No será en este aspecto en lo que un servidor censure a esas inversiones a tan corto plazo. El problema real viene cuando en ese “modo” de (des)inversión confluye una proporción relevante del mercado, o una proporción algo menor pero cuya “compulsividad” les otorgue en peso sobre el volumen total una proporción igualmente relevante.

Es esa misma plutocracia del capitalismo por la cual el que más vota es el que más capacidad de compra tiene, y que en este tema es llevada al mundo de la inversión. Y así el que más influye en el mercado no es sino el que más “vota” porque es el que más dinero mueve, aunque se trate del mismo dinero que inquietamente no para de entrar y salir sumando volumen. De una manera u otra, los patrones predominantes son los que acaban imponiendo sus naturalezas sobre el conjunto del sistema. Con ello pues, el sistema en su conjunto va ganando dosis de un cortoplacismo que llevado al extremo al que estamos llegando no augura nada bueno, tampoco ni siquiera para los propios traders compulsivos (que no son todos tampoco), y que tampoco ganan siempre ni mucho menos.

Como les decía, el cortoplacismo per sé no tiene porqué ser siempre prejudicial en el mercado, lo que lo es ahora mismo realmente es la naturaleza que está imponiendo el tipo de cortoplacismo extremo que están haciendo que pueda acabar imperando en los mercados. Y es que aquí muchos brokers de comisión cero como hacen negocio es aplicando efectivamente esas comisiones cero tan atractivas y publicitadas, pero a la vez recaudando beneficios con una horquilla o “spread” de precios en la cual van arañando pequeños porcentajes del precio con cada operación. Es decir, muchos brokers lo que hacen es darle a usted un precio un poco peor que el del mercado, y así operación tras operación van haciendo caja (o cajón).

Y es aquí donde cobra sentido pleno el paralelismo con los restaurantes que hacen negocio con el volumen en vez de con el margen. Es decir, si su beneficio va por un pequeño tanto por ciento en cada operación que es ínfimo individualmente, su rentabilidad obviamente pasa por el que pase usted por caja recursivamente cuantas más veces mejor, lo cual implica que usted haga cuantas más operaciones de compra-venta como sea posible. El trading compulsivo es un excelente negocio incluso sin comisiones y con horquillas de precio estrechas. El truco pasa por alentarle a usted a operar compulsivamente, y ése es el modelo de negocio principal de la mayoría de esos brokers de comisiones cero.

Y por cierto, es un modelo de negocio que ya se vio venir también en su momento de la manos de los CFDs, o esos productos “over the counter” que tan opacamente llevan a cabo su formación de precios. A veces los CFDs presentan sospechosos “spikes” inexplicables en sus cotizaciones, que casualmente hacen saltar unos stop-loss perfectamente ubicados por el broker, y cuya naturaleza puede estar todavía más alejada de lo que es un mercado eficiente, que debería cotizar el precio real de cada activo a manos de los inversores. Los mercados intervenidos raramente arrojan una cotización realista de sus activos. Los mercados opacos además de no hacerlo, levantan sospechas sobre la intencionalidad última de cada precio ofrecido. Y los mercados mayormente cortoplacistas se rigen por la especulación menos estable, aderezada con unas notas de miedo y de inestabilidad propias de unas posiciones que no se pueden permitir mantener abiertas durante mucho tiempo, momento en el que en muchos casos les acaban cobrando las temidas comisiones de las que huyen como acción que lleva el diablo.

Su “broker cero” le quiere tener a usted operando incluso cuando usted piense que no debe operar, y para forzar esas operaciones indeseadas, muchos de ellos aplican comisiones importantes cuando la inversión cortoplacista al extremo amenaza su modelo de negocio pudiendo mutar al largo plazo. No quieren inversores, quieren sencillamente “hacedores reincidentes de márgenes”, y menos estables que una probeta de Trinitotolueno. Una inestable sustancia explosiva que casualmente trae la misma capacidad de destrucción que lo que la predominancia de este tipo de inversión puede suponer para el conjunto del mercado.

Las consecuencias de este tipo de trading llevado al extremo van mucho más allá de sus pantallas: cada uno de ustedes influye poderosamente en el mercado

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Así, nuestro mundo bursátil e inversor va ganando y ganando grandes dosis de especulación e inestabilidad extrema por parte de los inversores, con cada vez más traders compulsivos que sólo buscan un beneficio instantáneo, grande, sin esfuerzo, rápido, y en el que importa tan sólo un símbolo al que apuntar con el punto de mira de cada operación. No les suele importar en absoluto la empresa que en realidad hay detrás, ni su modelo de negocio, ni su gestión, ni sus resultados, ni tan siquiera su dividendo. Eso no computa en la ecuación inversora de este tipo de traders extremistas: lo único que importa es que llegue el final del día, no haber pagado ninguna comisión por mantener posiciones abiertas, y haber arañado al mercado operación tras operación unos euros que compensen la horquilla que nos ofrece el broker en cuestión. Es una naturaleza mutante del mercado que ya hemos visto aflorar bajo otras apariencias igualmente inquietantes, como ha sido toda la efervescente especulación alrededor de activos como Dogecoin o Gamestop, que en cuestión de días enriquecieron a unos (muy) pocos, y empobrecieron a la mayoría.

Nada más importa. El pasado no interesa. El futuro no existe. Sólo importa el presente rabioso. De hecho, al igual que el o la promiscua compulsiva pierde la cuenta de las parejas que se lleva a la cama, y pasado un mes ya no se acuerda ni dónde posó su código genético, el inversor trader compulsivo pasados unos días ya ni se acuerda bien de qué operaciones hizo sobre qué valor cotizado. Personalmente, puestos a perder la memoria, prefiero la frase de aquel famoso escritor que venía a decir que “el que ha leído sólo un libro en toda su vida lo recuerda perfectamente, pero el que ha leído cientos no recuerda muchos de ellos”. Se puede perder la memoria, lo que no se puede es perder el norte, porque muchos traders ya han pasado a vivir en otro planeta donde ni siquiera hay polo magnético con el que orientarse en la inmensidad de la mar de los mercados.

Y esta apreciación de perder el norte no es algo subjetivo y exagerado, propio de un servidor que considera que posee (o tal vez padece) una ética que sólo le hace sentirse un auténtico extraterrestre en el mundo y en los mercados actuales. Es que lo de que cada vez hay más gente que pierde literalmente el norte es una realidad del día a día de las consultas de los psiquiatras y especialistas, con pacientes que provienen en muchos casos de la versión más patológica de los mercados. La adicción al trading es una afección patológica que ya consta en los manuales de la ciencia psiquiátrica, de la que se divulga incluso en las páginas especializadas en términos económicos, que la describen literalmente como “la espiral camino abajo”. También hay artículos monográficos publicados incluso en páginas oficiales del mismísmimo gobierno de los Estados Unidos, paradójicamente la meca de la Bolsa y del capitalismo más popular. Será que más que subjetivo, esto es algo objetivamente objetivo, así que antes de hacer trading tomen su profilaxis mental por su propio bien.

Maximizar el volumen es algo que se consigue criando adictos al trading, y es una adicción de la cual hay no pocos traders tratándose

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Pero tampoco todo trader es un adicto per sé, ni mucho menos. Igual que no todo fumador lo es si logra mantener su hábito del tabaco dentro de unos límites ínfimos que no afecten demasiado a la salud. Pero el hecho es que, con el auge del trading y la ubicuidad de su propaganda invitando a hacerse rico con la inversión más compulsiva, las cifras de adictos al trading cotiza (muy) al alza. Y es que, en las clínicas especializadas en adicciones, cada vez es más usual que los facultativos tengan que tratar patologías ligadas a esa inversión compulsiva que viene en la mayoría de los casos del mundo del trading. Puede pues que, como decíamos, no todo trader sea un adicto, y puede también que haya otros tipos de inversores que también contribuyan a la explosión de estas patologías, pero el hecho irrefutable viene por el hecho de que los traders acaban contribuyendo a una proporción nada despreciable de los que caen finalmente adictos de los mercados. Eso es un hecho que viene determinado por las veces que en los grupos de terapia los especialistas oyen la frase: “Mi nombre es Juan, y soy un adicto al trading”. Una frase de consciencia finalmente alcanzada, que en el fondo es la única puerta que puede abrir el camino a la curación.

El truco estaría en dejarse seducir por las comisiones cero, pero no por el spread compulsivo. No vayan tan rápido, que aquí pocos brokers son tontos, y para algo se inventaron esas letras pequeñas que nadie se lee hasta que te llega el cargo del “comisionazo” en cuenta. Y es que muchos de esos brokers de comisiones cero se blindan ante los inversores más del largo plazo (recuerden, el plazo más seguro y rentable con índices y ETFs para la mayoría de los pequeños inversores) con una letra pequeña que muchas veces les obliga a un número mínimo de operaciones al mes, o a veces incluso a un volumen mínimo de capital agregado que ha entrado y salido. Eso por no hablar de la suerte de tarifa plana que supone tener que estar abonado y pagar una cuenta premium para acceder al “privilegio” de las comisiones cero.

Y así si que les pueden salir las cuentas bien nutridas a la mayoría de estos brokers, aún incluso con spreads ajustados. Pagar la comisión tampoco es un drama, pero en toda naturaleza humana la mente penaliza un gasto fijo presente, y promociona una posible ganancia a futuro, aun incluso cuando el histórico precedente arroja unas perdidas casi continuadas en conjunto, salvo algún pelotazo puntual. Así que, entre la obligación de "perder" la comisión por cada mes de inactividad, o la posibilidad de tal vez ganar con un trading intenso entrando y saliendo del mercado continuamente, una mayoría de inversores acabarán optando por lo segundo, dejando buenas ganancias a esos brokers de comisión cero. Esto tampoco son especulaciones, sino que es psicología de masas y de los mercados, además refrendada por estudios de investigación científicos con monos, que observaron estos mismos comportamientos humanos en nuestros ancestros evolutivos.

Más que una comisión cero, si se combina con la psicología humana predominante, resulta ser un clásico gancho de feria. Me recuerda a aquella escena final de Toy Story en la que Buddy y sus amigos se quedan atrapados entre hedionda basura y restos del consumismo, y por allí rondaban unos marcianitos-muñeco de una de esas máquinas de feria con un gancho-pinza que uno mueve ortogonalmente, pero con la que casi nunca engancha ningún premio. Ni Buddy ni sus amigos pudieron escapar por sí mismos del basurero con uno de ésos inservibles ganchos... Hasta que llegaron los marcianitos de la clásica maquinita de gancho de feria a la cabina de operación del gancho del vertedero, y les rescataron del mismísimo contenedor de la basura al hipnótico grito de "El gaaaaaancho, el gaaaaaancho, el gaaaaaancho". Porque tú te crees que estás intentando sacar con el gancho un premio de la máquina, cuando en realidad eres tú el que estás ahí metido con los moñacos, y eres tú mismo (y tu dinero) el premio que están intentando pescar con el seductor “gancho” de las comisiones cero.

Pues eso, al igual que en Toy Story, el hipnótico gancho no te sirve para apenas nada, salvo para que alguien que lo ha sufrido en sus propias carnes durante muchas semanas, y sepa dónde está el truco, venga a mostrarnos ese truco con transparencia, para que veamos que lo mejor que nos puede ocurrir es que el gancho no sirva para mantenernos dentro del mercado, sino para tomar consciencia y que nos puedan rescatar con él. Muchos traders sin éxito deben abrir los ojos ante su baja tasa de acierto, y también ante la estéril y estresada compulsividad extrema de cierto tipo de ferias y feriantes. Buddy y Buzz Lightyear consiguieron salvarse del hedor del basurero donde iban a ser aplastados, y donde iban a dejarles en la ruina compactándoles y paquetizándoles, como si sólo fuésemos un envoltorio consumista desechado, y no personas con una economía familiar a preservar. Y es una economía familiar o personal que nos ha de sustentar en los plazos más largos, además de ante las calamidades e imprevistos que siempre llegan en la vida de vez en cuando: si ha tirado antes usted el dinero por la ventana, cuando éste le haga falta, nadie (salvo algún familiar realmente compasivo) va a acudir en su rescate.

El dinero cuesta muchos años ganarlo, pero se puede perder en unos minutos de trading, especialmente si nos dejamos seducir por la actividad compulsiva a la que llevan las comisiones cero. Y cuando los incautos más lo necesiten, el dinero que tiraron a espuertas no va a volver a sus cuentas corrientes para pagar ningún imprevisto, por muy grave e imprevisible que sea. Aprendan del pasado, anticípense al futuro, y huyan del hedor ajeno, pero también en parte del hedor propio y de sus peores pasiones inversoras, porque muchos inversores (al igual que muchas personas) simplemente no se conocen a sí mismos en absoluto. Como reza el templo de Apolo: “Conócete a ti mismo”. Regla de oro para la tarea de construcción personal más socioeconómicamente constructiva, porque con individuos ignorantes sólo se puede cimentar una Socioeconomía carcomida hasta las raíces. Por sus inversiones les conoceréis…

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